Capítulo 1
Aquel niño seguía llorando en silencio en su habitación. Como ocurría la mayor parte de los días, se repetían los gritos. Su padre, como era normal en él, había estado fuera durante todo el día y no había vuelto. Su madre, cuando había oído la llave girar en la cerradura, había preparado todo para la llegada del padre. Regresaban los gritos, los chillidos y las amenazas. El niño no lograba ni dormir ni dejar de escuchar. Tenía pesadillas todas las noches, pero nunca lograba olvidarse de ellas al despertarse. Tenía mucho miedo, porque sabía que a la mañana siguiente, volvería a sentir el terror que su madre le inspiraba.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, lo primero que hizo fue asomarse al pasillo, para asegurarse de que no había nadie. Bajó con cuidado, pisando lentamente cada peldaño de la larga escalera. Cuando llegó a la cocina, se preparó rápidamente un vaso de leche y con unas cuantas galletas, se dió por satisfecho. Tras haber regresado a la planta de arriba, se dió una ducha rápida, se puso el uniforme y salió a trabajar.
El campo de trigo estaba más dorado que nunca, ya que el sol incidía directamente sobre la explanada, dejando a su paso un calor asfixiante. Se despojó de la chaqueta, remangó su camisa y con el rastrillo comenzó a ordenar las diferentes capas de tierra que no estaban en uso. Más tarde, cuando acabó con su tarea, regresó a la casa a comer, y se encontró con su madre. No hablaron durante todo el tiempo que duró la comida y, tras haberse bebido tres vasos de agua, salió de nuevo al campo.
Llevaba dos horas trabajando sin parar cuando divisó a lo lejos el conocido caballo de su padre. Se quedó unos cuantos segundos más mirando al horizonte, y cuando fue capaz de visualizar al caballo solo, sin su jinete, corrió de nuevo hacia la casa para avisar a su madre. Sin embargo, no tuvo tiempo de alertarla, ya que el animal salió corriendo asustado y aplastó gran parte del trigo. Unos instantes más tarde, apareció una figura masculina de las sombras.
-¿Y usted quién es? -dijo el niño extrañado pero a la vez asustado.
-¿Está tu madre en casa? -preguntó el hombre sin hacer caso a la pregunta del niño.
-¿Para qué quiere usted saber dónde está mi madre?
-Solo dime si está o no -añadió con voz grave.
-No -dijo el niño en un intento desesperado para que el señor se fuera.
-Mientes, -dijo enfadado el hombre- está en la casa, ¿verdad?
-No te lo voy a decir.
-Sí que lo está. Eres un pequeño mentiroso -adivinó.
El hombre se dirigió hacia la casa. El niño intentó pararlo pero de un empujón cayó al suelo. El misterioso visitante se quitó la capucha mientras giraba hacia el niño. El pequeño gritó aterrado, al ver unos ojos verdes como las hojas de los árboles sanos en verano.
-Melibea -gritó el hombre al entrar en la casa.
-Claudio, ¿eres tú?
-No... yo soy... Honorio.
El hombre entró en la sala y mostró su rostro.
-¡No me puedo creer que seas tú! Llevas cinco años sin atreverte a dar la cara. Nos abandonaste a nuestra suerte. Eres horrible -la mujer se giró hacia él con una expresión de enfado en la cara.
-Meli... No lo hice adrede, tan solo no pude hacerme cargo de ti y del bebé.
La mujer echó a llorar, se tuvo que sentar en una silla para no derrumbarse, y rechazó el pañuelo que el hermano de su marido le ofrecía. El niño trató de entrar en la casa, pero una sola mirada de advertencia de Honorio bastó para que se encogiera de terror. Aprovechando la debilidad del niño, el señor volvió a entrar en la casa, para continuar con la conversación. Pese a que el pequeño estaba muy lejos, logró apoyarse tras la puerta a escuchar.
-Mi hija está muerta... por tu culpa.
-Meli... No era mi intención.
-¡Nunca te encargaste ni de tu hermano ni de mí! Pero nunca te perdonaré que no salvaras a la pequeña. Nosotros dábamos igual, pero ella no.
-Se cayó por aquel terrible precipicio, ¿qué querías que hiciera?
-Ayudarla -contestó.
El pequeño había logrado levantarse para entrar en la casa. Apenas lo hizo cuando divisó el puñal que Honorio ocultaba bajo su túnica. De pronto, se dio cuenta de la curiosa combinación de ropa que portaba su tío. Llevaba unos sencillos pantalones negros y una camisa del mismo color. Portaba además la túnica, abrochada sobre su pecho y con amplias mangas. Le recordaba enormemente a las imágenes que había visto en los libros fantásticos de otros niños del pueblo. Trató de alertar a su madre, pero ésta solo se dio cuenta cuando el arma atravesó limpiamente su corazón. El niño gritó aterrado, pero una mano fría lo cogió de la nuca a la vez que unos ojos verdes le dormían.
Cuando se despertó, reconoció su pequeño cuarto. Poco a poco, recordó todo lo que había pasado. Cuando se levantó, no tuvo miedo de su padre, ya que tenía la certeza de que estaba muerto, tanto o más que su madre. Sin embargo, dudaba de bajar la escalera, ya que sabía que su tío estaría esperándole.
Efectivamente, en cuanto pisó el último peldaño, Honorio se apareció frente a él.
-¿Cómo...? -preguntó el niño, desorientado.
-Solo se ve lo que se quiere ver -contestó por toda respuesta.
El niño tenía mucho miedo, pero sabía que jamás lograría escapar. Por esa razón, permaneció quieto como una estatua.
-A partir de ahora, trabajarás para mí, y cuidarás de mis hijos. Son algo más pequeños que tú, pero indudablemente más listos. No puede pasarles nada malo, tampoco les podrás preguntar por asuntos personales, aquellos que no son de tu incumbencia. De igual forma, están bajo tu protección, y cualquier cosa mala que les suceda, tú serás el responsable.
-Pero tío...
-Se me olvidaba -continuó ignorando a su sobrino-, a partir de ahora soy tu señor.
-De acuerdo, pero... ¿qué pasa con el campo? Si tengo que encargarme de los niños, no tendré tiempo de trabajarlo.
-Te aseguro que lo tendrás.
Dicho eso, en apenas un abrir y cerrar de ojos volvió a desaparecer. En su lugar aparecieron unos niños. Tendrían unos siete años, y además parecían hermanos. Su atenta mirada había acabado de analizar la estancia, y ahora también miraban fijamente al niño. Sabía que no podía hacer nada, porque de nuevo los ojos verdes de los niños lo atraparon. Transcurrieron las horas, pero no lograba salir del hechizo. De pronto, el padre de los niños regresó y compartió con sus hijos información que también incumbía al otro.
-¿Os gusta esta casa?
-Sí -respondieron los dos al unísono.
-¿Os gustaría quedaros a vivir aquí?
De nuevo, la respuesta fue la misma.
-¿Os gustaría que papá se quedara con vosotros?
-Sí. A mí me gustaría mucho, y creo que a Cata...
-Shh... No puedes decir ni su nombre ni el tuyo -los cortó con voz fría.
El dueño de la casa estaba desconcertado. ¿Significaba eso que ya no sería libre ni siquiera en su hogar? Decidió esperar a ver lo que decidía su tío, y ahora señor.
-Voy a estar fuera una semana, que tengo que buscar a Oclania. Ella será quien nos ayude.
-¿La tía Oclania? -preguntó la niña.
-Sí.
Al parecer, los temores del niño eran ciertos. Nunca más volvería a gozar de libertad, ya que, día sí y día también estaría vigilado o por aquella extraña mujer, o por su señor o por los niños.
-En cuanto a ti -añadió Honorio dirigiéndose a él-, seguirás con tus funciones.
Dicho eso, se quitó la capa y se puso a jugar con sus niños. Parecían los tres muy felices, y el pequeño recordó los días que había pasado con sus padres. De todas formas, apenas tuvo tiempo de lamentarse, ya que Honorio volvió a salir de la casa para no volver en los próximos siete días.
Antes de quedar atrapado de nuevo por los niños, decidió preparar la cena. Los pequeños estaban bien educados y no hablaron durante la comida, y tras llenarse de arroz, subieron a sus cuartos a acostarse. El dueño de la casa cerró las ventanas para librarse de visitas indeseadas y se echó sobre su cama. Estuvo pensando largo rato sobre todo lo que le había pasado y le iba a suceder. Se dió cuenta de lo mucho que había madurado en esas catorce horas, encerrado en esas cinco paredes, ya que había una columna y en lo que le faltaba por aprender.
N.A.
¿Quién será ese pequeño niño?
En el siguiente capítulo lo descubrirán, pero hasta entonces, ¿qué les está pareciendo?
Quiero preguntarles sobre qué creen que pasará.
-Opción A -> el niño resulta ser un luchador de judo y se los carga a todos.
-Opción B -> el niño se escapa y consigue sobrevivir.
-Opción C -> como hay doble actualización, votan, pasan a la siguiente parte y lo descubren ustedes mismos.😉
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