Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30 | Ahora es tu turno.

Capítulo 30 : “Ahora es tu turno.”

Naima Stone.

En la casa de mis padres no me sentía tan cómoda como en mi propia casa. Hacía ya dos años que me había independizado y mudado a mi propio hogar y tras tener eso, no acostumbraba mucho a ver a mis padres. Pero no quería recibir otro navajazo en la pierna, por lo que no me quedaba otra opción que quedarme allí un par de semanas, al menos hasta que las cosas se calmaran.

Pero eso no iba a decírselo a mi familia, aunque ellos habían insistido hasta el cansancio en sus preguntas.

—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó mi madre.

—¿No tienes dinero para pagar los gastos? —siguió mi padre.

—¿Y por qué mierda caminas cojeando? —terminó William.

Hablando de mi pierna, ésta estaba mucho mejor y lo agradecía enormemente. Lo había pasado bastante mal referente al dolor, pero ahora era más bien soportable. Respecto a mi familia, sólo dije que me tropecé con el coche y que me fui de casa porque me sentía sola desde hace semanas y necesitaba algo de compañía.

Mentira, pensé.

Quería estar sola lo más tiempo posible, pero no se me había ocurrido una excusa mejor. Lo bueno de esto, es que ellos se lo habían creído y eso era más que suficiente.

Estaba tumbada en mi antigua cama, rodeada de mis antiguos libros, viejos discos de música y marcos de fotos en las paredes. Básicamente estaba en mi habitación, la que usé durante más de diez años. Ésta estaba prácticamente igual y agradecía que no le hubieran cambiado nada pues me sentiría como una extraña. En mis manos yacía un libro por la mitad y cuando estaba a punto de terminar un capítulo, mi móvil sonó posado en mi estómago.

Miré la pantalla alumbrada y visualicé el nombre de Sheila.

Igual es una emergencia porque está borracha y necesita ayuda, pensé.

Descolgué la llamada y me puse el aparato electrónico contra la oreja, dejando a un lado mi interesante libro.

—¿Hola? —dije distraídamente.

—¡Naima! —exclamó—. ¿Por qué no estás aquí?

—¿Disculpa? —fruncí el ceño —¿Aquí, dónde?

—Le dije a Nacor que te avisara de mi cumpleaños y parece no haberlo hecho, ya que no estás aquí en la fiesta —informó.

Fui entonces consciente de la música que se oía de fondo.

—Oh, sí que me avisó —mentí—. Lo que pasa es que pesqué un resfriado y no puedo ir.

—¿En verano has caído enferma? —cuestionó.

Quise darme una bofetada.

—Sí —volví a mentir—. Mi cuerpo es de lo más extraño, se enferma cuando no debe.

—¡Pero tienes que venir! —rogó entonces.

Pensar que Nacor podía estar allí, me dio repentinamente el bajón.

—Lo siento mucho Sheila, no puedo —me negué.

—Vamos —volvió a intentar—, puedes traer a quien quieras contigo.

Entonces me quedé pensando en esa oferta.

[...]

—¿Por qué mierda me has convencido para esto? —me preguntó Elliot.

—Porque yo te hice un favor ayudándote en el trabajo, ahora es tu turno —me crucé de brazos.

—Pero yo no te estoy ayudando en ningún trabajo.

—Digamos que esto es más importante y necesario.

—¿Darle celos a mi jefe es algo necesario? —cuestionó.

Elliot se estaba convirtiendo en lo más parecido a un mejor amigo, pero a veces me daban ganas de matarlo como si aún fuera un desconocido.

—Tú fuiste quien le dijo que nos habíamos besado, ahora no te quejes —lo señalé con mi dedo índice.

—Tiene sentido —accedió.

Me volví a colocar bien el vestido como por enésima vez, en esta ocasión, sí que tenía un vestido propio, sin que lo tomara prestado de nadie para luego ser humillada. Y es que había ido rápidamente al centro comercial a comprarme un buen outfit antes de llegar a la fiesta. Así que consistía en un vestido veraniego amarillo con flores verdes, me sentía cómoda aunque éste fuera algo más corto de lo que planeaba.

Elliot sin embargo estaba muy seguro de sí mismo, llevaba una camisa de vestir blanca y unos vaqueros negros.

—¿Listo? —pregunté al moreno.

—¿Tengo elección? —quiso saber.

—No —respondí rotundamente.

—Entonces estoy listo.

Mi brazo se entrelazó con el suyo y juntos, llamamos a la puerta de lo que parecía ser la casa de Sheila. Desde fuera ya se podía escuchar la ruidosa música trap a todo volumen, así que no sé como la chica pudo oír el timbre para abrirnos con una gran sonrisa. Su mirada se paseó desde mi cuerpo, hasta el cuerpo de Elliot.

—¡Naima! —exclamó abrazándome—. Me alegra que hayas podido venir.

—Muchas gracias, Sheila —respondí devolviéndole el gesto.

—¿Quién es tu acompañante? —miró al moreno.

—Este es Elliot —presenté.

—Encantado —dijo él amablemente.

—¡No os quedéis ahí parados! ¡Pasar! —gritó Sheila emocionada.

Y nosotros sólo pudimos hacerla caso. Sin separarme apenas un milímetro del moreno, ambos entramos por completo en la casa. Mis nervios estaban a flor de piel, era consciente de que en cualquier momento iba a encontrarme con un par de ojos azules y aquello me aterraba de verdad. No quería verlo, no quería recordar nuestra discusión, ni tampoco lo que había pasado.

Quería olvidarlo.

—¡Naima! —Nora exclamó bien alto, acercándose a mí.

Y entonces todos los que estaban a su alrededor —Kaden, John, Kayla, Samantha y Nacor—, me miraron fijamente. Después, observaron a mi acompañante.

—Hola —dije intentando mirarla sólo a ella.

No le mires, no le mires, gritaba mi cabeza pensando en el rubio.

Sin embargo, sentía su mirada, la sentía como fuego ardiente por mi piel y aquello me estaba terriblemente incomodando. Pude notar también a Elliot tensarse, y supe que el ojiazul también lo estaba observando a él. Aunque que mirara a este último no me ponía tan mal, de hecho, me gustaba que lo mirara.

Que viera que podía estar con otras personas y que no era nadie para impedírmelo.

—Chicos, este es Elliot —dije simplemente.

Sin etiquetarlo ni como mi amigo, ni como mi novio. Que la duda quedara en el aire, pero sabia que eso era sólo para confundir a Nacor. Su mirada estaba ahora en el vaso que sostenía en sus manos y los ojos de sus dos mejores amigos —Kaden y John— estaban fijos en él, como entendiendo su comportamiento, lo que estaba pasando por su mente.

Por un momento me preocupé por el, pero luego pensé si él no se preocupaba por mí, mucho menos iba a hacerlo yo.

—Encantada de conocerte —dijo educadamente Nora—. No te sientas incómodo, somos buena gente.

—Sí Elliot —habló Nacor sonriendo falsamente—, no estés incómodo por estar delante de tu jefe.

Todos abrieron los ojos como platos, yo sólo pude asesinar al rubio con la mirada. Maldito imbécil egocéntrico.

—Entonces, ¿ya os conocéis? —preguntó Kaden.

—Como olvidarlo —Nacor miró fijamente a mi acompañante, como queriendo matarlo lentamente.

Me estaba empezando a poner nerviosa, miré a Sheila, intentando que entendiera la pedida de ayuda que le estaba haciendo a través de mis ojos. La chica pareció entender, porque asintió y habló de seguido.

—John, Nacor, Kaden —los llamó—. Venir a traer unas cosas de la cocina, por favor.

—¿El qué? —Nora carcajeó—. ¿Botellas de alcohol?

—Exactamente —respondió su amiga.

Cuando se fueron a la cocina para ayudar, miré a Elliot, el cuál se estaba acercando a la puerta de salida para marcharse. Abriendo los ojos, corrí detrás de el y lo agarré del brazo.

—¿Qué haces? —pregunté.

—¿Qué crees que hago? —dijo incrédulo—. Irme.

—No puedes marcharte, no me dejes sola —casi rogué.

—Como siga aquí, me ganaré un despido —me miró—, ¿tú has visto como está mi jefe?

Sabía a lo que se refería, su jefe estaba incómodo, molesto e irritado por verlo allí conmigo.

—Por eso te he traído aquí —le expliqué.

Por el rabillo del ojo, observé como todos volvían de la cocina y Nacor nos buscaba con la mirada.

—Me siento utilizado —admitió cruzándose de brazos, enfadado.

Inmediatamente, desaté el nudo que había hecho.

—¿Qué haces? —cuestionó él.

—Haz como si hablas conmigo —dije rápidamente.

—¿Es que no lo hago? —cuestionó frunciendo el ceño.

—No quiero que Nacor vea que has venido obligado por mí.

—¡Básicamente así es como me has traído!

Quería darle un golpe en la cabeza.

—Elliot sólo te estoy pidiendo un favor —le dije observándole—, como tú me pediste que aceptara el puesto de camarera en la discoteca.

—Tenía que haberlo pensado bien, eres horrible poniendo cócteles —rodó los ojos.

—Hablo enserio —dejé saber.

—Yo también —aseguró.

Lo miré fijamente y éste al ver la seriedad en mi rostro, dejó de bromear.

—Está bien —accedió—, sólo porque verdaderamente te prefiero a ti de compañera que a otra persona.

Sonreí, notando la mirada del rubio sobre mí.

—Sólo un favor más —pedí en un susurro.

—¿Qué? —Elliot prestó atención.

—Dame un beso.

Su cara en shock.

—¿Estás de broma? —dijo tras unos segundos.

—No —respondí.

—¿Quieres que mi jefe me pegue una paliza? —cuestionó.

Y entonces solté una carcajada, una carcajada real.

—Nacor no es capaz de pegar a nadie, te lo aseguro —le dije muy confiada.

Agradecía que estuviéramos alejados del grupo, pues éstos no podían escuchar nuestra conversación, ni una sola palabra.

—Vale, puede que no acabe con un ojo morado, pero sí acabaré despedido —casi tembló.

—Elliot no te estoy pidiendo un beso de película, sólo un beso en la comisura, algo corto.

El moreno me observó detalladamente, sabia que aquello estaba mal, pero era muy consciente de que a Elliot no le podía gustar para nada y es que el chico estaba detrás de otra mujer. No me lo había dicho él, pero su salva pantallas del móvil había hablado más que nadie. Una chica rubia preciosa, con unos ojos mieles y corazones volando por su cabeza me hizo saber que ella era la que tenía el corazón del moreno.

Así que un pequeño pico en la comisura de mis labios no era tan cruel.

Y entonces pasó, sintiendo aún la mirada del ojiazul sobre mi cuerpo, Elliot se acercó y dejó un corto beso en la comisura de mi boca. Instantes después se despegó y estuve muy segura que desde la perspectiva en la que se encontraba Nacor, aquello había parecido como si el moreno y yo nos habíamos dado claramente un beso en los labios.

Cuando estuve a punto de darle las gracias, un sonido de algo haciéndose añicos nos llamó a ambos la atención. Alcé la mirada y observé un vaso de cristal roto en el suelo, la espalda de Nacor largándose a alguna parte y Kaden y John observándole con pena en la mirada.

—Parece que tus celos han funcionado —me susurró Elliot.

Y así era.

—Chicos —Sheila nos llamó—, vamos a jugar, ¿os apuntáis?

—Por favor que no sea el juego de la botella —dijo Nora mientras nos acercábamos.

Me senté en un sofá y Elliot justo a mi lado. Mis ojos no pudieron evitar ir hasta el asiento donde hace escasos segundos Nacor lo había ocupado. Me sentía mal pero no tanto como él me había hecho sentir en todo lo que llevaba conociéndole. Nuestro tira y afloja era lo más tóxico que existía y ambos salíamos mal de todo aquello. Pero no podía evitar preocuparme por él. Cuando quise levantarme y buscarlo, su cuerpo salió de la cocina con una botella nueva de alcohol en su mano, volviendo al sofá.

Justo frente a mí.

—Juguemos a ¿quién es más probable? —John propuso.

—Eso suena bien —Sheila accedió.

—¿Y cómo se supone que nos emborrachamos? —Elliot preguntó —En estos juegos se suele pillar un pedo de la hostia.

—Yo lanzo una pregunta, si el nombre que dices acierta con el de todos, bebes un chupito —John explicó.

—De acuerdo, ¿quién empieza? —el moreno quiso saber.

—Yo quiero empezar —Nora se preparó—. ¿Quién es más probable que se emborrache más en las fiestas?

—Sheila —dijimos todos a unísono menos Elliot y Nacor.

Básicamente porque Elliot no conocía lo suficiente a Sheila para acusarla de ello y lo entendía. Pero no comprendía por qué el rubio se había quedado en silencio. Su mirada estaba fijada en la botella de alcohol que tenía en sus manos, mientras de vez en cuando, le daba algún trago que otro. Era como si él solo estuviera jugando a su propio juego, emborrachándose sin más.

Como los demás y yo habíamos acertado con el nombre de la morena, bebimos un chupito.

—Lo siento Elliot, tú no eres de nuestro grupo y no nos conoces. Me parece que te quedarás sin beber un rato largo —Kaden habló sonriéndole falsamente.

Segundos después, visualicé como él y Nacor chocaban puños disimuladamente.

—No importa —Elliot dijo y me observó—. Lo cierto es que no debería beber, tengo que llevar a esta preciosidad a casa.

Casi me atraganto.

—¿Quién sigue? —Nacor habló por fin después de un rato.

Su voz, su voz era diferente.

—Yo —Sheila dijo mientras pensaba—. ¿Quién es más probable que le detengan por provocar un delito?

—Kaden —dijeron los primos a unísono, John y Nora.

Reí mientras miraba al nombrado y se encogía de hombros sin poder negar esa acusación. Los primos bebieron su chupito y yo aproveché para mirar al chico que tenía en frente. Su cabeza cabizbaja me hacía entender que le estaba dando vueltas a algo y yo no podía evitar comerme el coco pensando en lo que podía ser.

Aunque me hacía una ligera idea.

—Mi turno —Kaden habló y alternó la mirada entre el rubio y yo por un momento casi impredecible—. ¿Quién es más probable que aparte antes la mirada entre Naima y Nacor?

La mirada del rubio se alzó inmediatamente para mirar a su amigo.

—Yo digo que Naima —Nora admitió.

—Coincido —Sheila me guiñó un ojo, riéndose.

—Gracias por depositar su confianza en mí —dije con sarcasmo aunque en realidad estuviera aterrada.

No quería mirar al ojiazul, no otra vez.

—Creo que todos pensamos que Naima la apartará primero —John me observó.

—Sólo hay una manera de averiguarlo —Kaden dijo mirando a Nacor.

Éste lo miraba asesinamente, sin embargo, sus ojos se desviaron hasta los míos y entonces sin poder evitarlo, comenzamos un duelo de miradas. Mi corazón sin previo aviso empezó a acelerarse sin remedio, contuve la respiración lo más que pude e intenté que mi cuerpo no temblara para no delatarme ante sus amigos. Mis amigos. Sus ojos azules parecieron ahogarme en un océano lleno de maravillosos tiburones, pero aunque les tuviera un pánico terrible, yo estaba en calma, sin miedo, con confianza.

Vi como su cuerpo tuvo el impulso de acercarse a mí, pero se mantuvo lo más quieto posible.

De repente, contra todo pronostico, la mirada del rubio se desvió, sacudiendo su cabeza con verdadera irritación, como si no pudiera mirarme más a la cara.

—No puedo —dijo al segundo.

—¿Por qué? —Kaden preguntó.

—Porque como siga mirándola, no seré consciente de mis actos.

Y entonces, se levantó del sofá y ésta vez, se fue para no volver.





-----
Capítulo 30.
No me lo puedo creer, que rápido pasa el tiempo. ¿Os ha gustado el capítulo? Espero que sí porque me costó demasiado terminarlo. Creo que para el próximo actualizaré antes, pero pediré +200 votos.
Lo sé, no me odies.
Quizás vaya a la biblioteca para escribir el siguiente capítulo.
Posdata: El otro día me encontré un Nacor idéntico a escasos metros. Casi le ruego al chico para hacerse una foto conmigo. Pero aquí estamos yo y mi vergüenza, sin foto. #HistoriaSad
¡Hasta la próxima! ♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro