Capítulo único
Advertencias, por si alguna etiqueta se me quedó: Leve spoiler de la serie y alteración del canon. Mención de tortura, muerte de personaje, angustia, hurt/comfort, shadowpeach (Sun Wukong x Macaque)
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La diadema
Por mucho tiempo Six-eared Macaque y Sun Wukong habían estado juntos, trabajando codo a codo para proteger Fruit Flower Mountain, mucho antes de que el ahora llamado Monkey King se enfrentara por primera vez al Celestial Realm, antes incluso de encontrarse con los otros demonios que formaban parte de su Hermandad. Habían entrenado con el mismo Gran Maestro y hecho el mismo juramento de cuidarse mutuamente; compartido tantas cosas juntos que prácticamente se habían convertido en uno solo. El héroe y su sombra, las dos caras de una misma moneda que se encuentra girando perpetuamente en un balance que pocos alcanzan. Es por ello que le cuesta tanto entender porque Sun Wukong aceptó estar bajo las órdenes del Emperador de Jade luego de la aplastante derrota en su intento de derrocarlo para luego prácticamente desvanecerse de la faz de la tierra.
Se avergüenza de admitir que tuvo que huir antes de recibir la misma condena que le fue dada al resto de sus hermanos jurados, pero no se arrepiente de lo que hizo porque de lo contrario no quedaría nadie que pudiera salvar a Wukong de las garras del Emperador, y desde ese día había estado buscando al otro mono para poder liberarlo. Pero encontrarlo estaba probando ser mucho más difícil de lo que imaginó cuando inició la búsqueda. Había hablado, o forzado a hablar, a todo demonio o humano con el que se topaba en sus viajes sin conseguir nada más que gritos o suplicas asegurando que no sabían nada.
Finalmente, luego de más años de los que puede llevar la cuenta, la fortuna le sonrió cuando a sus oídos llegó palabra de algunos monjes sobre la gran hazaña que un tal Tang Sanzang intentaba realizar junto a tres demonios de viajar al Oeste para recuperar sabrá el Emperador que cosa, algo sin importancia comparada con la información de que uno de esos demonios era Sun Wukong. Sin dudarlo Macaque emprendió su viaje en la misma dirección tan rápido como le fuera posible para alcanzarles, aferrándose a cada pequeño rastro que pudieron dejar atrás, deteniéndose en cada pueblo donde sospechara se detuvieron para cuestionar a los pobladores y mantenerse lo más centrado posible a su ruta como le fuera posible.
Por largos días y noches que parecían eternas se mantuvo caminando, moviéndose entre sombras tanto como le fue posible e ignorando el cansancio que poco a poco se hacía presente en su cuerpo hundiendo sus hombros y susurrándole que tomar un breve descanso no lo hará perder el paso. En más de una ocasión su resolución se vio amenazada por la insistencia de sus músculos a parar, el agotamiento calado tan profundo en sus huesos que incluso respirar se hacía difícil por momentos, pero se negó a escuchar a su propio cuerpo. Debía encontrar a Wukong, se repetía cuando sus rodillas fallaban, debía encontrarlo y salvarlo decía para si mismo cuando sus pulmones ardían por el esfuerzo y su vista se hacía borrosa impidiéndole ver el camino más allá de su nariz. Esto se extendió hasta que finalmente su cuerpo colapso en el medio de un bosque, rodeado de árboles enormes y pequeñas criaturas que le observaban con curiosidad.
Luego de esa primera vez a regañadientes tuvo que aceptar que, si seguía empujando su cuerpo hasta la última instancia, cuando encontrara a Wukong no tendría energía suficiente para llevarlo consigo. Así que diseñó un plan donde avanzaba hasta que sus músculos no podían más y tomaba cortos descansos para recuperar energía.
Es durante uno de esos descansos que finalmente lo escucha, una voz que reconocería con los ojos cerrados acompañado de un sonido que no creyó escucharía en su vida: un grito.
—Wukong —susurra poniéndose en pie concentrándose en su voz y no en lo que está diciendo, localizando el lugar de donde viene antes de correr en esa dirección.
Mientras más se acerca más agitada se escucha la voz de Wukong, acompañada ahora de otras voces que parecen intentar calmarlo o hacerlo callar, no le importa en lo absoluto concentrado en su objetivo.
—¡Wukong! —llama al llegar a un pequeño claro en medio del bosque dónde ve la figura del mono, deteniéndose en seco cuando su aparición hace que los demás ocupantes del claro se queden en silencio.
—¿Liu Er? —Wukong, que hasta ese momento había estado de espaldas a Macaque se gira lentamente parpadeando con sorpresa. —¡Liu Er! —repite con más emoción de la que Macaque hubiera esperado, lanzándose hacia él con los brazos abiertos y lágrimas en los ojos, pero antes de alcanzarlo su cuerpo se detiene, paralizado por un breve segundo antes de caer de rodillas con un grito ahogado seguido rápidamente de un bajo sollozo que eriza su pelaje.
Atónito, Macaque pasa su vista del cuerpo tembloroso de Wukong a los otros tres integrantes del grupo de viaje. Tal como había escuchado había otros dos demonios aparte de Wukong, quiénes no se atreven a mirar el cuerpo del mono y tras ellos, en medio de ambos, un humano con vestimentas de monje que solo podía ser Tang Sanzang, observando a Wukong con intensidad, el báculo en su mano brillando ligeramente con un aura blanquecina.
—Liu... Er —llama Wukong respirando forzosamente levantándose con dificultad y avanza con lentitud acortando la distancia entre ambos hasta colapsar en sus brazos.
Confundido Macaque lo sostiene con cuidado observándolo de pies a cabeza; el demonio en sus brazos se ve agotado, su ropa más desprolija de lo usual manchada de tierra y sangre rota en algunas partes dejando a la vista heridas tanto viejas como bastante recientes es la viva imagen del desastre y sobre su cabeza una brillante diadema bañada en oro que en otras circunstancias podría sentar al soberbio demonio como una corona pero ahora le parece más una marca de vergüenza, un objeto que lo señalaba como algo que le pertenece al emperador y no un ser viviente. Sin embargo, es el terror en sus ojos mezclado con súplica lo que aprieta su corazón en simpatía y se aferra a su garganta en forma de furia mal contenida. Ahogando un gruñido lo ayuda a ponerse en pie acariciando suave su espalda emitiendo pequeños gorjeos con el objetivo de calmarlo, asegurándole que está ahí para ayudar.
—Sun Wukong —la voz del monje interrumpe su momento, fría y distante acompañada de una mirada de reproche—, este comportamiento es inaceptable. Deshazte de ese... estorbo, tenemos una misión que completar.
En sus brazos, Sun Wukong se tensa aferrándose a él con fuerza negando con su cabeza incapaz de emitir sonido más allá de los gorjeos que había estado haciendo en respuesta a los suyos. Ante su negativa el monje suspira decepcionado alzando su báculo.
—Maestro —uno de los demonios se interpone alzando su mano como si intentara apaciguarlo—, no es necesario, Sun Wukong solo necesita un minuto y...
—Silencio —ordena el monje mirando con desdén al demonio que habló—, Wukong debe obedecer, el Emperador dijo que debo asegurarme obedezca todas mis órdenes y ahora le estoy ordenando que se deshaga de este demonio.
—No —finalmente Sun Wukong se gira enderezándose en toda su estatura todo lo que puede, su cola envolviéndose alrededor de la cintura de Macaque de forma protectora—. No, por favor, Maestro, lo que me pida menos... a Liu Er no —suplica.
—Wukong —Macaque coloca una mano en su hombro, preocupado, pero el mono no cede manteniendo su posición tanto como le es posible.
—Fuiste advertido, Sun Wukong —responde el monje Tang con indiferencia alzando su báculo nuevamente para luego golpear el suelo suavemente con el. Inmediatamente el báculo vuelve a brillar y la diadema sobre la cabeza de Wukong emite un aura similar.
Para su horror Sun Wukong vuelve a paralizarse por un breve momento antes de caer gritando, pero contrario a unos momentos antes ni los gritos ni el brillo de la diadema cesan. Se arrodilla junto a Wukong llevando sus manos a su cabeza tratando de quitar la estúpida diadema, pero al halarla sus dedos se enredan con el pelaje del mono arrancando algunas hebras sin mover ni un milímetro el objeto.
—¡Detente! —ruge mirando al monje con desespero, deseando lanzarse contra él pero no queriendo dejar a Wukong tendido en el suelo, sufriendo
—El mal comportamiento debe ser disciplinado o nunca aprenderá a comportarse —dice el monje con la mirada fija en Wukong. Luego de unos minutos que parecen eternos agita su báculo deteniendo el flujo de energía y, con ello, los gritos de Wukong se detienen.
—Tú... —Macaque está por levantarse cuando siente la mano de Wukong apretarse contra su costado, llamando su atención.
—Liu... Er por... por favor —solloza el mono apretando con fuerza la tela de su ropaje—, no... puedo, por favor... no puedo lastimarte, pero... no puedo... —su otra mano toca la diadema que parece darle una pequeña descarga de electricidad porque la aleja rápidamente.
En todo el tiempo que llevan conociéndose, Macaque ha visto muchas facetas de Wukong, sin embargo, jamás lo ha visto rogar o suplicar por absolutamente nada, siempre encontrando la forma de salirse con la suya. Verlo en ese estado, vulnerable y sin otra opción más que obedecer órdenes absurdas a cambio de no ser sometido a un castigo que raya en la tortura, deshace cualquier reserva que pueda haber tenido hasta ese momento. Con suavidad retira la mano de Wukong de su ropa girándose hacia el monje y los otros dos demonios, gruñendo con fuerza mientras su sombra se extiende y de ella salen varias copias suyas.
Sin mediar palabra materializa su bastón de entre las sombras y se lanza contra los tres peregrinos junto a sus copias, él apuntando hacia el monje y los otros hacia los dos demonios. Para su completa decepción la lucha no dura más que unos pocos segundos, los dos demonios rindiéndose con rapidez probablemente cansados de estar bajo el yugo del monje o tal vez en un burdo intento de solidaridad a Wukong. Por su parte, el monje es tan inútil que no ofrece una resistencia real hacia Macaque, simplemente moviendo su báculo para crear una pequeña burbuja protectora a su alrededor que rápidamente cede a los fuertes golpes de su bastón.
—Quítale esa estúpida diadema, ahora —gruñe sosteniendo al monje por su ropa alzándolo en el aire.
—No, debe ser diciplinado o nunca...
—Se la vas a quitar, de lo contrario lo que sea que estés haciendo no será nada comparado con lo que haré contigo —su gruñido se torna más profundo y gutural, sus ojos brillan mientras sus clones se unen a su sombra que poco a poco se alza a su espalda.
—Haz lo que quieras —Tang Sanzang alza el rostro desafiante—, puedes torturarme tanto cuanto gustes, pero no pienso desobedecer al Emperador. No voy a quitársela —y, como un intento de demostrar o probar que realmente tenía algún tipo de control sobre la situación, alza su báculo golpeando el suelo con este arrancándole un nuevo grito de dolor a Sun Wukong.
—¡No! —ruge lanzando el monje contra uno de los árboles, saltando sobre él rápidamente envolviendo su mano en su cuello, sus garras rasgando levemente su piel. Aprieta su mandíbula con fuerza luchando contra el deseo de regresar con Wukong y tratar de consolarlo, pero si no le quitaban la diadema no importaba lo que hiciera, no conseguiría...
Sus pensamientos se detienen por un momento mientras su vista pasa del monje que respira agitadamente bajo él al báculo que aún sostiene con fuerza. Sus ojos brillan con malicia apretando su mano con fuerza.
—Si no se lo quitaras por las buenas, tal vez deshaciéndome de ti consiga acabar con eso —los ojos del monje se abren sorprendido, pero antes de que pueda decir algo, o utilizar el báculo de cualquier forma que pueda detenerlo, Macaque alza su mano soltando su cuello y sin miramientos clava sus garras en este cortándolo.
Inmediatamente la sangre del monje sale a borbotones de la herida, causando su muerte casi al instante por la rápida pérdida de sangre y, con su último aliento, el báculo deja de brillar y los gritos del demonio se detienen. Sin perder más tiempo con la patética excusa de humano Macaque se levanta corriendo hacia Wukong tomándolo en brazos con tanta delicadeza como le es posible, acariciando suavemente su espalda gorjeando suave frotando su nariz contra su cabeza.
—Todo terminó ya —susurra entre gorjeos acunando al otro contra su pecho—, estás a salvo, no dejaré que nadie jamás vuelva a lastimarte —promete suspirando aliviado cuando Wukong gorjea de vuelta, acurrucándose contra él.
Permanecen así por largos minutos hasta que la respiración de Sun Wukong se vuelve suave indicando que se ha quedado dormido. Con cuidado, Macaque acaricia su cabeza tratando de deslizar sus dedos bajo la diadema tratando de quitarla, pero no lo consigue; frunce el ceño mirando hacia el cadáver del monje preguntándose porque no podía hacerlo. Al no encontrar una respuesta clara decide dejarlo asi por ahora, levantándose con Sun Wukong en brazos y abriendo un pequeño portal de sombras para alejarse de ahí lo más rápido posible.
El camino de regreso a Fruit Flower Mountain es largo y, con el monje muerto, nadie podría hacerle daño su Sol. Luego tendrían tiempo de encontrar la forma de quitársela.
Por ahora, se encargará de llevar de regreso a casa a su Sol.
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