37 | La mejor pizza Hudson's.
Capítulo 37 : “La mejor pizza Hudson’s.”
Nacor Hudson.
Mi mirada azulada estaba presente en la persona que tenía a mi derecha, la persona que me había acompañado hasta allí, la pelirroja que había traído conmigo a Italia. Sus ojos verdes estaban fijos en el nombre que tenía aquél restaurante. Ni siquiera yo lo había mirado pues sabia, que una vez lo mirara, ya no había vuelta atrás. Un miedo me invadió mientras la observaba, quizás había sido precipitado llevarla allí, no quería que se sintiera incómoda. Así que fui rápido en dejarle algo claro.
—Puedo llevarte a otro sitio, si quieres.
Fue entonces cuando su mirada bajó del cartel hasta conectarse con la mía, pude visualizar varios destellos de nerviosismo en sus ojos, pero también vi emoción, como si le diera ilusión entrar allí conmigo.
—¡No! —exclamó de inmediato—. ¡Es increíble! Ya quiero entrar.
Y no sé por qué, esas palabras fueron como una melodiosa canción en mis oídos.
Finalmente tras unos segundos, me atreví a mirar el lugar en el que tantas veces había estado, en el que tanto había aprendido. Por mi cabeza llegaron recuerdos; riendo, llorando, celebrando. Mi cuerpo empezó a emocionarse al saber que dentro de escasos segundos, un nuevo recuerdo fabricaría en ese lugar. Con Naima, a mi lado. Di exactamente siete pasos hasta que logré posicionarme enfrente de la puerta de aquél viejo restaurante italiano.
—Por favor —dije mirando a la pelirroja y abriendo la puerta para ella.
Algo indecisa pero con una sonrisa en los labios, se acercó y una vez estando a mi par, decidió hablar.
—Pasa tú primero —dijo guiñándome un ojo—. No pasa nada por una vez que no seas caballero conmigo, estoy más que acostumbrada a que seas un gruñón insensible.
Rodando los ojos, consiguió sacarme una sonrisa. Así que cogiendo una buena bocanada de aire, fui yo quien pasó primero por la puerta. Naima tuvo un detalle precioso, y es que sabia que en la otra parte iba a encontrarme con algo que había sido muy especial para mí, así que ella quería que yo fuera el primero.
Y había adorado ese gesto.
Una vez alcé la mirada para ver el interior del restaurante, pareció que todo sonido y la existencia de Naima desaparecieron en ese momento. Literalmente todas las cabezas del restaurante y parte del personal se giraron para mirar quien había entrado por la puerta. Varias caras conocidas —por no decir todas—, fueron las que se quedaron estáticas por mi aparición. Yo sólo pude quedarme quieto, observando gran parte de mi familia allí dentro. Incluso los clientes, me miraban como si fuera un maldito sueño.
Y todo se quedó en un silencio incómodo.
—¿Nacor? —habló entonces la segunda persona más especial de mi vida.
Tragué saliva y no supe como, pero mi voz logró salir.
—Hola abuela —dije.
—Non può essere. [No puede ser] —dijo de inmediato anonadada, una de mis tías.
—È davvero il? [¿Es realmente él?] —preguntó mi tío, queriéndose asegurar.
Rodé los ojos.
—Puoi venire e darmi un abbraccio? [¿Podéis venir a darme un abrazo?] —pregunté entonces, deseándolo.
Y como si se tratase de una avalancha, enseguida varias personas me rodearon el cuerpo en menos de un segundo, dejándome perplejo. La rapidez con la que vinieron a darme cariño me abrumó tanto, que me maldecí internamente por no haber venido antes. Los Hudson’s podían ser muchas cosas, pero eran cariñosos y cercanos. En cambio yo, había cambiado tanto estos últimos años, que apenas eso podía hacer bien.
—Ma guarda che bello! [¡Pero mira que guapo!] —escuché a mi tía Bella.
—Ci manchi tanto. [Te extrañamos mucho] —informó mi abuela abrazándome por la cintura.
Abracé a todos lo que más pude, estar allí significaba tanto para mí, era como dar un paso más, como enfrentar uno de mis mayores miedos. Una sensación parecida a la alegría me invadió por completo, me sentía bien, me sentía en casa.
Después de tanto tiempo.
Los abrazos de mi familia fueron disminuyendo su fuerza, cuando fruncí el ceño, me di cuenta que todos estaban dejando de abrazarme para hacer hueco a alguien. Alcé la mirada y encontré a la mujer que me dio la vida justo enfrente. Sus manos tapaban su boca, como sin creerse realmente que estuviera allí, sus ojos estaban cristalizados y entonces fui yo quien caminó hasta ella y la estrechó entre mis brazos. Mis manos acariciaron sus cabellos dorados y luego visualicé sus ojos, idénticos a los de Ray, idénticos a los míos.
—Per favore, dimmi che non sto avendo un sogno. [Por favor, dime que no estoy teniendo un sueño] —pidió.
—Sono qui, mamma. [Estoy aquí, mamá] —le aseguré.
Un suspiro de satisfacción pareció salir de sus labios y una sonrisa abarcó su boca por la emoción.
—Lascia che ti veda, non sei più un bambino. Sei diventato un uomo! [Déjame verte, ya no eres un niño. ¡Te has convertido en un hombre!] —exclamó, observándome de arriba a abajo como madre orgullosa.
Y cuando estuve a punto de decir algo —probablemente a punto de decirle que estaba preciosa—, una voz resonó por encima de las voces, por encima del griterío que habíamos provocado en el restaurante. De la puerta de la cocina a nuestra izquierda, visualicé como una cabellera morena salía casi echando humo por la nariz, con el entrecejo fruncido y las manos llenas de harina.
—Per l’amore di Dio. Qual è la causa di tanto rumore? [Por el amor de Dios. ¿Cuál es la causa de tanto ruido?] —quiso saber.
Pero cuando levantó la mirada y se dio cuenta de mi presencia, sus ojos parecieron iluminarse. Una sonrisa inmediata en mis labios y mis brazos abriéndose exclusivamente para ella.
—Perché quella rabbia, cugina preferito? [¿Por qué esa ira, prima favorita?] —quise saber.
—Non posso crederci, credo che la farina sia entrata nei miei occhi. [No puedo creerlo, creo que la harina entró en mis ojos] —dijo sobándose.
—Vieni e abbracciami, pizzera. [Ven y abrázame, pizzera] —le ordené.
Y entonces Aimara procedió a correr hacia mí y abrazarme por la cintura. Su estatura era demasiado baja pero era demasiado apetecible para achuchar. Reí a carcajadas mirando su ropa, realmente ésta estaba manchada de mucha harina y es que cuando yo me fui a Mississippi, fue ella a quien le tocó heredar mi puesto como cocinera haciendo pizzas en el Hudson’s. Esperaba verdaderamente que ella no me odiara por ello.
—Ti odio, se sono così è perché ho bisogno che torni al tuo lavoro. [Te odio, si soy así, es porque necesito que regreses a tu trabajo] —informó entonces.
Definitivamente, lo que suponía.
—Ma sei bellissima con il cappello da chef. [Pero si estás preciosa con el gorro de chef] —le aseguré, abrazándola más.
Y cuando estuvo a punto de responder, su mirada se dirigió a alguien detrás de mí.
—Una modella è entrata nel nostro ristorante? [¿Ha entrado una modelo en nuestro restaurante?]
Entonces absolutamente toda mi familia se giró a mirar a Naima, la cuál todavía estaba en la puerta, jugando nerviosa con sus manos y ahora con un sonrojo igual de parecido que su color de pelo. Quise darme un golpe en la cabeza, era evidente su incomodidad y es que había tardado mucho en volver a su lado para presentarla.
—Non lo so, ma è bellissima. Vorrei avere quel colore di capelli. [No lo sé, pero es guapísima. Ojalá tuviera ese color de pelo] —se lamentó una de mis tías.
Y sí, practicamente todos los Hudson’s éramos rubios. Menos Aimara y es que ella se había teñido porque adoraba el pelo moreno, lo cierto es que le quedaba bastante bien.
Finalmente, me acerqué a Naima y posé con delicadeza una de mis manos en su espalda, bajo la atenta mirada de mi familia sobre nosotros. Miré a la chica de pecas incontables como pidiéndola perdón con la mirada, por practicamente haberme olvidado de ella. Su respuesta fue un simple guiño de ojo que me terminó por matar completamente.
Ya iban dos aquella noche.
—Familia —hablé entonces sin el italiano—, os presento a Naima.
Y otro silencio haciéndose presente en el lugar.
Hasta que la misma avalancha que vino a casi asfixiarme con un abrazo, fue la misma que recibió Naima al segundo que la presenté. Reí mientras me apartaba un poco al ver como todos iban para brindarle su cariño. Aimara se me acercó elevando y bajando las cejas, así como en un gesto picaron que me hizo reír muchísimo.
—Quindi la tua ragazza, Naima. [Así que tu novia, Naima] —sonrió emocionada.
—No es mi...
—¡Nacor! —me interrumpió entonces mi abuela—¿cómo se te ocurre traer a esta preciosidad a un lugar como este?
Sonreí, sí que era preciosa.
—Porque no sabe lo que es una buena pizza italiana —respondí en cambio.
Aimara rápidamente abrió la boca ante mi contestación y habló decidida.
—Juro que te haré la mejor pizza que se ha hecho en el Hudson’s.
Y con eso, salió corriendo de vuelta a la cocina, provocando que Naima riera. Mi familia no hablaba demasiado el idioma de Naima, pero sabían perfectamente como comunicarse pues lo aprendieron de Ray, cuando iba a Mississippi a hacer combates. Aunque fuera más que evidente el ligero acento italiano de todos.
—Ven siéntate —mi madre agarró la mano de mi acompañante y la guió a una mesa libre—, ese insensible te ha tenido de pie todo este rato.
Me dejé ver claramente ofendido.
—Me estáis dejando como una mala persona —casi gruñí.
—¿Cómo estás tan delgado? —mi abuela me observó—. Prepararé la lasagna que tanto te gusta, seguro que a Naima también le encantará.
Y antes de que me diera tiempo a contestar, fue cuando se esfumó a la cocina junto a Aimi. Me acerqué entonces a la mesa en donde mi madre hablaba con la pelirroja. Su mirada verdosa se unió a la mía por un segundo, tenía un brillo en los ojos que nunca antes le había visto. Por un momento me quedé prendado de ella, sin poder dejar de observarla ni siquiera por vergüenza. Incluso no escuché absolutamente nada, hasta que mi madre dijo unas palabras que me hicieron volver a la realidad de golpe.
—¡Dentro de dos días es la boda de Federico! —exclamó entusiasmada—. Tenéis que venir. Verás cuando el resto de la familia te conozca —mi madre le habló a Naima.
Me quedé en shock por unos breves instantes, Federico fue uno de mis mejores amigos en Italia, su familia era muy amiga de la mía y entendía que ellos tuvieran la invitación para la boda. Pero no tenía ni idea de que ese idiota al que no había visto desde más de cinco años, se casaba finalmente. Mis ojos con rapidez fueron a la chica de mi lado, observando su reacción, intentando analizar si aquella idea le parecía bien o le incomodaba en sobremanera.
Sin embargo para mi sorpresa, dijo algo que no esperaba.
—¡Me encantará conocerlos a todos! —exclamó también.
Mi madre me miró anonadada.
—¿Por qué no me has presentado antes a esta chica? —quiso saber—. Conocer a la novia de mi hijo es fundamental.
Naima se sonrojó de inmediato y cuando estuve a punto de hablar, de nuevo se me adelantaron.
—¡La mejor pizza Hudson’s! —exclamó Aimara viniendo a nuestra mesa—. Espero que te guste, por una vez he amado mi trabajo.
—Eso suena bien —Naima se atrevió a decir.
—Bien va estar tu estómago después de probar esta pizza, así que ataca antes de que venga Mari con su lasagna —rodó los ojos.
Naima me miró, seguramente preguntándose quién era Mari.
—La abuela Hudson —le respondí.
Ella asintió y con una gran sonrisa, procedió a comerse un trozo de aquella pizza. Yo sólo me dediqué a mirar como mi madre veía a la pelirroja con ojos soñadores y como Aimara se mordía las uñas esperando su aprobación. Era increíble que sin apenas conocerla, ya la tuvieran ese aprecio. Mientras, mi mirada se dejó llevar por el restaurante, era increíble que nada hubiera cambiado. Estaba exactamente igual que cuando era pequeño, igual que cuando Ray lo inauguró.
Aquél lugar tenía parte de mi corazón.
—¡Está increíble! —Naima dijo encantada.
Aimi procedió a dar palmadas de emoción.
—Chica que le gusta la comida Hudson, chica que a mí me caerá bien.
—Será un placer que vengas a la boda con nosotros —mi madre declaró.
—Mamá —dije de inmediato—. Naima vino conmigo para ver Roma, no para ir de boda.
—¡Mejor todavía! ¡La boda se celebrará al lado de la Fontana di Trevi! —exclamó ésta entusiasmada.
Naima hizo una mueca.
—Me encantaría ir, pero pensándolo bien, no tengo un vestido —se lamentó.
—¡Eso no es problema! —Aimara hizo un gesto de mano—. ¡Yo te llevaré de compras!
La idea de Naima con un vestido despampanante acompañándome a la boda de uno de mis mejores amigos, me cortó la respiración.
—¡Ya está la lasagna! —mi abuela exclamó viniendo a la mesa.
—Nacor, ¿puedes venir un momento? —mi madre me pidió.
—Sí —respondí enseguida—. Guárdame un poco —le pedí a mi abuela dándole un beso en la mejilla.
Después, me dirigí hacia Naima pero ésta estaba hablando animadamente con Aimi, así que no la interrumpí para decirle que me iba un momento. Tenía miedo de que se sintiera incómoda, pero eso no parecía una opción. Siguiendo a mi madre hasta fuera del restaurante, su mirada intensa y penetrante me hizo saber que se venia una conversación seria.
—No sabes lo feliz que me hace verte aquí —dejó saber.
Suspiré.
—Lo siento, no estaba preparado para venir antes...
Ella me dedicó una sonrisa.
—Lo sé —aseguró—, pero alguien parece haberte dado esas fuerzas para volver.
Mi mirada automáticamente y sin mi cuerpo esperarlo, se giró hasta dentro del restaurante, posándose mi mirada en una cabellera pelirroja. Escuché como mi madre volvió a hablar.
—Parece una buena chica —comentó—. Y ha hecho que tomes una buena decisión, así que no la dejes escapar.
Sonreí entonces.
—No lo haré.
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Capítulo 37.
¡Hola! ¿Qué les ha parecido este capítulo? Pude sentir hasta la incomodidad de Naima conociendo a media familia. ¡Se viene boda pronto!
(Siento que en este capítulo haya habido mucho idioma italiano, pero tenía que ponerlo).
¡Darle mucho amor a Aimara porque va a ser una de las favoritas en el viaje de Italia!
¡Hasta la próxima!
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