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Epílogo

Casi dos meses han pasado desde lo acontecido en aquella fría noche buena. Recuerdo que al final del día, la mini fiesta para recibir navidad había resultado ser un verdadero éxito, y aunque a fin de cuentas no conseguí atrapar a Helga, lo que si conseguimos fue una épica regañada por parte de los directivos del hospital por haber corrido en los pasillos. Sin embargo, como compensación por mi esfuerzo, ella me prometió que tal vez un día me permitiría ver ese altar que me causa tanta intriga. ¿Lo cumplirá? La verdad es que no lo sé y eso es algo que solo el tiempo lo podrá decir. Ya es febrero y aun no veo señales de que la promesa se cumpla. No obstante, yo puedo esperar.

Durante la improvisada fiesta de navidad que tuvimos dentro del comedor del hospital, puedo decir con alegría que nos convertimos en novios oficiales, mi corazón latía rápidamente cuando se lo propuse. Recuerdo a la perfección que a los dos nos temblaban mucho las piernas y tartamudeábamos en exceso. Pero al final, todo salió a pedir de boca. Helga me dio el regalo que originalmente iba dirigido hacia mí, resultando ser una preciosa armónica en color dorado, representando una especie de disculpa materializada por haberme destrozado la mía hace unas semanas atrás al jugarme una de sus tantas y clásicas bromas. Durante la celebración, logramos hacer lo que nunca habíamos hecho en horario escolar, sentarnos a conversar de cosas simples y otras no tanto. Una de las cosas que ella mencionó durante esa conversación, fue del como Gerald se encontraba muy apenado y arrepentido cuando este le entregó el verdadero regalo que el tenia oculto después del intercambio, agregando que al hacerlo, su instinto asesino se liberó amenazándolo en silencio. ¡Eso nunca lo mencionó Gerald cuando me contó su versión de la historia! Tal vez Helga estaba exagerando un poco las cosas o tal vez Gerald no quería pasar un momento de vergüenza junto a mí al contarme la verdad de cómo fue sobajado por una niña. ¿Qué se yo?

La fiesta había llegado a su clímax, cuando Helga y yo nos besamos justo cuando el reloj marcaba las doce en punto, curiosamente y justo en ese momento, creí haber visto de reojo a mi abuela sujetando un pedazo de muérdago por encima de nuestras cabezas con una varita seca. Como sea, creo que fue un buen detalle de su parte. No negare que siempre quise besar a una niña de esa forma. Momentos después, el pavo que mis abuelos habían metido de contrabando fue repartido entre los pacientes que se les tenía permitido comer de él, así como a los mismos doctores y enfermeras. He de decir que estaba delicioso.

Las horas pasaron y la celebración culminó cerca de las cuatro de la mañana del ya veinticinco de diciembre, recuerdo que para esa hora, Helga y yo ya estábamos muertos de sueño, así que me dirigí con ella a mi respectiva habitación para tratar de descansar un poco. Esa noche dormimos en la misma cama, abrazados y por debajo de las cálidas cobijas, hasta hoy día aun recuerdo el aroma a goma de mascar que desprendía su hermoso y liso cabello.

Al otro día me dieron de alta, después de hacerme unos últimos estudios y análisis con unas maquinas enormes, por un momento me sentí como si me fueran a convertir en un Transformer o en algo parecido, todo esto para únicamente confirmar que en efecto mis ondas neuronales se encontraban en completo orden y que mi estado de salud fuera optimo para abandonar el hospital. Los resultados salieron bien, dándome el visto bueno para poder irme, pero justo en el momento cuando estaba recogiendo mis pertenencias restantes que se encontraban en la habitación que se me había sido asignada desde mi ingreso, algo llamó fuertemente mi atención, algo brillante tirado en el suelo debajo de la cama contigua a la mía. Me agache y estiré mi mano para alcanzarlo y sacarlo. Era pequeño, dorado y en forma de huevo, sujeto con una pequeña cadenita en el extremo superior. Mis ojos no me habían engañado como lo imagine en un principió, me tallé la vista pero en efecto, ese collar era el mismo que había recibido como un regalo por parte de la Helga del otro mundo. ¿Qué estaba a haciendo aquí? Me pregunté. En ese instante, el hámster dentro de mi cabeza se puso en sobre marcha, formulándose una enorme cantidad de preguntas al azar. Siendo una en especifico la que sobresalía del resto. ¿Era una simple coincidencia, o todo lo que había vivido en aquel mundo realmente había sucedido? Probablemente jamás lo llegare a saber...

Mis dedos juguetearon unos segundos con aquel collar, pasándolo de lado a lado. Finalmente la curiosidad se apoderó de mí y me dispuse a abrirlo, teniendo la esperanza hueca de que algo me encontraría en su interior. Sin embargo, pasó todo lo contrario, lo abrí y se encontraba vació como si lo acabara de comprar en la joyería más cercana, no había ninguna foto en ninguna de sus dos caras internas o algún rastro de que algo pudo haber estado alguna vez dentro de él. En ese momento, Helga apareció abriendo la puerta de la habitación con sus propias pertenencias también listas y ya preparada para emprender el largo camino a casa, se acercó y me preguntó que de donde lo había sacado, por lo que únicamente le respondí con la simpleza de que lo había encontrado por debajo de la cama de al lado; haciéndole entender que probablemente le había pertenecido a alguien que compartió mi habitación antes de que ingresara o antes de que yo despertara. Lo extraño de todo esto, es que según Helga cuando me ingresaron por primera vez la habitación, el doctor mencionó que llevaba alrededor de tres semanas sin usarse y siendo que la limpieza se hace diariamente; tanto la primera como la segunda teoría quedaron completamente descartadas. ¿Qué de donde había salido? Dar con el veredicto final era sencillo, y solo yo tengo la respuesta correcta.

 A final de cuentas, me decidí por usarlo a partir de ese momento y por el resto de mi vida, mi objetivo ahora seria buscar una fotografía de mis abuelos para ponerla en una de las caras, mientras que la otra fotografía que tenía en mente, probablemente sería mucho más complicada de conseguir. Tan solo el imaginar pedirle a Helga una de sus fotografías para ponerla en mi collar hace que se me ponga la carne de gallina. Lo más probable es que terminara compitiendo en otra clásica carrera contra ella de "corre y atrapa" pero creo que solo por conseguir esa fotografía valdría la pena hacer el intento.

Al salir del hospital, mi abuelo estaba esperando por nosotros en la planta baja. Abordamos el automóvil y llevamos a Helga hasta su casa. En un principio le pregunte que si estaría bien dejarla sola hasta que sus padres volvieran, a lo que ella me respondió con una grata sonrisa y un beso para finalmente decir: "Gracias a ti, todo mi mundo a partir de este momento será aun mejor" Acto seguido, Helga entró a su casa dando saltitos de felicidad.

El fin del viejo y el inicio de un nuevo año habían llegado y con él, también lo había hecho el nuevo ciclo escolar. Al llegar a la primaria 118, no pude evitar recordar todo lo que había vivido en aquel mundo apartado del mío. Desde la irrupción de nosotros para poder entrar, pasando por el baile y finalmente la arriesgada operación para liberar a la escuela de las garras del Brainy malvado. Durante la ceremonia de inauguración, me encontré con caras ya conocidas, pero que sin duda, era más que lógico que no me conocieran en este mundo con la excepción de Lorenzo. Tal fue el caso de Shawn, Billy y los hermanos Jennifer y Anthony, a los cuales divisé a la distancia. Me preguntó si algún día también podremos ser buenos amigos en este mundo. Creo que sería algo muy divertido.

La ceremonia acabó con un discurso largo, tedioso y aburrido del director Wartz y con el aviso de que ya podíamos ingresar a nuestros salones. Sin embargo, antes de entrar a mis clases rutinarias, no pude contenerme y visité cada uno de los lugares en los que había estado con anterioridad; el gimnasio, el cobertizo de la limpieza, la entrada del baño de niñas, así como la sala de computo del segundo piso y el mismo techo, en el cual para mi sorpresa la enorme antena continuaba y se mantenía intacta. Pero quedándome únicamente con la curiosidad de si Lorenzo en realidad poseía ese extraño cuarto con cámaras para vigilarnos a todos. Tal vez se lo pregunte algún día. Por nuestra parte, Helga y yo parecíamos ser la nueva sensación del momento cuando llegó la hora del almuerzo, resultando extremadamente raro para el resto de la escuela vernos como novios debido al largo historial de odio y violencia extrema que ambos compartíamos. Al principio, Helga se negaba inclusive a tomarme de la mano, cosa que fue cambiando con el paso de las horas hasta finalmente terminar besándonos frente a todos en la cafetería. Después de todo... "Del odio al amor hay un solo paso". ¿O no?

Las semanas transcurrieron de una forma habitual y a una velocidad considerablemente más rápida de lo que yo estaba acostumbrado, tal vez porque al estar junto a mi novia durante las clases diarias, los días se me hacían considerablemente más cortos y placenteros. De repente, en uno de esos días, una invitación para una cita romántica doble nos fue provista por Gerald y Phoebe. Cosa que nos parecía una idea estupenda y emocionante. Fue entonces, cuando sugerí el lugar y el día más adecuado para realizar el compromiso, una fecha y un lugar que estaba seguro de que nos encantaría tanto a Helga y a mí, como a Gerald y a Phoebe.

La fecha finalmente llegó y aquí es donde estoy ahora, en un catorce de febrero, bajándome de mi bicicleta y aparcándola frente a un restaurante francés extremadamente conocido en la región y que casualmente se encontraba frente a otro también de giro francés. Siempre me he preguntado si tomar a este lugar como el barrio francés de Hillwood.

Como sea que fuese el caso, el estar aquí me hacía sentirme bien conmigo mismo, ya que además de tener una autentica cita con la chica con la que originalmente había venido hace un año, puedo estar feliz por estar cumpliendo mi promesa. Se de antemano, que fue a la Helga del otro mundo a la que le prometí traerla aquí nuevamente, pero si ella representaba la parte cariñosa de un todo, bien podría contar como algo valido.

Me acerque al restaurante y me encontré a Gerald, el cual estaba aparcando su bicicleta de igual forma. Vestido con un elegante smoking al igual que yo, nos dispusimos a entrar para toparnos en una mesa cerca de la ventana a un par de lindas chicas. Helga con el cabello suelto, acompañado por un rizo cayendo por su ojo izquierdo cubriéndolo parcialmente y usando el mismo conjunto de blusa rosa con franjas rojas, una falda del mismo color y luciendo un par de zapatillas idénticas a las que había empleado durante la cena del año pasado. Por su parte, Phoebe lucía un conjunto de blusa en color azul, una falda de un tono de azul más obscuro y unas graciosas zapatillas en color negro. Sin duda, ambas se veían completamente radiantes.

Es así como esta historia llega a su final, aprendiendo que el mejor regalo puede llegar de un modo inesperado con un poco de perseverancia y esfuerzo. Tal vez aun no sepa nada de qué fue lo que sucedió con mis padres, pero apenas soy un chico de diez años que va aprendiendo cosas nuevas conforme pasan los días y que tiene toda una vida maravillosa por delante. Pero no duden, que si algún día llega la posibilidad de poder buscarlos, no dudare en emprender una nueva aventura, porque sé de antemano que con el apoyo de mis mejores amigos; Phoebe, Gerald, y de Helga; mi chica especial a la cual amo y daría mi vida por protegerla, puedo lograr prácticamente cualquier cosa que me proponga de ahora en adelante.

Ella es Helga G. Pataki, la chica que desapareció en un día de invierno para darme una lección de vida de la forma más dura posible. Una lección, que sin duda jamás podré olvidar y que se quedara conmigo por el resto de mis días.

Ella es Helga G. Pataki, la chica a la cual yo elegí para amar con todo el corazón y que puedo decir abiertamente... ¡Que valió la pena!


¿FIN?

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