49 | Volver a compartir.
Capítulo 49 : “Volver a compartir.”
Naima Stone.
Sentía como mi cabeza estaba recostada en el hombro de Nacor desde las últimas horas en el asiento del avión. Íbamos de vuelta a Mississippi y yo me había acurrucado en su costado para intentar dormir lo que quedaba de vuelo. Mi mano estaba entrelazada a la suya y cuando creí que me encontraba verdaderamente dormida, escuché su voz, llamándome.
—Pelirroja, despierta —me susurró en el oído—. Ya vamos a aterrizar.
Mis ojos se abrieron poco a poco y encontré su preciosa mirada azulada casi a cinco centímetros de distancia. Sonreí inmediatamente, entonces él también lo hizo y pasó a darme un beso en la frente. Me incorporé de su hombro y me posicioné recta y correctamente en el asiento. Un bostezo salió de mis labios mientras miraba por la ventana, él tenía razón.
Ya estábamos de nuevo en mi ciudad.
—¿Tenías ganas de volver? —me preguntó el rubio.
—La verdad es que no —fui sincera, mirándolo otra vez—. Ha sido increíble esta semana. Sin embargo, siento que William ya está subiéndose por las paredes, tenía que volver pronto.
Nacor soltó una risa.
—Parece como si no pudieras vivir sin él —comentó.
—Es lo único a lo que llamo familia —respondí.
Por alguna razón que desconocí, el italiano apartó la vista de mi cara y sonrió mirando hacia otro lado. Cuando iba a preguntar qué le pasaba, sentí como el avión tocó el suelo de la pista de aterrizaje de Mississippi y suspiré aliviada de haber llegado sana y salva. Aún le tenía pánico a los aviones y me era imposible no pensar en que estando por los aires, el avión podría irse a pique. Dando una palmada por la emoción, me desabroché el cinturón y esperé a poder bajar del transporte.
Cuando ambos agarramos nuestras maletas, fuimos caminando sin prisa hasta la salida. El aeropuerto estaba abarrotado de personas y cuando fruncí el ceño buscando una explicación, inmediatamente Nacor me posicionó detrás de él, cubriéndome de algo. Segundos después, observé como una masa de personas con cámaras de televisión se acercaban corriendo hacia nosotros. Abrí los ojos como platos, echándome hacia atrás inconscientemente, pero su mano aún estaba entrelazada con la mía.
Y entonces empezaron las preguntas.
—Pequeño Hudson, hemos oído que hoy habrá un combate entre Jacob Parker y tú, ¿es eso cierto? —preguntó una periodista.
—Nacor, ¿qué estrategias harás esta noche? —preguntó otro.
—¿Por qué has decidido salir ahora de entre las sombras? —quiso saber el siguiente.
Los flashs de las cámaras fotográficas me cegaron por un momento los ojos.
—¿El combate se realizará en el viejo ring de tu abuelo Ray?
La mano del italiano apretó la mía pero estaba tan perpleja con todo lo que estaba pasando, con todo lo que nos rodeó en un segundo, que apenas lo tomé en cuenta. Apartándonos de todos, logramos llegar hasta un taxi y meternos dentro de él. Sin darme tiempo a reaccionar, Nacor le dio al conductor la dirección a la que ir —escrita en un papel—, y gracias a Dios, éste arrancó rápidamente y pudimos alejarnos de toda la prensa y paparazzi que nos había estado persiguiendo los últimos segundos.
No sabía a dónde íbamos, pero solo quería largarme de allí.
Con un suspiro, dejé caer mi cabeza en el asiento del coche y miré a Nacor. Su mandíbula estaba endurecida, su mirada perdida y sus puños apretados. Sin embargo, sus ojos estaban conectados con los míos y pude divisar una chispa de preocupación en ellos. Su frente se acercó a la mía y rápidamente se quiso asegurar de que estaba correctamente.
—¿Te han hecho algo? —preguntó—. ¿Te encuentras bien?
—Sí —respondí algo agitada—. ¿Y tú?
Él no me contestó y cuando creí que no iba a decir nada, empezó a murmurar malhumorado.
—Jacob ya debió informar a todas las cadenas de televisión —chasqueó la lengua—. Solo quiere maldita fama.
Lo único que pude hacer, fue agarrar de nuevo su mano y hacer que aflojara sus puños lentamente. Quería tranquilizarlo, que se calmara por un momento, pero hasta a mí me había enfadado la insistencia de los periodistas. Mi mirada se alzó hacia él y lo miré fijamente, puede que yo estuviera aterrada, pero no dejaría que él lo estuviera.
—Esa gente y Jacob solo quiere una exclusiva, un título para poner en los periódicos —expliqué—. No pienses en lo que dirán, piensa en lo que tú vas a hacer. Harás algo histórico esta noche, harás lo que siempre has amado, lo que siempre has querido.
Sus ojos brillando.
—Y además —seguí hablando—, harás lo que Ray te pidió hace años. Estoy segura de que hoy te estará mirando desde el cielo, y se pondrá orgulloso.
Su boca inmediatamente se unió a la mía y noté como poco a poco su cuerpo se iba destensando. Sus puños se abrieron y posó las palmas de sus manos sobre mis mejillas, acariciándolas. Me pegué a él y su anatomía me lo agradeció al instante. Después de unos segundos, nos separamos y ambos recobramos el aliento.
—Tienes razón —me dijo, recapacitando.
—Lo harás bien —le animé.
Su cabeza asintió y entonces el coche del taxista paró en lo que supuse que era mi casa o la casa del italiano. Nacor me miró fijamente y de nuevo una sonrisa se hizo paso en su boca. Me quedé mirándolo entrecerrando los ojos, hace un momento parecía cabreado y enfadado con el mundo y ahora me sonreía con emoción, como si no pudiera esperar para algo. Qué bipolar, pensé. Sin pagar al conductor, el rubio me arrastró prácticamente fuera del coche y tras recoger solo mis maletas del maletero, habló.
—Olvida por un momento lo que acaba de pasar en el aeropuerto —me dijo rogando.
—¿Qué está ocurriendo? —cuestioné—. No hemos pagado el taxi.
Nacor se dirigió hacia el señor.
—¿Puede esperar unos minutos? —le preguntó.
—Claro joven —respondió este.
Cuando mi novio se aseguró de que el conductor no se movería en ningún momento, se giró de nuevo hacia mí.
—Cierra los ojos —me ordenó entonces.
—¿Qué? —pregunté confusa.
—¿Confías en mí?
—Por supuesto.
—Entonces cierra los ojos —me repitió.
Con el ceño fruncido, cerré los ojos obedeciendo a su orden. Por un momento me alegré de que Nacor se olvidara un poco de lo que acababa de pasarnos, pero por otro lado no sabía lo que se traía entre manos y eso me preocupaba a la vez que me invadía la intriga y curiosidad. Siendo ciega totalmente, el rubio me hizo caminar unos cuantos pasos, quizás veinte o una cosa así. Después, paró en seco y su cuerpo se pegó al mío por detrás. Sus brazos rodearon mi cintura, su perfume llegó a mis fosas nasales y entonces noté su boca junto a mi oído.
—Retrocede trece años en tu vida —me pidió suavemente—, cuando tenías seis años y vivías en aquella casa de la que me hablaste, la que tuviste que abandonar por culpa del poco dinero y del casero.
Tragué saliva e inmediatamente recordé aquella casa. Pequeña pero acogedora, donde yo había podido llamar un hogar. La casa de mi infancia, la morada donde viví los mejores y peores años de mi vida. Por un momento sonreí, dejándome impregnar por los recuerdos, pero entonces una angustia me invadió, recordando los malos momentos. Quise llorar, pero me contuve. Solo mi cabeza se agachó, cabizbaja.
Sin embargo, la melodiosa voz de Nacor volvió a hacer acto de presencia.
—Ahora que lo has recordado, abre los ojos —me ordenó por última vez.
Y como si estuviera en un maldito sueño, abrí los párpados lentamente y justo lo que Nacor me había obligado a imaginar, lo que había estado recordando, apareció frente a mis ojos. Tuve el impulso de sacar mis lentillas de la vista para ver si era real lo que estaba viendo o no, pero jamás había sentido tanto las manos del rubio rodeando mi cintura y su aliento en mi nuca. Aquello estaba pasando, no era un sueño, era la vida misma.
La casa en la que me había criado mi padre, estaba allí, delante de mí.
La estructura seguía siendo la misma, la fachada, el porche, todo. No habían cambiado nada y agradecía que eso siguiera siendo así. La casa tenía la misma esencia, justo igual que cuando me fui.
Cuando quise decir algo, hablar, murmurar o balbucear, no pude hacer ninguna de esas cosas. Sentí como Nacor se movió y lentamente giré mi cabeza para mirarlo. Observé como metía su mano dentro de sus bolsillos y sacaba unas llaves plateadas, enganchadas a un llavero en forma de regalo cuadrado. Mis ojos se clavaron en esas llaves, sin creerme realmente lo que estaba pensando.
—Siento mucho que tuvieras que irte de aquí hace trece años —habló con una sonrisa—, pero si quieres puedes volver. Esta casa ahora es de tu propiedad.
Mis oídos no daban crédito.
—¿Qué? —logré decir.
—Y no sólo eso —se rió nerviosamente —, sino que también la puedes volver a compartir.
Y entonces, juro que todo se volvió a cámara lenta. La puerta de la casa se abrió y entonces salió de ella un hombre con pasos lentos. Un hombre con barba, pelo castaño y ojos almendrados. Llevaba un jersey rojo junto a unos pantalones oscuros, pude identificar algunas canas en su cabello y algunas pequeñas arrugas en sus ojos. Al reconocerlo, mi corazón palpitó a una velocidad que nunca supe que podía llegar, mi respiración se fue al traste y por un momento, sentir tan fuerte aquellas sensaciones me hizo marearme un poco.
Pero no dejé que eso me afectara.
Me quedé en estado de shock, mientras veía como el señor Jones bajaba las escaleras del porche y se acercaba un poco más a mí. Los brazos de Nacor fueron poco a poco aflojando su agarre en mi cintura, hasta que sentí un frío repentino y sabia perfectamente que se había apartado.
Entonces fue cuando mis piernas decidieron reaccionar por fin.
Corrí los pocos metros que me quedaban hasta que mi cuerpo chocó efusivamente con el de mi padre. Lágrimas inundaron mis ojos y mis brazos se cerraron alrededor de su cuello. Mi cabeza se acurrucó en el hueco de su hombro y me dejé impregnar por el olor de su aroma, el cuál había olvidado por completo. La sensación familiar me inundó, sentí el cariño de mi verdadera familia, de sangre de mi sangre. Escuché como mi padre soltaba una risa al tenerme entre sus brazos y no pude evitar sentir una alegría desbordante.
—Papá...
—No digas nada —me pidió casi en un sollozo —. Quiero disfrutar de este abrazo un poquito más.
Sonriendo, le seguí abrazando, cerrando mis ojos en el acto. Mi estómago era un desastre, tantas emociones encontradas me hizo tener la barriga revuelta, pero no me importó. Solo me basé en lo que mi papá me pedía, seguir abrazándolo. Después de unos segundos, ambos nos habíamos agotado casi las fuerzas al asfixiarnos con el abrazo, así que nos separamos sólo un poco. Mi mirada se conectó con la suya y me di cuenta de que había lágrimas en sus ojos. Lo único que pude hacer, fue llorar al igual que él.
Negué con la cabeza, sin poder creerlo.
—Papá —lo volví a llamar, incrédula—. Estás aquí, en Mississippi.
—Lo estoy —afirmó.
Un silencio se hizo entre nosotros, hasta que pregunté.
—Pero... ¿Cómo? —fruncí el ceño.
La mirada de mi padre se elevó y miró hacia una parte en específica. Yo sólo pude admirarlo, sin dar a crédito todavía que después de tantos años estuviera allí, a mi lado.
—Agradéceselo a Nacor —me dijo—. Él me ha traído aquí.
Y prácticamente, todos los últimos acontecimientos que había vivido en las últimas horas, me vinieron de golpe en un instante. Me giré y vi al rubio de ojos azulados con las manos dentro de sus bolsillos vaqueros, en una postura tranquila y calmada. Él había estado viendo el espectáculo que resultaba ser mi padre y yo abrazándonos con emoción. Era como si mi cerebro se hubiera olvidado momentáneamente de él, de que estaba allí observándolo todo. Y me permití durante un segundo sentirme mal.
Él me había traído a mi padre de vuelta y también había comprado la casa en la que crecí durante años. Asimilar aquella información me hizo despegarme de la persona que me dio la vida y correr hacia el italiano que me había estado volviendo loca desde que caí por aquellas escaleras.
Mis labios se unieron con necesidad a los suyos, dándole un beso de agradecimiento por todo lo que había hecho.
—Te quiero, te quiero, te quiero —le dije una y otra vez mientras lo besaba—. Gracias por esto.
—No tienes nada que agradecerme —aseguró sonriéndome—. Eric y yo lo hicimos encantados.
Supe entonces, que las miradas cómplices que el mejor amigo del rubio y él se hicieron durante la boda, era porque se traían todo esto entre manos. Feliz, me colgué de su cuello abrazándolo con cariño. Los brazos de Nacor volvieron a rodear mi cintura y dio un delicado beso en mi mejilla.
—Tengo que irme, el taxi está esperando —me informó—. Tenéis muchas cosas de las que hablar.
—No, no te vayas —le rogué.
Su mirada observándome con ternura.
—Tengo que ir a ver a los chicos, tienen que devolverme mi coche y... —hizo una pausa y suspiró—, También tengo que contarles lo de esta noche.
El combate de boxeo, pensé.
Un silencio sepulcral inundó aquella calle, su mirada ojiazul estaba fija en la mía y ambos sabíamos lo que estábamos pensando el uno con el otro. ¿Yo iría a verle pelear? Estaba nerviosa, con mil paranoias en mi cabeza, tenía miedo, demasiado miedo de que le hicieran daño. Pero eso no me impidió hacerle ver con mi mirada que no haría lo que él quería. Y es que Nacor pensaba que aquello sería peligroso y por lo tanto, deseaba mantenerme a salvo a toda costa. Pero no lo iba a conseguir.
Yo iba a estar en ese combate.
—Si te pido que te quedes en casa, ¿lo harías? —me susurró igualmente.
—No —respondí de inmediato.
—No tienes que venir, estaré bien —me dijo, intentando convencerme—. Quédate con tu padre.
—No voy a recapacitar sobre esto —le aseguré—. Estaré en ese combate aunque me cueste la vida.
El rubio me observó y luego chasqueó la lengua con una sonrisa.
—Lograste derrotar las barreras de mi corazón —acarició mis mejillas—. ¿Quién soy yo para impedirte algo después de eso?
Sonreí con suficiencia.
Estaría en ese viejo ring de peleas, viendo como mi novio se hacía una leyenda.
-----
Capítulo 49.
¡Hola! ¿Cómo están?
Yo es que no puedo con Nacor, estoy enamorada de él. ¿Qué os ha parecido el detalle que tuvo con Naima? ¿Os gustó el reencuentro con su papá?
Yo casi me emocioné escribiéndolo.
ATENCIÓN: Se viene combate, ¿ya hicieron sus apuestas? #TeamJacob o #Team Nacor.
Posdata: Esta historia ya llega a su fin, le quedan cinco capítulos más.
¿A QUIÉN le gustaría ver este libro en físico?
¡Hasta la próxima! ♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro