Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 67

—¿A dónde vas? —me pregunta Abrah, tomándome de la mano.

—Lo siento, no quería despertarte. Iré a ver a Nora, necesito charlar con mi amiga.

—Entiendo, no tardes —me dice girándose y volviendo a su sueño.

—No tardaré —le doy un beso en la mejilla.

Me pongo mis pantuflas, mi bata y tranquilamente salgo de la habitación sin hacer mucho ruido. Me voy directo al ascensor y presiono el botón de planta baja. Son cerca de las 10pm, seguramente algunos de mis excompañeros estarán cenando.

En el momento que se abren las puertas me deja en evidencia, como les dije, están cenando.

—¡¡Mia!! —exclaman en unísono.

—¡Hola a todos! ¿Cómo están?

—Mejor que tu no, eso es seguro.

Se escuchan risas por aquí y por allá.

—Estoy feliz de verlos. Francesca, la cena estuvo deliciosa.

—Gracias Mia, es un placer.

—¿Dónde está Nora?

—Se fue a dormir, ha trabajado mucho estos días —responde el pequeño Gael.

—Ya veo... iré hablar con ella, enseguida regreso.

—¡Claro mi niña! Es tu casa —dice Emilio y todos se echan a reír.

Bajo al sótano, y todos los demás empleados me ven con ojos de sorpresa, ¡por dios! Como si nunca hubiese estado aquí abajo.

—Hola... —toco ligeramente la puerta.

—Adelante.

En cuanto entro la veo recostada en su cama, tapada con la cobija hasta el cuello.

—¿Así recibes a tu mejor amiga?

—¡Mia! —grita levantándose de su cama. —Desgraciada, ¿cuándo regresaste?

—En la tarde, no había podido bajar, lo siento.

—No te preocupes, seguramente tu "esposo" no te deja...

—No seas tonta.

—¡Cuéntame! ¿Cómo estuvo tu luna de miel? —me pregunta con doble sentido.

—Estuvo bien, ¡realmente estuvo muy... bien!

—¡Maldita mujer! Eres una zorra.

—¡¿Cómo te atreves a decirme eso?! Ahora soy tu jefa.

—¿Así? ¡Toma! —me comienza a dar de almohadazos. —No me importa que seas la señora, te golpearé.

—Espera —le digo tomando un cojín y aventándoselo. —Me gusta la pelea de almohadazos, pero tengo que decirte algo.

—No quieras engañarme —me pega justo en la cabeza.

—¡Hablo enserio! Nora, espera —la aviento contra su cama.

—¡No vas a jugar sucio!

—¡Estoy embarazada! —suelto. 

—¡¿Que?! —se queda quieta con una almohada sobre la cabeza. —¿Embarazada?

—Si... —le sonrío.

—Maldita, júrame que no estas bromeando.

—Te lo juro.

—¡Ay, Mia! —exclama entre sollozos. —¡¡Voy a hacer tía!!

—¡¡Si!! —ambas saltamos abrazadas por toda la habitación.

—¿Cuándo fue que te enteraste?

—Hace unas semanas, me hice la prueba en Tailandia y salió positiva.

—Presumida, "me hice la prueba en Tailandia" —intenta arremedarme.

—Ya basta —comienzo a reírme. —Estás loca.

Resulta interesante, en esta ocasión las personas adecuadas son las primeras en enterarse. Espero que este bebé sea tan querido como ya lo es para mí.

Permanezco un tiempo en mi antigua habitación, Nora y yo charlamos prácticamente toda la noche. Más tarde, mis demás compañeras se enteraron de que yo estaba de "visita" y se unieron a la conversación. Laura, Julia, Marisol y Dinora no dejaban de hacerme preguntas sobre mi viaje y como es estar casada. Aunque no se mucho del tema traté de ayudarlas lo más posible, obviamente omitiendo temas privados.

—Creo que ya es hora de que me marche —anuncio a todo el grupo.

—¡Ay! —responden todas.

—Quédate un rato más Mia —dice Laura. —Hace mucho que no conversábamos así.

—Tal vez chicas, pero ya casi amanece y lamentablemente yo soy la única que tiene libre el día de mañana.

—No si tú haces algo... —Insinúa Nora.

—Abusivas —reniego. —Pero ¡por supuesto que tienen libre el día de mañana!

—No Mia, no hagas eso —dice Julia.

—¿Por qué no? Ya soy la señora de esta casa, no se preocupen por nada, le diré a Magda.

—¡¡Gracias!! —grita Dinora emocionada.

—No me parece correcto, estamos abusando. 

—Enserio Julia, está bien no te preocupes.

—Gracias —me dice dándome un ligero abrazo.

—Yo me retiro, enserio la pasé genial, me hacía falta. Las quiero chicas, buenas noches.

Buona notte, signorina! —comenta Marisol y todas nos echamos a reír.

Al subir de nuevo a mi habitación me escabullo entre las sábanas sintiendo el calor emanando del cuerpo de Abrah. No había notado el frío que estaba haciendo, estaba tan concentrada en la conversación que tenía con mis amigas que olvidé el clima.

—Hola —murmura. —Acabas de volver, ¿cierto?

—Umm jum —le beso el cuello. —Hueles riquísimo.

Comienzo a sentir sus manos acariciándome cuerpo.

—¡Ey! Qué atrevido es usted señor Marcerano.

—Usted tiene la culpa por ser tan irresistible —me besa tiernamente.

—¿Me puedes abrazar?

—¿Que pregunta es esa? —me regaña.

—¿Me quieres...?

—¡¿Qué fue lo que hablaste con esas locas allá abajo?!

—Nada malo —respondo con tono "inocente".

—Entonces ¿por qué me preguntas algo tan estúpido?

—Lo siento.

—Te abrazaría toda la vida.

Su manera de actuar se torna inestable, me rodea con un abrazo y colma mi rostro de besos. Desconozco el motivo por el cual le hice una pregunta tan peculiar, pero me provocó gran satisfacción hacerlo, tal como siempre acierto con la respuesta.

—Te amo...

—Yo también te amo.

—¡¿Y si hacemos un bebé?!

—Ya está hecho —suelto una carcajada.

—Pues podemos ir ayudándole a darle forma.

—¡Eso no existe!

—Para mí sí... ándale —comienza a desabotonar mi camisa.

—Pero yo tengo sueño.

—Es tu culpa, te fuiste a chismosear.

—Solo déjame dormir una hora — señaló con mi dedo. —Ni siquiera tengo energía.

—Yo haré todo el trabajo.

—¡Estás loco! Déjame dormir.

—¡Ay, está bien! —se vuelve a recostar. —Pero haz algo con esto —apunta a su entrepierna. —Ya es de mañana para mí.

Comienzo a reírme tan fuerte que seguramente desperté a todo el personal.

—Te prometo que te compensaré —le doy un pequeño beso en los labios. —Te amo.

Ya debe pasar del medio día, la luz entra a nuestra habitación como todo un día de verano, podría hacer una parrillada aquí dentro.

Buongiorno amore! —dice Abrah saliendo del baño envuelto únicamente con una toalla.

—Buenos días, ¿todo bien?

—Si, ¿por qué preguntas?

—Por nada, ¿quieres venir a la cama? —pregunto provocativa.

—No gracias, tengo trabajo.

—¡Oye! —le grito.

¿Acaso me está ignorando? Va directo a su armario y saca uno de sus trajes.

—Nunca antes me habías rechazado.

—Pues siempre hay una primera vez, la tuya conmigo fue hace unas horas, ¿no?

—Ahora entiendo, ¿acaso te estas vengando?

—Solo es sexo Mia, no es para tanto.

—¡Qué! ¿Solo es sexo? ¡¿Qué demonios te pasa?! Me negué a estar contigo y haces esta rabieta, te comportas como un niño chiqueado.

Sé quita la toalla y puedo verlo, todito, todito. En efecto, se está vengando.

—Yo... —me he quedado sin palabras. —No... me parece... justo.

¡Necesito aclarar mi garganta! Por su mirada, sabe lo que ha provocado en mí. De manera muy campante comienza a vestirse, y yo no puedo dejar de mirarlo.

—Tengo trabajo —dice saliendo de la habitación.

Él no me puede dejar así, no ahora que estoy más hormonal de lo normal. Corro de inmediato al armario y me pongo uno de mis mejores vestidos, el rojo para ser exactos, unas zapatillas altas, me moldeo el cabello, un poco de maquillaje, loción y crema humectante, necesito brillar por completo.

Decidida me dirijo al ascensor y presionó el botón del primer piso, al abrirse la primera persona que me encuentro es a Marcello.

—¡Mia! —exclama emocionado. —Una disculpa, señora.

—No te preocupes Marcello, puedes seguir llamándome por mi nombre.

—¿Está segura, signorina?

—Si —le digo tomando su mano.

—¡Luce espectacular! ¿Va algún lugar?

—No, solamente iré a seducir a mi esposo.

—¡Oh!

—Con permiso —le digo caminando hacia el despacho de Abrah.

—¡Mia! —la qué me habló es Arleth, no cabe duda. —¿Vas a salir?

—Hola Arleth, umm no.

—¿Y por qué la ropa? Siempre vistes más casual.

—Lo sé, solo que hoy desperté ya sabes con ganas de arreglarme.

—Te entiendo, en ocasiones también me siento así —toma mi brazo. —¿Ya comiste?

—Aún no.

—¿Y que estas esperado? Yo te acompañaré.

—Vamos... —respondo sin dejar de mirar aquella puerta.

Marisol me hace el favor de servirme algo de comer, me siento algo apenada ya qué no es hora de la comida, llegué demasiado tarde.

—¿Qué fue lo que más te gustó de Dubái? —me pregunta Arleth.

—Tal vez los camellos —respondo entre risas. —No sé si te lo dije, pero Malek nos regaló un pent-house, por supuesto que fuimos a visitarlo, no sabes esta increíble.

—¡¿Enserio?! No tenía idea.

—La verdad es que los amigos de Abrah se excedieron con los regalos. William nos regaló una isla, Arleth ¡una isla!  

—¡No te lo puedo creer! William está loco.

—A estos hombres no les interesa gastar tanto dinero.

—Lo que pasa es que ellos tienen bastante, un obsequio como ese es mínimo, es como un grano de arena en toneladas.

—¡Por cierto! ¿Te divertiste en la fiesta?

—Si, estuvo muy bien, me gustó ver a la familia, y a todos nuestros conocidos, incluso los amigos de Abrah no son tan repulsivos.

—Ese tal William... ¿lo conoces?

—Por supuesto Mia, él es sin duda el mejor amigo de mi hermano, lo conocemos desde siempre, nuestras familias han tenido negocios. De todos es posiblemente quien mejor me cae.

—¿Enserio? —le pregunto insinuando.

—¡Cálmate! —ríe. —Solo es el amigo de mi hermano.

—Se ve que es agradable, y Abrah confía en él.

—Es mucho más grande que yo.

—Tampoco son tantos años. Y la verdad aquí entre nos, está muy guapo.

—¡¿Quién está guapo?! —grita Abrah desde el marco de la puerta.

—¿Acaso no te dijeron qué escuchar conversaciones ajenas es de mala educación?

—Respóndeme.

—Es entre Arleth y yo.

—Arleth, ¿de quién estaban hablando?

Discretamente niego con la cabeza.

—De nadie hermano.

—¡No me ocultes cosas! —grita.

—Ay, por dios cálmate. Eres un exagerado, ¿ahora me vas a decir que estas celoso?

—Yo no estoy celoso, solo les hice una pregunta.

—¡Pues ya te dijimos que es tema privado!  

—Mia, no me levantes la voz.

—¡Estoy hablando normal!

—¡Claro que no!

—¡¡Déjame en paz!! —grito saliendo de la habitación.

—Mia, ven acá.

—Tu no me mandas —exclamo a todo pulmón saliendo de la casa, necesito aire fresco.

Bella ragazza! (Preciosa) —me saluda Agustín.

—Púdrete.

—¿Y yo que hice?

Continúo caminando hasta llegar a al mirador del lago, creo que fui algo exagerada, pero es que él siempre me saca de quicio, o tal vez es mi reacción ante lo de esta mañana.

—Señora, Anya Marcerano —me saluda monstruito.

—Hola monstruito, ¿qué estás haciendo por aquí?

—Reviso la zona señora.

—¡Monstruo! —grita alguien a lo lejos.

—Aquí estoy, en el mirador —responde aquel muchachito de una mano.

Aquella voz se vuelve reconocible, basta con solo ver su sombra.

—Hola Julio.

—Hola, señora —agacha la mirada.

—¿Por qué me dices así? Somos amigos.

—Ya no lo somos, eso quedo claro en el pasado, si no le importa seguiré con la vigilancia.

—De acuerdo...

—Adiós señora —me dice monstruito. —Por cierto, luce bellísima.

—Gracias —le sonrío.  

Me quedo varios minutos apreciando la vista, hasta que... no me había percatado que nunca me he subido a un bote, nunca he navegado por el lago, siempre me muevo en auto, tengo este enorme y precioso lago frente a mi casa, y jamás lo he recorrido.

Camino por todo el jardín saludando a cada uno de los guardias, no quiero alejarme mucho del frente, en esta parte los árboles no me tapan el sol, tengo frío, pero me rehusó entrar.

—¿Qué estás de mal humor? —me pregunta Taddeo que sale de la nada.

—Si —es lo único que logro decir.

—De acuerdo preciosa, te dejo sola para que reflexiones.

¡Necesito salir! Aquí me siento encerrada. Camino en dirección a la puerta principal, debe estar Raffaello en la caseta de vigilancia.

Me acerco a ella y no hay nadie. Presiono el botón verde para lograr abrir el portón, no sé si sea tan sencillo, o la seguridad de la casa falló en esta ocasión. En cuanto se abre, presionó el botón de nuevo para que esta se vuelva a cerrar.

Nunca he caminado en este pueblito, creo que se llegó el día.

Buon pomeriggio! —le digo a cada persona con la que me cruzo.

Buondi —responde una señora.

Ciao! —me saluda el panadero.

Y así de entre pocos me van conociendo, para algunos mi rostro resulta familiar, pero para otros no tienen ni idea de quien pueda ser.

Come va la tua giornata? (¿Cómo va su día?) —me pregunta un hombre.

Eccellente, grazie —respondo.

No sé si estoy siendo paranoica, pero siento que las personas han comenzado a reunirse, hasta creo que me siguen.

Creo que ya es hora de volver a casa. Cuando me giro, encuentro a más de 30 personas observándome.

—¿Necesitan algo? —pregunto a la multitud.

Nadie responde.

—Fue un placer conocerlos, buen día.

Comienzo a caminar costa arriba y un hombre me toma ligeramente del brazo.

—¿Eres Anya Marcerano?  

—¿Disculpe? —me giro hacia la persona.

—Es la nueva señora, ¿o me equivoco?

Asiento con la cabeza.

—Venga, por favor.

—¿Cómo dice?

—Ayúdeme.

—¿Cómo en que le podría ayudar?

Aquel hombre entra a uno de los restaurantes de la zona y sale con una pequeña en silla de ruedas.

—Es mi hija, Rose.

—Hola, linda.

—Ella no le va a responder, tiene dislexia muscular.

—Entiendo...

—Yo sé que su familia está ocupada en temas más importantes, pero mi hija necesita una cirugía y no puedo pagarla, estos días ha bajado el turismo y de lo único que logro mantenerme es de mi restaurante.

—No se preocupe señor, le ayudaré. No traigo conmigo mucho dinero, pero espero y le sirva —le digo entregándole los pocos euros que cargo en mi bolsa. —Aun así, mi esposo estará enterado de la situación, no se preocupe todos queremos que esto termine de inmediato.

Grazie.

—¡Anya! —esa voz es de...

—¡¿Qué haces aquí?!

—Señor, es un gusto verlo —dice aquel hombre, haciendo una pequeña reverencia.

Abrah inclina levemente su cabeza y con la mirada saluda a todos los que me rodean.

—Es hora de irnos —me mira directamente a los ojos.

—Si, pero...

—Ahora —toma mi brazo con algo de brusquedad.

—Espero verlos de nuevo, con su permiso.

Camino unos metros al lado de Abrah, en cuando doblamos la calle me levanta del suelo y me sube a una de las camionetas.

—¡¿Me quieres explicar por qué mierda te saliste?! —grita frenético cerrando la puerta.

—Cálmate.

—¡¡Mia, por dios!! No me pidas que me calme, ¿sabes lo que pudo pasarte aquí afuera?

—Estaba aburrida.

—Cuando las personas como nosotros se aburren, compran ropa, maquillaje o ven televisión, incluso se meten a la piscina, pero ¡no salen a un pueblo donde están asesinando a su gente!

—¡No exageres!

—Mia, hace dos meses asesinaron a mis primos.

—Pero esas personas son adorables.

—Yo no dije que la gente del pueblo, ¡la maldita familia Santoro!

—Okay, ya entendí no vuelve a pasar.

—¿Acaso tengo que salvarte cada que haces una tontería?

—¡Me sorprende que te dieras cuenta!

—No digas estupideces.

—Es la verdad, te la has pasado trabajando.

—Mia acabamos de regresar de nuestra luna de miel, ¡tengo mucho trabajo!

—¡¡Pero ahora me tienes a mí!!

Al llegar a la casa, Carlos abre la puerta de la camioneta y salgo de inmediato al jardín.

—Ven aquí —exclama furioso.

—Ya deja de darme órdenes, ahora soy tu esposa deja de tratarme como tu maldita empleada —respondo dirigiéndome al mirador.

–¡¡Mia!! —logro escuchar su fuerte voz aun estando a varios metros de él.

—¿No me puedes dejar sola? Aquí no me pasará nada.  

—¡Qué demonios te pasa! ¿Qué actitud es esa? —llega Abrah gritando como si se fuera acabar el mundo.

—Ya entendí, estas de mal humor.

—No estoy de mal humor.

—¡Claro que sí! Estas irritado y de malas por lo que pasó anoche.

—Eso no tiene nada que ver, ¿tienes amnesia? Estoy así por lo que acabas de hacer.

—¡Eres un maldito exagerado! No hice nada malo.

—¡¡Tú eres la exagerada e inmadura, no piensas las cosas!! —exclama arrinconándome sobre el límite de la propiedad.

—Abrah... estoy en la orilla —le digo temblando, mientras con mis manos trato de sujetarme del cuello de su saco.

—¡¿No me estas escuchando?!

Su mirada es dura y frívola, es la mirada que le lanza a todo su personal cuando está molesto.

—La caída podría ser mortal...

—¿Enserio? —me sujeta de la cintura.

—Ya basta, me estas asustando.

—¿Por qué te comportas de esa manera? ¿acaso estas "aburrida"? —dice con ironía.

—No estoy aburrida, simplemente me sacas de quicio.

—Solo porque no hago lo que tú quieres —siento como me empuja más hacia el pequeño acantilado.

—Mira quien habla, si somos tal para cual.

—No me gusta que trates de controlarme.

—Abrah, por favor —me sujeto a un más fuerte. —No es gracioso.

—¿Tienes miedo?

—Si —respondo entre tartamudeos. La presión de mis pies provoca que una de las pequeñas rocas de la orilla se despedace y provoque un pequeño derrumbe, haciéndome quedar colgada de su cuello, mis zapatillas caen al profundo lago, mientras mis pies quedan flotando en el aire. —Abrah... —rodeo mis brazos sobre él, trato de abrazarlo más hacia mí, las piernas me han comenzado a temblar sin control de lo torpe que me siento, yo misma podría acabar suicidándome. —Por favor... 

Siento como avanza unos pasos hacia atrás cargándome con él, mis pies tocan una superficie plana, la adrenalina ha disminuido y mi respiración comienza a estabilizarse.

—¿Lo sentiste? Es lo mismo que yo siento cada vez que estas en peligro. Un hormigueo en las piernas, que se extiende poco a poco por todo el cuerpo, es casi indescriptible, es como estar a la orilla de un acantilado, a un paso de la muerte, poder perder todo en un segundo.

—¡Perdón! —sollozo.

—¿Pensaste lo que hiciste?

—De verdad lo siento, ya lo entiendo todo.

—Sabes muy bien que la situación "social" no es muy buena y aun así te arriesgaste y también a nuestro hijo.

—Tienes razón, no lo pensé, de verdad lo siento tanto.

—Está bien —me abraza.

—Te dije que eras un niño malcriado, pero yo también lo soy.

—Lo importante es que no ocurrió nada, estas a salvo.

Lo abrazo tan fuerte que vuelve a mi memoria lo de esta mañana.
Me acerco tímida a su cuello y lo beso lentamente.

—Debo admitir que al verte bajar con ese vestido...

—¿Te gusta? —le susurro al oído.

—Me encanta —siento sus manos acariciarme la espalda y descender hacia abajo.

—Me lo puse especialmente para ti. ¿Qué haces? —le pregunto al sentir su mano entre mis piernas.

—No he podido pensar en otra cosa.

De algún modo llega hasta mi ropa interior, y de un fuerte tirón la tumba hacia el suelo, cayendo sobre mis pies descalzos.

—Yo tampoco he podido pensar en otra cosa, te necesito —respondo ansiosa.

Acaricia cada parte de mí, haciéndome temblar una y otra vez.

—¿Quieres?

—Si...  

Sé lanza sobre mis labios y entre uno que otro movimiento el deseo se hace más y más grande.

—Hazlo, por favor.

—Me vuelves loco —susurra en mi oído. —Te amo.

—Yo también te amo.

Me levanta sobre él y me coloca sobre una pequeña barda de mármol, aunque estamos a la vista de todo el personal y cualquier ser viviente de esta casa, terminamos lo que no pudimos hacer esta mañana, es lo más sexi qué he hecho, este vestido resultó ganador.

Los próximos meses han sido toda una locura, este bebé saca lo mejor y lo peor de mí, Abrah y yo discutimos, nos gritoneamos sin importar que piense el personal y nuestra familia, pero a los minutos estamos envueltos en deseo y delirio, resulta algo agobiante el matrimonio, sobre todo cuando tu esposo es el líder de un grupo del cual no conoces muchos detalles. Arleth, Nora, Laura y las demás chicas siempre están conmigo, organicé una clase de club de lectura, en el cual únicamente nos reunimos para charlar y comer. Es agradable tener nuestro día exclusivo para nosotras.

La habitación de nuestro bebe ha sido diseñada específicamente, justo al lado de nuestra habitación, deseamos tanto la llegada de este bebé ¡es lo mejor que hemos hecho juntos! Es el fruto de nuestro amor, aunque suene algo cursi. Tengo todo el armario del bebe listo, aunque aún desconocemos su sexo, queremos que sea a la antigua, enterarnos al momento del nacimiento, y no tendremos que esperar mucho, es cuestión de días para averiguarlo.

—¡Mia! Por un demonio, suelta a ese gato —exclama Abrah al verme en compañía de Giuseppe.

—¡¿Que te pasa?! Giuseppe no hace nada malo.

—Recuerda que "Giuseppe" tendrá que mudarse de piso cuando el bebé nazca, no quiero pelos de gato sobre mi hijo.

—Eres une exagerado, no le creas Giuseppe —le digo en voz baja a mi gato. —Solo quiere ser un buen papá.

Él mi mira con sus característicos ojos juiciosos.

—Serás un buen padre, ya deja de estarte atormentando.

—¿Quién se está atormentando?

—¡Pues tú! —suelto a Giuseppe al suelo y voy de inmediato al lado de mi esposo. —Ya deja de preocuparte.

—¿Te sientes bien? —acaricia mi vientre.

—Si, se ha movido mucho el día de hoy, creo que le urge salir, se ha de sentir apretado allí dentro.

—Supongo que si —se ríe. —¿Qué te parece si salimos hoy?

—¡¿Enserio?!

—Si, ¿por qué no? En unos días estarás postrada en una cama por cuarenta días y ya no podremos salir.

—Otra vez de exagerado, solo serán 2 o 3 días máximo en cama, los demás tienes que estar cuidándote del aire y de algunas cosas, pero no significa que estaré invalida.

—De acuerdo —levanta las manos. —Pero ¿qué opinas? ¿Te gustaría salir? Había pensado en ir a nuestro restaurante favorito y pasar la noche allá en Milán.

—¡Sería increíble! —lo abrazo. —Gracias por preocuparte por mí y mantenerme distraída

—No es nada —me besa ligeramente en los labios. —Arréglate, te espero allá abajo.

—Claro, ahora bajo.

Sale de la habitación con una gran sonrisa, ambos no podemos contener nuestra evidente felicidad. Me pongo un vestido largo de color blanco, es tejido a mano es realmente hermoso, y con la pequeña panza sobre saliendo es más cómodo. Me pongo unos tenis casuales de color blanco y un pequeño bolso de color rosa. Me colocó la bella gargantilla qué me regalaron los Cattaneo y salgo feliz de la vida hacia el ascensor.

—Señora, buon giorno! —me saluda Francesca.

—Hola Francesca, ¿Qué haces arriba?

—Vine a entregarle a Abrah la lista de compras.

—Entiendo, fue un placer verte.

—Igualmente, Mia—me dice sonriendo y dirigiéndose a la puerta que dirige a las escaleras.

—¿Estas listo? —le pregunto a Abrah acercándome a la puerta de su despacho.

—Si, solo estaba adelantando trabajo mientras venias —dice levantándose de su silla.

—Pues... ya estoy aquí.

—Vámonos —toma mi mano y me da un pequeño beso.

—¿Se van? —pregunta mi suegra.

—Iremos a Milán, ¿necesitas algo? —le responde Abrah.

 —No, solo preguntaba. Cuídense mucho.

—Claro —le sonrío, y ella corresponde mi saludo.

—¡¿Puedo ir con ustedes?! —pregunta Arleth emocionada.

—Lo mejor será que te quedes Arleth, solo nos quedaremos un día, ayuda a mi madre con la casa.

—Está bien —responde desanimada. —Cómprame algo.

—Nos vemos Arleth, cuídate —le digo dándole un abrazo y un pequeño beso en la mejilla.

—Tú también cuídate, y a mi sobrina o sobrino.

Abrah se despide y salimos al jardín, la camioneta ya nos espera, Carlos nos ayuda con la puerta y Héctor se coloca dentro de la camioneta, hoy tenemos más protección qué otros días.

—¡¡Mia!! —escucho gritar a Nora. —¡Espera, por favor!

—¿Qué pasa? ¿Todo está bien?

—¿A dónde vas?

—Iré a la ciudad, ¿necesitas algo?

—¿Así? ¡¿en tu estado?! No será mejor que te quedes aquí.

—Aprovecharé los pocos días que me quedan para estar con Abrah.

—Lo sé, lo sé, pero mírate estas apunto de explotar.

Comienzo a reírme.

—Estaré bien amiga, no te preocupes —tomo su mano y ella la sujeta aún más fuerte.

—Te quiero —dice, y de la nada me da un fuerte abrazo.

—Yo también te quiero amiga, mucho, mucho, eres mi hermana —le sonrío con una enorme gratitud, es como si recordará todos los buenos tiempos que hemos pasado juntas. —Nos veremos.

—¡Cuídate! —exclama ella apartándose de la camioneta mientras Carlos se pone en marcha.

—¡Adiós Nora!  

La carretera está desolada, nosotros somos los únicos conduciendo en ella, otras dos camionetas nos acompañan a haciéndonos guardia. Al entrar a la ciudad sucede algo parecido, las calles no lucen como antes, desde que Abrah entró en conflicto con las demás familias, el ambiente no ha dejado de sentirse pesado, mucha de su gente a muerto, es demasiado triste, por su mirada sé que está cansado de todo esto. Yo también le ruego a Dios que termine.

—¿Qué quieres hacer primero? ¿Ir a comer? O ¿ir al departamento?

—La verdad es que tengo hambre —respondo avergonzada.

—De acuerdo, primero la comida.

Al bajar a la acera, siento una pequeña brisa venir desde lejos, es escalofriante.

—¡¿Qué pasa?! ¿Te sientes bien? —me pregunta Abrah preocupado.

—Si, todo bien. Supongo que es el clima, no ha parado de llover.

Entramos al restaurante "In ginocchio" y nos dirigimos a nuestra mesa. La mesera conoce nuestro típico menú, así que no tarda mucho en llegar nuestra comida. Aunque el lugar es de mis favoritos y la compañía es más que agradable no dejo de sentir ese extraño sentimiento, ese pequeño frio a mi alrededor, esa vibra extraña.

—¿Por qué esta tan solo?

—Tal vez porque es entre semana.

—Supongo, pero no se... siento algo raro.

—¿Enserio? —me pregunta con un bocado de pay.

—Si... No sé porque, pero siento como si nos vigilarán.

—¡Que! —exclama preocupado, no deja de mirar a todos lados. Le hace una seña a su gente y esta se pone más activa. —Lo mejor será que nos vayamos a casa, creo que debes de descansar.

—Si, prefiero irme. La comida ha estado grandiosa.

—Como siempre en este lugar.

Me dirijo hacia la salida con la mano de Abrah entrelazada con la mía. Él me sonríe y besa mi mano con ternura. Al volver la vista hacia la puerta, veo a Carlos, luciendo feliz. Pero de repente, esa sonrisa se desvanece. Un disparo repentino llega de la nada y hace que mi querido amigo caiga al suelo, bañado en sangre.

Todo sucede demasiado rápido, el estruendo de las armas me aturde. Intento avanzar, o en su defecto, regresar al restaurante, pero siento un calor intenso en mi interior. Volteo hacia abajo y me doy cuenta de que una bala me ha atravesado. Ahora soy yo quien está rodeada de sangre. Vuelvo rápidamente mi vista hacia Abrah, pero él no se ha percatado. Dispara su arma contra aquellos hombres que han rodeado el lugar. Mi visión comienza a nublarse y, cuando estoy a punto de caer, siento sus brazos rodeándome. Su rostro lo dice todo, estoy muriendo.

Con una expresión de emoción desbordante, me dirige la mirada, sus gritos y su torrente de palabras llenan el espacio, sin embargo, no puedo escuchar nada de lo que dice. Las gotas de la lluvia caen de su frente, mientras sus ojos reflejan una profunda confusión. Me esfuerzo por hablar, pero las palabras no encuentran salida, mis fuerzas flaquean y lucho por no desmayarme, aunque cada vez se torna más difícil lograrlo.

—Estoy bien, amor no... te... preocupes.

—¡¡Mia!! —es lo que parece ser un grito, puedo descifrarlo con el movimiento de sus labios, ha dicho mi nombre.

Estaré bien amor, no debes de preocuparte, solo... dormiré un poco. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro