Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Trece

Nada más que solo un humano

❧ ⊱✿⊰ ☙

Desde que llegó a Mihria, casi cinco años atrás, siempre se sintió observado. 

Los primeros días, cuando aún se dedicaba a solo a limpiar las armas de los soldados y guardias, sentía esa presencia en todos lados: en su habitación, en su trabajo, en el rincón del lago donde solía tomar sus tranquilos baños. Siempre estaba allí. 

En un principio lo asustaba, pero poco a poco iba pasando el tiempo y, con él, el miedo se desvanecía para convertirse en confianza. Algo le decía que se trataba de una presencia amigable y reconfortante, por eso, cada día lo esperaba en su habitación.

Cuando se convirtió en comandante, decidió no dejar su antiguo cuarto por varias razones. Entre ellas se encontraba el hecho de que no había motivos para tener una habitación grande y lujosa si vivía solo; otra razón tenía que ver con la incertidumbre de si aquella presencia lo seguiría si se mudaba a otro lugar.

El día en que tomó la nefasta decisión de esconder a una feérica herida en su habitación, la presencia estaba inquieta. Hakone se cuestionó repetidas veces de la certeza de su decisión. Sabía que estaba mal, pero tenía que hacer algo. Aquella mujer había sido su compañera anteriormente. No se hablaban, ni siquiera se conocían, solo de vista. A pesar de eso sentía que tenía una deuda pendiente y no podía dejarla morir.

Quería salvarla.

Salvar gente, eso era lo que le dijeron que no podría hacer siempre.

No pudo evitar recordar lo que sucedió con Ina aquella tarde. Siempre tuvo en cuenta la posibilidad de que no fuese humana, pero desde que llegó al palacio había tomado la determinación de no indagar al respecto sobre nadie. El sí lo era, completamente, por lo que era alguien privilegiado, sin embargo, había quienes no corrían la misma suerte. Un gran ejemplo de ello era su mejor amigo.

Pese a aquello, cuando estuvo a punto de asesinarlo sin que se diera cuenta el día en que fue dada de alta del hospital, una fuerte sensación de curiosidad azotó su mente. ¿Cómo era posible que alguien que ni siquiera podía mantenerse de pie sin ayuda haya reaccionado así? Ella tenía desarrollado aquel instinto que los hombres reclutados en el ejército terrestre más deseaban. Decidió tenerla en cuenta como alguien peligrosa, por lo que era necesario mantenerla observada solo para juzgar si correspondía a un peligro para sus asuntos o no.

Todo el tiempo que estuvo reuniendo información gracias a Evee y Ophelia, lo hicieron darse cuenta de que ella en realidad era una buena persona, que había sufrido mucho, pero que intentaba empezar desde cero, tropezando algunas veces en el camino. Se odió a sí mismo por no haber estado presente el día que la atacaron en el templo, se supone que estaría cuidándola, pero solo era un simple humano que no podía estar en dos lugares a la vez. 

Estuvo a punto de llegar muy tarde.

Entendió esa tarde, cuando se abalanzó furiosa sobre él, que no estaba consciente. Aquella mirada que siempre se dirigía hacia él con tristeza no era la misma que la de la criatura. 

Tuvo que plantearse si hacer lo correcto según sus valores o lo debido según su trabajo...no se demoró mucho en optar por la primera opción. Aquella chica le recordaba mucho a sí mismo y no podía dejarla sola, ya no por ser un potencial peligro, sino porque él mismo se lo prohibía. Quería protegerla y al mismo tiempo alejarla. No podía suceder otra vez.

A lo lejos, pudo ver aquella larga cabellera rubia recorrer los pasillos del palacio. Comenzaba a hacer frío y, aun así, vestía una falda y zapatos que dejaban descubiertos un poco de piel. No notó si llevaba o no el pin que le había dado.

Cuando se dio cuenta de que se dirigía hacia el templo, le dijo a la persona que estaba a su lado:

—Asami, vigila a aquella chica.

Pese a ser muy nuevo, Asami era uno de los guardias de confianza de Hakone. Era capaz de tomar decisiones rápidas y acertadas, siempre prefería la seguridad de las personas en lugar de la propia y estaba por completo entregado a su trabajo siempre y cuando se encontrara dentro del rango de horario adecuado.

