Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Del Odio al Amor

La ligera y fresca brisa de invierno que se colaba de entre la ventana semi abierta hizo que el chico rubio finalmente se despertara de su profundo letargo. Aun recostado sobre la camilla del hospital, Arnold sabía ya que estaba despierto, pero no tenia las mínimas intenciones de abrir los ojos, o al menos no aun; simplemente teniendo una sensación muy parecida a la que siente alguien cuando una persona promedio se despierta un domingo por la madrugada de manera inconsciente, siendo lo único que se desea en ese preciso instante es volver a enrollarse con las cálidas sabanas y dejarse llevar nuevamente por esa maravillosa necesidad que posee el ser humano llamada sueño.

Arnold también sabía que era de día, ya que la tenue luz del sol le daba prácticamente en toda la cara debido al hecho de estar colocado junto a la ventana. Después de mucho pensarlo, Arnold finalmente se decidió por abrir los ojos al darse cuenta de que ya no podría dormir más, teniendo la certeza de que había experimentado un sueño increíble.

—¿Arnold? —Se escuchó una voz un poco más que alterada y estando a una corta distancia del muchacho rubio—. ¿Arnold estas despierto? ¿Puedes escucharme?

*¿Qué si puedo escucharlo?* —El chico con cabeza de balón pensó y se preguntó a sí mismo—. *¿Qué fue lo que dijo? ¡Claro que puedo escucharlo! ¡Qué pregunta tan boba! ¡Un momento...! ¡Yo conozco al propietario de esa voz...! Esa voz es de...*

—¡Arnold...! ¡Oye Arnold...! ¡Viejo háblame! ¡Dame una señal de que puedes escucharme, de que estás despierto o lo que sea!

—¡Gerald...! ¡Eres muy escandaloso! —Dijo adormilado.

En ese momento, el chico afroamericano comenzó a derramar unos cuantos lagrimones de sobrada felicidad siendo seguido por un gran salto de alegría y desenfreno puro, acto que dejo al chico rubio con una expresión de incertidumbre mezclada con algo de sorpresa.

—Gerald estás asustándome, lo digo enserio... —Arnold dijo, sin hacer otra expresión diferente a la que ya tenía.

—¡No sabes la alegría que me da ver que por fin despertaste viejo! ¡Tú eres el que ya nos tenías asustados a todos, pequeño bribón!

—¡Gerald por favor...! Te aseguro que no tengo la más mínima idea de lo que me estas hablando... Ayer no te veías tan eufórico después del rescate.

—¿Rescate? ¿Qué rescate? Arnold, creo que ese golpe que te diste en la cabeza fue aun más duro de lo que yo creí.

—¡Espera un momento! ¿Qué golpe en la cabeza?

—Bueno, es normal que no lo recuerdes.

—Gerald me confundes. Para empezar... ¿Qué día es?

—¿Enserio eso es lo primero que preguntas después de haber estado en coma por casi una semana completa? Hoy es el gran día. Esta noche es noche buena. Hoy es veinticuatro de diciembre y son las cinco de la tarde por si también quieres saberlo.

—¡¿En coma?! ¡¿Veinticuatro de diciembre?!

Arnold miraba hacia alrededor, desubicado. Sin embargo, no parecía ser la misma habitación en la que recordaba que había pasado la noche anterior. Esta estaba provista de un equipo médico mucho más avanzado y a simple vista increíblemente costoso.

—¡Este un hospital privado por si te lo preguntas! —Gerald dijo sentándose sobre la cama—. La tía de Sheena tiene conocidos en este hospital y nos permitió traerte aquí de forma inmediata a un costo ligeramente más bajo. Todos cooperamos con un poco de dinero para asegurarnos de que estuvieras bien atendido.

—Pero... Nada de lo que dices tiene sentido. ¿Una semana? ¿Tanto tiempo estuve dormido?

—Arnold, amigo mío todo lo que necesitas es descansar otro poco. Vuelve a tratar de dormir.

—¡No! Ya no quiero dormir, así estoy bien gracias.

—Entonces permanece acostado otro poco. Tu enorme cabeza de balón lo necesita. Por cierto, tengo que avisarle a los doctores que ya despertaste, también a la enfermera para que te cambie las vendas de la cabeza.

—¿Vendas?

Arnold se llevó la mano derecha a la cabeza para descubrir que en efecto; una gran venda se encontraba enrollándola de lado a lado, eso sin mencionar el profundo dolor en un costado del abdomen que le produjo hacer ese movimiento tan brusco, así como otro aparte; que más que un simple dolor, este parecía como si le hubieran encajado un picahielos en la cabeza.

—¡Oye viejo, quédate tranquilo! El golpe que te diste en la cabeza no fue el único daño que te hiciste al caer, también te rompiste un par de costillas y aunque estas ya casi sanan por completo; procura no hacer mucho esfuerzo para que te cures más rápido y se te calme el dolor.

Un escalofrío se coló dentro de la espina de Arnold, el cual ya comenzaba a ver todo de diferente manera. Entonces, se animó a hacer la pregunta del millón de dólares.

—Gerald, dime que paso exactamente.

—¡Vaya pensé que nunca me lo preguntarías! Pero antes de contarte todo; me gustaría saber ¿Qué es lo que se supone que hacías frente a la casa de Helga G. Pataki ese día al anochecer?

—¿Frente a la casa de Helga? —Levantó una ceja.

—Bueno... Tal parece que olvidaste esa parte también. No importa, probablemente ya lo recordaras mas tarde. Ahora te lo contare todo con lujo y detalle. O al menos mi parte de versión de la historia. —Gerald se aclaró la garganta—. Primero quiero empezar diciéndote que el golpe que te diste debió de haber sido más que impresionante. El simple hecho de dejarte en coma, con dos costillas rotas y dejar la nieve manchada con un río de sangre no lo hace cualquier caída. ¡Y prepárate, porque lo próximo que te contare no me lo vas a creer! Como ya te lo mencioné antes, no sé qué rayos estabas haciendo parado frente a la casa de Helga esa noche, pero ahí fue donde ella te encontró tirado en el piso y desangrándote. Según su versión, parece que resbalaste con uno de los escalones del pórtico y te caíste ocasionándote un coma inmediato. ¿Sabes? Creo que deberías estarle eternamente agradecido a esa niña por haber escuchado atentamente el golpe junto con un grito que pegaste al momento de caer. Puede que si ella no te hubiera escuchado, entonces probablemente no la hubieras contado viejo, y seguramente hubiese sido una desagradable y traumatizante experiencia para ella luego de encontrarte al otro día al pie de su escalera estando probablemente... Bueno no quiero ni siquiera mencionarlo. El punto aquí es, que de no ser por esa niña fastidiosa que siempre te molesta no estaría aquí hablándote amigo mío.

Arnold escuchó atento la explicación de su mejor amigo, pero esta no tenía el mayor sentido, al menos no para él.

*¿Por qué Gerald habla de otro tipo de hechos que son completamente diferentes a los que vagamente recuerdo?* —Pensaba el rubio—. *No parece estarlos inventando, ya que habla como si estuviera completamente seguro de lo que me está diciendo. ¿Entonces porque todo me parece tan confuso hasta este punto? Ahora tengo más dudas de las que originalmente tenía. ¿Qué no me habían traído al hospital por haber pasado mucho tiempo en el interior de esa la tormenta luego de haberme caído dentro de un lago congelado? ¿Y porque dice que me encontraron frente a la casa de Helga? ¡Un segundo! Recuerdo que en mi verdadero mundo, antes de que todo se fuera al diablo y cambiara; yo había ido involuntariamente a su casa después de dejar a Phoebe en la suya, pero eso fue como si mi conciencia me hubiera conducido hasta allí por si sola; ya que aun tenía muchas cosas de las cuales quería platicar con ella. Pero en ese momento, no tenía la menor intención de ir hasta su casa por ser ya muy altas horas de la noche. Y al otro día fue cuando el mundo cambió de repente. Entonces... Eso significa... Que este mundo en realidad es...*

—¿Arnold? —Gerald pasaba varias veces su mano por los ojos de Arnold para hacerlo entrar en sí—. ¿Aun estas aquí, viejo?

—Sí... Lo siento Gerald, solo estaba pensando.

—¡Por cierto Arnold! Cuando despertaste, pude notar que mirabas hacia todas direcciones como buscando algo. ¿Acaso esperabas encontrar a alguien más aparte de mí?

—La verdad es que no lo sé... De hecho, se me hace un poco extraño el verte aquí.

—Sabes Arnold, hay veces en las que dices la verdad de una forma bastante cruda. Todos nosotros tus amigos, nos hemos estado turnando cada día para no dejarte solo y asegurarnos de que al despertar siempre tuvieras a alguien a tu lado. Tus abuelos fueron a traerte ropa por si estas preguntando por ellos.

—Gracias por la información Gerald.

—Y Arnold...

—¿Qué ocurre?

—Me he dado cuenta que tengo un gran defecto, y es siempre juzgar a las personas por su exterior sin atreverme a mirar hacia el interior. —Soltó una sonrisa—. Después de ver todo lo increíble que ella ha hecho por ti, todo lo que ha hecho para mantenerte a salvo, incluso siento un poco de envidia hacia ti mi estimado.

—¿A qué te refieres con eso Gerald?

—¿Recuerdas cuando te dije que nos hemos turnado para asegurarnos de que no te encontraras solo? Bueno, pues hubo alguien a la que le pareció absurda esa idea y prefirió quedarse por un tiempo indefinido hasta que despertaras. Ese acto me hizo cambiar por completo toda la percepción negativa que yo tenía hacia esa persona en específico desde hace algún tiempo. Por lo que puedo decir ahora que me siento sumamente arrepentido de todas las cosas terribles que le hice pasar en el último día de escuela. No se lo merecía y ahora mismo me siento como una vil cucaracha rastrera que no se atreve ni a mirarla a los ojos. Inclusive se me dificulta estarte hablando en este momento, sé que soy un pésimo amigo por haber hecho tal cosa y me arrepiento de ello.

—¿Hablas de lo del regalo intercambiado por una tarta de banana?

—¡Así es! Phoebe te lo debió de haber contado todo cuando fue a tu casa ese mismo día de tu caída.

—¡Espera Gerald! ¿Cómo supiste que Phoebe fue a mi casa?

—Ese mismo día de tu caída, ya estando en el hospital; hablé muy brevemente con ella por teléfono, durante la conversación aparte de haber más discusiones y más pleitos entre nosotros, le hice saber lo de tu situación por lo que tuvo que aplazar su viaje a Japón, diciéndole a su familia que más tarde los alcanzaría ya que lo mas importante en ese momento era tu estado de salud. Durante esa conversación, volvimos a tocar el tema de la broma del intercambio de regalos que hice y acerca de la visita que ella hizo a tu casa para hablar de ciertos temas de los cuales no me quiso mencionar como tal. Pero el punto aquí es que debido a una tontería mía, por creer que por un solo momento hacia lo correcto llegué a poner en peligro varias amistades así como la confianza que Phoebe y yo compartimos, así como tu vida. —Agachó la cabeza.

—Bueno Gerald, si me lo preguntas, creo que eso ya no tiene mucha importancia ahora. —Declaró el joven rubio—. Tal y como tú lo acabas de decir, Phoebe me lo contó todo ese mismo día y aunque admito que estuvo terriblemente mal lo que hiciste, al menos estas arrepentido por tus actos Gerald y buscas la mejor forma de remediarlo, todos cometemos errores. Inclusive, ni siquiera yo mismo me siento muy orgulloso de ciertas cosas que he dicho y hecho últimamente. Pero somos personas después de todo. Las personas cometemos errores para aprender de ellos y procurar no volver a cometerlos en un futuro.

—Gracias por comprender viejo. Eres sin duda el mejor amigo que un chico tan malo como yo podría desear.

—Descuida, yo también soy alguien terrible. No debí involucrarte en mis problemas personales desde un principio, ni a ti ni a nadie. También me arrepiento de haber actuado como un animal ante los demás a raíz de la situación de mis padres.

—¡Ambos somos animales viejo!

—¡Lo sé, y de los peores!

Ambos jóvenes rieron divertidos, para inmediatamente después hacer su ya clásico saludo de puños cerrados y pulgares arriba como una señal de la amistad recobrada.

—Y Gerald... —Habló Arnold—. Antes de desviarnos del tema, me comentaste algo acerca de una chica que no estaba muy de acuerdo con lo de rolar turnos para cuidarme. También mencionaste que ella prefirió quedarse a mi lado por un tiempo indefinido hasta que yo despertara. Pero no veo a nadie más aparte de ti dentro de la habitación. Es decir, tengo curiosidad por saber de quién se trataba.

—Arnold, —Gerald se cruzó de brazos y sonrió sugestivamente—. Creo que eso ya deberías de saberlo de ante mano. Después de todo, los recientes acontecimientos en tu vida giran de cierto modo en torno a ella.

Arnold pensó inmediatamente en un solo nombre posible, uno que involuntariamente deseaba con fervor que le perteneciera a cierta joven de coletas. Una chica que se moría por ver nuevamente a su lado y que no se trataba precisamente de Lila Sawyer; como muchos pudieran imaginar en un principio.

—¿Aun no lo captas viejo? ¿O acaso te la tengo que señalar?

—Bueno yo...

—Ya veo. —Gerald lo interrumpió de tajo y suspiró—. Creo que tendré que hacerlo por mi cuenta.

El chico afroamericano señaló con su dedo índice el piso del lado contrario de la cama donde Arnold se encontraba sentado. Fue entonces, cuando la curiosidad del niño rubio explotó como una bomba de tiempo y no se lo pensó dos veces para asomarse y averiguar lo que allí se encontraba. Cuál fue su impresión al descubrir que la chica a la cual pertenecía el nombre que segundos antes estaba pensando, era precisamente la que se encontraba a su lado, durmiendo plácidamente dentro de una bolsa de dormir sobre el piso de la habitación.

—Ella ha estado cuidando de ti de día y de noche desde que tuviste ese terrible accidente, Arnold. Ella no se ha separado de ti ni por un solo momento. Incluso, han habido múltiples ocasiones en las que me ha tocado verla quedarse dormida sobre la cama, sujetando tu mano para asegurarse de que cuando despertaras ella estuviese ahí. De hecho, no me quiero ni imaginar lo enojada que se pondrá cuando descubra que fui yo el primero en verte despierto.

Arnold se quedó perplejo ante las palabras de su amigo, pero aun más ante lo que sus ojos veían. El chico rubio permaneció contemplando su rostro durante largos minutos que fácilmente podrían haberse convertido en horas, pudiendo descubrir diversas reacciones; como su cara de enfadada al dormir o como su cabello ya no se encontraba suelto, sino que era sujetado por las dos coletas que siempre llevaba por detrás de la cabeza y que eran tan características de ella, así como su inseparable moño de color rosa el cual de algún modo a Arnold siempre le había parecido tierno. Fue entonces cuando Arnold inconscientemente suspiró, diciendo su nombre seguido de una frase que también deseaba pronunciar.

—¡Helga...! ¡Por fin he vuelto!

—¿Dijiste algo Arnold? —Preguntó Gerald con incredulidad.

—No, no fue nada. Solo pensaba en voz alta. —Arnold sonrió—. Creo que tienes razón Gerald, soy muy afortunado. Creo... Que lo que me dijiste hace un año resultó ser verdad.

—¿Qué fue lo que te dije hace un año?

—Hablo de aquello que mencionaste cuando Mai, la hija del Sr. Hyunh se volvió a encontrar con su padre. Creo que en efecto, tengo a un bello ángel navideño que me cuida.

—Arnold... —Gerald se sorprendió.

Arnold se sentó sobre la cama y estiró su mano derecha para tratar de limpiar el pequeño río de saliva que salía de la boca de la rubia. Al hacerlo, Helga se comenzó a despertar. Poniéndose de pie de un solo salto pero tropezando con la bolsa de dormir, cosa que la hizo caer de narices al suelo, haciendo que los dos chicos pusieran una expresión como si les hubiera dolido más a ellos.

Helga se levantó como pudo, desechando la bolsa de dormir y aventándola con desprecio hacia el otro lado de la habitación. La chica perdió la noción de lo que estaba diciendo y le tomó algunos segundos recobrar el habla

—¡¿Arnold?! ¡Pero qué...! ¿Qué no se supone que estabas en coma cabeza de balón? ¡Al menos si te vas a despertar ten la decencia de avisarme con anticipación! —Dijo finalmente, haciendo un puchero de niña chiquita y cruzándose de brazos para mirar hacia la ventana con el ceño fruncido.

—Sí... A mí también me da mucho gusto verte, Helga. —Pronunció Arnold, dirigiéndole una sonrisa sarcástica.

Gerald casi se ríe de lo hilarante del momento. De repente, Helga cambió su actitud a una mucho más seria, mientras contemplaba el atardecer anaranjado que se proyectaba a través de la ventana de la habitación. En ese momento, una fuerte ráfaga de aire entró por la susodicha apertura, haciendo que Arnold y Gerald se cubrieran los ojos. Justo en el momento preciso, antes de que Arnold se alcanzara a taparse la vista por completo para evitar que alguna basurilla le entrara en los ojos, el chico de cabellos rubios y alborotados alcanzó a apreciar lo que parecía una sola lágrima rodando sobre la mejilla de la chica, siendo acompañada de una sonría de inmensa felicidad.

En cuanto el ventarrón se tranquilizó, Helga parecía volver a tener la misma expresión de estar peleada con el mundo y se manifestó en un murmullo que Arnold apenas y alcanzó a escuchar.

—Me alegra que hayas despertado Arnold.

Acto seguido, la chica salió corriendo a toda velocidad de la habitación sin decir más explicaciones.

—¡Helga espera! —Gritó Arnold tratando de detenerla, cosa que le fue inútil poder hacerlo.

Las acciones de Helga hablaban por si solas, dejando a ambos chicos inertes y provocando casi un accidente al abrir la puerta de golpe en pos de su desenfrenada carrera. Las víctimas esta vez, eran un grupo de chicos de cuarto grado; muy conocidos y queridos que injustamente tuvieron que aguantar los empujones de la rubia tan solo por querer ir a visitar a su amigo en desgracia. Entre esos adorables chicos se encontraban: Sid, Stinky, Lila, Phoebe, Rhonda, Harold, Patty, Eugene, Brainy, Nadine y Sheena.

—¿Pero qué le pasa a esa lunática? —Preguntó Rhonda frunciendo el ceño.

Para Helga, esto no le importó lo más mínimo y continuó su carrera sin un destino fijo, apartándolos violentamente de su camino y encontrándose más adelante a varios doctores y enfermeras que le replicaban la regla por default numero uno dentro de los hospitales: << No correr en los pasillos >> Sin embargo, Helga los pasó de largo ignorándolos con descaro, ya que lo único que mas deseaba era desaparecer de allí lo más rápido posible. Estaba claro que las palabras de odio dichas por parte de Arnold unos días atrás; aun continuaban haciendo estragos en el corazón de la chica. Después de correr por determinado tiempo, Helga por fin detuvo su alocada carrera, metiéndose en uno de los elevadores que iban vacíos. Ahí, en la absoluta soledad y respirando muy agitadamente, la joven cayó sentada y abrazó sus rodillas para comenzar a llorar descontroladamente, diciendo en repetidas ocasiones el nombre de "Arnold" seguida por unas cuantas palabras que solo ella se escuchaba decir.

—¡Gracias a dios! ¡Gracias a dios que despertaste! Arnold... Mi estúpido y amado cabeza de balón...

De vuelta a la habitación de Arnold, sus compañeros y amigos que aunque extrañados en primera instancia por el comportamiento de Helga; a los pocos instantes olvidaron por completo que tenían una compañera con ese nombre cuando estallaron en júbilo al ver a Arnold finalmente despierto. Algunos rieron y otros lloraron, especialmente las chicas como lo eran Phoebe y Lila. Brainy también se encontraba ahí. Al principió, causándole cierto escalofrío al rubio después de todo lo que había sucedido en torno a él y a la guerra que había provocado dentro de los muros de la primaria 118. Pero al no tardar en darse cuenta de que al haber regresado a su propio mundo todo estaba de vuelta en su lugar; Arnold lo abrazó complaciente y alegrándose enormemente de que resultara ser el mismo de siempre, cosa que hizo que el chico jadeante se quedara en la incertidumbre total ante el gesto de cariño demostrado. Lila y Rhonda llevaban cargando un jarrón lleno de flores multicolores, proporcionadas y cultivadas directamente desde el jardín que el Sr. Simmons tenía en la parte trasera de su hogar y siendo esta una aportación de solidaridad para su amigo por parte del grupo entero, representando con cada flor a cada uno de los chicos del cuarto grado y al propio Sr. Simmons, el cual desafortunadamente no pudo acompañarlos debido a la llegada inesperada de su poco ortodoxa familia.

La celebración se extendió y continuó por algunos minutos extras aparte de los que los chicos disponían originalmente para permanecer junto a su amigo. Minutos que utilizaron bien para tomarse algunas fotografías del recuerdo, escuchar y parlotear anécdotas divertidas e interesantes del final de curso y así poner al día al joven de gorra azul, para finalmente culminar el día abrazando y deseándole una feliz navidad a su amigo con cabeza de balón, ya que por desgracia aun debía permanecer en tratamiento y revisión por unos cuantos días más, siendo que debía pasar la noche buena y la llegada de la navidad dentro del mismo hospital. Fue así, como la habitación poco a poco se fue quedando vacía, cuando por fin había llegado la hora en la que los chicos de cuarto grado debían de regresar a casa con sus respectivas familias; para comenzar a degustar el suculento pavo de navidad que les aguardaba. Siendo los últimos en permanecer junto al rubio sus amigos más cercanos; Gerald y Phoebe.

No obstante, a pesar de que la respuesta de Arnold a todo esto fue muy favorable y agradecida en torno a los gestos de amistad que había recibido por parte de lo que él consideraba ya su segunda familia; el chico aun sentía en su interior un espacio vacío, como si un tiburón le hubiera dado una gran mordida. Un vació que no tardó en darse cuenta que solo lo podía llenar cierta personita portadora de un gran moño rosa sobre su cabeza. Arnold sabía dentro de su corazón que era sumamente urgente poner las cosas en su lugar. El momento decisivo para hablar cara a cara con Helga había llegado.

—¡Qué bien se siente estar de nuevo con aquellos a los que aprecias!

—¡Ni que lo digas viejo! Si que nos diste un buen susto, pero procura no volver a hacerlo. Ten más cuidado y fíjate en donde pisas la próxima vez.

—Descuida Gerald, lo tendré presente. —Dijo sonriente.

—Y bueno, ahora que ya te encuentras a salvo y consciente, tal vez ahora si podrías responder a la pregunta por la que toda América ha esperado una respuesta. ¿Qué es lo que hacías parado frente a la casa de Helga ese día por la noche, Arnold?

—Bueno... —Arnold balbuceó tratando de recordar a detalle—. Es una historia bastante larga y en parte tiene mucho que ver con aquello de lo que Phoebe y yo hablamos en mi casa y que ella no te pudo decir. El punto es, que yo tenía planeado visitar a Helga al día siguiente para hablar seriamente sobre un asunto que teníamos pendiente desde hace algunos meses atrás en el día de San Valentín anterior, además de ofrecerle una sincera disculpa por la forma en la que la traté injustificadamente en la escuela. Sé que la broma originalmente iba dirigida hacia Lila; pero Helga tampoco merecía ser una víctima más de mi explosivo estado de ánimo. Entonces, justo después de acompañar a Phoebe hasta su casa, fue cuando sentí la enorme necesidad de verla, es como si mi subconsciente hubiera tomado el control tanto de mi cuerpo, como de mis acciones y me hubiera guiado hasta su casa. Recuerdo que al llegar, estaba a punto de llamar a la puerta cuando recobre el control de mi mismo y me detuve para salir corriendo de ahí lo más rápido que podía. Todo lo demás que recuerdo hasta ahora es un poco borroso y confuso, ni siquiera recuerdo el haber resbalado con los escalones o algo parecido. —Dijo Arnold, siguiéndoles la corriente solo para evitar hablar de sus vivencias en aquel mundo paralelo ya que probablemente lo tacharían de demente.

Gerald adoptó su forma de pensador.

—Interesante teoría la tuya mi querido Arnold. Pero... ¡Quién lo diría! ¡El buen Arnold visitando a Helga G. Pataki en su propia casa! Eso sí que no es de este mundo.

—¿Y qué es lo que piensas hacer ahora Arnold? —Preguntó la joven de gafas, rompiendo su silencio y hasta ahora sentada sobre la cama contigua a la de Arnold—. Hace una semana te dije lo que necesitabas saber, ahora la decisión es solamente tuya.

—¡Como odio cuando las personas a mí alrededor hablan de algo que yo no entiendo y no hacen absolutamente nada para mantenerme al tanto de las cosas! —Gerald se recargó en la pared frente a la cama de Arnold y se cruzó de brazos.

—Gerald no te preocupes, en cuanto todo se haya aclarado te prometo que te contare todo con mejor detalle, pero por ahora es un tanto complicado hasta para mí el poder entenderlo. Y Phoebe... —Arnold giró su mirada para ver a la chica—. Por ahora solo deseo hablar con ella, estoy seguro de que cuando lo haya logrado las palabras saldrán por si solas. Eso claro si es que logro encontrarla.

—La pobre chica se veía deshecha cuando salió corriendo de aquí sin dar mayores explicaciones. Aunque aun no puedo entender el porqué se comportaba de esa forma. —Opinó Gerald.

—Es normal que se sienta así. —Phoebe continuó dirigiéndose hacia Arnold—. Después de todo, ella piensa que aun la odias. Mientras estuviste en coma, hice lo posible por tratar de hablar con ella, pero me resultó muy difícil, lo único que le interesaba era tu bienestar. A decir verdad, jamás la había visto tan preocupada en todos los años que llevo de conocerla.

—Yo también trate de hablar con ella, a decir verdad también quería ofrecerle una disculpa por lo que le hice. Pero justo como le ocurrió a Phoebe, también me rechazó todas las veces en las que tenía una oportunidad de entablar una conversación con ella. Esa chica a veces me saca de mis casillas, es muy testaruda. —Gerald concluyó.

—No es que sea testaruda, lo que pasa es que simplemente no sabe la forma adecuada de expresar lo que siente. Y francamente no la culpo, después de ver como sus padres la abandonaron antes de navidad, es comprensible su comportamiento y como comentario personal, es algo que me causa mucha rabia.

—¡Espera Phoebe! ¿Qué quieres decir con eso de que sus padres la abandonaron? —Arnold preguntó intrigado, sentándose sobre la cama.

—Bueno, no sé si ustedes lo sepan o si ya se hayan dado cuenta, pero los padres de Helga siempre se han caracterizado por ser muy descuidados en cuanto a la atención que le ponen a su hija, por lo general prefiriendo ponerle más atención a su otra hija, Olga; es como si su mundo girara alrededor a ella. Sé que Olga ha logrado hacer muchas cosas importantes en la vida y siempre se ha caracterizado por ser una alumna excepcional que ha cumplido con prácticamente todo lo que se ha propuesto, pero esa no es justificación para ignorar a la pobre de Helga, ella tiene un alto potencial oculto y que me atrevería a decir que es incluso más grande que el de su hermana mayor, pero por la culpa de la falta de motivación por parte de una figura paterna y materna, ella se siente reprimida y a veces valiéndose de ella misma, es así como ha logrado salir adelante. Ahí es donde entras tu Arnold.

El chico abrió sus ojos hasta el tope.

—Desde que te conoció, tú has sido su fuente de inspiración para prácticamente todo, al carecer del amor por parte de su familia toda esa atención la vio reflejada en ti. En resumen, tú eres su único incentivo para continuar existiendo Arnold, Ahora imagínate lo que ella debió de haber sentido cuando le dijiste que la odiabas después de haber sido excluida y abandonada por sus padres para pasar la navidad con su hermana en vez de permanecer junto a ella como debió de haber sido siempre. Eso debió de haber sido un golpe extremadamente duro.

Arnold guardó silencio y agachó la cabeza. Phoebe y Gerald le imitaron e hicieron lo mismo, convirtiendo la propia habitación en algo más silencioso que una cripta.

—Creo... —Phoebe y Gerald levantaron la mirada por inercia, cuando el chico con cabeza de balón comenzó a hablar después de pensar por algunos instantes en cuál sería el siguiente paso—. Creo que ya sé que es lo que tengo que hacer. No cometeré los mismos errores que sus padres. Ella no tiene la culpa de nada. Ahora solo debo encontrarla y decirle lo que le he querido decir desde hace una semana.

—Espero que esas palabras sean algo que ella desea escuchar y que la hagan feliz. —Dijo Phoebe levantándose de la cama contigua.

—Descuida, lo tengo todo bajo control. —Arnold dijo tranquilamente.

—¡Así se habla viejo! Y lamento ser el portador de más malas noticias, pero me temo que ha llegado el momento de irnos, le dije a mi papa que nos recogiera a las ocho en punto y ya son las ocho y cinco. Realmente me gustaría permanecer contigo más tiempo, viejo.

—Sí, a mi también. De hecho, siento un poco de culpa por dejarte solo. —Confesó Phoebe.

—Descuiden chicos, es noche buena después de todo y ustedes merecen estar con sus familias tras haberles causado tantas molestias al haber cuidado de mi día tras día. Aunque, pensándolo bien es gracias a mis tonterías que Phoebe no pasara esta noche con sus padres. Me disculpo por ello.

—No te lamentes Arnold. —Se adelantó la joven—. Fue mi decisión el permanecer aquí para ver que estuvieras bien, y me siento contenta de que así fuera o de lo contrario no hubiera dejado de preocuparme de ti estando tan lejos.

—¡Gracias Phoebe! Supongo que pasaras navidad en compañía de Gerald.

—Sí, así es. —Corroboró, pero sin mostrar la felicidad que se esperaba.

—No te preocupes Arnold, ella estará bien. —Se acercó a su amigo y le dio un fuerte abrazó—. ¡Feliz navidad viejo! Procura cuidar esa cabeza de balón un poco mejor a partir de ahora. ¿Quieres?

—¡Cuídate mucho Arnold y que pases una feliz navidad! Me da mucho gusto saber que por fin estas bien. —Dijo la chica abrazándolo por igual.

—Gracias a todos ustedes que estoy bien. ¡Que pasen una muy feliz navidad!

-o-

Arnold se despidió afectuosamente de dos de sus mejores amigos, para finalmente quedar recostado nuevamente contemplando la habitación en una obscuridad casi total. Por su parte, Los dos chicos abandonaron el cuarto en silencio para caminar por el pasillo, bajar por los elevadores y de esta forma llegar hasta la salida del hospital. Fue entonces, cuando ambos llegaron hasta el interior de los ascensores que Gerald se animó a terminar con la incomodidad del momento.

—Phoebe... —Se mordió el labio.

—¿Si? ¿Qué pasa Gerald?

—Como decirlo... Veras... Yo... Phoebe ya no puedo soportarlo más, toda la semana he tratado de reunir el valor para decirte que lo siento muchísimo. Perdóname por la forma en la que te trate, perdóname por haberte mentido y por haberte hecho llorar de esa forma, perdóname por haberle causado daño a tu mejor amiga. Ya no quiero que discutamos, me destroza el alma no poder estar junto a ti. Sé que soy un tonto, pero ahora me arrepiento totalmente de mis actos y lo único que deseo para esta navidad es poder estar en tu corazón nuevamente.

Gerald se puso de rodillas, mientras recitaba aquello que desde hace una semana tenía tantas ganas de decirle a la chica de sus sueños. Pero justo cuando iba a comenzar a derramar las de cocodrilo, la mano de la chica de descendencia asiática se postró sobre su hombro para lograr tranquilizarlo un poco. Acto seguido, ocurrió algo que Gerald simplemente no esperaba que sucediera tan rápido. El chico afro levantó su carita de perrito regañado y se dispuso a proceder nuevamente con su afamado discurso del perdón, cuando al levantar la cara para mirar a la joven directamente a los ojos, este se encontró con algo aun mejor que lo que originalmente tenía en mente, siendo para el chico lo mas delicioso que pudo haber probado y saboreado en su corta vida. Más sabroso todavía que todas las hamburguesas con patatas fritas del mundo puestas juntas; Gerald disfrutó cada segundo, cada instante del momento en el que Phoebe duró con sus labios puestos sobre los de él.

El beso no duro mucho tiempo, pero si lo suficiente como para hacer que Gerald se sintiera en las nubes. Su deseo de ser correspondido antes de la llegada de la navidad no podía describirse únicamente con palabras, ni siquiera con todos los regalos que papá Noel estuviera dispuesto a traerle este año parecerían ser suficientes, ya que había podido recobrar lo que para el significaba el regalo más preciado que pudiera poseer; el corazón de su chica de ensueño.

—Phoebe... Yo...

La chica puso su pequeño dedo índice sobre los labios de Gerald para impedirle hablar.

—Gerald, a estas alturas ya no tienes porque disculparte conmigo por nada. —Dijo con una sonrisa muy marcada sobre sus mejillas coloradas—. A pesar de tu falta, tal y como Arnold lo dijo, lo importante es que quieres arreglar las cosas, te comportaste como un tontito pero tienes un buen corazón después de todo. Y ese buen corazón es lo que tanto admiro de ti y para serte franca, eso fue lo que me cautivo mucho de ti desde la primera vez que te vi... Bueno y también tus ojos.

—Entonces... Eso significa... Que tu...

—Así es Gerald, te estoy aceptando. —Le dijo de forma coqueta y llevando sus manos hacia atrás.

Gerald no podía creer lo que sus ojos veían y lo que sus oídos escuchaban. Tanto así, que le llevo alrededor de unos segundos a su cerebro procesar la nueva información recolectada para inmediatamente soltar otro brinco de alegría y abrazar a la chica para continuar con su baile de la alegría gritando a viva voz y a todo pulmón << ¡YA TENGO NOVIA! >> El ascensor se detuvo en la planta baja y Gerald salió disparado brincando de felicidad y diciéndole a todos los que pasaban; ya fueran doctores, enfermeras o pacientes la misma frase que no dejaba de repetir << ¡YA TENGO NOVIA! >> Phoebe sintió un poco de pena y se puso completamente roja al contemplar semejante escena protagonizada por parte del joven que ahora era considerado oficialmente como su novio. Cuando la euforia concluyó, Gerald abrazó de nueva cuenta a Phoebe y esta se engancho de su brazo izquierdo colocando su dulce rostro muy pegado a su brazo. De esta forma, ambos salieron del hospital para esperar al Sr. Johanssen a que pasara a recogerlos e ir finalmente a la casa de Gerald y de este modo pasar la navidad juntos.

—Espero no causar muchas molestias en tu casa. ¿Estás seguro de que quieres que los acompañe? —Preguntó la chica de gafas un poco apenada.

—¡Absolutamente nena! —Le confirmó su novio—. Después de todo, tu familia se encuentra en Japón y aunque habías dicho que los alcanzarías; allá prácticamente ya es navidad, además de que dudo mucho que haya vuelos disponibles para estas horas, y si pensabas en ir a tu casa entonces eso significaría que pasarías sola la navidad. Y eso es algo que no puedo permitir.

—Gracias cariño. Y por cierto, ¿Qué crees que ocurra con Arnold y Helga a partir de ahora? ¿Lograran resolver sus diferencias?

—Bueno, no estoy muy seguro. A veces veo a esos dos como si fueran agua y aceite. Pero aunque no puedan mezclarse, estoy seguro de que pueden ser capaces de convivir juntos.

—Pues yo pienso que si son capaces de mezclarse. Lo creas o no, ellos dos son muy parecidos, no cabe duda de que ambos están hechos el uno para el otro.

—Tal vez tengas razón, de cualquier forma seria divertido planear una cita doble algún día.

—Sí, creo que es una maravillosa idea tesoro.

Ambos se miraron y se volvieron a besar, pero se separaron cuando el auto del Sr. Johanssen se detuvo frente a ellos para abrirles la puerta. Acto seguido, Gerald saltó dentro del auto entusiasmado en decirle a su padre que por fin tenia novia.

—¡Papá! ¡Papá! ¡A que no adivinas que acaba de suceder!

—¡Aquí vamos otra vez! —Dijo Phoebe resignada, abordando el auto de igual forma.

Arnold observó desde la ventana de su habitación, como el auto de los Johanssen partía y se alejaba con la nueva pareja recién formada. El chico rubio sonrió y volvió a su cama.

—¡Vaya! Tarde o temprano, todos tienen que dejar el nido. ¿No es así Gerald?

A continuación, Arnold cerró los ojos para buscar la paz y la tranquilidad en la obscuridad.

-o-

Justamente, cuando Arnold estaba a punto de quedarse dormido, sus adorables abuelos aparecieron junto con el médico para hacerle una visita rápida de diagnostico. Mientras el doctor realizaba los estudios pertinentes, sus abuelos estaban rebosantes de alegría por ver como su nieto finalmente había despertado y aparentemente sin secuelas de algún daño permanente. Cosa que le hizo perder cinco dólares a Phil frente a Pookie al apostar que si Arnold despertaba, este quedaría tan loco como ella.

Fue así, como el veredicto final del médico fue que Arnold debería permanecer al menos dos días más en observación, tan solo para ver cómo reaccionaba su cerebro ante los daños ocasionados por el golpe, así como la mejoría del par de costillas que se había roto al caer. Cosa que Phil agradeció al cielo, ya que el dinero para permanecer en ese hospital de ultra lujo se estaba agotando. Para Arnold, el tiempo con sus abuelos fue tan enriquecedor como lo fue el que paso con sus amigos más cercanos. Contando anécdotas de todo lo que había ocurrido en la casa de huéspedes en su ausencia, así como las locuras que su abuela había vivido al querer organizar una excursión a pie hacia el polo norte con tan solo un cuchillo de cocina y una lata de panqueques enlatados para sobrevivir.

Finalmente, mientras hablaba con sus abuelos, Arnold se dio cuenta de las cosas tan maravillosas que tenia y de los profundos lazos que había llegado a construir en su corta vida, haciéndole pensar que no había nada mejor que estar vivo y disfrutar cada momento con las personas que mas estimaba y amaba, siempre y cuando se diera la oportunidad. A partir de ese momento, Arnold se prometió a sí mismo no volver a estar triste por la partida sin retorno de sus padres. Sino que mantendría la esperanza de que algún día, al despertar, los encontraría en la cocina, desayunando los ricos waffles de su abuela y listos para dirigirse hacía su próxima aventura. O si el destino lo permitiese, poder viajar hasta San Lorenzo y así averiguar finalmente que les había ocurrido.

El reloj marcaba las nueve de la noche y la visita de Phil y Pookie había terminado de la mejor manera posible. No obstante, sus abuelos decidieron quedarse junto a su nieto para que de esta forma no se sintiera solo en esta navidad. Siéndoles otorgado el especial permiso de celebrar la llegada de papá Noel, organizando una especie de mini fiesta junto con los demás pacientes y doctores en el área de alimentos. Fue justo en ese momento, cuando al niño de la gorra azul se le vino a la mente la imagen de la joven rubia, a la cual no había vuelto a ver desde que había salido corriendo de la habitación hacia quien sabe dónde; ocasionando una enorme preocupación en el chico.

*¿En donde podrá estar?* —Arnold se preguntaba nervioso.

-o-

La noche había caído sobre la ciudad de Hillwood y el frío se había intensificado el doble, indicando que en cualquier momento pudiera comenzar a nevar. Arnold recorría los pasillos del hospital como un sonámbulo sin un lugar en especifico al cual dirigirse, siendo solo cubierto con su respectiva bata de cuarto y una chamarra verde aborregada de lana bastante abrigadora; este se aventuró a recorrer cada rincón del hospital en busca de la joven Pataki. Los minutos pasaban y su desesperación aumentaba. Llegando a tal grado de tener que preguntar tanto a doctores como a pacientes si no habían visto a una niña de diez años con la respectiva descripción de Helga, pero encontrando únicamente respuestas negativas y poco alentadoras.

*Tal vez ya se fue a casa* —Arnold pensó desilusionado para dejarse caer sobre una de las sillas colocadas en hilera para los pacientes y llevarse ambas manos a la cabeza en señal de frustración—. *Si tan solo la hubiera detenido en ese momento.*

Estando en esa pose, Arnold comenzó a dudar y a darle vueltas a la cabeza, recordando el porqué se encontraba haciendo esto. El porqué de todos los acontecimientos de su vida, giraban en torno a la joven rubia. Y por si fuera poco, el porqué de querer verla de nuevo si al mismo tiempo tenía las suficientes dudas como para completar un fiel examen de egreso de la universidad.

*¿A caso no te pareció suficiente lo que aprendiste en aquella otra dimensión?* —Se preguntaba a sí mismo, viéndose en un espejo dentro de su propia mente—. *¿Por qué continuas dudando Arnold? ¿En dónde quedaron aquellas palabras que dijiste que cumplirías y que le prometiste a la otra Helga? Tú dijiste que la protegerías de todo mal, pero se te ha olvidado por completo protegerla de ti mismo. ¡Idiota! En este momento, ella te considera un monstruo, una aberración. Así que dime, ¿Cómo vas a solucionar todo esto? ¡Nunca te creí tan cobarde Arnold! Sinceramente haces que me avergüence de mi mismo. ¿Si no pretendías resolver las cosas entonces porque elegiste quedarte en este mundo? En la otra dimensión lo tenías todo. Fama, nuevos amigos y el amor de Helga. Una Helga que habría hecho hasta lo imposible por ti, habría llegado hasta el fin del mundo por ti si con eso pudieras ser feliz. Además, que debo mencionar que es gracias a ella que sobreviviste. Tan solo quiero que me respondas el motivo del porque regresaste a este mundo. Pudiste ser parte de una nueva vida de ensueño pero tú la rechazaste. Pero, ¿Por qué? ¿Acaso no siempre estas quejándote de la actitud de chica mala con falta de atención de Helga? En aquella dimensión, Helga era del tipo de chica que todos querían tener como novia. Ella era amable, bella, valiente, considerada y hasta tenía sus momentos cursis de vez en cuando. ¿Acaso no esa era la clase de chica que siempre buscaste? Te lo preguntare por última vez, así que piensa bien en tu respuesta y contéstame. ¿Por qué regresaste a este mundo si en el otro podrías haber sido más feliz?*

Arnold cayó de rodillas al suelo y su reflejó salió del espejo imaginario para colocar su pie sobre la cabeza de el mismo, esperando por una simple respuesta. Tras una breve pausa, Arnold respondió molesto.

*¿Por qué regrese? ¡Qué pregunta tan estúpida! ¿Acaso no es obvio? Regrese... Regrese para hacer feliz a Helga, no me preguntes algo tan superficial como eso* —Después de dar una respuesta, Arnold empujó a su reflejo hacia el espejo imaginario, haciéndole entrar nuevamente y cayendo al suelo para quebrarse en miles de pedacitos, entonces se puso de pie manteniendo una mirada penetrante ardiendo en fuego—. *Regrese para cumplir mi promesa. Regrese, porque no quiero una faceta de Helga incompleta. Aunque debo admitir que tienes razón cuando dijiste que no la protegí de mi mismo. Y esa es otra razón por la cual decidí volver a buscarla, no puedo permitir que la chica que me gusta me tenga miedo. Y por si también te lo estabas preguntando, comencé a dudar porque no soy muy bueno el poder declararle mi amor a alguien y sobre todo a esa chica mandona que parece estar siempre con el ceño fruncido y con una cara de pocos amigos. No sé como terminara todo esto, pero en este momento, en esta misma noche; Helga tendrá que escuchar lo que pienso de todo esto, aun si tengo que buscarla en cada rincón de la ciudad. Ella es la chica de quien yo finalmente me enamore. ¿Qué a quién prefiero? ¿A la Helga linda o a la Helga orgullosa? Esa pregunta es difícil de responder, pero siguiendo con tu juego enfermo, en ese caso diría que ambas me gustan. Si a una persona le gusta otra solamente por ciertos aspectos; si solo le gusta por las virtudes y no por sus defectos, entonces esa persona es una total carente de materia gris, inclusive más boba y estúpida que el Brainy del otro mundo. Mi decisión final está tomada, ahora lo único que falta es encontrar a la personita en concreto para abrirle mi corazón. ¿Helga en donde puedes estar?* —Arnold concluyó, preguntando hacia nadie en particular. Mientras que una joven que correspondía exactamente con la descripción dada por el muchacho de la gorra azul a los doctores, lloraba inconsolable en el techo del hospital; a la vez que miraba con tristeza y melancolía hacia las luces de la ciudad.

-o-

Sus lágrimas salidas de sus ojos rojizos rodaban sobre sus chapeadas mejillas, para así acabar impregnadas sobre su ropa y otras más sobre el piso helado del techo del hospital. No sentía el más mínimo índice de frío, pero aun así se encontraba abrigada con una chamarra de color violeta y por debajo de esta; una blusa de manga larga combinada por la parte de abajo con una falda del mismo color y unos largos mallones negros para terminar con unas graciosas zapatillas blancas. Ahí, estando de pie y sujetando con su mano derecha la reja que dividía a la azotea del inmueble con el abismo; se encontraba la joven Pataki desahogando sus penas en silencio.

—¿Por qué demonios sigo llorando por él? —Se preguntaba, mientras se secaba las abundantes lágrimas que no dejaban de brotar por sus bellos ojos de color azul—. ¡No lo entiendo! Se supone que ya me había decidido a abandonar mis sentimientos por Arnold y mírenme ahora, me estoy comportando como una verdadera idiota. ¿Por qué me es tan difícil el poder olvidarte?

Helga sacó desde el interior de uno de los bolsillos de su chamarra su relicario en forma de corazón con la foto de su amado.

—Soy tan débil que incluso recupere tu imagen desde el fondo de la basura. ¿Por qué no dejas de atormentar mi dolorido y golpeado corazón? ¿Por qué me aferro a ti? ¿Por qué me sigo aferrando a algo que jamás podré conseguir como lo es tu corazón? ¿Acaso no merezco ser feliz por una vez en la vida? ¡Ohh! Mi amado, a pesar de que nos encontramos en el mismo edificio, a pocos metros de distancia, me tendré que conformar y pasar una navidad más lejos de ti y de tu simétrica cabeza de balón, lejos del aroma a frutas tropicales que emana tu suave cabello y lejos de esos dulces y rojos labios que tanto anhelo por saborear de nuevo. Otra navidad más sin poder decirte lo que en verdad siento por ti, tal y como lo han sido todas las anteriores y como probablemente serán todas las que están por venir. ¿Qué futuro tan negro me aguarda? El estar aquí sola en el frío me entristece, pero si me voy a mi casa estaré aun más triste al recordar como mis padres se atrevieron abandonarme en una fecha tan especial, al menos aquí sé que mi niño amado y querido esta en algún lugar bajo mis pies y eso me hace sentirme de alguna forma acompañada.

Helga acarició con su mejilla la imagen del rubio para después darle un pequeño beso y meterlo nuevamente en el lugar de donde lo había sacado. Pero justo en el preciso momento que se disponía a guardar de nuevo su preciado relicario, este no entró por completo al bolsillo de la chamarra, cayendo en consecuencia y rodando por todo el techo hasta detenerse y dar cerca de la puerta que conectaba el último piso con el techo del hospital. Helga lo persiguió en línea recta después de sufrir un mini infarto a causa del susto y el temor de perderlo. Sin embargó, las verdaderas preocupaciones para la rubia tan solo habían comenzado, cuando Helga sufrió otro mini infarto al darse cuenta de que algo que nunca debió de haber pasado en la vida; había sucedió al fin. Parado frente a la puerta que llevaba hacia el último piso del hospital, se encontraba Arnold sosteniendo el relicario entre sus manos.

—¡Así que en verdad existía! —Dijo Arnold observando el relicario y tocando sus bordes con sus finos dedos. — ¡Se siente extraño! Jamás me imagine que una chica conservara alguna vez una foto de mí dentro de un relicario en forma de corazón.

Helga se quería morir. Si en ese momento hubiese aparecido un platillo volador para secuestrarla y llevarla a un planeta distante, eso hubiese resultado perfecto para la joven. Lo único que deseaba era escapar, huir lo más rápido posible y no encontrarse en ese lugar para evitar la humillación.

—¿Qué es lo que haces aquí Arnold? —Bajo la mirada y formuló su pregunta demostrando cierto nivel de rabia y rudeza.

—Te busque por todo el edificio y este era el último lugar que me quedaba por explorar. ¡Yo solo quería hablar contigo!

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar cabeza de balón.

—Claro que sí.

—¿Por qué me insistes tanto?

—¿Y tu porque te resistes tanto Helga?

—¡Tan solo déjame sola! —Se dio media vuelta para darle la espalda.

—Lo siento Helga, pero eso es algo que no puedo hacer.

—¿Qué dices zopenco?

—¡Lo que escuchaste, no me iré de este lugar hasta no haber aclarado ciertas cosas entre tú y yo!

—¡Entonces quédate solo congelándote en este lugar! ¡Yo me borro!

Helga se dirigía hacia la puerta pero Arnold le impidió el paso.

—¡Quítate de mi camino maldito gusano asqueroso!

—¡No lo haré!

—¡Si no te apartas de este momento te juro que te haré trizas aquí y ahora pedazo de idiota!

—¡Adelante! Haz lo que quieras conmigo, si es que me vas a golpear, ¡Entonces adelante, hazlo! La verdad es que no me importa en lo absoluto si lo haces. Ya he recibido demasiado castigo durante esta semana, tanto físico como psicológico. Por lo que una golpiza más no marcaría mucha la diferencia.

Helga lo estaba considerando muy seriamente, por lo que se preparó apretando el puño derecho. No obstante, esta se retractó en el último minuto.

—¿Por qué tienes que hacer siempre las cosas tan complicadas Arnoldo?

—Lo hago por el mismo motivo y razón por el cual tú siempre tratas desenfrenadamente de ocultar tus sentimientos hacia los demás. En especial tus verdaderos sentimientos hacia mí.

Arnold señaló el relicario, solo para que la chica rubia se lo arrebatara un segundo después y volviera a guardarlo celosamente dentro de la pequeña bolsa de su chamarra.

—Nunca has sido completamente honesta contigo misma. Ni con los demás. Admítelo Helga.

—¡Yo soy la persona más honesta que conocerás en tu vida Arnold! Y todo lo que has visto desde que nos conocimos ha sido la verdadera y autentica Helga. ¡Ahora quítate de mi camino que me estorbas! —Dijo para apartar a Arnold de la puerta con cierta rudeza y comenzar a descender por las escaleras para regresar hacia dentro del inmueble.

—¿A sí? Entonces quiero que me expliques el porqué si eres tan honesta como dices ser; tienes que recurrir a la suplantación de identidad para no ser descubierta, ¡Quiero que respondas en este mismo momento Helga! ¿O acaso prefieres que te llame Cecile?

Helga se detuvo en seco, como si alguien le hubiera congelado las piernas en el preciso instante en el que escuchó a Arnold pronunciar ese nombre, el cual pensó que se había quedado guardado para siempre en el baúl de los recuerdos.

—Pero... Como fue... Que tú te enteraste de... —Tartamudeó nerviosa.

—Digamos que un solo pajarito me lo dijo. —Arnold movía sus ojos de derecha a izquierda en repetidas ocasiones.

—¡Phoebe! Esa mocosa me las pagara también por ser tan entrometida y chismosa. Esta es la última vez que le cuento uno de mis secretos. —Apretó los puños.

—No metas a Phoebe en nuestros propios problemas Helga, ella no tiene la culpa. —Le frunció el ceño—. Fue gracias a ella que el mal entendido con el pastel de banana fue aclarado y fue gracias a ella que finalmente pude corroborar al cien por ciento que yo te gustaba. Realmente es difícil imaginar que el catorce de febrero pasado realmente estaba teniendo una cita romántica contigo.

Helga apretó los dientes y los puños tan duro, que estaban a punto de comenzar a sangrarle.

—¿Difícil? ¿Qué tiene eso de difícil Arnold? Entonces también puedo decir que es difícil imaginar la razón del porque te gustaba esa otra chica odiosa de sexto grado.

—¿Qué dices...? ¿Te refieres a Ruth?

—¡Así es cabezón! No te pases de listo conmigo, sabes muy bien de quien hablo. No logro entender cómo es que te podía gustar esa mediocre, zopenca y vanidosa niña mimada e ignorarme por completo a mí.

—Helga, estas buscando ocultar hechos del presente en el pasado. De acuerdo, admito que Ruth me gustaba en aquel tiempo, pero desde aquel día perdí el total interés en ella y todo fue por... Todo fue por... —Arnold no podía completar la frase.

—¿Todo fue por qué, Arnold? No dejes incompletas tus frases que me irritas y me haces perder mi valioso tiempo, cabezón. ¿Por qué te dejó de gustar?

—¡Muy bien, dicen que un hecho vale más que mil palabras! Así que espero que con esto que voy a hacer sea suficiente para responder a tu pregunta. ¿Quieres saber la respuesta del porque Ruth me dejo de interesar aquel día? Entonces, aquí está tu respuesta.

Helga se quedó atónita y sin palabras, cuando Arnold la tomó de los brazos y en cuestión de segundos su deseo de volver a saborear sus labios se había vuelto una realidad. La hostilidad de la joven se había desvanecido por completo, hecho que fue detectado inmediatamente por Arnold, el cual pudo apreciar como el cuerpo de Helga perdió fuerza y esa tensión en sus músculos debido a la ira desapareció tan rápido como había aparecido. Helga lentamente comenzó a cerrar sus ojos dejándose llevar por las emociones más cálidas del momento. Tanto para la chica rubia como para el chico de gorra azul, este significaba su primer beso no tan forzado por parte de ambos. Finalmente, lo que tanto había soñado por tantos años, se estaba convirtiendo en una hermosa y autentica realidad. El poder sentir como sus labios se derretían en conjunto con los de su chico más amado, era demasiado bueno como para poder creerse y sin embargo, estaba sucediendo. Poco a poco, los brazos de Helga terminaron rodeando el cuerpo de Arnold, mientras que los del joven rodearon el de Helga. Ahí, en la azotea del hospital, con el viento helado arremolinando los cabellos rubios de ambos y con el calor de sus cuerpos uno cerca del otro, fue donde finalmente ambos expresaban al pie de la letra lo que les dictaban sus corazones. No habiendo esta vez alguna clase de barrera o pretexto que pudiera separarlos y negar los hechos, sin malos entendidos o actuaciones baratas; Arnold y Helga se expresaron su amor mutuo, puro e incondicional por primera vez en sus vidas.

El beso duro tanto, pero a la vez tan poco que ninguno de los 2 quería separarse del otro, no fue sino hasta que un pequeño copo de nieve cayó suavemente sobre la nariz de la chica, lo cual les hizo abrir los ojos y separarse involuntariamente. Helga se sacudió la nariz un poco molesta mientras Arnold soltaba una risita.

—¡Estúpido copo de nieve! ¿Cómo diablos se atreve a arruinarme uno de los momentos más preciados de mi vida? —Gruñó la chica en su clásico tono de niña mala.

De repente, varios copos comenzaron a caer al mismo tiempo.

—Ya ha comenzado a nevar. —Arnold murmuró.

Arnold y Helga alzaron la mirada para contemplar a las inmutables nubes grises y así poder apreciar mejor a la nieve que caía como seda sobre el suelo. La vista desde el techo del hospital hacia la magnificencia de la ciudad lucia realmente impresionante. A lo lejos, las luces que iluminaban el urbanismo hacían una combinación perfecta con los copos que caían sin cesar.

—Sin duda... —Arnold habló y Helga lo miró—. Es una vista realmente hermosa.

—Creo que eso es algo que no te cuestionare Arnold. A veces pienso que vivimos en la ciudad más hermosa del mundo. Tan llena de luces, lugares a donde ir y personas que conocer.

Arnold rió.

—¿Qué es lo divertido Arnoldo? —Alzó parte de su ceja.

—Helga, yo no estaba hablando precisamente de la ciudad. —Arnold se giró para mirar a la chica a los ojos.

Helga tardó un poco en reaccionar y cuando lo hizo se puso tan roja como un tomate.

—¡Eres un tonto cabeza de balón! Aunque, muchas gracias por el cumplido. —Sonrió dulcemente—. Escucha Arnold, no sé qué va a pasar con nosotros a partir de ahora, me causa pavor imaginar lo que dirán de nosotros en la escuela, sobre todo de mí.

—No tienen por qué decirnos nada. —Arnold dijo tranquilamente—. Y si lo hacen, ¡Qué más da! De ningún modo, nadie me va a hacer que renuncie a mis sentimientos por ti.

—Gracias Arnold. Sabes, va a ser un poco difícil acostumbrarme al cambio, dejar de verme como la niña más mandona de la escuela para ser una de las más cursis; sin duda será un gran paso, pero si es algo que debo de hacer para demostrar mi amor hacia ti, entonces lo haré con todo gusto.

—Helga... —Arnold suspiró feliz, para inmediatamente tomar de las manos a su chica rubia y besarla nuevamente en los labios mientras que la nieve mansa y ligera caía sobre ambos, todo dentro de un paisaje invernal sumamente alentador.

-o-

Los minutos pasaron y ambos ya se encontraban sentados lado a lado tomados de la mano, muy cerca de las escaleras para bajar hacia el piso de abajo, lugar que tenía un salido que servía como techo improvisado y así evitar que la nieve continuara cayendo sobre sus pequeños cuerpos.

—Arnold... —Helga dijo en un murmullo.

—¿Si? ¿Qué pasa? —Le contestó el chico.

—Ya sé que ese beso fue una respuesta excepcionalmente convincente, y tal vez me vea un poco caprichosa con algo que ahora ya no tiene importancia, pero me gustaría saber y que me digas con tus propias palabras; él porque me elegiste a mí en vez de a Ruth en aquel día. ¿Qué fue lo que te cautivo de mí ese día?

—Bueno, yo no tenía la menor idea de que eras tú en ese momento y no lo supe sino hasta que Phoebe me lo dijo la semana pasada. Siempre tuve la curiosidad de saber quién era esa chica que me había hecho pasar el mejor día de San Valentín de toda mi vida, esa chica era honesta a su forma, tal vez no en la cuestión de ocultar su identidad, pero sí en cuanto a sentimientos se refiere. A partir de ese día, el encontrarme con esa chica nuevamente se convirtió en una de mis metas personales. Y cuando hace una semana descubrí de quien se trataba, al principio me llevé una fuerte impresión, pero poco a poco, la idea de que esa chica resultaras ser tu me gusto muchísimo. Aunque no sabía que se trataba de ti, ese día fue cuando me enamore de la verdadera Helga G. Pataki. Ese día conocí esa cara oculta de ti, ese día pude conocer a la verdadera tu, la cual era tierna y comprensiva, pero sin perder esos rasgos fuertes de niña mala que tanto te caracterizan. Y créeme cuando te digo que para mí, todo eso es infinitamente superior a una chica que solo le interesa lo que piensan de su feo cabello.

Helga permaneció en silencio por un par de minutos, cuando finalmente se animó a sonreír y a recostarse cariñosamente sobre el pecho de Arnold para decir solo tres palabras, que aunque escasas; el significado que llevaban y el sentimiento que transmitían eran tan fuertes como el de todo un discurso completo. Sin duda, para la joven de moño rosado no existían palabras más perfectas en el universo para decir lo que su corazón gritaba con todas sus fuerzas y que ya no podía ocultar más.

—¡Te amo Arnold!

El chico la abrazó con todas sus fuerzas para responder con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Y yo a ti!

Ambos se volvieron a mirar, tan solo para terminar de confirmar sus sentimientos mutuos con un tercer, profundo y largo beso que les arranco el intenso frío de sus cuerpos de tajo. Sin embargo, en ese momento alguien abrió la puerta de acceso a las escaleras desde el interior preguntando por Arnold.

—¡Hombre pequeño! ¿Hombre pequeño estas aquí?

El abuelo Phil había aparecido de improvisto buscando a su nieto, cual fue la sorpresa que se llevó al encontrarlo besándose con Helga justo al lado de donde él se hallaba. Phil los miro y ellos miraron sorpresivamente al anciano pero sin separarse. Fue entonces, cuando Phil reaccionó tapándose los ojos y regresando hacia el interior.

—¡Ahh! ¡Disculpen, disculpen! No era mi intención interrumpirlos, continúen donde estaban e ignoren a este pobre viejo, solo venia a avisarles que procuren estar antes de la media noche en el comedor del hospital para la cena, aunque les recomiendo meterse y continuar con lo que estaban haciendo aquí dentro antes de que ambos pesquen un resfriado... Bueno... Me voy...

Los chicos se separaron y Helga cayó de espaldas al suelo.

—¿Helga estas bien?

—Eso creo...

—Bueno, velo por el lado positivo, al menos ya nos ahorramos el tener que decirle a mi abuelo de lo nuestro. Aunque conociendo como es de hablador, probablemente para mañana toda la casa de huéspedes; así como el vecindario sabrá de lo nuestro... Y... Creo que si es un poco aterrador imaginarlo.

—¡Quiero morirme, mi vida terminó! —Helga aun permanecía en el piso con los ojos completamente abiertos por la impresión.

—¡Vamos no es para tanto! Creo que tarde o temprano todos se iban por terminar enterándose. —Se rascó la cabeza—. Aunque mi abuelo tiene razón, deberíamos entrar antes de que nos enfermemos, cada vez está comenzando a hacer más frío aquí afuera.

Arnold ayudó a Helga a levantarse, pero esta continuaba manteniendo su rostro de estupefacción. Ambos abandonaron la azotea y justo cuando se encontraban bajando las escaleras para regresar al piso de abajo, Arnold le pidió algo a la joven que esta simplemente no se esperaba o que sencillamente no está preparada para procesar la información y acceder amablemente a la petición de rubio.

—¿Sabes Helga...? Uno de estos días en los que vaya a visitarte a tu casa me gustaría mucho que me mostraras ese altar que hiciste en mi honor.

—¿Altar en tu honor? ¿Qué alt...?

Helga sintió su sangre congelarse cuando antes de acabar la pregunta se dio cuenta de lo que le estaban hablando.

—Cuando ambos estábamos de polizones en el edificio de las industrias futuro y justo antes del beso, mencionaste algo acerca de que hacías altares y escribías libros y libros de poemas en mi honor. Eso es algo que se me hizo bastante curioso y me gustaría verlos, tanto el altar como los libros de poemas.

—¡¿Qué?! ¿Estás loco Arnoldo? ¡Eso jamás! —La chica se dio media vuelta y se cruzó de brazos sumamente nerviosa.

—¡Por favor Helga! Después de todo lo que acabamos de pasar y después de habernos confesado nuestros verdaderos sentimientos; ¿Aun te apena mostrarme las cosas que hacías por mí en secreto?

Helga permaneció callada y suspiró para animarse a hablar pasados unos instantes.

—¡Muy bien te los mostrare!

—¿Enserio? —Arnold preguntó entusiasmado.

—¡Pero con una condición!

—¿Una condición? ¿Cuál es?

Helga, la cual venia justo detrás Arnold en las escaleras, se adelantó de un solo salto para terminar bajando los últimos cuatro escalones que le restaban y así llegar a la puerta de emergencia, abrirla y echar a correr hacia su derecha. Arnold extrañado la siguió y también cruzó la puerta para terminar sobre uno de los corredores más largos de todo el edificio. Ahí, a unos cuantos metros se encontraba Helga con las manos en la cintura y una expresión retadora.

—¡Si quieres que te muestre mi santuario y todos aquellos libros de poemas, primero tendrás que alcanzarme cabeza de balón!

—¡Pero Helga, estamos en un hospital!

—Sí, es una verdadera pena, pero yo ya puse los términos, así que ven aquí e intenta atrápame. Pero te recuerdo, que ni siquiera en la clase de deportes de la escuela lo has podido lograr, así que te recomiendo que te vayas resignando querido.

Helga soltó una risa malvada y juguetona para emprender la huida hasta el fondo del pasillo, mientras que Arnold sonreía pícaramente aceptando el reto.

—¡Con que así va a ser Helga! Muy bien entonces prepárate porque aquí voy cariño. —Arnold exclamó para comenzar a perseguir a su amada por el largo pasillo y los adjuntos también.

A pesar de haber aclarado las cosas y los malentendidos, así como los sentimientos que ambos se tenían guardados muy dentro de sí mismos, el instinto de su niñez no se había desvanecido en lo absoluto. Ambos jugaban y se divertían a su propio modo sin olvidar su amor, siendo para Arnold muy satisfactorio el haberle hecho pasar a la joven rubia el que probablemente fue el mejor día de su vida entera. Olvidando las decepciones ocasionadas por el hecho de no poseer unos padres que le demostraran su afecto como tal, pero ella finalmente lo había encontrado en el ser que más amaba en la vida y estando completamente convencida de que algo en verdad grande había comenzado.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro