Treinta y nueve
Himno a los celos
Bajo el cielo invernal
tu presencia hiere y apuñala
❧ ⊱✿⊰ ☙
Las primeras gotas de cielo que caían lentamente sobre las copas de los árboles desnudos se convertían en sólidas capas transparentes que reflejaban la luz del sol despidiéndose tras las nubes.
El frío y la nieve que había comenzado a caer recientemente humedecieron el cabello de Ina, pese a que tan solo llevaba cinco minutos fuera de la habitación donde había dormido la noche anterior.
Comenzaba a extrañar la calidez de hogar que era capaz de crear Shi-Vy. Por alguna razón, había dejado de temerle a aquella muchacha. Quizás tuvo que ver su bondad como persona, quizás tuvo que ver su trágica historia.
Una mano tomó la suya apenas hubo llegado a la carpa donde se instalaba su nuevo trabajo. Janya, una de sus nuevas compañeras que tenía mucha más experiencia como enfermera, parecía motivada ese día.
Su alma le recordaba a un verde bosque humedecido por la lluvia y los ríos. Era como si el aroma de la tierra mojada y las hojas se hubiesen personificado en una persona, pero con la energía y vitalidad de un sol radiante y sofocante de verano. Quizás los peces de colores del río con el que habló cuando niña entenderían mejor la sensación de ser tan refrescante y cálido al mismo tiempo.
Momento... ¿qué rio?, ¿qué peces?
Pestañeó rápidamente al notarse ensimismada otra vez.
—¡Buenos días!, ¿cómo dormiste?
Una oleada de calor sacudió su rostro repentinamente. No había podido volver a dormirse luego de la pesadilla de la noche anterior.
—Creo que me faltaron horas de sueño —dijo sin querer entrar en detalles.
Janya abrió sus pequeños y almendrados ojos lo más que pudo. Le recordaba un poco a los de Hakone.
Levantó una de sus manos y la posó sobre su frente.
—Pareciera que de pronto tienes fiebre; pero no, estás bien. ¡Qué adorable te ves con su nariz toda roja!
Entonces, Ina frotó sus manos y exhaló sobre ellas para intentar llevar algo de calor a su rostro.
—Bien —volvió a hablar Janya—. Yo tenía que ir a buscar algo a la habitación de Evee, te dejo. ¡Trabaja duro hoy!
—Tú también.
Al entrar a la carpa, una ráfaga de calor golpeó contra su cuerpo. Tocó la tela solo para darse cuenta de que estaba húmeda por dentro y por fuera.
A lo lejos, pudo divisar el rostro de una de sus antiguas compañeras de trabajo; Tamara caminaba hacia ella con una ligera sonrisa en sus labios. Ina estaba feliz de verla, pues no habían logrado coincidir en sus turnos jamás.
—Así que tú también estás aquí —dijo ella tranquilamente mientras se sacaba los guantes para volver a ponerse otros nuevos y limpios.
—Sí.
Sus conversaciones con ella nunca duraban demasiado.
—Puedes venir con nosotras hoy. Es la primera vez que logramos coincidir todas aquí. Podremos imaginar que todo vuelve a ser como antes.
Imaginar. Esa sería una tarea difícil, pues la situación en la que se encontraban era totalmente diferente. Estaban tratando con personas directamente, no con esencias y plantas. Si un ungüento se estropeaba podrían volver a hacerlo y no pasaría nada salvo perder materiales, pero era diferente con las personas.
Sintió un fuerte grito que pudo identificar de inmediato como la voz de Yunis. A su lado estaba Aline, sosteniendo una bandeja de metal.
—Creo que ya hay suficientes enfermeras para un solo hombre, Tamara —respondió Ina, rechazando la oferta pese a que le gustaba mucho la idea.
—Tienes razón. Entonces nos juntaremos cuando terminen nuestros turnos. Extraño hablar con ustedes.
—También yo —pronunció con sinceridad.
Cuando se hubo ido, Ina se quitó las prendas de abrigo que llevaba puestas solo para darse cuenta de que era la única que llevaba falda. Si bien llegaba a taparle prácticamente todo el largo de sus piernas, todas las demás mujeres presentes llevaban vestidos cómodos pantalones.
Sin saber por qué, se sintió incómoda.
—Ina —la llamó Evee, agitando su mano para que esta pudiese reconocerla en seguida. Aunque eso no era necesario—. Qué bueno que llegas. Hay dos hombres que necesitan un cambio de vendas y otro más que... no, de ese me encargo yo, olvídalo. ¿Puedes ir con uno de ellos? Son los de la camilla sesenta y tres y la quince.
Ella asintió y se dirigió hacia la camilla quince vistiendo los elementos reglamentarios que todas las enfermeras debían llevar. Extrañaba trabajar en el laboratorio de herbología, extrañaba la vida que tenía antes, aquellos pocos días que compartió con Ophelia y con sus compañeras.
¿Por qué sentía que aquellos días habían pasado tan rápido?
El hombre que tenía frente a ella tenía vendados ambos brazos completamente. Él se mantenía en silencio mientras hacía ademán de quitarse la ropa para facilitar el trabajo, mostrando en su pecho una docena de parches que también debía cambiar.
Se preguntó qué era lo que le había sucedido para sufrir tantas heridas y ser capaz de moverse sin mayores problemas. ¿Había luchado contra alguien?, ¿era un civil o uno de esos hombres disfrazados se enmascarados?
No se atrevió a preguntar.
—¿Cómo te llamas? —dijo él entonces, rompiendo con el silencio que tanto anhelaba.
—Irene.
Comenzó quitando con cuidado uno de los parches de su pecho, precisando de no tirar con demasiada fuerza los vellos que tenía por todo su cuerpo. Lucía orgullosamente un abdomen casi tan poblado como su barba.
Bajo la gaza había un corte, no muy profundo, pero tampoco superficial. No presentaría mayores problemas para la novata.
—Tienes bonitos ojos, Irene.
—Sí.
El hombre se quedó en silencio un momento solo para estallar de risa después.
—Te lo dicen mucho, ¿no?
—No. A mí me gustan.
Quitó otro parche. Exactamente la misma situación. Cortes y más cortes.
—Entonces, ¿estás casada?
—No.
El hombre volvió a quedarse en silencio otro momento. Mientras tanto, Ina comenzaba a desenrollar las vendas de uno de sus brazos. Había algo extraño en sus heridas, pero debía comprobarlo antes de sacar conclusiones apresuradas.
—Es una pena. Habiendo tantos solteros hoy en día buscando alguien con quien sentar cabeza. Puedo imaginar que tienes muchos pretendientes detrás de ti.
—¿Qué es un pretendiente?
Él volvió a reír, pensando que se trataba de una broma.
—Vamos, no hablas en serio. ¿Te parece si luego de que termines tu turno te invito a...?
—Señor, —interrumpió— ¿por qué se hizo estos cortes usted mismo?
El alma y el semblante del hombre cambiaron de un segundo a otro. Como si hubiera descubierto que podía mirar mucho más allá de su fachada que llamaba cuerpo.
Por un par de segundos, el silencio volvió a reinar.
—¿De qué hablas? Estas heridas me las hice luchando contra las bestias que quemaron nuestros edificios. Soy un héroe, deberías tratarme con más respeto.
—Los cortes que usted tiene en el pecho... —comenzó ella, mostrando con uno de sus dedos el contorno de cada uno mientras descubría aquellos cuyos parches aún no habían sido retirados— puedo ver que tienen una dirección descendente y dirigidas ligeramente hacia la derecha. Los de su estómago, en cambio, tienen una dirección hacia arriba —Al tener todas las heridas a la vista, movió su brazo imitando el acto de cortarse a sí misma con una daga, algo que había intentado hacer incontables veces en su pasado. — ¿Usted es diestro, cierto? Es fácil darse cuenta porque los cortes que tiene en el brazo izquierdo están muy bien ejecutados, con una profundidad precisa para no hacerse ni demasiado daño, pero tampoco una simple herida que pudiese curarse en dos días sin ayuda; sin embargo, el brazo derecho tiene cortes azarosos y con poco cuidado, titubeantes como si no pudiera manejar bien el arma con ese brazo. Además, ¿por qué no tiene cortes en la espalda? Normalmente en las peleas usamos todo nuestro cuerpo. No me explico cómo con tal cantidad de cortes usted no recibió ninguno en...
—Cállate y solo haz tu trabajo. Para eso te pagan.
Ina sonrió con satisfacción y continuó limpiando las heridas de aquel hombre en silencio. Tal y como le gustaba.
Al terminar, él volvió a ponerse su camisa para dirigirle un largo vistazo a su enfermera mientras se quitaba la mascarilla y los guantes para cambiárselos por unos nuevos, intrigado por la muchacha que parecía saber demasiado para ser solo una joven mujer que trabajaba en un centro asistencial de emergencia.
—Señor —dijo ella justo antes de que él se fuera. Se preguntó si acaso había considerado lo de la cita después de su turno—. Si de verdad quiere hacerse daño, le aconsejo que se haga un corte profundo aquí. —Levantó un poco su falda, señalando un trozo de piel en su pierna. — Es mucho más rápido que los brazos, incluso si lo hace bien.
Ofendido, volvió a darse media vuelta y se retiró.
—Ina, ¿qué estabas haciendo? —oyó decir a Janya mientras se acercaba hacia ella.
—Dándole un consejo a un paciente.
—¿Mostrándole tu pierna?
Fue entonces, que Ina entendió que había hecho algo mal. Una parte de ella se molestaba por tener que prender tantas reglas no escritas para encajar en la sociedad, mientras que la otra sentía arrepentimiendo y vergüenza por actuar sin pensar dos veces.
—Sí, ¿por qué?
Janya se quedó estupefacta un momento, para luego llevar una mano a la sien, pensando en si de verdad desconocía las normas sociales como le habían mencionado sus antiguas compañeras o si le estaba jugando una broma.
—Mira, querida. No está bien mostrarles tu cuerpo a otras personas —Se quedó pensativa un momento para luego no añadir nada más. Pensó que sería demasiado complicado explicarle como funcionaba ese aspecto de la vida añadiendo las situaciones excepcionales como el noviazgo y momentos de vida o muerte.
Ina miró a la nada durante un segundo. Ophelia y Yunis la habían visto semidesnuda muchas veces.
—¡Espera! —continuó la enfermera— Quiero decir, que una amiga con quien tienes mucha confianza te vea no significa nada, pero si lo hace un hombre es diferente. ¿Me entiendes?
Janya esperaba no haber hecho explotar el cerebro de Ina.
Pero ella sí que lo entendía. No pudo evitar ruborizarse al entender por qué Hakone se había puesto tan nervioso en la mañana antes de irse cuando ella decidió cambiarse de ropa como todas las mañanas.
—Madre mía, necesitas que más personas hablen contigo.
Su mañana transcurrió sin mayores problemas. Logró atender a seis personas antes de su hora de almuerzo y descanso, un número razonable para las condiciones en las que se encontraban, pues seguían dándole los trabajos más sencillos por tratarse de una de las chicas más novatas.
Otra vez.
—Ina —escuchó decir a Tamara su nombre cuando al fin salió de la carpa—. Comamos juntas.
Detrás suyo se encontraban Yunis y Aline conversando entre ellas. Cuando la chica del cabello corto la vio extendió su mano para saludarla al mismo tiempo que Ina la escuchaba reír junto con Aline.
Ambas parecían felices.
Sin embargo, cuando se acercó a saludar, pudo notar cómo el ánimo de una de sus amigas bajaba drásticamente, mostrándose en su rostro pálido que mostraba ciertos dejos de hostilidad.
¿Había hecho algo malo?
—Por fin estamos las cuatro juntas otra vez —celebró Yunis. Ya comenzaba a echarlas de menos.
Ina y Tamara asintieron, mientras Aline permanecía inmóvil.
Ya con sus alimentos y acomodadas en el comedor, Yunis juntó sus manos bajo su barbilla para dirigirle una mirada penetrante a Tamara, quien se encontraba justo a frente a ella.
—Así que... estás explorando las vías del primer amor.
Tamara comenzó a toser.
—No. Quiero decir... no somos nada.
La sonrisa de Yunis se hizo aún más grande, entrecerrando tanto los ojos que Ina se preguntaba si de verdad era capaz de ver algo.
—Hmm... Entonces ese es un sí. Dinos, ¿quién es?
La aludida de aclaró la garganta para luego tomar un largo sorbo de jugo. Intentaba parecer serena, pero, en el fondo, no había que ser una experta ni ver almas para notar su nerviosismo.
—Un pescador.
—¿Qué? —replicó Yunis— ¿Un pescador? ¡Esperaba algo más...? ¡No sé... llamativo!
—No todas aspiramos a estar con alguien solo por su trabajo.
—Bueno, no todas tenemos la suerte de contar con el efecto de un alto rango.
Ina imaginó que hablaban de ella, pero como no estaba segura, siguió comiendo sin hablar.
—Entonces, ¿hasta donde han llegado? —siguió interrogando Yunis— ¡Tranquila! Somos todas amigas aquí y nadie más nos escucha.
—No voy a hablarte de mi vida privada y menos de algo como lo que estás preguntando.
—¡Ah!, ¡vamos! No me digas que aún no ocurre nada. Mira a Ina como está de tranquila luego de haber tenido probablemente una de las mejores noches de su vida. Solo tienes que mirarla ¡está exhausta!
Ella, sin darse cuenta, dejó caer su tenedor en el plato provocando un fuerte ruido mientras sentía como el calor avanzaba por todo su cuerpo hasta su rostro. Seguía muy avergonzada por lo que había ocurrido esa madrugada y el hecho de que Yunis hablara de eso le hizo recordar el sentimiento que había logrado omitir durante unas horas.
—¡¿Quieres callarte Yunis, por amor de todos los dioses?! —gritó Aline impaciente golpeando la mesa con sus puños cerrados.
—Diablos, Aline. No pensé que te pondrías así.
—¿Y cómo quieres que me ponga? —a medida de que más hablaba, más aumentaba el volumen de su voz, llamando la atención de todas las personas que se encontraban comiendo a su alrededor— ¡Te gusta demasiado hablar y presumir de que tienes una relación, pero olvidas por completo de que es un maldito desastre!
Ina y Tamara no pudieron hacer nada más que quedarse en silencio sin saber cómo o cuándo intervenir.
—¿No puedo estar feliz por mis amigas?
—¿De verdad estás feliz por Tamara e Ina? ¿Con lo que acabas de decirle a Tamara y con lo que implica que Ina esté con el hombre que yo...?
El semblante de Yunis cambió de un momento a otro, al igual que el de la joven con cabellos blancos.
¿Aline estaba interesada en Hakone? ¿Aun lo estaba?
Sintió un profundo y punzante dolor en su corazón.
Yunis rio despacio.
—Si fueras una buena amiga también estarías feliz por ellas.
—¡Lo estoy!, ¡estoy feliz por Tamara! Más de lo que imaginas.
—Pero no por Ina.
—No puedo —respondió Aline arrastrando las palabras. Luego, se dirigió a ella—. No puedo estar feliz por ti, lo siento. Lo que hiciste fue algo que tan bajo que jamás pensé que serías capaz.
¿Qué era lo que había hecho? Pese a que tenía nociones de lo que Aline le reprochaba, no podía estar segura de a qué se refería. Lo único que sabía a ciencia cierta es que había herido profundamente a su compañera en el camino.
—Lo siento —fue todo lo que dijo.
Entonces, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Aline acompañados de ruidosos quejidos.
—Eres una traicionera, ¿lo sabes? Las amigas no hacen eso.
Cada palabra que decía apuñalaba con fuerza su pecho y su garganta.
—Espera, Aline, no voy a permitir que le digas algo así —la voz de Yunis era firme y determinada, como nunca antes la había oído—. Que a Hakone la haya preferido a ella antes que a ti no es algo que debas reprocharle a ella, ni a él, ni si quiera a ti misma. Son cosas que suceden y no son culpa de nadie. Asúmelo y vuelve a hacer tu vida separada de esa fantasía.
Para cuando Yunis hubo terminado de hablar, el rostro de Aline se encontraba empapado en lágrimas detrás de sus manos que intentaban ocultarlo.
—Es que no lo entiendes... —masculló con voz quebrada— No entiendes cuanto duele ver cómo su atención siempre se dirigía hacia ella desde un principio. No sabes cuánto me dolió ver ese regalo que le dejó justo a mi lado o todas las veces que los vi hablando y caminando juntos.
A ese punto, Aline ya parecía haber olvidado que Ina se encontraba justo frente a ella.
—No lo entiendo, Aline. Pero debes entender que, a veces, las cosas no se dan justo como queremos. Quizás lo que tu quieres que te suceda sí te va a pasar, pero no con él.
—No lo entiendo —continuaba diciendo—. Quería llamar su atención todo este tiempo y él solo miraba a ella. Es tan pálida, prácticamente no tiene curvas y es tan ton...
—De acuerdo —la interrumpió Yunis—. Intenté simpatizar contigo, pero no me está gustando donde estás dirigiendo esta conversación. Todo lo que estás diciendo nace a partir de la envidia y no voy a permitir que hieras más a Ina de lo que lo estás haciendo ahora. Dices que ella es una traicionera pero no te das cuenta de que ella te quiere y tu lo único que estás haciendo en insultarla por algo que ni siquiera es su culpa. ¡Supéralo! ¡busca a otro! ¡Y si quieres, te acompaño!
Aline comenzó a reír entre lágrimas.
—¿Acompañarme dices? ¡Kairos ni siquiera te permite cortarte el cabello sin pagar el precio de cortarte la frente con una tijera!
—¡Ese es mi problema! ¡Y no estamos hablando de mí!
—¡Tu no pretendes entender cuánto estoy sufriendo! —Aline continuó subiendo el volumen de su voz más y más, casi olvidando por completo el estado en el que se encontraba medio minuto atrás.
—¡¿Qué sabes tú de sufrimiento cuando Ina fue torturada y violada?!
Aquello último que Yunis dijo provocó el eco del comedor diera paso a un largo y doloroso silencio que Ina solo pudo completar con negro.
De pronto, sus manos comenzaron a temblar, por lo que decidió abrazarse a si misma para detenerlos, pero eso solo hizo que estos se extendieran por todo su cuerpo como el frío de sus pies congelados cuando se encontraba en el fuerte.
El sonido del metal de los cinturones siendo desabrochados la hizo sobresaltarse. No... eran los cubiertos de la gente que seguía comiendo en silencio.
Cerró sus ojos, pero todo lo que veía era ausencia total de color seguido de aquellas imágenes que había intentando borrar de su mente en tanto tiempo. El aroma del sudor, de la sangre, el ruido de las risas de los constantes "mira al cielo" para evitar llorar demasiado. Recordó los dolores, las canciones que tarareaba para sí misma y su soledad. Recordó cómo se sentía llevar una placa metálica sobre sus ojos.
—Ay no, Ina —se lamentó Yunis— ¡Perdóname! No quise decir eso. En serio no me di cuenta.
Pero Ina no la escuchaba, estaba ocupada intentando huir de su propia mente.
Cuando Yunis la abrazó, se sobresaltó con tanta fuerza que pateó la mesa provocando que su bandeja de comida resbalara y cayera al piso.
—¡Perdóname!, ¡perdóname, por favor! Ina, háblame. Di algo.
Sin embargo, las palabras no lograban pasar por su garganta. Apretó con fuerza a Yunis y hundió su cara en su pecho, sin ser capaz incluso de llorar. Tenía que superarlo, Yunis lo había dicho. Pero... ¿cómo iba a hacerlo?
Cuando Aline se puso de pie para irse, Tamara se unió al abrazo, intentando reconfortarla.
❧ ⊱✿⊰ ☙
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