Capítulo 7
Me parece imposible creer que estoy frente a un lugar así, estoy entusiasmada por mi llegada, muero por recorrer este lugar ahora mismo y sobre todo conocer al personal, espero que me acepten como uno de ellos, que me empapen de historias y experiencias ocurridas a lo largo de los años en este sitio.
—¿Te gusta Mia? —pregunta Magda.
—¡Me encanta! —respondo admirando la casa.
—Bien, manos a la obra.
Julio me sonríe mientras toma mi mano derecha para ayudarme a bajar de la camioneta, ya que es realmente alta o tal vez solo porque es un caballero.
Magda me dirige hacia una puerta que se encuentra en el lado derecho, frente a la casa. Es pequeña a lo lejos, pero mientras nos acercamos se vuelve a un tamaño normal, saca sus llaves, la coloca en la chapa y se termina abriendo. Mientras estoy esperando, me percato que tenemos justo sobre nuestras cabezas una cámara de vigilancia; tienen mucha seguridad.
Cuando abre la puerta puedo ver un gran pasillo aluzado con un piso reluciente. Todo el interior es blanco.
—Adelante Mia, bienvenida —me dice Magda, mientras hace un movimiento con la mano para abrir camino al lugar. —Esta es la sala de estar —señala el lado izquierdo. —Puedes estar aquí cuando te plazca siempre y cuando hayas terminado tus actividades.
—¡Es linda! —y sí que lo es. Es una sala enorme, de piel y en color blanco. Junto a la sala está una mesa pequeña en el centro y en la pared que está justo enfrente, un gran televisor. Ya me vi en este lugar viendo mis series.
—Esta puerta de la derecha es la entrada a mi oficina, todo lo que necesites, las dudas que tengas no dudes en venir, tocas la puerta y si respondo estoy dentro y si no, pues estoy afuera —me dice soltando una risita.
—Gracias —respondo.
—Bien, la próxima puerta es el área de juegos, tal como lo demás, puedes estar en este lugar siempre y cuando no tengas actividades por hacer.
—Muy bien Magda —en esta habitación no entramos, pero puedo ver de reojo, y se mira realmente bien, hay una mesa de billar y eso me agrada, soy muy buena.
—La siguiente puerta te dirige al sótano, donde se encuentran todas las habitaciones de los empleados, enseguida bajaremos.
Asiento con la cabeza.
—Después tenemos el comedor a la izquierda, y al lado derecho la barra, puedes prepararte un coctel, café, té o lo que quieras. Esta área es para todos, hay algunas cosas de otros empleados. Si deseas que no tomen algo, solo etiquétalo. Si algo está sin etiqueta, significa que pueden agarrarlo los demás. ¿De acuerdo?
—Entiendo, etiqueta solo mío, sin etiqueta es de todos.
—Exacto, te mostraré la cocina.
—¿Y los demás? —pregunto observando el lugar. Todo el lugar está decorado con colores blancos, beige, crema, etc. Solo tonos claros, ¡entra demasiada luz! A pensar que es la planta baja, tiene muchos tragaluces, ventanas muy amplias en el lado izquierdo, y un cristal enorme que parece pared que te brinda visibilidad al jardín. También hay muchas plantas diseñadas para interiores, este sitio no parece el típico espacio para los empleados.
—Deben estar trabajando, son las 12:20 pm —responde Magda mirando su reloj.
—Entiendo —respondo.
Magda abre la puerta de la cocina y se encuentran dos personas dentro.
—Ciao Francisca, Ciao Emilio! —los saluda Magda.
—Buon pomeriggio —responde la mujer, percatándose de mí.
El joven hace prácticamente lo mismo.
—Los presento, Francisca, Emilio, ella es Mia, nuestra nueva compañera, acabamos de llegar, hace unos minutos le estoy dando el recorrido —les dice Magda.
—Piacere Mia —dice la mujer que se llama Francisca.
Ella se mira muy agradable, tiene una gran sonrisa, es alta, muy alta, creo pensar que mide 1.85 m si es que no estoy exagerando, pálida de piel y un cabello muy negro. Él tiene más estatura media, con un tono de piel bronceado como la canela, y tiene algo de barba.
Ambos usan un overol negro de cocinero.
—Piacere di conoscerti —responde Emilio.
—Lo stesso per me, piacere (Lo mismo digo, es un placer) —les digo a ambos.
Ambos sonríen.
—Francisca es la chef de la casa, y Emilio es su ayudante —me comenta Magda.
—Corrección soy Chef 2 —dice Emilio molesto.
—Ese puesto no existe —menciona Francisca, mientras se ríe.
—No las escuches preciosa, yo sé lo que te digo, se morirían si yo no hiciera mis platillos, que son una delicia, los prefiere el señor —dice Emilio mientras me toma la mano.
No sé qué tienen los italianos, pero usan demasiado el apretón de manos para comunicarse o al menos estos que voy conociendo.
—Lo tomaré en cuenta —le digo.
—Cuando gustes te preparo lo que quieras —me dice mientras continúa picando lo que parece ser un ajo.
—Bien, continuaremos con el recorrido —me dice Magda.
—Nos vemos después les digo a ambos.
Ellos me asienten con la cabeza, y salimos de la cocina.
—¿Qué te parecieron? —me pregunta Magda.
—Son muy agradables —respondo.
—Están algo locos —se ríe. —Bien, ahora lo que sigue, la puerta que está aquí, girando el pasillo es la bodega y la siguiente es el área de planchado —entramos a la habitación. —Todos los señores tienen su área en específico —continúa Magda.
Observo el lugar y es una habitación muy grande, está dividida en secciones iguales como las demás, excelente iluminación.
—Mia, tú no te encargarás de planchar ropa por ahora, pero tienes que saber cómo funciona. Cada cubículo tiene su nombre, por ejemplo, el del señor Aroham. Cuando la ropa ya se lavó y pasó por la secadora, se trae aquí y se pone el canasto en donde dice su nombre, se plancha, se dobla o se cuelga, y la chica que se encarga del señor, en este caso Julia, viene a esta habitación a la sección del señor Aroham y sube la ropa a su habitación. ¿Me explico?
—Sí, Magda, entendí perfectamente.
—Muy bien, así funcionan los demás: el de la señora, que también le pertenece a Julia, el de Arek, y el de Arleth. Los que sobran se utilizan para los invitados, se coloca su nombre arriba del cubículo y así no hay equivocación con la ropa.
—Excelente —me imagino que los nombres que me acaba de mencionar deben ser los hijos de mis jefes.
—Pasa igual en el área de lavado, vamos te muestro —me dice abriendo la puerta para dirigirnos a la próxima habitación. —Todos tienen su respectiva lavadora y arriba se encuentra su secadora, si te puedes dar cuenta todos tienen una etiqueta con su nombre, Anelle, Aroham, Abrah, Arek, Arleth, también están los de abuelos Abraham y Anette, estas de aquí están sin etiqueta, pero pueden asignarse a un invitado, estas no puedes usarlas tú, aunque no estén asignadas a un señor, para eso tenemos las nuestras atrás de este pasillo, tal como ellos, nosotros tenemos asignadas la nuestra o con quien la compartiremos, ¿entiendes?
—Si, Magda, entiendo.
—Bien, Mia esto tienes que recordarlo bien, en esta casa hay reglas, tienes que seguirlas a la perfección, es lo único que los señores nos piden —me dice preocupada.
—No te preocupes tendré cuidado.
—Excelente.
Después me muestra nuestras lavadoras y nuestra área de planchado, compartiré cubículo con Nora, aunque no la conozco aún, ya me lo ha mencionado Magda, también vamos a las regaderas, en este si me dieron la oportunidad de elegir la mía, y poner la etiqueta con mi nombre.
—¿Qué te parece si vamos a tu habitación? —me dice Magda.
—¡Si, estaría genial! —respondo con emoción.
—¡Vamos!
En camino al sótano donde se encuentran las habitaciones, notamos que en la barra y en el comedor están algunos empleados, tal como los demás, me miran extrañados cuando se dan cuenta de mi presencia ¿Que no tienen empleados seguido? —pienso.
—Ciao! —los saluda Magda.
Son dos chicos y tres chicas, una de ellas me mira como si me odiara.
—Ella es Mia, nuestra nueva compañera —les informa Magda.
—Es un placer, hermosa —me dice uno de los chicos, es pequeño alrededor de 16 años. Toma mi mano y me da un beso. Extraño como siempre.
—Ciao! —respondo nerviosa. Le quito mi mano y no puedo evitar limpiarla en mi pantalón.
—El besucón es Gael autos —me comenta Magda. —El joven grande es Adrián seguridad, la chica pelirroja es Dinora servidora, la castaña es Julia servidora y la rubia del ceño fruncido es Isabella servidora, pero por el momento es Auxiliar, el puesto que tú también tendrás.
—Es un placer conocerlos —les digo a todos.
—¡Igualmente Mia! Eres hermosa —dice Dinora sonriente.
—Gracias, tú también eres muy linda, ¡que cabello! —le digo, ya que su cabello es muy hermoso, pelirrojo y chino, muy chino.
—Es peluca —dice Adrián riéndose.
No sé qué decir.
—¡No es cierto! —le grita Dinora a Adrián mientras le da un golpe en el brazo.
—¿Y porque te contrataron? —me pregunta Isabella.
—Magda me ofreció empleo —respondo.
—Eso es obvio, me refiero ¿por qué a ti? —voltea a ver a Magda.
—Porque la señora lo solicitó —responde Magda.
—Bien Mia, vamos a tu habitación. Oye Dinora ¿y tu hermana? —le pregunta Magda.
—Esta con Arek, llegó un paquete de Alemania.
—Entiendo, gracias. ¡Vamos Mia! —me señala la puerta donde dijo que estaba la escalera para descender.
—Nos vemos después —les digo a los chicos.
—¡Bienvenida! —dice Julia.
—Arrivederci bella (Adiós preciosa) —responde Gael.
Los demás me sonríen excepto Isabella, que se queda con cara de molestia. Cuando llegamos a la parte de abajo, veo demasiadas habitaciones, tanto que me mareo.
—Esta será la tuya —me dice abriendo la puerta. —Vamos entra.
—¡Wow, que linda! —es una habitación muy espaciosa, del lado derecho está la cama de Nora, junto con su mesa de noche y todas sus pertenencias, y del lado izquierdo una cama vacía que, por supuesto será la mía, y junto a la pared de mi lado una puerta que dirige al baño y justo en medio una ventana grande donde entra aire y mucha luz, ¡Gracias a dios! Ya que en cuanto bajé al sótano me sentí asfixiada, más tarde investigaré de qué lado sale esa ventana.
—Estas habitaciones son las más grandes por eso se comparten. Nora ha estado mucho tiempo sola, así que lo más seguro es que se alegre de tener compañía.
—¿Usted de verdad lo cree? —pregunto emocionada.
—¡Claro! Nora es de las personas más amables y queridas de esta casa, serán buenas amigas te lo aseguro.
—Me tranquiliza saber eso, ¿Qué hay de su hermana? ¿Porque ella nunca se mudó a esta habitación?
—Dinora es... muy linda y agradable, siempre está sonriendo es una agradable chica, pero aun es joven, Nora siente que ya es momento que se independice de cierta manera, ellas crecieron en este lugar, sus padres trabajaron aquí, y hace unos 5 años falleció su papá, y se han quedado solas pero eso no las deprimió, somos una familia, todos nos conocemos de años, la mayoría nació aquí, sus padres y sus abuelos trabajaron para esta familia, esto es lo más normal para nosotros, esto es nuestra realidad, no como tú que viviste fuera mucho tiempo y has tenido varios empleos. La vida de estas personas es esta casa.
—Está tratándome de decir... ¿que ellos no han vivido nunca fuera de esta casa?
—Así es, parece sorprendente, pero así es. Incluso hay una escuela a la orilla de la casa donde venía años atrás un profesor a darles clases.
—¿Y por qué? ¿No le parece extraño a usted? —le pregunto asombrada.
—Así se acostumbra aquí Mia, poco a poco te irás enterando de cómo se maneja esta casa.
—Si, creo que me falta mucho por conocer.
—Pasa igual en el área de lavado, vamos, te muestro —me dice abriendo la puerta para dirigirnos a la próxima habitación. —Todos tienen su respectiva lavadora y arriba se encuentra su secadora, si te puedes dar cuenta todos tienen una etiqueta con su nombre, Anelle, Aroham, Abrah, Arek, Arleth, también están los de abuelos Abraham y Anette, estás de aquí están sin etiqueta, pero pueden asignarse a un invitado, estas no puedes usarlas tú, aunque no estén asignadas a un señor, para eso tenemos las nuestras atrás de este pasillo, tal como ellos, nosotros tenemos asignadas la nuestra o con quien la compartiremos, ¿entiendes?
—Sí, Magda, entiendo.
—Bien, Mia esto tienes que recordarlo bien, en esta casa hay reglas, tienes que seguirlas a la perfección, es lo único que los señores nos piden —me dice preocupada.
—No te preocupes tendré cuidado.
—Excelente.
Después de que me muestra nuestras lavadoras y nuestra área de planchado, compartiré cubículo con Nora, aunque no la conozco aún. Ya me lo ha mencionado Magda, también vamos a las regaderas; en este sí me dieron la oportunidad de elegir la mía, y poner la etiqueta con mi nombre.
—¿Qué te parece si vamos a tu habitación? —me dice Magda.
—¡Sí, estaría genial! —respondo con emoción.
—¡Vamos!
En camino al sótano donde se encuentran las habitaciones, notamos que en la barra y en el comedor están algunos empleados, tal como los demás, me miran extrañados cuando se dan cuenta de mi presencia. ¿Qué no tienen empleados seguidos? —pienso.
—Ciao! —los saluda Magda.
Son dos chicos y tres chicas, una de ellas me mira como si me odiara.
—Ella es Mia, nuestra nueva compañera —les informa Magda.
—Es un placer, hermosa —me dice uno de los chicos, es pequeño alrededor de 16 años. Toma mi mano y me da un beso. Extraño como siempre.
—Ciao! —respondo nerviosa. Le quito mi mano y no puedo evitar limpiarla en mi pantalón.
—El besucón es Gael autos —me comenta Magda. —El joven grande es Adrián seguridad, la chica pelirroja es Dinora servidora, la castaña es Julia servidora y la rubia del ceño fruncido es Isabella servidora, pero por el momento es Auxiliar, el puesto que tú también tendrás.
—Es un placer conocerlos —les digo a todos.
—¡Igualmente Mia! Eres hermosa —dice Dinora sonriente.
—Gracias, tú también eres muy linda, ¡que cabello! —le digo, ya que su cabello es muy hermoso, pelirrojo y chino, muy chino.
—Es peluca —dice Adrián riéndose.
No sé qué decir.
—¡No es cierto! —le grita Dinora a Adrián mientras le da un golpe en el brazo.
—¿Y por qué te contrataron? —me pregunta Isabella.
—Magda me ofreció empleo —respondo.
—Eso es obvio, me refiero, ¿por qué a ti? —voltea a ver a Magda.
—Porque la señora lo solicitó —responde Magda.
—Bien Mia, vamos a tu habitación. Oye Dinora ¿y tu hermana? —le pregunta Magda.
—Está con Arek, llegó un paquete de Alemania.
—Entiendo, gracias. ¡Vamos Mia! —me señala la puerta donde dijo que estaba la escalera para descender.
—Nos vemos después —les digo a los chicos.
—¡Bienvenida! —dice Julia.
—Arrivederci bella (Adiós, preciosa) —responde Gael.
Los demás me sonríen, excepto Isabella, que se queda con cara de molestia. Cuando llegamos a la parte de abajo, veo demasiadas habitaciones, tanto que me mareo.
—Esta será la tuya —me dice abriendo la puerta. —Vamos entra.
—¡Wow, qué linda! —Es una habitación muy espaciosa. Del lado derecho está la cama de Nora, junto con su mesa de noche y todas sus pertenencias, y del lado izquierdo una cama vacía que, por supuesto, será la mía. Junto a la pared del lado izquierdo se encuentra una puerta que dirige al baño y justo en medio una ventana grande donde entra aire y mucha luz. ¡Gracias a Dios! Ya que en cuanto bajé al sótano me sentí asfixiada, más tarde investigaré de qué lado sale esa ventana.
—Estas habitaciones son las más grandes, por eso se comparten. Nora ha estado mucho tiempo sola, así que lo más seguro es que se alegre de tener compañía.
—¿Usted de verdad lo cree? —pregunto emocionada.
—¡Claro! Nora es de las personas más amables y queridas de esta casa, serán buenas amigas, te lo aseguro.
—Me tranquiliza saber eso, ¿qué hay de su hermana? ¿Por qué ella nunca se mudó a esta habitación?
—Dinora es... muy linda y agradable, siempre está sonriendo es una agradable chica, pero aún es joven, Nora siente que ya es momento que se independice de cierta manera, ellas crecieron en este lugar, sus padres trabajaron aquí, y hace unos 5 años falleció su papá, y se han quedado solas, pero eso no las deprimió, somos una familia, todos nos conocemos de años, la mayoría nació aquí, sus padres y sus abuelos trabajaron para esta familia, esto es lo más normal para nosotros, esto es nuestra realidad, no como tú que viviste fuera mucho tiempo y has tenido varios empleos. La vida de estas personas es esta casa.
—Está tratándome de decir... ¿Qué ellos no han vivido nunca fuera de esta casa?
—Así es, parece sorprendente, pero así es. Incluso hay una escuela a la orilla de la casa donde venía años atrás un profesor a darles clases.
—¿Y por qué? ¿No le parece extraño a usted? —le pregunto asombrada.
—Así se acostumbra aquí Mia, poco a poco te irás enterando de cómo se maneja esta casa.
—Sí, creo que me falta mucho por conocer.
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