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15- Despertando

Los párpados le pesaban. Le costó abrirlos. Lo primero que vio fue una luz, al principio tenue, luego más intensa. Parpadeó un par de veces y comenzó a ver más nítido. Pudo distinguir una lámpara de Sag´ colgando de la pared. Al lado una ventana con finas cortinas grises. Más allá una pequeña máquina de medición cardiaca.

   Intentó levantar la cabeza pero unos cables se lo impidieron. Era el respirador computarizado con su monótono sonido. Probó levantar un brazo, lo logró solo a medias. Era inútil. No tenía fuerzas. Sintió frío, se estremeció. La sábana que lo cobijaba era demasiado delgada y sintió el colchón un poco incómodo, aunque suave. 

   Un sonido computarizado se activó, provocando que una enfermera y un doctor entraran a la habitación. 

   —¿ Cómo se siente? ¿Recuerda su nombre? 

Gulf quiso hablar pero no pudo emitir sonido alguno. Su mente estaba envuelta en nubarrones, como telas de araña que parecían asfixiarle hasta la garganta. Apoyó la cabeza en la almohada y se volvió a desvanecer.

  
  El tiempo pasó muy lento, al menos así le pareció a Gulf, confinado en aquella habitación, con la mitad del cuerpo paralizado y sin poder hablar. Sólo se limitaba a mover la cabeza, casi sin ánimos, cuando los doctores o las enfermeras le preguntaban algo. 

  Exactamente, un añopoliano después, pudo modular y le pareció como si hubiera vuelto a la vida.

   Gulf tenía la boca seca y en un acto reflejo se mojó los labios con la lengua. Miró al doctor que la estaba revisando. Trató de encontrar su rostro familiar pero ni sus ojos pequeños, ni su fino bigote le dijeron nada. No era el mismo que él recordaba en su champa.

    — Tengo…sed…— balbuceó.

   —¡Bien, muy bien! ¿ Puede decirme cuál es su nombre?

   —Soy…—volvió a callar— Soy…el mar que es abrazado por la tierra… Soy Gulf….—dijo, esta vez mirando a la enfermera que le sonreía.

   —Apenas llegaste del Continente, entraste en estado de coma, hoy hace exactamente un añopoliano.

   Gulf tenía la mente bastante confundida y sentía que había dormido mucho tiempo; aún así su cuerpo estaba entumecido, agarrotado y le dolía como si le hubiesen dado un golpe tras otro.

     ¿ Cómo podían haber pasado un añopoliano si recordaba su salida del Continente como si hubiese sido ayer?

   —Sé que debes tener muchas preguntas. De a poco te las iremos contestando. Por ahora, y hasta completar un chequeo general, estarás aquí. Estamos muy contentos por tu mejoría.

   Mientras el doctor hablaba, la enfermera se había acercado a la ventana y descorrió las cortinas para que entrara un poco más de luz.

   Gulf alcanzó a vislumbrar el patio del hospital: piso opaco, gris, paredes lisas, blancas y un gran domo oscuro cubriendo el cielo. Apretó los dientes y comenzó a llorar desconsoladamente.

   — ¿Qué te sucede? ¿Tienes algún dolor?

   Pero el joven no respondía. Lloraba sin despegar sus ojos de la ventana. El médico siguió con curiosidad hacia donde apuntaba su mirada. En seguida vio el domo y le ordenó a la enfermera que cerrara las cortinas. La mujer- sin comprender demasiado- acató la orden. 

   — Ya está, tranquilo, ya pasó. Yo estuve en el Continente. Vi el Cielo verdadero. Y sé que ese domo no es el cielo, pero recuerda que sobre él están las nubes, está el cielo. No puedes verlas pero ahí está…

   Las palabras dichas por el médico lograron tranquilizarlo.

   —¿ Cómo te sientes ahora? 

Gulf asintió a modo de respuesta.

   — Voy a ordenar una serie de estudios y a reunirme con mis colegas. Nos vemos en un rato…

   —Sí…—balbuceó él.

   — Todos van a estar contentos cuando sepan de tu recuperación. — dijo el doctor, acercándose a la puerta. 

   La enfermera salió primero y cuando él iba a seguirla, se frenó en seco y dijo: 

   —Y sé de una persona que se pondrá muy feliz…

   Gulf sintió por un instante que revivía. Los ojos se le llenaron nuevamente de lágrimas.

   “¿Sería posible que Mew estuviera aquí?”

Más, cuando iba a preguntar por él, una persona entró a la habitación.

   — Ha recuperado el habla y sus signos vitales están bien.

   —Hola, Gulf.— dijo una voz a punto de quebrarse. 

   — Mamá…¿ estás aquí?

   — Llegué ayer…recién hace unos díaspolianos pudieron descubrir tu identidad y se contactaron conmigo…Hijo, todo lo que hiciste en estos añospolianos…

  Gulf se movió incómodo. Y la miró, sin saber que decir. Los años la habían transformado en una mujer canosa, vestida con sobriedad y casi sin maquillaje. Gulf estaba seguro de lo próximo que escucharía serían años de reproches guardados…Pero su madre lo miró conmovida y le dijo:

   — Te he seguido de cerca, gracias a los medios independientes. Leí las cartas abiertas del Sub feje Mew, las denuncias de los que han estado en el Continente. Estoy muy
orgullosa de ti, muy orgullosa…Y quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que sea.

   Le apretó con dulzura la mano a su hijo y le sonrió. Y por primera vez en mucho tiempo, Gulf sintió que aún quedaban esperanzas en el mundo. 

Al siguiente día, Gulf caminaba por el hospital sin ayuda. A la semana , recibió el alta de unos médicos bastante asombrados por su rápida recuperación. Aunque le advirtieron que debía hacerse exámenes con cierta frecuencia, le aseguraron que podía llevar una vida normal.

   —Quiero regresar al Continente.— le dijo a su madre cuando llegaron a su casa.

   —Creo que deberías esperar a que te recuperes un poco más. No tienes el peso adecuado, tus defensas están un poco bajas aún…

   — Quisiera ver los compu-discos que dijiste que tenías.

   —Sí.— dijo la madre resignada a no poder mantener la conversación hacia el lado que le hubiese gustado— Yo los guardé. Puse en ellos lo más importante de estos últimos añopolianos. Sabía que regresarías algún día…— pronunció emocionada mientras hurgaba en unos cajones. 

   Gulf miró a su alrededor. Todo parecía seguir igual: los mismos muebles, el mismo color opaco del piso, el techo bajo, asfixiante. En un rincón, debajo de la mega pantalla incrustada en la pared , un par de fotografías. Una de ellas, reflejaba a un Gulf niño y sonriente junto a su abuelo. La otra mostraba a sus padres en lo que parecía una reunión de gala.

   — ¿Dónde está mi padre?— dijo de pronto — no lo he visto en el hospital.

   —Nos…separamos. Después de muchos añospolianos de contrato matrimonial. Conoció a alguien más joven, con mejores lóbulos, curvas, ombligo…y me dejó…

   Gulf sintió que el estómago se le retorcía. Nada había cambiado pese al tiempo transcurrido. Aún se hablaba de lóbulos y ombligos. ¿Esa parte del mundo no había aprendido nada? Pero súbitamente calló sus pensamientos. Fue capaz también de percibir el dolor de su madre y entendió que  no debía iniciar una pelea. Ella sí había aprendido una ó dos cosas en todo ese tiempo. Sólo esgrimió un sentido “ lo lamento” y calló un momento. 

   La madre respiró hondamente y trató de hacer a un lado su dolor. Activó la computadora y colocó los discos en un lente-lector. 

   — ¿Hay algo específico que quieras saber o lo pongo desde el principio?

-—No, desde el principio, no. Sólo me interesa el final…los últimos meses…¿ qué ha pasado?

   —Bueno, lo que ha pasado…es que el mundo está patas para arriba. Del Castillo de los Reyes sólo queda la empresa de comunicación y los acuerdos de “Sandres” están reconocidos pero aún no se cumplen en la práctica.

   — ¿Los acuerdos de “Sandres”?

   —Sí, son una serie de acuerdos firmados en conjunto por los “calzados”, el gobierno autónomo continental y el tribunal mercadopoliano. Los organismos que tú conocías han cambiado, se han…renovado. La misma gente, los de abajo, hicieron el cambio., con las tres mega marchas : la de la dignidad, la de los delegados y la que sucedió hace poco… Actualmente, Dirdam es el último bastión de los poderosos.

   — ¿Y qué los mantiene en el poder? 

   —Su capacidad bélica, el control de los recursos, las ofensivas climatológicas…

   —¿ Qué sabes de Mew? Muéstrame sus últimas cartas o comunicados...— dijo Gulf mientras se acomodaba mejor en el sillón, pero la expresión pétrea de su madre ante esa pregunta, la puso en alerta.

   — ¿Qué sucede? , ¿ qué pasó con Mew?

   La mujer parecía de piedra y no contestaba, lo que puso más nervioso a Gulf.

Luego de un incómodo cruce de miradas, por fin contestó:

   —La última entrevista está grabada íntegra en uno de los discos. Hace casi diez mesespolianos de su emisión…

   —¿Por qué dices “ última”? 

   —Mejor será que lo veas por ti mismo.—dijo la mujer con tono grave.

   Caminó hasta la consola de la pantalla y lo activó. Utilizando un comando de voz en dialecto oriental eligió un segmento de lo grabado y lo reprodujo: 

     “—En las últimas noticias que tuvimos de la parte del sureste del Continente, se confirma lo que veníamos informando en estos últimos díaspolianos.- comentó visiblemente alterada una mujer joven, de cabellos  largos y anteojos gruesos, sentada frente a un escritorio rústico- Ya son varias las confirmaciones, todas independientes entre sí, que dan cuenta que el líder calzado continental, sub feje Mew, ha sido tomado prisionero por un grupo paramilitar, apoyado por soldados de Mercadópolis."

   Gulf sintió con horror que el mundo se derrumbaba a sus pies. Se mareó, le temblaron las manos y el corazón parecía querer salírsele del pecho. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para seguir escuchando a la reportera. 

   - El vocero militar de la isla, comisionado especialmente para la supervisión del Continente,  ha asegurado en su última conferencia de prensa que han capturado a quien se hace llamar Mew y lo tienen confinado en  una base militar del sureste de máxima seguridad. El gobierno mercadopoliano- continuó la reportera- aseguró a las miles de personas que se han auto-convocado en las puertas del Castillo de los Reyes, que el sub feje Mew recibe un trato justo y que será juzgado en un juicio legal, aunque no han dado una fecha específica ni tampoco han mostrado el rostro del rebelde o una prueba de vida…

   Pero antes de que Gulf pudiera decir algo, su madre seleccionó con otro comando oral una fecha más reciente y la imagen mostró a un reportero, desde el Continente, con un fondo de selva y cielo, transmitiendo un poco alterado: 

   -¡Estamos en directo! Les estamos mostrando lo que queda de este cuartel militar. Como pueden observar, la estructura está totalmente destruida. La explosión que se escuchó, hace pocas horaspolianas, acabó con esta ex iglesia. Los rescatistas llevan casi media mañana retirando cuerpos del interior. Todos son militares. Se ha encontrado

 también un cuerpo, vestido con harapos, que a primera vista se puede afirmar que no es militar. Tuvimos acceso exclusivo a él y logramos filmarlo por varios minutos. Tiene rasgos mercadopolianos, mide aproximadamente un metropoliano y ochenta centímetros, de cabello oscuro , semi-ondulado y abundante barba platinada. Y estamos en posición de afirmar de forma exclusiva que se trata del sub feje Mew…

   Gulf se incorporó y se acercó a la pantalla justo cuando la imagen mostraba sin tapujos el rostro ensangrentado de un hombre fallecido y con los ojos aún abiertos. Respiró entrecortadamente y volvió al sillón. Tomó un almohadón y hundió su cabeza en él. 

 Su madre detuvo la producción y, por un momento, amagó acercarse a él. Luego de varios titubeos se sentó a su lado y le acarició suavemente la cabeza. 

   — Lo lamento, Gulf, la muerte de ese hombre ha afectado a muchos, incluso aquí en Mercadópolis. Y eso produjo que se acelerara más el proceso de cambio. El juicio, por ejemplo, está por comenzar…

   Gulf levantó la cabeza y miró a su madre, quien quedó completamente desconcertada, cuando vio que éste sonreía. Se lo había imaginado empapada en llanto…

   —¡¡¡EL SUP MEW ESTÁ VIVO!!! 

   —¿De qué…hablas? Lo acabas de ver. 

   — ¡Ése no era Mew! Yo lo conocí, en persona, sin capucha, ¡ése no era Mew! ¡Mew está vivo! 

   —Pero eso es imposible. Hace un añopoliano que no se sabe nada de él. No hay comunicados, ni entrevistas. La parte armada de los rebeldes ha cortado toda comunicación con la prensa, incluso con la prensa independiente. 

   — ¿Y los Junbugos? 

   —Los…Junbugos…—repitió pensativa la mujer.

   — …Una vez instalados los Junbugos son ellos los encargados del diálogo con la sociedad civil.

   — ¿Cómo lo sabes? —la madre se encontraba extremadamente sorprendida.

   - He vivido estos últimos años en la selva. Los conozco muy bien. Si Mew está vivo, como
creo que lo está, seguramente intentó comunicarse conmigo. ¿Nadie ha venido…? ¿ O llamado…o escrito? — acusaba una gran expectativa en la voz. 

   — No…no que yo sepa. Mucha gente, conocidos míos, se han interesado por ti y por tu salud pero todos son de …aquí…

   — ¿Y el doctor que me trajo del Continente?

   — ¿ Qué hay con él?— preguntó la madre tratando de seguir la lógica que planteaba su hijo.

   —¿Él supo que yo caí en coma?

   — No…porque el Heli-volante  que los trajo, primero los dejó a él y a su equipo en Dreslon. Tú entraste en coma profundo al llegar aquí. Aunque los médicos me aseguraron que él intuía que eso podía llegar a sucederte, por eso insistió en traerte a la isla. 

   —¿ Y ahora él está allí, en Dreslon? 

   La madre negó enérgicamente con la cabeza y aclaró: 

   — Yo quise contactarme con él para agradecerle por haberte traído con vida pero entonces me enteré que solo estuvo en Mercadópolis dos díaspolianos. Volvió ese mismo fin de semana. Y entonces ya no lo busqué más.

   —Entonces…Mew…no supo lo que me pasó.— especuló Gulf— Debo volver al Continente.

   —No, hijo, no lo hagas. El juicio va a empezar.

   — ¿Cuál juicio?

   —Antes de que dieran…por muerto a ese hombre…él dio una entrevista en la que proponía el inicio de un juicio para Mercadópolis, acusada de genocidio, robo y muchas cosas más. La presión del pueblo ha sido tan fuerte que siete de las ocho ciudades que conforman esta isla crearon un Comité de Justicia Mundial. Dirdam y sus representantes socio-económicos están acusados por la Fiscalía de Derechos Humanos Universal. El juicio está previsto para dentro de un par de mesespolianos. Se llevará a cabo aquí en Mercadópolis y se esperan que asistan por lo menos un representante de cada comunidad SOIDNI del Continente. 

   A Gulf se le hacía difícil creer lo que oía. ¡Cuántas lágrimas derramadas! ¡Cuánto esfuerzo! ¡Cuánto sacrificio! ¡Cuántas vidas entregadas para que al fin se llegase a la paz justa y digna! 

   —¿ Vendrán a la isla? 

   — Sí, ellos lo confirmaron en un escueto comunicado, después de mucho tiempo, lo lograron…Las cosas cambiaron. Tú tenías razón y tu abuelo…también.— la mujer , en este punto , se quebró-.

   Gulf sintió el impulso de abrazarla en una ráfaga instintiva. Pero algunas heridas aún quedaban abiertas . Pero sí la miró compasivamente. Los ojos se le humedecieron, más no quería permitirse llorar frente a  ella. De no haber sido por un golpe seco que se escuchó quizá lo hubiese hecho. 

   La mujer se incorporó y tomó el auricular del fono-láser. Luego de una extensa conversación, se incorporó y volvió a la sala.

   Encontró a Gulf recostado en el sillón, acurrucado de frío, a punto de dormirse. Lo cubrió entonces con una manta tejida de varios colores. El joven sintió, en seguida, el calor de la prenda en su cuerpo, extremadamente delgado. Entreabrió los ojos y creyó que estaba soñando…ese amarillo ocre…ese rojo intenso y un verde casi fosforescente lo despabilaron…

   — ¡Colores! 

   —Sí, son colores…

   — ¡¿ Tú la hiciste?! — preguntó Gulf acariciando la manta con suavidad.