—¿Está en problemas, señor? —siempre se dirigía a Hakone con respeto y un poco de temor. Muchas habían sido las veces que su comandante le comunicó que confiaba plenamente en su criterio, pero su presencia era imponente y tenía miedo de cometer algún error. Era su expresión siempre seria la que hacía la diferencia entre él y los demás comandantes de la milicia de Kaslob, pese a ser el más joven de todos por un amplio margen.

Alguien que haya logrado escalar hasta aquel puesto tan rápido definitivamente era alguien que daba miedo. Dentro de las fuerzas de orden solían correr rumores acerca de cómo lo había logrado. Una de las teorías tenía que ver con el asesinato de cientos de personas a manos de un solo hombre y sus puños. Aunque siempre le pareció exagerado.

—No, pero es una persona que ya ha pasado por muchos infortunios.

—¿Es la chica que fue víctima del antiguo obispo?

Hakone asintió. Inmediatamente, Asami se puso en marcha.

El obispo Caeru era alguien razonable y profesional. Hakone tuvo el placer de conocerlo apenas fue nombrado, sin embargo, necesitaba de los servicios de Asami solo para asegurarse de que ni él ni sus monjas fuesen capaces de aprovecharse nuevamente de una situación como la de Ina, fuera cual fuera. Si ella se daba cuenta de que estaba siendo acompañada, podría sentirse más segura. Aún tenía que decidir si confiar o no en el recién llegado.

—Comandante Sallow.

Hakone se dio media vuelta y saludó con una inclinada reverencia.

—Comandante en jefe, Brisk.

—Tengo una situación que hablar con usted.

Iba en serio. El comandante en jefe siempre insistía en hablar fuera de formalidades con él y con los otros de su mismo rango. 

—Pese a que su rostro no lo demuestra, parece preocupado —continuó Brisk.

—Eso depende de lo que tenga que comunicarme.

—Trata de una situación en particular —el hombre acarició suavemente su propio bigote, observando a Hakone de pies a cabeza—. ¿Quiere hablarme de la pasividad con la que ha tratado los eventos recientes con respecto a los terroristas que han atacado el palacio en los últimos meses? Le recuerdo que su deber es mantener la paz y la tranquilidad dentro de estos muros.

—Mantener la paz no es lo mismo que mantener la tranquilidad, señor.

—Apuesto que sabe la diferencia.

—La tranquilidad es solo una fachada. Tener paz significa muchas más cosas que solo mantener orden en las calles.

—¿Piensa dejar que los terroristas quemen todo el palacio?

—Por supuesto que no, señor.

—Entonces póngase a trabajar. No quiero ser yo quien le cierre las puertas.

—Lo que haga aquel grupo fuera de los muros ya no es de mi jurisdicción, eso puede encargárselo al comandante del ejército. Estaría encantado de cortar cabezas feéricas y felaias.

Brisk entrecerró los ojos.

—Parece tan familiarizado que los llama como a esas bestias les gusta.

—Es necesario tratar a todos como se merecen, señor.

—Claro, como se merecen —su entrecejo se marcaba cada vez más. Nunca había discutido con Hakone, y menos de aquella manera, poniendo cada uno sus valores sobre la mesa—. Solo espero que este obispo no termine muerto, ni sus monjas.

—Recibió lo que merecía, señor.

—¿Es por eso que actuó tarde?

Hakone negó con la cabeza.

—Así como el obispo obraba, los enmascarados también lo hicieron de manera silenciosa. Solo logré enterarme de la situación cuando uno de mis hombres me encontró.

—Debió prever esta situación.

—Con todo respeto, soy solo un humano, señor. Como usted.

Brisk escupió.

—La próxima vez, quiero que me entregue la cabeza de uno de aquellos a los que llama "enmascarados", tal como lo hizo con la mujer lagarto.

No dio tiempo a réplica. El hombre se dio media vuelta y caminó hacia su despacho.

Los guardias tras él contuvieron el aliento. Cuando Hakone se volteó a observarlos, intentaron disimular que no habían oído nada.

Lidiar con los enmascarados no era algo que le correspondiera según sus labores, por lo que la petición del comandante en jefe lo irritaba muchísimo. Sumado a eso, no quería hacerlo, sus acciones habían demostrado que actuaban según su propio concepto de justicia dirigida hacia los más desamparados, en lugar de la convencional que velaba por los intereses de los poderosos.

¿Acaso Brisk ni los jueces sabían lo que hacía el antiguo obispo? Por supuesto que lo sabían, pero estaban cómodos fingiendo que nada sucedía. La muerte de aquel hombre alivió a muchas familias cuyos niños peligraban caer en manos de aquel pervertido, lo había visto con sus propios ojos. Por supuesto que no era el único, pero encontrar las identidades de aquellas personas que secuestraban infantes era una tarea mucho más complicada que no podría llevarla a cabo solo.

Decidió caminar por el palacio. Siempre que lo hacía notaba como las personas cambiaban de actitud al acercarse a él. Pasaban de ser naturales y risueñas a rígidas y bien portadas, sus rostros perdían por completo sus expresiones, mostrando orden que no requería.

Orden. El orden no es lo mismo que la paz. El palacio era ordenado, limpio, tranquilo, pero no pacífico. Detrás de la fachada mostrada a todo el mundo, aquella que los demás comandantes querían mantener, escondía detrás sufrimiento y pobreza. Eran muy pocas las personas realmente felices y él no era uno de ellos.

De cierta forma, el actuar de los enmascarados lo ayudaba. Es por eso que no se esforzaba en atraparlos ni detenerlos. La razón por la que ellos peleaban causaba división, sí, pero provocaba que una gran cantidad de habitantes se cuestionaran su realidad y lograran encontrar un modo de salir adelante, de liberarse. Y aún quedaba mucho por hacer.

Aquel régimen en el que se encontraba inmerso había sido el creador de miles de muertes silenciosas dentro de las habitaciones cerradas de los jóvenes trabajadores del palacio.

—¡Señor! —escuchó decir a Asami, quien gritaba y corría en su dirección.

—Asami, ¿Qué sucede?

El chico se detuvo para controlar su respiración acelerada.

—Algo sucedió dentro del templo, las... —se detuvo para respirar y luego continuar—las monjas de pronto huyeron gritando muy asustadas... no sé qué sucedió.

El corazón de Hakone se detuvo un segundo. Ina estaba en ese lugar.

—¿Decidiste dejarlos solos?

—¡No señor!, algunos guardias llegaron y están conteniendo a las monjas, no paran de gritar.

—Gracias, descansa.

Asami asintió y se dejó caer en el piso al mismo tiempo que Hakone apresuró el paso hacia el templo. Temía por dos razones: Algo malo podría haberle sucedido a Ina y a los demás pobladores que visitaban la iglesia en ese momento o era ella misma el peligro. Ninguna de las situaciones le parecía mejor que la otra.

El jardín frontal de la edificación recibía a las desconsoladas monjas, que lloraban abrazándose unas a la otras. No tuvo que acercarse mucho para oír que una de ellas gritaba.

—¡El demonio!, ¡es un demonio!

Los civiles a su alrededor temblaban con las palabras de la monja. Algunos otros solo se alejaban lentamente sin perderla de vista. 

Algunos de sus guardias intentaban contener a las mujeres, diciéndoles que todo estaba bien y que no había monstruos y mucho menos demonios dentro de las paredes. Uno de ellos soltó un largo suspiro de alivio al ver llegar a su comandante.

—¿Qué está pasando? —preguntó.

—¡Señor! —gritó la monja, abalanzándose sobre él— ¡Hay un demonio dentro del templo!, ¡Salve al obispo, por favor!, ¡Es un elegido por los dioses!

—¡Connie! —comenzó a ordenar— Trae mantas para las monjas, algunas están muertas de frío. Salt, acompáñame.

Al poner un pie dentro de la iglesia, logró divisar al obispo acercarse lentamente acompañado de una de sus monjas e Ina. En ese momento se dio cuenta de que había estado apretando los puños y que sus nudillos dolían por la presión. Estaban bien.

—Buenos días, comandante —comenzó él, sonriente—. Es un placer encontrarlo un día como este. ¿Planea confesarse?

Hakone frunció el ceño. No estaban en una situación para hacer bromas.

—¿Quiere decirme qué sucedió allí adentro y por qué sus monjas están tan asustadas?

Intentó no mirar a Ina, quien por su parte no quitaba su vista del piso. Parecía mucho más afligida que de costumbre y eso lo hizo pensar rápidamente en qué podría hacer para aliviarla.

El obispo alzó sus brazos para luego responder:

—Un milagro.

Hakone y el guardia que tenía a su lado alzaron las cejas, sin poder creer lo que escuchaban.

Caeru avanzó a paso lento para llegar a la puerta, dejando atrás a sus acompañantes. Allí, les pidió a todas las monjas reunirse frente a él, al igual que a todas las personas que estuvieron presentes al momento en que todas las mujeres huyeron despavoridas.

Hakone, por su parte, liberó de la orden a Salt y se acercó a Ina. Llevaba su pin sobre su ropa, lo que lo hizo sonreír sin poder evitarlo.

—¿Estás bien? —preguntó sin tocarla.

Ella asintió aun mirando hacia abajo. Sus manos juntas tapaban su boca, lo que no le permitía ver su expresión completa.

—Si te sucedió algo malo allí adentro solo tienes que decírmelo. Probablemente el obispo sufra algún accidente esta noche de ser así.

Esta vez, se apresuró a negar con la cabeza.

—Yo... —comenzó— El obispo no hizo nada, las monjas se asustaron por mi culpa.

—¿Está bien si me lo dices?

La chica parecía dudar. Era obvio que aún no sentía confianza en él debido a su rango. Pensó en cómo sería la situación si solo fuese un simple guardia. ¿Le diría la verdad?

—Tranquila, no tienes que decirme.

Ina suspiró, parecía aliviada.

Verla así, vulnerable, tímida y pequeña hizo que sintiera ganas de abrazarla. Recordó su reacción en el hospital y cómo se alegó aterrorizada de él cuando estuvo a punto de tocarla para subirla a la camilla. Simplemente su idea no era una opción que pretendiera calmar su situación.

—¡Atención! —comenzó el obispo—. Queridas hermanas, ustedes vieron lo que sucedió allí adentro. Y entiendo que se hayan asustado, no suelen verse situaciones como esta, incluso para nosotros que profesamos la palabra de los dioses y velamos activamente por su cumplimiento.

Ina dio un paso atrás, intentando esconderse tras la silueta del corpulento comandante.

—Muchos de nosotros, incluyéndome —continuó—, nunca hemos sido capaces de ver un verdadero milagro.

—¿Un milagro? —preguntó sorprendida una de las monjas— ¡El demonio prendió al Invunche en fuego!

Caeru rio nerviosamente

—Un demonio no sería capaz de entrar a territorio santo, Amanda.

Amanda, quien parecía querer replicar, se mantuvo en silencio. Sabía que todo lo que afirmaban los textos antiguos era que los seres malignos no eran capaces de entrar a cementerios o iglesias por estar protegidos por los dioses del bien.

—Ahora —el obispo hizo sonar su garganta—, lo que acaban de presenciar es un milagro. Aquella criatura nacida del mal de los brujos y corrompida por las fuerzas de "la de abajo" encontró la liberación gracias al suave tacto de una joven con un alma pura. Deben estar felices de que el bien logró vencer al mal otra vez.

—Entonces, ¿es una santa? —preguntó una anciana civil.

—No nos apresuremos. Cualquier persona que sea pura de corazón es capaz de vencer al mal con solo una mirada...o un tacto.

—¿Quién es? —preguntó una de las monjas— ¡Necesitamos su nombre!

El obispo suspiró.

—Por su seguridad, no revelaré esa información. Quienes lograron ver su rostro, hagan el favor de olvidarlo. Las almas puras no necesitan retribución en el mundo mortal, eso le corresponde a los dioses. En el nombre de los dioses blancos...

—...perdona a nuestras almas —concluyeron las monjas.

Hakone observó a su alrededor. El ambiente había cambiado por completo, pasando de lúgubre y pesimista a esperanzador y casi festivo. Muchas de las monjas celebraban tener a una potencial santa cerca de ellas.

Admiró la labia del obispo, quién al voltearse, desabrochó el botón más alto de su camisa y emitió un largo suspiro lleno de alivio.

Ina seguía escondida tras de él, pero esta vez parecía pensativa. Caeru le había otorgado una gran responsabilidad. ¿Sería cierto lo que dijo? Conocía gente capaz de encender en llamas a una persona para luego dejarlos reducido solo a cenizas, pero no le parecía que Ina fuese uno de ellos. ¿Qué habían visto las monjas?, ¿Qué era eso del Invunche? 

Tendría una larga y aburrida conversación con el obispo más tarde, la situación tenía que ser aclarada.

—Luciela, necesito algo dulce. El trabajo creativo es agotador.

❧ ⊱✿⊰ ☙

Nunca supo el nombre de las personas que asesinaba. De haberlo hecho, probablemente su cabeza sería un caos de llanto y culpa.

Solo quería regresar pronto a su habitación. Había pensado en detenerse en la biblioteca y comenzar su primer trabajo, pero lo descartó. Se sentí cansada, agobiada, triste y... un poco enojada. Habían sido personas los responsables de la dura vida de el Invunche. El pobre muchacho no tenía la culpa de nada y acabó muerto a manos de una extraña que solo empanizó con su dolor.

Antes de encajar su llave en la puerta, escuchó el llanto de la gata que vivía adentro. Se paralizó al darse cuenta de que solo había dos almas en la habitación. ¿Dónde estaban los demás?

—¿Un gato? —preguntó Hakone, curioso. Había decidido acompañarla hasta su habitación.

—Laurel —pronunció con dificultad.

Al abrir la puerta, vio a Laurel saliendo de bajo la cama de Ophelia. En la caja donde dormía, solo había un gatito bebé. Hakone lo observó y sonrió, la situación le parecía enternecedora.

No entendía nada.

—¿Dónde están los otros? —se preguntó en voz alta.

Aquella sonrisa del comandante no duró mucho tiempo.

—¿No es el único?

—No, eran siete.

Hakone cerró la puerta tras de Ina sin decir nada y ella lo escuchó alejarse rápidamente. Puede que él supiera algo, lo que pasó o quién fue. Apretó sus ojos y deseó con todas sus fuerzas que encontrara algo. Quería salir ella también y encontrar a los demás gatitos, pero al ver a Laurel buscando tan desesperada a sus hijos, decidió quedarse y acompañarla. 

—No, Laurel. No están.

Se sentó al lado de la caja donde estaba el gatito solitario. Emitía un agudo sonido, aún sin abrir sus ojos e intentaba mover su cuerpo con sus aún muy débiles y peladas patitas que se retorcían hacia todos lados para intentar avanzar hacia el calor de su madre. Estaba frío y tiritaba al moverse.

—Laurel, por favor. Monoi tiene frío, Hakone fue a buscarlos.

Quería convencer a la gata y a sí misma de que él regresaría con las crías en sus brazos.

Pasaron horas, hasta que la madre se dio temporalmente por vencida y se recostó con su única hija a quien lamía frenéticamente al tiempo que buscaba entre su pelaje para alimentarse. Aun así, lloraba buscando a las demás.

Se puso rápidamente de pie cuando escuchó dos golpes en su puerta. El rostro de Hakone no mostraba expresión alguna, pero no dejaba de mirarla a los ojos, como si quisiera juntar el valor para decirle algo.

—Los encontré.

Ina observó sus brazos. Tenía una manta blanca que escondía un pequeño bulto adentro. No sintió ninguna alma y entendió perfectamente a qué se debía.

Laurel se paró rápidamente y corrió hacia Hakone, maullando y posando dos de sus patas sobre la tela de sus pantalones.

—¿Por qué hacen esto? —preguntó Ina sin intenciones de recibir una respuesta.

—A veces, las personas buscan sentirse poderosos pasando a llevar a quienes consideran más débiles.

❧ ⊱✿⊰ ☙

¡Hola!, soy Calenya y siento el deber de tocar este tema, aprovechando la situación que ocurre en la historia.

Esta última escena está basada en la realidad. Todo el tiempo, incluso hoy, hay personas que "botan" animales solo porque no les sirven o porque no quieren hacerse responsables de ellos, ignorando completamente que las madres de todas las especies sienten y extrañan a sus crías cuando se van antes de tiempo. Muchas de ellas entran en una depresión real, llegando incluso a morir buscando o dejándose estar por la tristeza.

Es por eso que quiero aprovechar este espacio para llamar a ser responsables con sus mascotas. Si no quieren que tengan crías, esterilicen. Solo se paga una vez y se ahorran el sufrimiento de los recién nacidos y de la madre. 

En caso de ser testigos de algo así, por favor denuncien. Si han llegado hasta esta parte de la historia es entendiendo (espero) que no existen vidas más o menos valiosas que otras. 

¡Muchos besitos y cuiden a sus peludos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro