
Capítulo 9
Zander empezó sus estudios en Armos muy consciente de su deber. Perteneciente a una familia que había perdido el honor, su padre le había dejado claro que estaba en su mano restaurarlo. Los Eaton tenían casi tanta historia como los Blackburn, pero ni su padre ni su abuelo habían logrado vincularse con una Dhira. Su familia había servido durante generaciones en el cuerpo de disposición, consiguiendo, eventualmente, altos cargos. Pero el mayor honor de los Zhaltos era servir a una Dhira, sea vinculándose con ella o sirviendo en su guardia personal, así que el apellido Eaton jamás fue tan reconocido como el de los Blackburn.
A Zander le habían inculcado desde pequeño la importancia y la bendición que suponía vincularse. Su familia estaba obsesionada con que fuese el primer Zhalto en lograr lo que los anteriores no pudieron y lo educaron estrictamente desde una edad muy temprana.
Saber que la vida de Enya peligraba había logrado desequilibrar el temple que siempre aparentaba tener. El profesor Hunt le rogó que mantuviese su condición en secreto del resto de alumnos, pero la irritabilidad que era incapaz de contener alertó a Iryan.
En una de las prácticas de combate cuerpo a cuerpo, Zander se desquitó con el Zhalto con el que le tocó pelear, golpeándolo violentamente aún después de haberlo derribado. Fue Iryan quien lo detuvo, recibiendo también un fuerte golpe en la cara en el proceso.
—¿¡Se puede saber qué mierda te pasa!? —preguntó Iryan retrocediendo tras el golpe.
Zander solamente lo miró con rabia contenida.
—Mira, sé de sobras que eres un imbécil impulsivo, pero normalmente pretendes bastante bien ser un idiota de los normales. ¿Qué ha cambiado?
—¿Qué ha cambiado? —preguntó retóricamente Zander—. Dices que soy yo el idiota, pero es tu maldita estupidez la que lo ha cambiado todo.
Zander, a sabiendas de que nadie debía saber a lo que se refería, decidió marcharse y abandonar la lección. Se refugió en su dormitorio, que compartía con tres Zhaltos más, pero que en ese momento estaba vacío, y se dio una ducha para intentar tranquilizarse.
No podía creer que justo después de decidir poner sus esfuerzos en lograr vincularse con Enya, descubriese que su vida estaba en peligro y que si no hacían nada al respecto moriría. Pensó en lo que sentiría su familia si no lograba vincularse con nadie y se sorprendió al descubrir que no le importaba apenas nada. Lo único que quería era que Enya estuviera a salvo.
Salió de la ducha y de sus pensamientos solo para descubrir que Iryan estaba esperándolo sentado sobre su colchón, jugueteando con algo entre sus manos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó mientras se secaba el pelo con una toalla y se dirigía al armario.
—Sonríes tanto que pareces estúpido —respondió Iryan y Zander lo miró molesto y extrañado por haber obviado su pregunta—. Pero desde ayer estás tan molesto que ni siquiera eres capaz de fingir tu estúpida sonrisa.
Iryan dejó de hablar para mirar fijamente a Zander, quien le devolvió la mirada y no pudo contener todos los reproches.
—Si tan solo hubieses aceptado su poder, podría haber sido de otra manera. —comenzó Zander y se sentó en la cama de enfrente.
—Explícate.
—El oso estaba poseído por un demonio. Su sangre estaba contaminada y ahora lo está la de Enya. No están seguros, pero con la profundidad de la herida que le causaron es muy probable que no pueda sobrevivir.
—¿Qué quieres decir? Los magos pueden drenar la corrupción.
—El problema no es la sangre contaminada. El problema es el desequilibrio que esta está causando en su poder. El profesor Hunt dice que el proceso de limpieza es muy lento y que el desequilibrio podría matarla antes de que logren extraerle toda la sangre contaminada.
Iryan se levantó de pronto y su semblante se tornó perturbado y ansioso.
—No hay nada que podamos hacer salvo esperar. —sentenció Zander.
Pero Iryan salió de la habitación a toda prisa y se dirigió a la enfermería.
Justo cuando llegó, el profesor Hunt salía de la sala de operaciones para que otro mago sanador le hiciera el relevo. Ver la expresión del joven Zhalto le hizo saber que Zander había abierto la boca.
—¡Profesor! ¿Cómo va la extracción?
—Está siendo complicado.
—¿Pero vivirá?
—Es difícil saberlo. Aún queda mucho por extraer y su poder podría estallar en cualquier momento.
—¿Hay algo que pueda hacer? ¿Puedo, al menos, verla?
—No. Los Zhaltos no deben entrar en contacto con las Dhiras en estas situaciones. Sería peligroso.
—¿Por qué?
—Al estar inconsciente y su poder descontrolado, una Dhira en su estado podría comenzar a traspasar su poder a un Zhalto involuntariamente y el Zhalto también terminaría contaminado.
—Pero yo no tengo poder como ella. A mí no me afectaría.
—La sangre de demonio es mortal para los humanos. En el mejor de los casos acabarías maldito.
Lo que Hunt ignoraba es que la familia Blackburn estaba marcada por una antigua maldición. Una mancha negra, como si la piel estuviera carbonizada, adornaba alguna parte del cuerpo de cada miembro de los Blackburn. Cada vez que un demonio o una bestia infectada los hacía sangrar, la marca se extendía, y si llegaba al corazón, significaba la muerte.
La mucama de Iryan le había contado en más de una ocasión la historia detrás de su maldición. Uno de los antepasados de Iryan, en tiempos en que los demonios y los humanos compartían territorio, luchó contra el demonio del fuego, Mag. Pocos han podido explicar sus vivencias después de enfrentarse a Mag, pero el ancestro de Iryan sobrevivió al encuentro, llevándose consigo solo una maldición. A pesar de que esta maldición pasó de generación en generación, la mucama siempre le recordaba que, comparado con la muerte, fue un mal menor.
Iryan esperó al siguiente cambio de turno para infiltrarse en la sala de operaciones. Caminó con sigilo a espaldas del mago que se adentró en la habitación y escaló con gracia hasta las vigas del techo sin ser visto. Saltó de una a otra hasta situarse justo encima de la camilla en la que yacía el cuerpo de Enya y la observó abstraído durante varios minutos. Miró la palma de su mano izquierda y observó la pequeña mancha oscura que se encontraba en la parte superior de su dedo anular. Cerró los ojos y se concentró.
Enya estaba inconsciente, pero su poder percibía un recipiente capaz de aceptar su energía. Los magos que la trataban se servían de un artefacto mágico que les permitía crear un bloqueo que no le permitiese a Enya transferirles a ellos su energía.
Sin despertarse, movió sus manos hasta dirigir sus palmas hacia arriba y murmuró el rito. Iryan comenzó a sentir como el poder de Enya lo llenaba y poco después un terrible dolor atravesó la palma de su mano. Logró contener el grito que luchaba por salir de su boca y se dedicó a observar como la mancha se expandía hasta cubrir su mano por completo. Enya se despertó y vio al Zhalto sobre ella, que le señalaba con el dedo que debía guardar silencio sobre su presencia allí. Otra punzada de dolor atravesó la mano de Iryan y la mancha se extendía hacia su antebrazo. Enya pudo observar cómo esto sucedía mientras notaba como su dolor cesaba, así que rápidamente entró en razón y dejó de imbuir poder en Iryan. El Zhalto la miró molesto, pero no podía revelar su ubicación, así que simplemente cambió su mirada por una suplicante.
—¡Se ha estabilizado! —dijo uno de los magos sorprendido.
Iryan y Enya se miraron y este suspiró aliviado. Con el mismo sigilo con el que había entrado, salió, pero el profesor Hunt lo interceptó justo cuando sus pies cruzaron el umbral de la puerta.
—¿Qué es lo que has hecho? —preguntó furioso el profesor.
—Nada, profesor Hunt —dijo y escondió ambas manos en su espalda—. Solo quería verla.
—Te dije que era peligroso. ¡Sal de aquí ahora mismo!
—Sí, señor.
Enya se sentía más débil que nunca. Toda su piel estaba cubierta de sudor y un escalofrío tras otro la mantenían hecha un ovillo en la camilla. Uno de los magos sacó una aguja que tenía inyectada en el brazo mientras el profesor Hunt y Dralkov entraban en la habitación.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Dralkov ciertamente preocupado.
—Tengo mucho sueño.
