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55 | ¿Lo hubiera propuesto?

Capítulo 55 : “¿Lo hubiera propuesto?”

Naima Stone.

Introduje las llaves lentamente dentro de aquella cerradura, hacía aproximadamente una semana y media que no pisaba mi antigua casa y aunque me costara admitirlo, la echaba de menos. Sin embargo, ni siquiera me hizo falta visitarla estos días, el hogar que ahora compartía con mi padre tenía absolutamente de todo. Nacor se había asegurado de que estuviera completamente equipada para entrar a vivir, lo cuál agradecía ya que no había tenido que volver a mi antigua morada.

Pero eso se había terminado.

La ropa que había llevado a Italia me había servido para vestirme durante algunos días, pero ya era hora de volver a mi armario a por más y ya de paso, también recoger algunas pertenencias que no podía olvidar allí.

—Tú primero —dije haciéndome a un lado.

Mi padre con mirada curiosa, dio un paso hacia delante y entró en el lugar. Se había empeñado en acompañarme, dado que quería conocer el sitio en el que había estado viviendo durante estos años. Sus ojos no tardaron en escanear la entrada de mi casa y después, el salón. Sonriendo, entré detrás de él mientras me quitaba la chaqueta y la dejaba en el perchero más cercano.

—Es una casa preciosa, mi niña —alagó feliz.

—Al verla no me pude resistir —le informé, dejando que observara todo.

Sus pasos caminaron por el salón con tranquilidad, hasta que éstos pararon en seco al ver una foto enmarcada encima de la chimenea. Solté una risita mientras apoyaba mi cuerpo contra el umbral de la puerta. Esa foto, esa foto que había logrado dos cosas al mismo tiempo; hacerme pelear con Nacor y también unirnos más como personas. Esa misma fotografía era la que había estado admirando desde que me separé de mi padre, acordándome de él y acordándome también de su ídolo.

—Mi foto con Ray Hudson —murmuró aunque logré escucharle—. Pensé que la había perdido.

—Nunca perdería una foto tan importante para ti —me acerqué hasta estar a su lado—. La he estado mirando todo este tiempo.

Sus ojos se fijaron en mí.

—Te entiendo —asintió, metiendo su mano en el bolsillo—. Yo también he estado mirando una foto tuya todos estos años, una que te hice en Italia.

Lo miré con el ceño fruncido.

—¿Qué? —pregunté—. ¿Hemos ido a Italia juntos?

—Sí —afirmó—. Eras muy pequeña para recordarlo, pero fuimos a visitar a la hermana de tu madre.

—¿Cómo es que no sabía eso? —cuestioné perpleja.

—Creí que te lo había mencionado —sacó su cartera del bolsillo, pero yo seguí mirándolo a él—. Tu tía quería conocerte tras la muerte de tu madre, ella no pudo venir a Mississppi para el parto, así que yo te llevé.

—¿Sigue aún viva? —quise saber.

—No —negó tristemente—. Murió poco antes de que me quitaran tu custodia.

—¿Tuvo algún hijo? 

—De hecho sí, una hija —me corrigió—. Tu prima.

Estar congelada era poco para describir mi estado.

—¿Qué pasó con ella? —interrogué, demasiado interesada.

—Bueno, lo único que sé es que cuando tu tía murió, su marido se hizo cargo de ella, pero le vino demasiado grande. Así que la dio en adopción. 

—¿Mi prima fue adoptada? —abrí los ojos como platos.

Mi padre asintió y el shock era evidente en mi cuerpo. Sabia que no tenia familia cercana salvo mi padre, pero jamás recuerdo que él mencionara a una tía y mucho menos a una prima. Quizás era porque la hermana de mi madre murió cuando yo era una niña y no le hubiera dado importancia. Además de que cuando me separaron de mi padre, yo apenas tenía seis años. Él no iba a explicarme cosas de adopción o de familia en otro país. Así que entendí perfectamente que no estuviera enterada.

Pero cuando creí que nada iba a sorprenderme más que esa noticia, mi padre sacó una foto de su cartera y me la enseñó.

—Esta es la foto que he visto cada día para recordarte —informó—. La que está a tu lado, es tu prima. La conociste cuando viajamos a Italia, sois de la misma edad.

Y todo pareció darme vueltas cuando observé a la niña que había justo a mi lado en la fotografía. Ambas llevábamos vestidos rosados mientras sonreíamos a la cámara. Detrás nuestro, el gran monumento de Roma, el Coliseum. Sin embargo, no pude observar nada más que no fuera la cara de mi prima, esa que me resultaba tan familiar, como si ya la hubiera visto antes. Con la voz entrecortada, logré preguntarle a mi padre una última cosa sobre ella.

—¿Cómo se llama?

Mi padre respondió sin problemas, acordándose a la perfección.

—Natasha.

Y sentí que por poco me desmayo contra el suelo. Natasha, esa morena que conocí en la boda de Federico, que sentí celos de ella porque se lanzó a los brazos de Nacor. 

Esa Natasha, era mi prima.

[...]

Mi espalda se recostó contra la madera de la puerta de mi habitación y poco a poco, ésta se fue deslizando hasta que logré sentarme en el suelo. Había subido a la planta de arriba de la casa para estar un momento a solas, diciéndole a mi padre que iba a recoger algunas cosas de mi cuarto y aunque esto fuera en cierto modo verdad, no podía evitar pensar que en realidad había ido para analizar la situación.

¿Cómo podía explicarle a mi padre que había conocido a mi prima hace una semana y que además de eso, le había hecho un corte de manga por insinuarse a mi novio?

Exacto, no podía.

Me llevé las manos a la cabeza, ojalá aquello fuera lo único que me preocupara, pero no era así. ¿Cómo se lo diría a Nacor? Y peor aún, ¿Natasha sabría de esta información? ¿O se la tendría que decir yo misma? En un pequeño rincón de mi cabeza una idea surgió, no se lo diría a ninguno de los dos y fin de la historia. Pero no podía hacer eso, no podía ocultar dato como aquel. Nacor y yo nos habíamos contado todos nuestros secretos en las últimas semanas, y evitarle esa información me haría sentir pésimo.

Y más si él la conocía.

Estaba a punto de llevarme las manos a la boca para morderme las uñas, hasta que desde la perspectiva que tenía desde el suelo, pude ver una caja debajo de mi cama que desconocía completamente. Un único recuerdo me llegó a la mente.

—Prométeme que te cuidarás —Nacor acarició mis mejillas—. Y también que mirarás la caja que he dejado escondida bajo tu cama.

Me levanté de inmediato del suelo y caminé hasta dicho lugar, para agachar mis manos y agarrar la caja mencionada. Se podía decir que no tenía un tamaño descomunal, pero tampoco era demasiado pequeña. La caja mediana que quedó posada en mi regazo al sentarme en el colchón, tenía un color negro mate y por un instante me temblaron las manos antes de abrir la tapa.

Lo primero que observé, fue un folio doblado por la mitad, lo que deduje que era una carta. La agarré entre las yemas de mis dedos, la desdoblé y no tardé ni un solo segundo en empezar a leer, ansiosa de curiosidad.

Querida Pelirroja,

No sé si lo recuerdas, pero la primera noche que nos conocimos, dijiste malhumorada que no necesitabas de frases poéticas. Lo que debes saber, es que yo no soy un buen poeta, de hecho, soy horrible con lo que expresarse se refiere. Sin embargo, intentaré hacer un esfuerzo en esta carta, por ti, por mí.

Estoy escribiendo esto en Santorini, mientras te observo dormir después de haber tenido una de las mejores noches de mi vida. Se te ve contenta mientras descansas y lo único que puedo pensar es que, espero poderte ver así el resto de mi vida. 

Lo único que me da miedo, es no poder llegar a conseguirlo.

En cuestión de horas, se dará comienzo ese combate de boxeo que prometí hace años. No sé lo que va a pasar, no sé si todo se volverá un desastre o si se convertirá en algo histórico. Pero como aún tengo tiempo de tregua, aprovecharé para escribirte algunas cosas, algunas cosas que quiero que sepas.

Antes de conocerte, estuve perdido por un tiempo. Dejé de hacer las cosas que amaba, empecé a vivir en modo automático. Días, semanas, meses pasaron y yo seguía igual, en un vacío aparentemente interminable. Intenté encontrarme a mí mismo incontables veces, pero cuando me cansé de buscar, llegaste tú recordándome mis orígenes. Encontré algo que no sabía que estaba buscando, algo que necesitaba desesperadamente. Un lugar seguro, como un hogar al que volver. Y así fue como me llevaste de nuevo a casa.

Tengo que confesar, que jamás había conocido a nadie que fuera tan grano en el culo como tú. Sin embargo, cuando sonreías al verme sin razón aparente, lo olvidaba por completo. Pero eso no era lo único. Estar a tu lado en esos pequeños instantes, era como si me olvidara de respirar, de pensar, de actuar.

Anoche me quedé paralizado al escucharte decir “te quiero”. Jamás pensé que palabras tan serias podían ir dirigidas hacia mí. Jamás pensé que tus sentimientos pudieran llegar tan lejos. Me puse a pensar si había hecho mal por no corresponderte, pero te vuelvo a repetir, me quedé tan paralizado que apenas supe decir palabra.

Pero creo que no tardaré mucho en confesarme a ti.

Dudo que haya un futuro en el que no hubiera terminado enamorado de ti, desde que caíste de cabeza en el local. Me traes completamente loco y eso ya no es un secreto.

Espero derrotar a Jacob cuando volvamos a Mississppi, solo quiero que esto acabe y poder asegurarte de que él no volverá a hacerte daño. En cambio, si eso sale mal y yo no vuelvo a abrir los ojos, quiero que sepas que en el manuscrito que hay en esta caja, están plasmados todos mis permisos para que te quedes con el local y seas la nueva propietaria. 

Sé que esto te pillará por sorpresa, pero creo que puedes hacerlo bien. Restaúralo y llévalo de nuevo hacia delante, como en los viejos tiempos.

Pienso que nadie podría ocupar el puesto mejor que tú.

Gracias por entrar esa noche en el aparente local abandonado y tropezar con las escaleras, has cambiado mi vida desde ese entonces.

Por favor cuídate, y ama con locura las pecas que tienes distribuidas por la cara. Son las más bonitas que alguna vez haya podido ver.

Y una cosa más;

¿Habrías sido una Hudson si te lo hubiera propuesto?

Con amor, Nacor.

Las manos me temblaron de tal manera, que no supe cómo volví a doblar el papel. Lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras mi mano callaba los sollozos que salían de mi boca. Una gran parte de mí, se puso a pensar de forma masoquista haber leído esa carta con Nacor fuera de juego. Pero agradecía a Dios continuamente de que él hubiera salido ileso de aquel combate.

Aún estaba vivo y eso era algo que tenía que valorar. Pero, ¿esa habría sido su carta de despedida hacia mí?

No podía pensar eso.

Dejando la carta posada en la cama, miré el resto de cosas que contenía la caja. Por un lado, había un manuscrito con lo que supuse que era el permiso para quedarme con el local y ser la nueva propietaria. Éste tenía como veinte hojas y pasé olímpicamente de leerlo. Nacor siempre sería el propietario de ese lugar, era de él, era su hogar. 

Lo demás, solo consistían en pertenencias del rubio que me hicieron sonreír. 

Había una camiseta blanca doblada, con un papelito en ella que decía "La primera camiseta que te pusiste de mi armario". También visualicé un trofeo de plata pequeño, con un guante de boxear metalizado que decía "Liga nacional de boxeo 2013", deduje que era el primer reconocimiento que Nacor ganó. Una postal con la imagen de La Fontana Di Trevi y a su lado, la foto impresa que nos hicieron juntos delante de la Torre de Pisa. Pero eso no acababa ahí. Observé un peluche en miniatura de una pantera negra y unas vendas de boxeo tan antiguas, que el color blanco se había convertido en un gris oscuro. La última nota que había, fue la que leí.

"Éstas eran las vendas que llevaba cuando Naldo y yo peleamos en aquel ring. Cuando él perdió la vida. Quiero que las tengas tú. A él le habría encantado conocerte, pelirroja".

—Dios mío —dije conmocionada, con más lágrimas desbordando mis ojos.

—¿Naima, pequeña? —dos toques se oyeron tras la puerta de mi habitación.

Mi padre.

—¿Si? —me sequé rápidamente la cara.

—Nacor está aquí —avisó.

[...]

Fingir era algo que no se me daba demasiado bien. Mucho menos cuando me contaban algún secreto. Normalmente, tenía que contárselo al menos a una persona para quedarme tranquila. Sin embargo, en ese momento no podía decir nada. No podía decirle a Nacor que Natasha era mi prima y tampoco podía decirle que había visto absolutamente todo lo que la caja que él me dejó, contenía. 

Así que eso es lo que hice, fingir.

Fingí sonreír no antes sin secarme una vez más las lágrimas y haber salido a su encuentro. Había escondido muy bien la caja en mi maleta, esa que llevaría a mi nueva casa tras haberla llenado de ropa nueva. Y tras eso, el rubio me había sacado practicamente de la casa.

—Nacor, ¿a dónde vamos? —pregunté con los ojos cerrados.

—Es una sorpresa, venga —me calló.

Seguí caminando mientras él me sujetaba por la cintura. No esperaba verle tan pronto, y es que habíamos quedado en que vendría a recogerme a mi actual casa, pero parece que se había impacientado y me había ido a buscar a la antigua. Así que ahí estábamos juntos, en un lugar que desconocía. 

—Venga tú —le dije refunfuñona—. Quiero saberlo.

—Lo vas a saber en cuestión de segundos —se carcajeó—. Cálmate.

Hice una mueca de burla aunque no me viera y seguí caminando. En un instante, escuché como una puerta se abría y un señor nos daba la bienvenida a un sitio.

—Señor Hudson —saludó a mi novio—. Señorita Stone.

—Hola —logré pronunciar aún con los ojos cerrados.

—¿Estás lista? —Nacor me susurró en el oído.

—No lo sé —le devolví el susurro algo aterrada.

Después de eso, solo escuché la risa del rubio en mi oreja. Me obligó a dar dos pasos hacia adelante y procedió a ordenar que abriera los ojos. Obediente, los abrí y en un segundo creí realmente estar en un sueño. Un Jeep de color blanco estaba justo enfrente de mis narices. Arriba en su capó, llevaba un lazo gigante de color rojo dando a entender que era un regalo, y que prácticamente era mío. El asombro no me cabía en el cuerpo e hice como si estuviera en un partido de ping pong. Miré hacia Nacor y luego hacia el jefe del concesionario.

Y así sucesivamente.

—¿Esto es para mí? —pregunté, queriéndome asegurar.

—Completamente —el italiano me posó en las manos unas llaves blancas, con un llavero que decía Jeep en letras plateadas.

—Pero... ¿cómo? —lo miré.

—¿Acaso has olvidado el dinero que ganaste en ese Ferry? —cuestionó con una sonrisa.

—En realidad lo ganaste tú —le recordé mientras lo abrazaba por el cuello—. Es precioso, gracias. Estoy deseando conducirlo.

—Me alegra que digas eso —mencionó—, porque mañana tenemos un largo viaje de tres horas en carretera.

Fruncí el ceño.

—¿Quieres ir a Nueva Orleans? 

—Exacto —asintió mirándome.

—¿Por qué? —quise saber.

Nacor se mantuvo en silencio durante unos segundos, sin embargo no era un silencio incómodo, sino un silencio de emoción, como haciéndome esperar y preparándose él mentalmente para decir lo siguiente.

—Me han propuesto para un combate oficial —informó feliz—. Vuelvo al boxeo.

—¿Qué? —sonreí con alegría mientras me tiraba a sus brazos—. ¡Dios! Es genial.

Era lo que él quería, lo que él amaba.

—Estoy emocionado —soltó una risa nerviosa—. Quiero que salga bien.

—¡Saldrá perfecto! —le aseguré.

Sus ojos azules me miraron fijamente.

—Saldrá perfecto si tú estás a mi lado.

Me mordí el labio inevitablemente mientras intentaba no sonreír, mientras intentaba callar las palabras que querían salir de mi boca. Pero fue como tarea imposible y cuando quise darme cuenta, las palabras ya habían salido de mis labios.

—Estaría a tu lado ahora y siempre —le dije—. Porque sí, te diría una y mil veces que sí a la propuesta de ser una Hudson.





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Capítulo 55.
Dios, no sé por dónde empezar.
¿Qué os ha parecido esa bomba? Natasha y Naima. ¿Alguna se lo había esperado?
¿Que os ha transmitido la carta de Nacor? ¿Creéis que Naima hace bien en no confesarle nada al rubio o que debería hacerlo?
Siento no haber actualizado en casi un mes, ha sido el capítulo que más me ha costado escribir. Gracias a aquellas personas que me ayudaron a escribirlo.
¿Os ha gustado? Por favor, votar muchísimo.
OS RETO: A ver si podemos llegar a 2 mil estrellitas ☆.
Muchísimas, PERO MUCHÍSIMAS gracias a todo el mundo por leer esta historia. Ya somos 800k y jamás pensé que está historia llegaría tan lejos, de verdad gracias. Mencionar a vuestras amig@s y recomendar la historia, me haríais super feliz.
Gracias.
¿QUIÉN ESPERA CON GANAS EL EPÍLOGO?
¡Hasta la próxima!
Instagram/nazarethleon ♡

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