Capítulo 4 | Los Cephei
Una pesadez me dificultaba abrir los ojos. No me encontraba muerta; de eso estaba segura. Morir debía ser una experiencia extraterrenal. Y, en cambio, intentar moverme generaba punzadas de dolor.
Cuando por fin pude separar mis párpados, lo primero que me dio la bienvenida fue la vista del bosque a través de la ventana. Yo yacía de costado sobre una cama, desnuda y cubierta por una sábana. El cielo se aclaraba y la fría brisa matutina me acarició el rostro. Mantuve mi posición, dispuesta a disfrutar de esa tranquilidad el mayor tiempo posible. Solo éramos los colores de la naturaleza y mi respiración. No recordaba la última vez que tuve esa sensación; sin la angustia de huir, ni el asfixiante remordimiento.
No era necesario nada más para saber que me encontraba de nuevo en el centro de adiestramiento de los Cephei, ubicado en el bosque Avok. Tampoco debía ojear mi alrededor para verificar que estaba en la enfermería del edificio principal. Allí pasé gran parte de mis primeros meses con ellos, a causa de deshidratación, desmayos, huesos rotos, entre otros motivos. La adaptación fue difícil.
—Bienvenida de regreso.
En cuanto habló me vi forzada a dejar de ignorar su presencia. Me di la vuelta para observar a la chica sentada junto a mi cama. El cabello negro de Lisa estaba recogido en un moño desordenado y llevaba puesto un adorable vestido de encaje. Sus ojos de la misma tonalidad que los de su hermano Ian conversaban su chispa alegre.
—Amanda no se equivocó al decir que pronto volverías —agregó.
—Es una pena que conmigo nunca falle.
Desvió la mirada. Se arrepintió de haber mencionado a la peculiar señora que apreciaba, pero cuyas premoniciones relacionadas conmigo siempre eran fatídicas.
Lisa y yo nunca fuimos las mejores amigas, porque ella era pura y cercana a Corinne. Sin embargo, era una chica amable y llegué a interactuar bastante con ella por ser la encargada de cuidar a Amanda junto a su madre.
Me acomodé mejor para sentarme y no darle la espalda. Mi mano dio con algo sobre las sábanas. Era una orquídea blanca, la flor favorita de Amanda.
—Te la trajo como regalo —dijo Lisa—. ¿Te puedo abrazar?
Fue una petición extraña, mas difícil de declinar. Se acercó y me envolvió con sus brazos. A diferencia de su hermano, la fragancia de Lisa era fresca, semejante a la brisa marina. Me apretó. Le di unas palmaditas en la espalda porque no supe qué más hacer. Primero Paula, y ahora ella. No estaba acostumbrada a tanto afecto.
Entre líneas puede intuir que Amanda debió compartir con ella algunos detalles de lo que la diosa le susurraba en el oído.
Lisa se apartó. Sus ojos brillaban como si se hubieran humedecido. Aclaró su garganta y disimuló abriendo la gaveta de la mesita de noche para extraer ropa. La colocó en la silla que había estado ocupando.
—Esto está limpio y tus pertenencias ya están en tu antigua habitación. Te estaré esperando afuera para acompañarte. Levántate con cuidado, quizá te marees un poco.
Cuando salió, hice la sábana a un lado. Pude vestirme con la sudadera y el pantalón de algodón sin dificultades. Mi cuerpo se sentía recuperado y lo único que me faltaba era comer. Con mis pies dentro de las pantuflas, me tomé un minuto adicional para internalizar el hecho de encontrarme de nuevo allí. Sabía que el recibimiento del resto de la manada no sería tan agradable y que debía mantener mis muros inquebrantables.
El símbolo del infinito era el que representaba a los Cephei por ser quienes mantenían unidas a las manadas de la región. Y, al igual que como estaba en cada una de mis prendas de vestir, yo volví a pertenecerles por un tiempo. Esperaba que no fuera demasiado.
Avancé entre las otras cinco camas vacías que conformaban la habitación de recuperación, y salí hacia el pasillo que llevó hasta la sala de espera. Allí había algunos impuros ocupando las sillas y dos enfermeras tras el escritorio. Lisa estaba cerca de la entrada agarrando del brazo a Corinne.
—Vamos, ven conmigo a comer. Seguramente todavía no has desayunado. Ya no tengo nada que hacer aquí —dijo tratando de convencerla para que se marcharan.
Sin embargo, la atención de Corinne no tardó en posarse en mí. No lució sorprendida, sino que la molestia en su rostro se transformó en ira. Se zafó del agarre de Lisa y vino dando zancadas hacia mí.
—Así que sí era verdad —siseó—. Ya veo por qué estabas tan urgida por que nos fuéramos.
Lisa la había seguido, fallando en sujetarla. Estaba preocupada. Y con mucha razón.
El odio con el que Corinne me miraba era un sentimiento reservado para mí. Una sacerdotisa no debía cargar con esa impureza en su corazón, pero yo era la excepción para ella. Y aunque no lo admitiera, en el fondo yo sabía que eso alimentaba su desprecio. No podía ser indiferente conmigo.
Por el otro lado, yo hice el esfuerzo por conservar mi compostura. No me moví ni un centímetro, ni planeé replicar. Solo me dediqué a examinar su aspecto impecable. No lucía como una novia destrozada por el secuestro de su amado.
—No tienes ni una pizca de dignidad, ¿verdad? ¿Cómo puedes estar tan tranquila? ¿No tienes vergüenza? —me preguntó.
Respiré hondo y decidí limitarme a formar una sonrisa en mis labios.
—Lisa, yo sé cómo llegar a mi habitación. No te preocupes.
La rodeé para retirarme. En silencio rogué que Corinne dejara la situación así. No quería dramas, solo cumplir con mi parte del pacto con Josh y recibir mi libertad.
—Eres una cobarde. Por eso no eres capaz de enfrentarme —continuó Corinne.
Me detuve. Con ese comentario sí tocó una fibra sensible. Podía insultarme todo lo que quisiera, pero no llamarme cobarde. En ese espacio, yo era la más había sacrificado por la manada. Y lo seguía haciendo.
—¿Sabes tú lo que es estar a poco de desangrarte? ¿O que te causen tanto dolor que prefieras morir? —cuestioné dándome la vuelta.
Corinne entrecerró la mirada. No creyó que fuera a responderle. La Vanessa de antes nunca lo hizo, exceptuando una vez. Del resto, solo agachó la cabeza y se tragó las palabras para luego llorar en su recamara. Sin embargo, yo ya no era la ingenua e inocente que se dejaba pisotear.
Lisa se interpuso entre nosotras.
—Por favor, no vayan a armar un escándalo.
Los presentes se encontraban atentos a nuestra conversación. Una de las impuras me reconoció y buscó confirmarlo con sus amigos. Me llamó la estrella que casi le roba la pareja a una pura y lo hace renunciar a ser el próximo alfa.
—Yo estoy tranquila. Ella es la que quiere llamar la atención —repliqué.
Corinne alzó el mentón con arrogancia.
—¿Eso era lo que buscabas cuando sedujiste a Drake? ¿Atención? Seguramente por eso volviste, porque te diste cuenta que allá afuera la vida no te ofrece nuestros beneficios. Pero te equivocas si crees que permitiré que sean amables contigo.
Quise reír. Tanto humo de las velas le estaba afectando el juicio. ¿En serio creía que para mí fue el paraíso vivir con ellos?
—¿Todavía me reclamas por algo que sucedió hace años? ¿Así de insegura te sientes? —Acorté la distancia y esquivé la mano de Lisa—. Supongo que las cosas entre ustedes no son tan sólidas, ¿o sí? ¿Acaso es el sexo? ¿Todavía no lo complaces lo suficiente?
—Vanessa, por favor —pidió Lisa.
Pero no paré. Disfrutaba ver la expresión de sorpresa de Corinne y cómo su enojo iba aumentando. Ella no era ajena a las perturbaciones terrenales. Ella no era superior a mí por ser una sacerdotisa.
—Así como lo hizo conmigo, debe tener a varias calentándole la cama. Cuidado, quizá se encapriche con otra como yo y te abandone antes de llegar al altar.
Hubo una pausa en la que ambas nos observamos fijamente. La tensión iba en incremento y ninguna parecía dispuesta a retroceder.
No me esperé la sonrisa llena de malicia que me brindó de repente.
—¿Alguien como tú? ¿Cuánto duraron juntos? ¿Diez meses? ¿Un año? ¿Cuánto tardaste en darle tu virginidad? —Calló por unos instantes para fingir estarlo meditando—. Ah, ya sé. Lo hiciste esperar tres meses por ti. Yo lo sé, porque esa misma noche me lo dijo. ¿Y sabes qué? —Invadió mi espacio personal para acercar su boca a mi oído—. Después me hizo suya de nuevo.
Me paralicé. Busqué encontrar en su rostro algún indicio de que lo que me decía era mentira, pero no hallé. Su confesión me estranguló el corazón y me costó respirar. Unas lágrimas tontas se acumularon en mis ojos.
Cuando descubrí el engaño de Drake, mi mente se llenó de dudas sobre lo que tuve con él. Nunca supe en qué momento regresó a los brazos de Corinne, pero con esa nueva información al parecer nunca los abandonó. Mientras yo le entregué todo de mí, él se burló.
—Duele, ¿no? Esa es la realidad. Solamente sirves para ser desechada.
Se apoderó de mí todo lo acumulado esos años y la tomé del cabello para lanzarla contra el suelo. Me puse sobre ella y mi manotazo le rompió la nariz. A pesar de la sangre, me siguió sonriéndome.
—Bien. Ahora todos saben que eres una salvaje.
Estuve por golpearla otra vez para borrarle esa expresión de victoria. No obstante, su mano encontró en mi campo visual y antes de poder reaccionar sopló un polvillo hacia mí. Lo inhalé y mis ojos y nariz se irritaron. Se aprovechó de ello para halar mi cabello con fuerza y hacerme caer de costado.
Corinne se posición sobre mí y sus manos se enroscaron en mi cuello. Batallé por zafarme clavando mis uñas en su piel, pero fue en vano. Casi no podía ver y mi sistema respiratorio estaba afectado.
—No debiste volver. Drake es mío.
En un intento desesperado, extendí mis brazos para sujetarle el cuello. A pesar de mi vista borrosa, lo logré. Ahora ninguna podía respirar y era cuestión de quién perdía el conocimiento primero. Yo tenía todas las de perder, mas no se lo dejaría tan fácil.
Alguien haló a Corinne para alejarla de mí. Ella no cedió.
—¡Por la diosa! Eres la sacerdotisa.
Esa frase debilitó el agarre de la rubia. La apartaron de mí. Rodeé y me apoyé de los codos para toser y buscar oxígeno. Alguien me arrojó agua en el rostro y respirar fue más sencillo.
—Toma un poco.
Se trataba de Lisa. Mientras hacía caso a su sugerencia, me giré para ver que Ian era quien sostenía a Corinne.
—¿En serio, Lisa? Es una desertora. No merece ninguna consideración.
Me puse de pie. Si decidía continuar peleando, con gusto también lo haría.
Josh me sujetó del brazo.
—Tranquila —murmuró antes de dirigirse a los espectadores—. Se acabó el espectáculo. Todos lárguense.
La multitud, que se había vuelto más grande, se dispersó ante la orden.
—Quítame las manos de encima —espeté.
—No —dijo—. ¿Qué es esto, Corinne? No te rebajes ante una impura. Eres la sacerdotisa y la futura pareja alfa.
Apreté los dientes para no responder a su comentario despectivo.
Corinne acomodó su vestimenta.
—Quiero que te encargues de ella, cuñado. No quiero verla.
No esperó a que Josh respondiera. Optó por irse, seguramente notando cómo había faltado a su imagen de perfección.
Lisa se despidió para ir tras ella y Josh le hizo una seña a Ian para que las acompañara.
—¿Ya te da órdenes? —le pregunté a Josh para molestarlo y redireccionar los estragos causados por Corinne.
—Tú y yo vamos a hablar en privado —sentenció ignorando mi provocación.
Su agarre se volvió más firme y me guió hacia la ruta opuesta tomada por Corinne.
Me dejé jalonear por el lugar, con lo dicho por Corinne todavía resonando en mi cabeza. Ascendimos por las escaleras de emergencia, llegamos al piso superior y recorrimos un pasillo para pasar al edificio de al lado. Nos topamos con algunos miembros de la manada que reconocí; impresionados por verme.
A diferencia de la construcción anterior; donde se localizaban las aulas, la enfermería, la biblioteca, entre otras áreas destinadas al uso de los estudiantes, en aquella se ubicaban las oficinas, el almacén de comida, el armamento, y otros espacios vitales enfocados en la manada como tal.
Josh nos metió en la sala de reuniones. Contaba con unan mesa redonda de doce puestos y una pizarra.
Había un estante con carpetas y libros, así como una cafetera y una caja con bolsitas de té.
—Antes de que empieces con tu sermón, te haré una pregunta —dije en cuanto me soltó—, ¿cuándo pensabas decirme que los del Clan del Norte fueron los que se llevaron a Drake?
Puso a hervir agua. Abrió la cajita de madera y comenzó a pasar sus dedos por los sobres, buscando seleccionar uno.
—Me imaginé que ya tenías que haberte dado cuenta.
—Claro que lo hice. Tuve un lindo reencuentro con Monique, incluso jugamos a las muñecas. —Arrimé una de las sillas giratorias y me senté en ella—. Yo era la muñeca que ella quería destrozar.
Agarró una taza blanca y colocó el té escogido en su interior antes de girar a mirarme.
—Si te lo hubiera dicho, seguro te hubieses negado a colaborar.
—¡Por supuesto! ¿Cómo demonios crees que sacaré a Drake de ahí? Me quieren muerta y ahora con el asesinato de Monique... ¡Maldita sea!
Golpeé la mesa con la mano. Tenía que tranquilizarme y respirar, pero el hecho de regresar a ese sitio me aterraba. Que me ocultara información importante me dio mala espina. Además, la escena con Corinne terminó por desequilibrarme.
—Deja el drama. ¿Quién creías que lo tenía? ¿Los duendes?
Tomó la jarra de vidrio y vertió el líquido humeante dentro de la taza. Luego me sorprendió poniéndola frente a mí. Era infusión de artemisa.
—Relájate. Además, Alan irá contigo.
—Vaya, qué consuelo —ironicé.
Le di un sorbo a la bebida.
—Si muere, triste por él. No tiene por qué caer en tu conciencia. El bastardo quiere ganarse un puesto en la manada y la única forma de hacerlo es así. Míralo de esa manera. No le quites esta oportunidad.
Solté un suspiro. Bebí otro poco de té mientras pensaba que lo que en realidad necesitaba era alcohol.
—Lo meditaré.
—Hazlo. Ahora, ¿qué carajo pensabas al pelearte con Corinne?
Encogí los hombros.
—Yo la estaba ignorando, pero ella insistió. Pregúntale a Lisa. No podía quedarme sin responder.
—¿Y crees que si ella decide convocar un juicio sobre tu deserción yo podré hacer algo? Eres peligrosa y sabes cómo son nuestras leyes. Además, Corinne es la prometida del alfa y los ancianos no estarán contentos de verte.
Los Tres —o los ancianos como él los llamó despectivamente— eran unos hermanos místicos que llevaban cuatro siglos viviendo bajo la protección de la manada. Nacidos Hijos de Diana, pero destinados a reencarnar en otra raza, contaban con una conexión divina y colaboraban con conservar el balance y obedecer el designio de los dioses. Tenían mucha influencia en las decisiones que se tomaban. Y, como hice que Drake renunciara a su derecho de nacimiento por unos meses, yo no era de su agrado.
No obstante, su mención no fue lo que me heló, sino el título que le dio a Corinne. Le dijo prometida del alfa, lo que significó que Drake ya le había propuesto matrimonio. Me dolió. No me iba a mentir. Aquel dato acabó de hundir hasta el fondo el puñal que Corinne clavó momentos atrás. Fui consciente de que sucedería tarde o temprano y fue prueba de que se olvidó de mí, o, mas bien, de que nunca me quiso.
La pregunta era, ¿yo estaba dispuesta a arriesgar mi vida para salvarlo para que él llevara a otra al altar?
Debió percatarse del efecto que causó, porque detuvo su andar por la habitación y en su expresión hubo una pizca de empatía. Pasó por alto que yo tampoco estaba enterada de ese detalle.
Desvié la mirada hacia la pared.
—No necesito que me veas así. Sé que no te importa.
—Tal vez sí. Tal vez no.
Una débil sonrisa se posó en mis labios. Caí en cuenta de que jamás había tenido una conversación decente con Josh, sin apodos denigrantes, ni actitud detestable. No reflejaba el asco de siempre. También cambió.
—Solo quiero terminar con esto e irme lo más lejos posible —repliqué—. Mañana mismo comenzaremos a planificar todo.
—Aunque no lo aceptes, yo sé que, a pesar del daño que te hizo, no podrías vivir sabiendo que murió porque no lo ayudaste. Todavía lo amas.
Era absurdo. Era incoherente continuar queriéndolo luego de tanto; incluso si resultaba ser cierto.
—Esto no es algo de lo que hablaré contigo —dije haciendo la taza a un lado y levantándome—. Si ya terminamos aquí, iré a mi cuarto a descansar. Gracias por el té.
Me dirigí hacia la salida.
—Él te amó y te sigue amando —murmuró.
Paré en seco. No estuve segura si había oído bien.
—Cuando escapaste, dejó de comer, de hablar y de dormir —añadió—. Se aisló por completo.
Volví mis manos puños y giré.
—Si me hubiera amado de verdad, no se hubiese revolcado con Corinne a mis espaldas.
—Tuvo sus razones.
—¿Sus razones? ¡Ja! No me hagas reír. Su razón fue burlarse de mí, una impura estúpida.
—¿Por qué crees que te diría esto si no fuera verdad? Yo fui el primero que se opuso a su relación, pero te fuiste y al ver a mi hermano destrozado, yo entendí que...
—Nada, Josh —lo corté—. Si me necesitas, ya sabes dónde estaré.
Me marché.
No tenía ganas de escuchar lo miserable que fue Drake ante mi desaparición. Se tratara de una mentira o no, en ese instante no me interesó. Deseaba tirarme en mi cama y dormir. Quizás lloraría un poco antes. Intentaría no pensar en Drake, sin éxito, porque todo en ese lugar me recordaba a él. Soltaría un par de lágrimas más para luego finalmente ser atormentada por alguna pesadilla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro