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11- El Salvador

-¡Olvídate de la Guardia de Seguridad!- le dijo Nayeli tratando de no levantar demasiado la voz.

La veintena de niños se había dormido. Estaban por todos lados: regados en el suelo sobre mantas, en la cama, hasta en el cuarto de aseo. Parecían descansar profundamente pese a la dureza de los colchones improvisados. Gulf no dormía y Nayeli lo acompañaba en su desvelo.

- Ellos están contratados para tapar la verdad. Miles de veces los he visto llegar a la posada, recibir dinero, hasta divertirse con nosotros; jueces, políticos, jefes de cuerpos de seguridad, "respetados" padres de familia, psicólogos, asistentes sociales, continentales e isleños. Todos están en esto. Debes darte cuenta de lo grande que es a lo que nos enfrentamos. Quien estaba con el Rodolfo era conocido. El Balam lo vio. Era el cura que daba las misas en la parroquia del pueblo.

-Pero si entendiera esa gente...que los tienen contra su voluntad...- rezó ingenuo Gulf.

-¿Quién crees que nos ha traído hasta aquí?- dijo de pronto el mayor, acercándose a ambas cerca de la ventana.

Gulf lo escuchó pálido.

- Soy el menor de diecisiete hermanos. Cuando me vendieron sólo quedábamos ocho. El resto corrió la misma suerte que yo. Mi padre, tumba árboles; mi madre, nos pare y nos vende. Cada año iban a mi casa, esos hombres de seguridad, a llevarse "mano de obra". A cambio entregaban mercadería...bebidas espumantes. Lo que más pagaron fue un caballo, a cambio de mi hermana, Lupe. Por mis...servicios...mi padre recibió un par de zapatos usados...

- Yo no recuerdo a mis padres.-explicó Nayeli- Tenía dos años cuando murieron en el
incendio del cerro. Estuve vagando por la selva con un grupo de exiliados hasta que a los siete llegué aquí. No conozco otra vida...pero sé que esto no es vida...Hay días en los que no puedo ni sentarme o caminar por el dolor...

Las confesiones hubieran seguido toda la noche pero unas sirenas los puso en alerta. La Guardia de Seguridad había extendido el radio de búsqueda. Ya se estaban acercando a la villa donde ellos permanecían ocultos.

Gulf se alarmó al ver una heli-patrulla estacionar a pocos metrospolianos de la entrada lateral del complejo habitacional. Sólo tenían una oportunidad para escapar. Los tres lo sabían y pusieron manos a la obra.

Despertaron a los niños, con señas de silencio permanentes, los formaron en dos filas, tomados de las manos. Salieron de la habitación en perfecta formación. Parecían flotar, con sus manitos unidas, y las caras pálidas de frío. Bordearon la parte opuesta de la que se encontraban las patrullas- que ya sumaban tres- y se internaron en la arboleda que protegía la parte sur de los departamentos. Dos lámparas de Sag', una a la vanguardia, la otra en retaguardia, iluminaban pobremente el camino empedrado. Cruzaron varias hectáreas de bosque antes de dar con la carretera. Entonces Gulf ordenó un alto total y miró a los niños. Sus caras los alertó. Se dio cuenta de que no podía exigirles avanzar más. Estaban cansados, hambrientos, con un dolor viejo en las miradas y en los cuerpecitos. Se sentaron a descansar a los pies de frondosas ceibas. Gulf estaba sumamente preocupado pero intuitivamente sabía que no debía demostrarlo.

Le hubiese gustado acurrucar sobre su pecho a cada uno y hacerlos dormir con un cuento. Pero sabía que si se quedaban allí, la luz del amanecer que ya comenzaba a vislumbrarse, los haría vulnerables a las patrullas.

Gulf naufragaba en esos pensamientos cuando un sonido los alertó. Con señas, pidieron silencio a los niños y miraron desconfiados hacia la ruta. Por el camino del oriente, con rumbo a la playa, un heli-móvil de patrulla avanzaba a muy baja velocidad. Se acomodó mejor entre los arbustos, para poder pasar desapercibido con las luces del transporte y se cercioró de que todas las cabezas estuvieran bajas, ocultas.

El vehículo gendarme pasó a escasos metrospolianos de ellos. Y cuando alumbró hacia la arboleda con sus luces laterales, una cabecita rizada y morena quedó al descubierto. Gulf se percató de esto y en un arrebato casi violento, empujó la cara de la niña hacia abajo pero supo que había sido demasiado tarde. La patrulla había frenado en seco y retrocedió de inmediato. Una fuerte sirena y unas luces multicolores cortaron el silencio espectral. La parva de niños, con Gulf en la retaguardia, corrió desesperadamente en dirección a las montañas. A sólo unos metrospolianos, la mitad cayó de bruces al piso, provocando confusión, gritos y llanto. Había bastado que uno tropezara para llevar a todos con él, en cadena, al suelo.

Gulf intentó levantar al que tenía más cerca y se percató, en una ráfaga inconsciente de que Nayeli no estaba. Se dio vuelta y la vio, corriendo en dirección hacia la ruta, desaforada, nerviosa. La siguió, sin meditar, aunque ya le había quitado una ventaja importante. Con espanto vio que llegaba al camino de cemento y le hacía señas al heli-móvil que seguía su marcha en retroceso, hacia ella.

Unos focos bi-direccionales la alumbraron completamente. El vehículo frenó a sólo unos centímetros de su cuerpo y en seguida un hombre alto, delgado y visiblemente nervioso descendió, la apuntó con un láser y le ordenó que no se moviera.

- ¿Dónde están los demás?- gritó el guardia con autoritarismo, mirándola a una prudente distancia.

-Ya...se fueron. No los alcanzará. Lléveme a mí pero no a ellos. ¡Son sólo niños!- rogó.

Gulf tomó un palo gordo y verde que halló cerca de sus pies. Y se acercó un poco para oír mejor lo que decían, dispuesto a atacar en cualquier momento. Sin embargo, el hombre pareció cambiar de actitud cuando oyó la respuesta de la joven.

- ¡Nayeli!...¿Eres tú?

-¡¿ Jesús?!-preguntó intrigada la niña morena tratando de ver mejor a quien la estaba apuntando. Las luces le impedían la visión.

El guardia bajó inmediatamente su arma y corrió hasta ella.

-¡¡¡Jesús!!!- Nayeli rompió en llanto mientras se fundían en un abrazo.

Gulf estaba intrigado aunque menos alarmado. Pero, sin soltar el palo, se descubrió de su escondite y preguntó:

-Nayeli...¿está todo bien?

La sonrisa en el rostro de la joven terminaron de tranquilizarlo.

- Jesús es mi amigo.

- ¿Qué sucedió? La explosión...creí que...estabas...muerta.-susurró el hombre mientras volvía a abrazarla.- Gracias al Cielo que nada te ocurrió.

Gulf se internó nuevamente en la arboleda, arrojando a un costado su arma improvisada. Tanto Jesús como Nayeli lo siguieron en silencio. Cuando llegaron al claro, el rostro del guardia se transformó. Varios pares de ojos asustados parpadeando incesantemente frente a la potente luz de su arma, terminaron por conmoverlo.

-¿Nos vas a delatar, Jesús?- preguntó Nayeli con voz entrecortada mientras lo tomaba fuerte de la mano.

El guardia la miró. Volvió luego sus ojos a los niños y con un tono de voz que pretendía disfrazar su miedo, pronunció:

-No, no lo haré, aunque esto me puede costar la vida.

Había amanecido cuando ya se encontraban rumbo a las comunidades fronterizas. Jesús observó por el vidrio retrógrado. Los niños dormían, abrazados, tranquilos, en la amplia parte trasera. Junto a él, Nayeli, Gulf y Balam- que había insistido en dormir en brazos de la joven. Sus rostros ya no reflejaban tanta tensión. El gendarme se había comunicado por aero-reloj, reportándose sin ninguna novedad. Corriendo con suerte, le habían dicho que su turno estaba terminando: ya podía retirarse a descansar.

- ¿A dónde vamos?-preguntó intrigado Gulf.

-Primero los llevaré a mi casa. Tú, Nayeli y los demás podrán descansar y comer algo. Mientras lo hacen, yo me comunicaré con algunos amigos quienes sé que pueden ayudarnos...

Gulf escuchó cada palabra con detenimiento. Se sintió bastante aliviado al descubrir que ya no estaba solo; que su abuelo había vuelto a poner a alguien en su camino para ayudarlo.

-¿Y si regresaran con sus familias?- se ilusionó Nayeli, con un tono de voz bastante emotivo.

-Sólo los dos que fueron secuestrados..., el resto irá con mis amigos...

-¿Tus amigos son...militares?- interrogó Gulf con una pizca de sarcasmo.

-No todos somos malos.- se defendió el guardia-Es cierto que a veces hacemos cosas de las que vivimos arrepentidos el resto de nuestras vidas. Pero yo jamás...JAMÁS...-pronunció irritado-le he puesto un solo dedo encima a ni uno sólo de estos niños.

Gulf tragó saliva y cerró los ojos por un instante. Sintió que él también había hecho cosas de las cuales se arrepentiría el resto de su vida. Las vidas que había segado en aquel incendio; aquel pobre niño que ni siquiera sabía estaba allí. Un inocente torturado y muerto. Nunca se lo perdonaría.¿ Pero de verdad se cuestionaba la muerte de aquella mujer pedófila...?

Se miró las manos mientras recordaba la escena: el empujón, el golpe en la cabeza, la sangre, los pedazos rotos, filosos de los vasos clavados en su cuello. Sintió náuseas, temblaba. Vio su reflejo en el espejo lateral. Otra vez, detestaba lo que veía. ¿Qué había pasado con él? ¿En quién se había transformado? Sintió que explotaría y se estremeció. Y en ese momento, la mirada de Balam, que despertaba, ajeno a todos sus pensamientos, se clavó en sus ojos perturbados. Era una mirada pura, brillante, inocente que le iluminaba su rostro curtido por el Sol, moreno, inconfundible SOIDNI, con una amplia sonrisa, llena de agradecimiento, de amor. Y eso bastó para limpiarlo, para redimirlo de todo lo vivido. Lo abrazó, conmovida, lo besó suavemente en la frente y como un torbellino recordó aquel beso, el del extraño, que le había dado una sensación de felicidad, de dulzura que nunca antes había sentido.

Se preguntó dónde estaría; si lo volvería a ver; si cumpliría su promesa. Y así, envuelto en ese recuerdo tierno, se entregó a un sueño profundo, sereno en el que se vio a sí mismo en un hermoso campo de maíz, oyendo a lo lejos la voz de aquel extraño llamándolo por su nombre...

Cuando despertó el vehículo disminuía la velocidad. Atravesó un pequeño puente que se elevaba por encima de un arroyo seco y entró en un camino pedregoso y húmedo.

Frenó cerca de un grupo de cedros jóvenes.

Descendieron de a poco y entraron a la casa. Era pequeña, limpia, ordenada, con pocos muebles y un perfume floral en el aire.

- Las habitaciones de descanso están por allí. Pueden dormir mientras les preparamos algo de comer. - señaló Jesús con amabilidad.

Los niños tomaron las palabras del militar como una orden; un poco porque estaban acostumbrados a obedecer todo aquello que se les decía y otro poco porque estaban realmente cansados y la idea de dormir en cómodos colchones para la mayoría era algo nuevo.

En unos minutospolianos ya no se escucharon más voces. Gulf se cercioró de que todos dormían y apagó las lámparas de Sag'. Caminó lentamente hasta la habitación alimenticia. Se dejó caer en una silla alta en la mesa central y observó la escena con detenimiento. Jesús había puesto a calentar sobre una hornalla de Sagún enorme recipiente con agua y hojas de bayer- una típica infusión SOIDNI. Nayeli revisaba gavetas, cajones, estantes, juntando todos los vasos que iba encontrando.

El lugar era acogedor, sencillo...pero acogedor. Un calentador primitivo, unido a una mesada, un conservador frío de alimentos y cinco sillas completaba el mobiliario, junto a un par de estantes empotrados en la pared. Un gran agujero en ésta oficiaba de ventilación, semi-cubierto por una rejilla. El piso era rústico, de madera opaca y algo gastada.

Jesús se acercó a Gulf y le colocó en frente de su mano, sobre la mesa desnuda, una taza de basher caliente y dulce.

-¡Gracias!- sonrió y, sin saber qué era, se lo bebió casi de un sorbo.

Y en seguida entró en calor; se sintió mejor. Intuyó que todo mejoraba. El hecho de estar acompañado le daba fuerzas. Nayeli se acercó y lo abrazó.

-Ahora,- dijo mirando a Jesús- tengo dos padrinos...

El hombre se sonrojó.

-¿Sabes las veces que este hombre me ha matado el hambre?

-...Pero nunca tuve la valentía de acabar con todo aquello, como lo hiciste tú.-dijo sentándose frente a ambos y clavando sus ojos negros en Gulf.- Necesitamos gente como tú, aquí, sobre todo ahora...- dijo y bebió del vaso que tenía entre las manos.

Gulf sabía exactamente a qué se refería...

- Yo me voy a dormir.- dijo Nayeli, dándole esta vez un abrazo a Jesús y se retiró a una de las habitaciones a descansar.

Gulf miró a Jesús. Recorrió su rostro joven, pálido, su cabello lacio, corto, algo despeinado. Se sintió en confianza en decirle la verdad:

-Sé lo que va a suceder...por eso estoy aquí...

Jesús lo miró intrigado.

-¿Con quién has hablado?- le preguntó.

Pero Gulf dudó. En realidad no tenía un nombre. Sólo el de su abuelo. Pero no valía de nada nombrarlo a él. Entonces recordó como en tropel, sin esfuerzo, los nombres de los Fejes del Comité y los recitó frente a los anonadados ojos de su interlocutor.

-Será después de medianoche con epicentro en Santobal Champas. Algunos medios ya lo intuyen y estarán allí esperando que...algo pase. Todavía puedes unírteles en armas. Yo voy a hacerlo luego. Hasta hoy no me animaba pero ahora voy a hacerlo.

¿Armas? Eso era inesperado. Gulf se había imaginado cientos de veces cómo serían las acciones de rebeldía: marchas, protestas, huelgas de hambre...pero ninguna de sus especulaciones incluía armas...Se sintió traicionado...Una sensación de opresión le comenzó a cerrar el pecho.

- Yo no uso armas...No estoy a favor de ningún tipo de violencia.

Jesús lo miró con sorpresa.

- ¿Y qué me dices de lo que pasó hoy?

-Ése no es el modo de resolver los problemas...Mi acto de violencia se llevó una vida inocente...Siempre creí que con el diálogo se obtienen mejores resultados.

- Hace más de quinientos años que los SOIDNI'S intentamos dialogar con los mercadopolianos. No se ha obtenido nada y hemos perdido mucho... "Es necesario algo de plomo para ser escuchado".- Jesús se mostraba perturbado.

Se incorporó y apagó el fuego del calentador.

-Yo también necesito descansar; estuve toda la noche patrullando, sin dormir.- dijo
subiendo unas escaleras. Hay lugar para ti en el cuarto de almacenamiento y unas mantas...

- Gracias...- sonrió Gulf- pero prefiero quedarme aquí si no te importa.

- Como prefieras...- respondió Jesús, desapareciendo escaleras arriba.

A penas lo dijo se arrepintió. Realmente estaba cansado pero sabía que no lograría dormirse. Su mente estaba acelerada. Iba a ser un alzamiento armado, violento. Lo sabía, Jesús se lo había confirmado. Entonces...¿por qué estaba allí? Él nunca había estado de acuerdo con la violencia. Todo lo que había vivido esos últimos díaspolianos le jugaba en contra. No podía pensar con claridad. Después de todo, sí le vendrían bien unas horas de sueño. Miró hacia las escaleras. Pero no se animó a subir. Sintió que debía estar solo. Acomodó sus brazos sobre la mesa, en forma de almohada y apoyó su cabeza en ellos. Y cerró sus ojos cansados. Quiso traer a su mente el rostro de su abuelo pero sin querer se le dibujó la cara de aquel extraño que la había ayudado, que había curado sus heridas, que le prometió que volverían a verse. ¿Por qué pensaba en él? No lo sabía. Pero no se resistió y mantuvo la imagen en su cabeza todo lo que pudo. Y así se durmió, al calor del Sol que se colaba por la rejilla de la pared y envuelta en el aroma del bayer recién hecho que se desprendía de la vieja cacerola.

No lo sabía pero Jesús había vuelto a bajar y se había quedado observándolo, callado, semi-oculto, en la parte baja de la escalera.

- Para ser mercadopoliano es bastante bueno...- sonrió- Al Sup Mew le va agradar...- se dijo para sí y volvió a subir.

Y así la casa quedó sumida en un gran silencio. Todos se habían entregado al sueño. La calma y la paz reinaron con complicidad del viento mañanero que envolvía el refugio en suaves torbellinos campestres.

Para cuando Jesús volvió a bajar, media docena de niños rodeaban la mesa, concentrados, casi silenciosos en sus abundantes tazas de bayer y enharinados dulces, que Gulf había encontrado sobre un estante.

La pantalla que colgaba en una esquina cerca de la ventana estaba encendida. Gulf seguía su programación con detenimiento. Nayeli se acercó a Jesús y le susurró unas palabras. Éste sonrió y asintió.

- A pocas horaspolianas del festejo más importante para el planeta,- oyó Gulf, mientras bebía su tercer taza de bebida verde- todo está preparado para celebrar.- decía la pantalla.

- Así es, - rezó otra voz, mientras se veían imágenes de Dar El- Beida con brillantes matices negros y grises- se espera la apertura del añopoliano número quinientos dos de la Conquista. Con una serie de explosiones de cañones y un brindis generalizado entre todos los que se reúnen en ese maravilloso jardín.

-Luego, -agregó la primera voz mientras la imagen mostraba el rostro del vocero del Castillo de los Reyes- el Señor Orroz pronunciará el discurso conmemorativo. Extra- oficialmente se cree que su discurso apuntará a recordar los beneficios mutuos que tanto Mercadópolis como el Continente han obtenido de este encuentro trans-cultural, sobre todo para éstos últimos: avances en su calidad de vida, en su acceso cada vez más beneficioso a la tecnología, la salud, la educación y la comunicación.

-Dar El-Beida - repuso la segunda voz- ha hecho posible un mundo totalmente unido, globalizado, capaz de estar conectado las veinticuatro horaspolianas. Estamos allí, donde suceden las cosas, manteniendo la distancia, la objetividad que nos caracteriza. Pero siempre mostrando la verdad, nuestra verdad, la verdad que usted necesita y merece conocer...

Gulf miró el cronómetro que aparecía intermitente a un costado de la pantalla. Sólo faltaban cinco horaspolianas para la medianoche. El día se había consumido, la oscuridad rodeó la casa y la cubrió de un aire fresco, renovador.

- ¿A qué horapoliana entras al trabajo?- preguntó Gulf.

- En breve...-respondió Jesús- No quisiera ir pero desde allí puedo comunicarme con la gente que los van a ayudar.

-¿Vamos a ir a otra posada? - preguntó de pronto, con voz temblorosa, una niña.

Todos la miraron conmovidos.

- No, mi niña, no vas a ir a ninguna posada. -respondió Gulf.

- Y entonces...¿nos vamos a quedar aquí?- inquirió quien estaba a su lado, con destellos en los ojos y cuerpo delgado, demasiado delgado para su edad.

- Les estamos consiguiendo un lugar mucho mejor que éste...- pronunció Jesús con voz segura.

- ¡¡¡Somos los más suertudos del Continente!!!- dijo Gulf sonriendo por fuera, pero sintiendo que el corazón se le partía en pedazos en su pecho por el pequeño Rodolfo.

Y un coro de voces infantiles emocionadas lo apoyaron con un sí fuerte, seguro y rieron. Y las risas rompieron el silencio y el frío de la noche que envolvía a aquella sufrida parte del planeta.

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