   — No, un hombre que trabaja como voluntario en el hospital donde te atendieron, me la obsequió. En realidad, te la obsequió a ti. Un diapoliano, en el que se cumplía el primer aniversario de tu regreso a la isla, él entró a tu cuarto y te cubrió con esta manta. Dijo que era un obsequio para ti, traído directamente del sureste continental. 

   —¿Él estuvo allí? ¿Crees que sepa algo de Mew? 

   — No lo sé…Él aún trabaja en el hospital. Viaja seguido al Continente. Pero siempre vuelve a su trabajo como voluntario. Viajó al Continente el mismo diapoliano que tú despertaste, unas horaspolianas antes. Vuelve para el juicio.

   —¿Cómo lo sabes?

   —Por que acaba de llamar.— dijo señalando el fono-láser—Me preguntó por ti, por tu salud, y se puso muy contento al saber que habías despertado y que hablas y que estás bien…

   Gulf , por un momento, se puso eufórico.

   — ¿Tiene barba y cabello ondulado…y ojos verdes? ¿Cómo se llama?

   - No…- dijo su madre sonriendo- No es Mew…si a eso te refieres… Su nombre es Rafael. Tiene ojos oscuros, sin barba…

   Gulf se rió amargamente de sí mismo. Ya se imaginaba a Mew en todos lados. 

   —¿Y cómo es que tiene facilidad para entrar y salir del Continente?

   - Viaja con los doctores y las enfermeras. Además las cosas ya no son como antes…

   — Sí…lo olvidé…

   — ¿ Me prometes que descansarás un tiempo prudencial antes de viajar hasta allí, otra vez?— le imploró la madre.

   —No será necesario…si el juicio se realiza…Mew vendrá.

   La mujer lo observó en silencio. Estaba visiblemente emocionada. Esperó a que Gulf se volviera a acomodar en el sillón y lo cubrió con la manta. Se durmió casi enseguida. Y tuvo un hermoso sueño: se vio a sí misma sonriendo, señalando el cielo. Un cielo celeste, vivaz, extenso. Y se despertó llorando. Tuvo el impulso de asomarse por la ventana pero se acobardó; sabía que no vería más que un domo opresivo y gris. Prefirió cerrar los ojos y recordar el cielo del Continente y así acurrucado con los recuerdos se volvió a dormir. 

   A  la mañana siguiente, despertó renovado, con energía y decidió que daría un paseo por la ciudad. Quería ver los cambios de los cuales su madre le había hablado tanto. 

   Se prometió no mirar hacia arriba cuando saliera, sin embargo, fue lo primero que hizo. 

   El gran domo parecía extenderse sin vergüenza, veteado de gris y negro, sobre él. 

   Al principio, Gulf sintió que iba a llorar. Pero luego recordó que las nubes estaban allí, aunque no pudiera verlas. Intentó verlas con la memoria y lo logró. Las recordaba tan nítidamente…que por un momento creyó verlas de verdad. Y así, con esa sensación avanzó por las calles monocromáticas. 

   Pero pronto se desesperó. No había montañas, árboles, flores. ¿Dónde estaban los guacamayos? Extrañaba incluso a las naucayas. Sentía el aire rancio. El piso gris le producía escalofríos.

   ¿ Y las personas? ¿ Cómo podían andar tan tranquilas? ¿ Cómo aquellas dos mujeres sonreían, mirando una vidriera y señalando un nuevo kit  de ombligos auto-limpiantes? Pasó por sus sombras sin mirarlas. Y aunque lo hizo lo más rápido que pudo, aún se sintió mareado por el aroma fuerte del cabello recién implantado.

   Pero seis, siete, ocho…pasos más adelante, descubrió que eso ya no lo molestaba tanto. Si todos querían coserse orejas nuevas, ¡adelante! Si deseaban un ombligo nuevo, ¡adelante! Se dio cuenta de que aquel no era el verdadero problema. 

   Para hacer un mundo nuevo, no hacía falta que una persona dejara de ponerse una nueva nariz…si eso la hacía feliz…

Para hacer un mundo nuevo hacía falta que esa misma persona entendiera que habían otras personas que no sentían la necesidad de hacer lo mismo para ser felices. 

   Aceptar que hay diferentes y darles el lugar, porque le corresponde y quizá por ser diferente…Esa era la base…y Gulf lo intuyó y lo vio nacer…no afuera sino dentro suyo.

   Algo le susurró entonces que sí era posible…un mundo con muchos mundos.

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