Capítulo 6
A la mañana siguiente, recostada en mi cama, mirando hacia la ventana, observo cómo el sol se eleva poco a poco hasta amanecer por completo. Esta noche no logro conciliar el sueño, ni siquiera un momento. Estaba pensando si realmente hacía lo correcto, si estaba siendo buena amiga, si realmente obtendría algún beneficio trabajar en este lugar. Me sentía muy egoísta, pero al mismo tiempo me sentía abandonada, por mi amiga y por mí. Cuando salí de la habitación con mi pequeña maleta, observé mi casa o al menos la que es por ahora. Todo estaba decorado y pintado como yo había decidido, era más mi departamento que de Gaby, todo el lugar dice a gritos "Mia" y en vez de sentirme feliz, me hacía sentir triste. Desde anoche quise hablar largo y tendido con ella, pero no se logró, así como no se logró en estos 11 meses. La única forma donde le dejo saber sobre mí, si es que en un momento le interesa, es una carta, donde le comunico que la casa donde he decidido trabajar se encuentra fuera de la ciudad de Milán, que no tengo fecha de regreso. Y que no debe preocuparse, pues el departamento se seguirá pagando, así como todas las cuentas que hasta el día de hoy he mantenido.
De un momento se hacen las 9 de la mañana, Gaby aún no se ha levantado, me gustaría despertarla, pero no sé cómo vaya a reaccionar, y así con el corazón roto salgo del departamento. Al parecer la señora Magda aún no llega, así que aprovecho para despedirme de Martina, George y Juan.
—Muchas gracias por todo muchachos, los voy a extrañar —les digo a los tres.
—¡Y nosotros a ti, signorina! —dice Juan, al mismo tiempo que llora y me abraza.
—Cuídate Mia, espero que pronto vengas a visitarnos —me dice Martina.
—Claro que sí, lo más pronto posible porque ya los extraño —no puedo evitar sentir angustia.
—Arrivederci Mia! —exclama George, como si tuviera un gran dolor físico.
—¿Por qué no me sirven un café? ¿El de la despedida? —les pregunto.
—¡Claro que sí, signorina! Enseguida te lo sirvo —dice Juan.
De un momento a otro veo desde el interior como se acerca la señora Magda a la cafetería.
—Creo que es el momento de irme —volteo a mirarlos y se ven sumamente tiernos, sus ojos están muy emocionales.
—Te quiero, Mia —me dice Martina. Mientras me da un fuerte y cariñoso abrazo, hago lo posible para conservar mis lágrimas en su lugar.
—Arrivederci, los quiero —salgo de la cafetería.
—Hola Mia, buenos días —me saluda Magda, con una actitud muy amable.
—Hola, ¡Buenos días, señora!
—No me digas, señora, solo dime Magda. ¿Está bien? —me dice al mismo tiempo que sonríe.
—Está bien, Magda —le devuelvo la sonrisa.
—Muy bien, adelante —dice mientras me guía hacia la calle cuesta abajo.
No puedo evitar voltear al café de vez en cuando, en esa calle están las personas más importantes para mí. Justo cuando vamos a llegar a la calle donde sí transitan automóviles, veo una camioneta negra enorme que de inmediato pone en alerta mi alarma niñez, esa que todas las mamas dicen, si alguien te ofrece una paleta desde una camioneta llena de personas desconocidas huyas, ¿eso debería hacer en este momento?
De pronto se asoma un joven que estaba recargado sobre la camioneta, siento como nos observa cuando estamos a pocos metros de distancia.
—Julio te presento, ella es Mia nuestra nueva compañera —le dice Magda al joven.
—Mucho gusto Mia, Julio Bellini —me ofrece su mano para saludarlo.
—El gusto es mío Julio, es un placer —respondo, sintiendo un gran apretón de manos.
—Julio, es chofer y guardaespaldas de la familia Marcerano, para la que vas a trabajar —me comenta Magda.
—Ya veo —siento su mirada, es algo extraña, pero es la primera vez que conozco a un joven de aproximadamente mi edad, claro me refiero de este país. A la vista es atractivo, alto y fuerte, se nota que lleva un gran entrenamiento, tiene ese aire de militar, incluso lleva ese estilo de corte, y con el traje que trae, definitivamente se mira como todo un guardaespaldas.
El camino a la casa de los Marcerano, la familia que me dio el empleo, no es realmente pesado, es sumamente agradable. Pasamos por áreas hermosas, pasamos por iglesias y monumentos hermosos que no llegué a conocer, hasta ganas me dan de pedirles permiso para bajarme e irme caminando. La camioneta en la que nos dirigimos es realmente acogedora, huele a piel, me imagino que debe costar millones. Me sorprende que el personal tenga a la disposición esta camioneta, me da a pensar que no son unos simples ricachones. De pronto suena un teléfono celular y siento la necesidad de buscarlo. ¡Claro como si yo tuviera uno!
—Pronto —responde Magda su celular.
Parece que conoce muy bien a la persona con la que habla, ya que lo llama "tesoro". Al traducirlo es cariño, me imagino que es alguien cercano.
—Certo tesoro —continúa hablando.
No puedo evitar escuchar su conversación, es lo único que se escucha alrededor. Creo entender que la persona con la que habla le está pidiendo un favor. Magda le dice que ella se encargará. Menciona algunos nombres que, por supuesto, no conozco. También hablan de Alemania, me pregunto si realmente estaré entendiendo todo lo que dicen. Después ella le pregunta si ya comió y cómo le va con el personal de servicio de la casa en la que está viviendo.
Es como si Magda se diera cuenta de que alargó demasiado la conversación y que, por obvias razones, yo estoy escuchando todo. Ella termina la llamada diciendo que no se preocupe, que ella se encargará, y que le diga a un tal Agustín que lo vemos fuera del hotel, y termina la conversación.
—Julio, dirígete al hotel San Luis, veremos a Agustín, nos entregará unos documentos que nos envió el joven Abrah para que los firme el señor —le dice Magda.
—Claro que sí, Magda —responde Julio.
En modo película de acción, Julio da vuelta en "u" de tal manera que me muevo muy poco. Me sorprende la agilidad para manejar este camionetón.
—Vamos a recoger unos documentos antes de irnos Mia, ¿está bien? —me comenta Magda.
Como si yo fuera a decirle; No, seguimos nuestra ruta, me causa gracia de solo imaginarlo.
—Sin problema, Magda no te preocupes —respondo.
Ella me sonríe amablemente.
—¿Agustín sabe que vamos para allá, Magda? —le pregunta Julio.
—Si, Abrah se lo mencionó, realmente Agustín iba a ir hasta la casa, pero para ahorrarle tiempo le comenté al joven que nosotros estábamos por la ciudad, podríamos ayudar, esos documentos son urgentes y necesitan la firma del señor Aroham, en cuanto el firme hay que escanearlo y enviárselo por correo a Abrah es una de las razones por las cuales aún no regresa.
—Entiendo —responde Julio.
No puedo evitar sentirme fuera de contexto. Cuando llegamos al hotel que mencionó Magda, no hay nadie afuera. Esperamos unos minutos para después ver a un joven de unos 26 años saliendo con una tranquilidad, como si el tiempo él lo dominara. Trae unos lentes de sol y ropa ultraligera; este sí parece italiano.
—Buongiorno, schiavi —exclama el joven acercándose a la camioneta. (Buenos días, esclavos)
—Es bueno verte, Agustín —contesta Magda con ironía.
—En efecto —nota que estoy en la camioneta. —Buongiorno, Principessa! —su mirada cambia. Me observa hasta donde puede ver y me cierra uno de sus ojos, creo que me está coqueteando.
—¿Y los documentos? —le pregunta Magda, mientras le truena los dedos.
—Cabeza de coco, no cambias —responde burlón.
—Y tú tampoco, ¿seguro que son todos?
—Siempre seguirá así mientras sea protegido —exclama Julio desde su asiento.
—Claro que sí, ¿Con quién crees que estás hablando? —le responde a Magda. —Veo, que aún no progresas Julio, ¿Qué es lo que sientes? ¿Envidia? ¿Por qué mi trabajo es más importante que el tuyo? —le contesta de nuevo burlón.
—¿Nos vas a presentar cabeza de coco? —le pregunta a Magda, señalándome con la cabeza.
—La verdad, es que no quisiera —le responde.
—Mia él es Agustín, secretaria de Abrah Marcerano uno de tus jefes.
No puedo evitar reírme.
—Ja, ja —dice Agustín. —Ya veo qué hay más de un envidioso. Agustín Cattaneo, asistente personal y mano derecha del hombre más importante de Italia —me ofrece su mano.
—Aún no lo es —dice Julio.
—Lo será, en cuanto el don, firme esos documentos.
—Mucho gusto, Agustín —le contestó aceptando el saludo de manos. Él me sonríe de manera muy seductora.
—Es hora de irnos, fue un placer verte Agustín, cuida a mi Abrah—le dice Magda.
—Siempre vieja, hasta luego —la camioneta comienza a avanzar. —Piacere, Mia! —exclama.
No puedo evitar sonreír, él es de esas personas que cualquier cosa que salga de su boca te causa risa, tiene esa personalidad de la cual todas las mujeres caen rendidas por la agilidad de las palabras, sin duda es muy agradable.
—Espero que no te hayas sentido incómoda —me dice Magda. —Él siempre suele ser así, no se le quita, en ocasiones suele pasarse de la línea.
—No te preocupes Magda, fue divertido —suelto una pequeña risa.
Ella me sonríe.
Los próximos minutos se pasan muy rápido, de pronto ya estamos muy cerca, ya que Magda me comentó que en cuanto se mirará el lago, estaríamos prácticamente llegando. No puedo evitar sentirme nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada, si todas las personas que viven en esta casa resultan ser así de agradables como los que acabo de conocer, sin duda la pasaré bien.
—Ya llegamos Mia —me dice Magda, justo cuando me estaba arrullando.
Observo por la ventana de la camioneta, y no puedo creerlo. Lo que estoy viendo es un pueblo superpintoresco, lleno de colores vivos, plantas, flores y muchos, muchos árboles. El lago está a lo lejos, rodeado de las montañas del frente. El sol está que irradia belleza, las personas caminan por la acera tan tranquila, no se siente como la ciudad, los autos tan pequeños, son tan adorables.
—¿Cómo se llama este lugar? —pregunto maravillada.
—Se llama Varenna Mia, ¿qué te parece?
—Es precioso, es lo más hermoso que he conocido.
No puedo creer el sentimiento que tengo justo ahora, me siento como si mi corazón fuera a explotar.
—Me alegra saber que te gusta, porque esta será tu casa —me responde muy alegre.
"Casa", esa palabra queda vibrando en mi cabeza.
—Espera a que conozcas la casa donde vivirás —me dice Julio.
¡Qué emocionada estoy!
La camioneta se dirige camino hacia la montaña. Es un camino de piedra lisa. Mientras la carretera está rodeada de grandes pinos que abren camino a la dirección en la que nos dirigimos. Llegamos a un área bardeada donde, justo donde nos paramos, se encuentra un gran cancel de herrería junto a una caseta de vigilancia. En unos segundos nos abren y nos adentramos a un jardín repleto de flores y arbustos de todas las especies, y como cuento de hadas volteo hacia el frente, observando lo que para ellos es una casa, y para mí es un palacio. ¡Es enorme! Nunca había visto una casa tan grande, que es de alrededor de 5 pisos, blanca, muy blanca, con muchas ventanas, balcones y grandes cristales que provocan que brille como un castillo real de una princesa. Es una combinación de arquitectura moderna y renacentista. Es preciosa.
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