43 | Fontana di Trevi. [2/2]
Capítulo 43 : “Fontana Di Trevi.” [2/2]
Naima Stone.
Aquella confesión me dejó tan helada, que lo único que pude hacer fue abrir los ojos y observarlo. Sus ojos ya estaban fijos en mis verdes y descubrí que la certeza de lo que decía era abrumadora. No mentía y lo vi en su mirada. Una sonrisa se desplegó en mis labios, no sé si era por el recuerdo que aquello me produjo, o porque que me lo hubiera dicho me había encantado. Ni siquiera me salió la voz para decir algo, para hablar, pero agradecí que él siguiera diciendo palabras.
—Y mierda, te detesto —dijo sin tapujos, dejándome confundida—. Te detesto tanto desde el primer día... Has sido un grano en el culo y un dolor de cabeza constante.
Tragué saliva, aquello me había pillado desprevenida.
—Pero de alguna forma has llegado a mi corazón. No sé como lo has hecho, pero lo has conseguido —admitió riendo incrédulo.
—Nacor... —Logré decir, con su frente aún en la mía.
—Y lo detesto. De hecho, detesto que me confundas, detesto que me preguntes cosas, odio que me repliques y odio que odies tus pecas.
Aquello me derritió sin poder evitarlo.
—Naima, te dedicaría millones de palabras, todas las que he callado por miedo, las que he evadido por temor a encariñarme de ti —informó—. Pero lo único que puedo decirte es que...
Y entonces se mantuvo en silencio unos segundos, como acordándose de algo. Yo solo esperé, porque sabía que se venía una explicación. Aquello era lo más parecido a una declaración de amor y es que en lo poco que llevaba viviendo, ningún chico se había confesado de esa manera hacia mí. Estaba aturdida, pero relajada. Me encontraba bien, sabiendo que aquella noche iba a ser una de las mejores de mi vida.
—¿Recuerdas cuando Jacob dijo que quería mi secreto más preciado? —preguntó.
Cómo olvidarlo, me dije. Aquella noche simplemente quedaría marcada en mi vida para siempre. La noche en la que el moreno me arrinconó contra mi coche, me ahogó y luego me apuñaló. Recuerdo como los ojos se le iluminaron al ver a Nacor aparecer y como intentó sobornarle con su secreto para que me soltara. Jacob quería el secreto del italiano, el secreto de que era un Hudson, de que era una leyenda.
—Sí —respondí con una mueca por el recuerdo.
—Pues que mi apellido fuera Hudson, no era el recuerdo más preciado que tenía en ese momento —admitió.
Fruncí el ceño.
—¿Entonces cuál era? —quise saber.
—Mi secreto más preciado, el que nadie sabía —pronunció sonriendo—, era que me gustabas.
Mi shock seguramente fue evidente en mi rostro.
—Y joder, me gustas —admitió de nuevo—. Me gustas tanto, Naima.
Una sonrisa resplandeciente se abrió en mi boca y sin previo aviso, una lagrima me cayó por la mejilla. No fui consciente de este dato hasta que Nacor la secó con su dedo pulgar automáticamente que esta salió. Ni siquiera le dio tiempo a deslizarse por mi mejilla, porque ésta ya había desaparecido.
Él estaba completamente atento a mí.
—Es el mejor secreto preciado que he escuchado en toda mi vida —declaré, pues era cierto.
El rubio se quedó unos segundos observándome, su dedo pulgar se quedó posado sobre mi mejilla y después, toda su mano. La calidez de su piel contra la mía me produjo una sensación agradable, podía estar muy lejos de casa, de Mississippi, pero estar allí, era como sentirse en un segundo hogar. Y eso sólo lo había conseguido él.
—Naima, quiero ser ese desastre especial —pidió casi en un murmuro—. Ese desastre que te robe el corazón, que te quite el aliento igual que esto —dijo intensamente y yo fruncí el ceño.
No entendía nada. Y cuando iba a preguntar a qué se refería, él volvió a hablar.
—Quiero que seas mi Roma y yo serlo para ti.
La felicidad ni siquiera me cabía en el cuerpo.
—Ya lo eres —le dije con toda la sinceridad que pude reunir.
Nacor me dedicó una sonrisa de alivio, como si llevara esperando esa respuesta mucho tiempo. Y es que de alguna manera, que yo le dijera eso, era como una clara indirecta a que él también me gustaba a mí y que de alguna forma, yo también me estaba declarando. Sus manos terminaron de posarse en mis mejillas y este me atrajo hasta su cara, para volver a unir nuestros labios en un beso.
Aquel beso fue mucho más sentido, más lento, más dulce. Como asimilando lo que acababa de pasar, asimilando que ambos nos queríamos para el otro y para nadie más. Un suave roce de labios, de suspiros atontados y de sonrisas en mitad de los besos, fue lo que tuvimos allí. Aquello era perfecto y absolutamente nadie podía interrumpir aquel momento tan especial.
La frente del rubio descansó segundos después en la mía.
—¿No tiras una moneda? —preguntó sin mirarme.
Fui entonces consciente de que hablaba de la fuente que teníamos justo a nuestra derecha, la cuál él estaba mirando. La gran Fontana Di Trevi.
—¿Para qué? —cuestioné, mirando también.
—¿Cómo que para qué? —repitió—. Es algo típico en Roma.
—No servirá de nada que tire una moneda —lo miré.
—Claro que sí, todos los deseos que se piden aquí se cumplen —aseguró, sacando una moneda del bolsillo de su traje, pidiendo un deseo en silencio y después lanzándola con fuerza dentro del agua.
Sin poder evitarlo, sonreí.
—¿Qué has pedido? —quise saber.
Esperando que el rubio no me dijera la típica excusa que se dice en estos casos; “Si te lo dijera, ya no se cumpliría”. Odiaba que me dieran esa respuesta y que me dejaran toda la vida con la intriga de los deseos. Así que esperé impacientemente a que el italiano respondiera. Para mi suerte, no me dijo aquella frase que tanto detestaba.
—Que digas que sí —respondió.
Hice una mueca.
—¿Que sí a qué?
—Que sí a que vengas conmigo a Santorini.
Me quedé paralizada.
[...]
Volviendo a la carpa donde se estaba celebrando la boda de el mejor amigo de Nacor, debo admitir que regresé con otra cara. La mano del rubio estaba entrelazada con la mía y mi costado y el suyo parecían estar pegados como si de siameses se tratase. Sonreí, con una emoción desbordante en mi interior. No éramos oficialmente novios, pero a la vista de la gente, se podía ver que entre nosotros había algo más que una amistad.
—¿Quieres una copa? —me preguntó en el oído.
—Te sorprendería las que ya llevo encima —le dije en una risita.
Los ojos azules de Nacor me observaron divertidos.
—Por favor, dime que no te has bebido diecisiete...
Me acerqué a su cara, feliz.
—Por poco —le respondí.
—Que tenga Nora cuidado —informó sonriendo—, a este paso, te haces más mejor amiga de Sheila que ella.
Y tenía razón. Sheila y yo éramos como almas gemelas, aunque debía admitir que ella era un poco más alcohólica que yo y que en parte, ni en esta vida ni en la próxima si existiera, podría romper la amistad que la rubia tenía con la chica de medio metro. Adoraba su amistad y adoraba tenerlas a ambas como mis dos nuevas amigas este verano. Así que no, Nora sería la primera y mejor amiga de la morena.
Siempre.
—A decir verdad —le hablé al rubio—, me apetece un Cosmopolitan.
Nacor rodó los ojos.
—Como si el rojo de tu pelo no me volviera lo suficientemente loco, tienes que pedirme un Cosmopolitan...
Me encogí de hombros, sonrojada.
—Iré a pedirle a un camarero que te lo prepare —avisó yéndose, pero no sin antes subir nuestras manos unidas hasta sus labios y posar un delicado beso en el dorso de la mía.
Matándome por completo.
Después, con mil mariposas revoloteando en mi interior, su cuerpo se alejó y nuestras manos se desentrelazaron. Tragué saliva viéndolo marchar hacia la barra, con ese esmoquin negro que tan bien le sentaba. Tenía que acostumbrarme a verlo así, a que no me diera un ataque cardíaco al verlo caminar hacia mí o cada vez que me guiñaba un ojo.
Era puro fuego y yo estaba dispuesta a quemarme por él.
Cuando mi mirada se desvió sin previo aviso, observé que en una esquina de la carpa se encontraba Natasha, la morena que se había lanzado a los brazos de Nacor cuando lo había visto. La misma que había logrado hacerme llorar y ponerme celosa al mismo tiempo. La miré fijamente, y observé como sus ojos echaban chispas de rabia. Estaba segura de que nos había visto al italiano y a mí cogidos de la mano, entrando en la fiesta de nuevo y como él me había estado sonriendo todo el tiempo.
Sin ser muy consciente de mis actos, más bien como algo que salió de mi interior; mi mano se alzó y con toda la elegancia que fui capaz de reunir, mi dedo medio se alzó hacia ella. Sin lugar a dudas le estaba haciendo un gesto de lo más directo y vulgar.
Jódete, pensé.
Y cuando estaba a punto de ver su reacción, unos gritos cercanos pero que yo solo pude oír, me llamaron exageradamente la atención. Más que nada porque reconocía una de las dos voces que estaban gritando como la palma de mi mano.
—¡Eres un maldito idiota! —declaró Aimara en un exclamo.
—¡Me da igual! —respondió el otro.
Me los quedé mirando, entretenida. El guapísimo chico tenía a la pequeña de los Hudson’s acorralada contra la pared de un edificio, era más que evidente la diferencia de estatura entre ambos y eso hacía que el italiano tuviera que agachar la mirada y que Aimara la subiera para poder observarse mutuamente.
Era divertido.
—¡Sólo quieres sacarme de quicio! —volvió a gritar la morena.
—¡¿Y qué tiene de malo si con ello puedo tenerte cerca?! —preguntó el chico.
Haciendo que Aimi se quedara en un completo silencio.
Me mordí el labio con una sonrisa, estaban tan cerca que casi no podía contar los milímetros que lo separaban. Pude distinguir como el rostro de la morena cambió radicalmente de estar seria y enfadada, a estar sorprendida y conmocionada. Conté mentalmente los segundos que faltaban para que ambos se consumieran en un beso lleno de deseo y cuando el marcador mental de mi cabeza llegó a cero, la pareja se dio literalmente un beso de película justo frente a mis narices.
Pero me interrumpieron la escena.
—Me alegra que Stefan por fin se haya arriesgado.
Me sobresalté de tal manera, que casi hice que Nacor derramara el Cosmopolitan que tenía en su mano, el Cosmopolitan que me había traído solo a mí.
—¿Lo sabías? —inquirí mirando de nuevo a la pareja.
—Stefan lleva colado por Aimara desde hace años —informó—. Una noche me lo confesó estando ebrio, pero él no se acuerda.
—¿Por qué no se lo dijiste? —quise saber.
—Porque no era divertido ver su indecisión para confesarse a mi prima.
Reí divertida, tenía sentido.
—Gracias —dije, agarrando por fin la copa que tenía en su mano.
—Has sido muy educada —comentó riendo, aunque en su tono de voz pude identificar el sarcasmo.
—¿Educada con qué? —pregunté curiosa.
—Con el corte de manga hacia Natasha.
Me sonrojé inmediatamente y cuando estuve a punto de barajar la idea de pedir disculpas por aquel gesto tan vulgar, el novio de la boda más conocido como Federico, pilló por banda a Nacor y lo agarró del brazo tirando de él, arrastrándolo. Solo pude escuchar algunas palabras antes de que se fueran demasiado lejos.
—Ya que no has querido ser mi padrino, al menos espero que nos regales un buen discurso.
En menos de un segundo, el despampanante italiano que había estado conmigo los últimos días, terminó subido en un pequeño escenario con un micrófono a la altura de sus labios. Labios que había tenido el placer de besar hacia escasos minutos. Una sonrisa inmediata se dibujó en mi rostro, estaba deseando escuchar el maravilloso discurso que vendría a continuación.
El rubio inmediatamente pareció nervioso allí arriba.
—Hola a todos —dijo educadamente—, espero que estén disfrutando de la fiesta.
Casi al segundo, todos los presentes dieron gritos de emoción, dando a entender que se lo estaban pasando en grande.
—Deben disculparme —carraspeó—, me encantaría poder darles un buen discurso a la recién pareja en el idioma de esta ciudad, pero tengo el italiano algo abandonado —me observó fijamente—. Y también sé que hay personas presentes que no entienden esa lengua, por lo que dejaré el italiano apartado esta noche.
Me sonrojé, supe entonces que él quería que entendiera el discurso que tenía que decir.
—Si hace cinco años me hubieran dicho que Federico se iba a casar con Carina, probablemente no me lo hubiera creído —confesó—. Para todos aquellos que no lo sepan, yo fui el responsable que los unió —anunció, haciéndome reír—. Y aunque odie hacer de cupido, me alegra saber que les ha ido tan bien.
Miré a la pareja, éstos sonreían alegres.
—Aún recuerdo la primera vez que vi a Federico —el rubio lo observó—, había venido de intercambio a mi escuela y absolutamente todos se burlaban de él por ser de otro país. Un día, vi como el matón del colegio lo golpeaba sin descanso y pensé, aquello no estaba bien.
Me di cuenta entonces, de que a Federico se le escaparon un par de lágrimas.
—Así que lo defendí —informó Nacor orgulloso—. Recuerdo que me expulsaron de aquella escuela pero Federico me lo agradeció y quiso seguir teniendo contacto conmigo. Pronto nos hicimos tan amigos, que a día de hoy mirarme, estoy en su boda.
Todos los presentes soltaron risitas.
—Cuando conocí a Carina en la clase de arte del Instituto, no pude evitar pensar en presentarle a Federico, ambos eran de otros países y pensé que ellos podían llevarse bien —comentó el italiano mirando a los invitados—. Lo que no sabia, era que éstos dos se iban a enamorar a mis espaldas.
Sonreí enternecida, era una historia preciosa.
—Creo que nunca podré agradecer suficiente, lo buenos amigos que son y lo que llegaron a alegrar mis días cuando vivía aquí —sonrió nostálgico—. Hacer de sujeta velas nunca fue tan cómodo como con vosotros, fue gratificante y también muy divertido.
—¡De nada! —Federico exclamó, haciendo que la gente volviera a carcajear, incluido el que estaba subido en el escenario.
Pero entonces éste se apresuró en terminar y volví a confirmarme, que él no era mucho de palabras. Pero que lo que decía, podía llegar a marcarte el alma.
—Nunca entendí como las personas se podían enamorar de otras —admitió el rubio—. Pero veros a vosotros, ver como os miráis y como os complementáis me hace sentirme identificado y pensar... —sus ojos azules me miraron fijamente—. Que quizás ahora es cuando lo esté entendiendo.
Y entonces se me cortó la respiración.
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Capítulo 43.
Y con este termina estos dos capítulos narrados por Naima.
¿¡Qué os ha parecido?!
NAICOR SE VA A SANTORINI.
(Idea de mi hermana, agradecerla)
¿Os gusta la pareja de Aimara y Stefan? ¿Cómo llamarían a su shippeo? #Saimara (?) #Staimi (?) Dejar aquí abajo los nombres.
¿Creéis que Nacor ya está enamorado de Naima? Mhm...
¡MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LOS 300 VOTOS EN EL CAPÍTULO ANTERIOR!
Son increíbles.
¡Hasta la próxima! Voten mucho ♡
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