04
Sentía que estaba invadiendo un espacio privado, que no debería estar allí. Pero necesitaba eso. Aunque su cuerpo quisiera temblar, como las hojas que se desprenden de los árboles cuando llega su hora.
La madre de Asteria, le acompañó con su hijo, a la habitación.
—No hemos sido capaces de tocar nada. Puedes coger lo que quieras—su voz, estaba por desgarrarse, pero fue capaz de seguir—. Nunca me di cuenta del impacto de mis palabras. Era dura con ella, porque te quería más allá de vuestra amistad—sus manos arrugadas, se acercaron con temblor a sus labios, intentando sofocar el llanto, su hijo se acercó a darle palmaditas en la espalda.
—Mamá estará bien y todos estaremos bien. Un día, le daremos un abrazo a mi hermana mayor—una lágrima rodó de su mejilla izquierda. La escena derrumbo la poca estabilidad emocional que le quedaba.
Salieron del cuarto, dejándola sola.
Recorría con sus dedos las estanterías, miró con detenimiento cada resquicio de su habitación, para no olvidarse de ningún detalle. Encontró unos cuadernos con dibujos, una de las hojas se cayó, se vio plasmada en una de ellas, con sus granos, su sonrisa enseñando sus dientes, su cabello hecho un desastre, cada detalle, hacía del dibujo casi una imagen, fue pasando el cuaderno y había más. Palpó con cariño la hoja. Se llevó unos cuadernos de dibujo, sus diarios y dos sudaderas.
Se despidió de ellos con un ademán de la mano.
Tarde o temprano, aprenderían a vivir con ello.
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