A la universidad le agradezco muchas cosas: nuevas amistades, risas, buenos momentos, fiestas; y hablando de fiestas, en una de ellas comienza esta historia.

¿Quién se iba a imaginar que a 15 minutos de salir de mi casa mi amiga cambiará de planes? Pues a ella se le ocurrió irse para otro lugar y luego de una corta pelea con ella por teléfono, decidí ir a la fiesta sí o sí, porque ya estaba listo y así fué. Llegué al lugar indicado, en serio me atrapó la magia tan solo ver una de las vistas más hermosas de la noche habanera. Me encantaba el ambiente sano que se disfrutaba. Decidí aprovechar la vista aprovechar la vista para tomar un trago y fumar y fué en ese preciso momento en que la vi. Si, es ella, me dije a mi mismo luego de pestañear varias veces. Solo les puedo contar que es la bruja más hermosa y con la sonrisa más cautivadora que he visto en mi vida. No era primera vez que que la admiraba, pero esa noche la tenía justo ahí. A medida que la noche iba avanzando más alcohol tenía en sangre y más confianza había entre esa bruja y yo. Tras horas de bebidas y baile ya estábamos en mitad de la madrugada y cada vez éramos menos y decidimos jugar uno de esos juegos que te quitan la pena y hacen que le digas que te gusta a otra persona: V o R.

Ese juego es el culpable de que hoy en día me encuentre embrujado porque fue ahí donde pude probar por primera vez el dulce sabor de sus labios; primera vez pero no última porque nuestros labios se atraen como dos imanes con polos opuestos. Luego de esperar el amanecer abrazados bajo la luz de la luna, llegaba el sol asomándose por el horizonte y luego de intercambiar números de teléfono y despedirnos solo había espacio en mi cabeza en mi cabeza para una pregunta:

                         ¿ Nos volveremos a ver?