—Has gastado mucha energía intentando auto estabilizarte —explicó el profesor Hunt.
—¿Qué es lo que ha pasado?
—El oso que te atacó estaba contaminado con sangre de demonio. Al herirte entró en ti esa impureza y desestabilizó tu poder como Dhira. Ahora ya estás a salvo, pero aún queda algo de corrupción en tu cuerpo, por lo que tendrás que ir con cuidado estos días y no utilizar tu poder más de lo necesario.
—De acuerdo.
Los siguientes días transcurrieron con normalidad. Zander recuperó su sonrisa e Iryan se mostró más cercano que nunca. Zander nunca supo lo que Iryan había hecho para salvar a Enya, pero en el fondo tenía la corazonada de que había tenido algo que ver con su repentina mejora, por lo que su actitud hacia él se volvió mucho más tolerante. Rhiannon se aseguraba de recordarles cada día que nada de eso habría ocurrido si ella hubiese estado con ellos y que Tariq tendría que vérselas con ella si intentaba volver a ponerla en un grupo distinto al de su amiga. Dralkov había pedido a Iryan y Zander que vigilasen de cerca a Enya porque no sabía de qué manera podía afectar la contaminación que restaba en su cuerpo y los Zhaltos no se despegaron de ella en ningún momento. Iryan podía utilizar la maldición de su familia como sensor, pues cada vez que Enya entrase en trance por culpa de la corrupción, su mancha negra le dolería. Sin embargo, no se pudo dar cuenta de esta utilidad hasta que ocurrió la primera vez.
Enya estaba en clase de control elemental cuando sucedió. La habían emparejado con Nymeria Dohan, una flumen. Mientras Nymeria se encargaba de controlar el agua de un río cercano suspendiéndola en el aire, Enya debía calentarla con su fuego hasta lograr evaporarla. Nymeria tenía que dirigir el vapor de agua hacia los campos de trigo y Enya dejar de usar su poder para que la temperatura ambiente creara lluvia que regase los cultivos. La primera parte del ejercicio se ejecutó sin problema, pero cuando Enya debía detener su poder para dejar caer la lluvia, sus ojos se perdieron en la distancia y su conciencia se fue con ellos. Su poder comenzó a incrementar y los cultivos ardieron. La flumen intentó sacarla del trance gritando su nombre, pero Enya no la oía. Nymeria corrió hacia el río de nuevo para recolectar otro cúmulo de agua que pudiese apagar el fuego, pero cuando lo lanzó sobre los cultivos, Enya intensificó sus llamas.
Iryan, que se encontraba en ese momento en clase de estrategia y planificación, se sorprendió por el repentino dolor en su antebrazo y corrió hacia la ventana para ver como un incendio acababa con los cultivos de la academia.
—¡Dralkov! —gritó el Zhalto intentando llamar la atención de su profesor.
Todos se asomaron y vieron el panorama.
—¡Que ningún Zhalto salga de aquí! —ordenó Dralkov antes de salir a toda prisa de la clase.
Iryan y Zander hicieron caso omiso y salieron corriendo tras él.
Llegaron a la ardiente escena y se sorprendieron al contemplar cómo ni siquiera tres magos y dos Dhiras de agua eran capaces de frenar el avance de las llamas que Enya producía. Iryan intentó reiniciar su carrera para alcanzar a Enya, pero Dralkov lo detuvo en seco.
—Si te acercas, podrías contaminarte tú también.
—Ya lo hice —confesó Iryan mostrando su brazo negro.
Dralkov se quedó sin palabras. Al no saber de la maldición de los Blackburn, no comprendía lo que Iryan le intentaba hacer ver. Si mostrándole un brazo calcinado pretendía que creyera que no era aún más peligroso acercarse a Enya, no lo estaba consiguiendo.
—Es una maldición hereditaria —aclaró Iryan—. Absorbí parte de la energía contaminada cuando me colé en la sala de operaciones. Puedo manejar esto sin poner en riesgo mi vida (Mentía).
Dralkov seguía sin comprender mucho de lo que Iryan le explicaba, pero ver como el fuego se extendía cada vez más consiguió que soltara el brazo que había agarrado del Zhalto. Iryan corrió hacia Enya y la abrazó por la espalda, se concentró igual que lo hizo en la sala de operaciones y absorbió una pequeña cantidad del poder que Enya descargaba. En pocos segundos volvió en sí y apagó el fuego de golpe al cerrar sus puños con fuerza.
Dralkov se acercó a Iryan con una expresión aterradora. Agarró su brazo y arremangó la manga de su camisa con brusquedad.
—¡Vas a explicarme ahora mismo qué es esto!
Durante la explicación que Iryan le dio a Dralkov, Enya estaba presente. Pudo ver como la mancha se extendía por el brazo de Iryan cuando lo vio en el techo de la sala de operaciones e intuyó con acierto que tenía algo que ver con su recuperación, pero no fue capaz de sacar el tema desde entonces. Iryan explicó que su vida no peligraría hasta que la mancha alcanzase la parte izquierda de su pecho y el alivio no fue mayor que el enfado que sintieron tanto Enya como Dralkov por su imprudencia.
Enya no utilizó su poder hasta estar totalmente libre de impureza, cosa que requirió tres semanas y media. Probaron, entonces, a imbuir una pequeña carga de energía en Iryan para ver si la mancha crecía. No lo hizo.
Como habían acordado y tras varias discusiones entre los profesores, las clases de conciliación estarían mucho más controladas para garantizar la seguridad de los alumnos. Tariq había aceptado la oferta del director Drevat de ser el nuevo profesor de conciliación porque este le había declarado que sus métodos eran necesarios para asegurar la creación de parejas fuertes entre Zhaltos y Dhiras. Drevat había sido alumno de Dralkov cuando era un aspirante a Zhalto y siempre se había mostrado en desacuerdo con sus enseñanzas, pues las tachaba de "ineficientes y demasiado gentiles para tratarse de una preparación para la guerra". Abandonó su sueño de convertirse en Zhalto para enfocarse en mejorar el sistema educativo de Armos y se convirtió en director de la academia. Prometió a Tariq que le dejaría enseñar a sus alumnos como gustase si la tasa de vínculos creados en el primer año aumentaba y este se mostró abiertamente molesto cuando vio que habían bastado dos clases para que le despojaran del beneficio de esa promesa.
En primer lugar, y fue lo que más le desagradó, dejó a los alumnos formar los grupos como quisieran. En esta ocasión debían dividirse en equipos formados por dos Dhiras, tres Zhaltos y dos magos. Enya no pudo exponer su opinión cuando Zander e Iryan ocuparon su lugar a su espalda, aunque tampoco hubiese tomado una decisión distinta. Doria Greenberg cogió la mano de Enya, dándole a entender que quería unirse a ella y esta le regaló una cálida sonrisa para hacerle saber que le parecía bien que lo hiciera. Rhiannon miró con desprecio a Jacob cuando este se intentó adelantar a ella, pese a que ambos podían unirse al grupo, y un pequeño y escuálido Zhalto llamado Breen ocupó el último puesto disponible.
—Se supone que tengo que explicaros ahora en qué consiste la práctica de hoy, pero estoy realmente molesto por las restricciones que vuestra incompetencia ha generado, así que voy a hacerlo a medias. —comenzó a explicar Tariq—. Ahora os dormiré con un somnífero y despertaréis en la localización acordada. No os voy a decir nada, aparte de que el objetivo es salir de donde estéis. No sabréis cuanto tiempo estaréis allí ni a qué dificultades os enfrentaréis.
Los Zhaltos ya habían notado el mal humor de Tariq durante los últimos días en las clases de combate. Es por eso que fueron los menos sorprendidos por su jugarreta. Todos los alumnos habían sido informados de los cambios provocados por el incidente del oso, omitiendo la parte en la que la bestia estaba poseída por un demonio, así que varios se quejaron al recibir tan poca información.
—Dralkov nos dijo que las clases se impartirían en una zona controlada y que podríamos pedir ayuda en cualquier momento —replicó una maga.
—Dralkov dice muchas cosas y en su mayoría son insensateces. Aun así, la zona es segura. Al menos para los alumnos competentes.
—¿Y si hay otro accidente? ¿Qué hacemos si alguien acaba herido? —preguntó otro alumno.
—Los magos aprendieron las bases de la magia de sanación hace un par de meses. —declaró desinteresado Tariq—. Elegid con cuidado a vuestros compañeros.
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