Capitulo 52
Al día siguiente Abrah me despertó muy temprano, me obligo a bañarme y bajar temprano a desayunar, pues él cree que de manera inmediata debemos ponerle fin a esto y yo estoy de acuerdo, no debo esperar más tiempo. La verdad es que estuve inquieta toda la noche, él por otro lado no durmió, creo que hasta hoy no había estado tan ocupado.
—¿Ya casi estás lista? Nos iremos en 1 hora —me dice, recogiendo algunos documentos de la pequeña mesa de su habitación.
—¿Tan pronto?
—Tengo cosas que hacer, necesito terminar lo más rápido posible.
—Está bien —respondo desanimada.
—¿Cómo te sientes hoy? ¿Algún malestar matutino? —se acerca a mí.
—¡Si! —afirmo con voz infantil. —Tengo ascos y mareos.
—¡Pobre de mí princesa! —me da un abrazo, y yo afirmo con pucheros.
—Cárgame —extiendo mis brazos.
—Solo porque en esta ocasión no estás ebria ni con resaca. ¡Vamos, arriba! —me levanta como un muñeco de papel.
De camino al comedor de la primera planta, no paro de hacerle pequeñas bromas y cariñitos. Es una persona super sensible a las cosquillas, una razón más para no dejar de hacerlo.
—¡Ya basta! —reniega entre risas, mientras salimos del ascensor.
—¿Por qué estás tan guapo? —le coqueteo, tocando parte de su cabello.
—¡Quieta! —vuelve a reír sonrojándose.
—Que hermosos ojos tienes... —acaricio su rostro.
—Mia, si sigues haciendo eso te vas a arrepentir.
—¿A si? —pregunto de manera provocadora. —¿Qué me pasaría?
Me mira fijamente, mi pulso cardiaco comienza a aumentar.
—Entraría a esa habitación —apunta su mirada a una de las puertas. —Y te haría el amor todo el día.
—Y que... estas esperando —respondo con la respiración agitada.
Me mira a los ojos, luego dirige su mirada a mis labios y se lanza sobre mí. El beso que me da revive todo el calor, toda la adrenalina y toda la magia que estaba apaciguada. Vuelvo a sentir mil sensaciones en mi cuerpo después de tanto tiempo, me alegra saber que sigo sintiendo todo esto por él, porque sinceramente moría de miedo en pesar lo contrario. Tardamos tanto en ese beso que termina bajándome de sus brazos y arrinconándome contra la pared. No hay nada a nuestro alrededor, solo somos él y yo envueltos en pasión y delirio. Todo mi cuerpo lo pide a gritos.
Escuchamos algunos pasos acercarse, pero ni siquiera nos importa pues seguimos en lo nuestro, segundos después nos asusta una bandeja junto con el carrito de comida que se terminan cayendo y derramando todo.
—¡Maldita! —grita Isabel. —¡Eres una vil zorra!
Me separo un poco y la observo mirarnos furiosa. Supongo que ella iba a servir el desayuno.
—¡¿Como pudiste hacerme esto?! —le reclama a Abrah. Él se queda inmóvil aun cerca de mí. —¡Puttana!
—Isabel, te voy a pedir que te guardes tus comentarios —dice él.
—Ya se me hacía raro que se la pasará allá arriba contigo, cuando a mí siempre me negaste la entrada.
¡No lo sabía! Creí que ella también conocía el cuarto piso, siempre alardeaba con todo lo que tenía que ver con él, ahora resulta que solo eran invenciones suyas.
—Yo no tengo porque darte explicaciones de lo que hago.
—Antes de que ella llegara éramos amigos, ¡¿cómo fue posible que se te metiera entre las piernas?!
—¡Oye! —le reclamo.
De inmediato él me mira. Entiendo... no quiere que discuta con ella.
—Mis relaciones amorosas no son de tu incumbencia, pídele disculpas.
—¡Relaciones amorosas! —se burla. —Si solo te la coges.
No puedo evitar soltar una gran expresión de asombro, creo que ahora si se pasó.
Él se separa de mí y se acerca lentamente a ella, esta furioso.
—Toma todas tus cosas, te vas a Nápoles con tu madre.
—¡¡Qué!! —se queja.
—¡Ya escuchaste! Te pedí que te mantuvieras a distancia, esta es la última oportunidad, te quiero fuera de la casa, aquí ya sobras.
Isabel camina furiosa por el pasillo.
—¡Espera! ¡Limpia tu maldito desastre! —le ordena Abrah justo cuando esta por bajar hacia el sótano.
Se devuelve lo doble de molesta, incluso lagrimas comienzan a brotar de sus ojos.
En cuanto doy un paso hacia el comedor siento un jalón en el cabello, me jala tan fuerte que termino cayendo de espaldas al suelo, la cadera a comenzado a dolerme, mierda ¡sí que duele!
Se sube arriba de mí y no deja de golpearme, en segundos los guardias que siempre deambulan por los pasillos se acercan a ella y se la llevan lejos de mí. No puedo respirar, estoy sofocada incluso tengo ganas de vomitar.
—Cazzo! ¿Estás bien? —me pregunta Abrah tocando todo mi cuerpo.
Niego con la cabeza y al mismo tiempo apunto a mi nariz, con mímica trato de explicar que no puedo respirar. La desesperación es tanta que comienzan a brotar lágrimas de mis ojos.
—¡Llama al médico! —le dice Abrah a uno de los guardias. —¡Idiota! Está embarazada —le grita a Isabel sujetándola de la camisa. —Ma vaffanculo!
A ella se la terminan llevando a rastras, incluso noto que le ponen unas esposas.
—¿Qué fue lo que dijiste? —comenta la señora Anelle que esta justo en el marco de la puerta. —¡¿Por qué no me respondes Abrah?!
—No tengo porque repetirlo, ya escuchaste madre.
Ella me voltea a ver de inmediato, sin duda esta sorprendida. Justo detrás de ella esta Arleth, que en cuanto me mira sus ojos se empañan de lágrimas y corre a abrazarme.
—¡Estoy tan feliz por ustedes! —solloza. —Gracias por hacerme tía.
Abrah me mira preocupado, le sonrió levemente para tranquilizarlo, creo que ya me siento mejor, con el movimiento de mis labios le digo que estoy bien, el cierra sus ojos y respira con profundidad.
—¿Que sucede aquí? —pregunta el señor Aroham que se acerca casi corriendo del ascensor, Arek viene con él.
—¿Qué fueron todos esos gritos? —añade Arek.
—¡Eso es lo de menos! Mia está embarazada —grita Arleth dando saltos.
En el pasillo están varios de mis compañeros. Marcello el mayordomo, Julia, Laura y Marisol. Por supuesto se sorprenden al oír la noticia. Todos sueltan sonidos de sorpresa, otros ríen y algunos lloran. ¿Cómo les digo que justo hoy iba a deshacerme de este bebé? ¿Qué hay una enorme posibilidad de que no lleve la sangre Marcerano?
Abrah me ayuda a levantarme y me carga en sus brazos llevándome al sillón de la sala principal. Todos los que me rodean me hacen mil preguntas, me traen bebidas, postres, incluso unas pantuflas. Pues ahora creen que debo cuidarme y por supuesto llevar zapatos más cómodos. A los minutos llega Nora, llena de adrenalina por la noticia, se lanza a mis brazos y llora junto a mí, creí que se molestaría conmigo al no haberse enterado por mí, pero al parecer eso no le importó.
Mi corazón esta llenito en este momento, creo que tener a este bebé no es tan malo después de todo, pues creo que a los demás les hace feliz. Abrah se sienta frente a mí, por momentos él sonríe e incluso se sonroja, no le pregunté, pero desde que se enteró dijo firmemente que era su hijo, que sería únicamente yo la persona que decidiera por él. Y justo aquí, justo ahora me estoy echando para atrás.
—¿Cuándo es la boda? —pregunta mi suegro, perdón el señor Aroham.
—Aun no tenemos una fecha —me salva Abrah.
Yo asiento con la cabeza.
—Pues organizaremos, ¡la mejor ceremonia del mundo! —grita emocionada Anelle. — ¡El jefe, nuestro don, nuestro líder, nuestro hijo mayor se casa!
Todos aplauden y hacen bulla ante las palabras de la señora, Abrah sonríe de una manera super especial, me encanta verlo así de contento.
—Benvenuti in famiglia —me dice el señor Aroham.
Sin preparación, todos tienen copas de champaña en sus manos, están eufóricos con la noticia, cada uno de ellos prepara un pequeño discurso y hacen un pequeño brindis que logra sacarme las lágrimas. Esto parece un maldito sueño, jamás pensé que lo tomarían de esta manera, creo que les sorprende más que su hijo al fin y al cabo si forme una familia.
—Te compraré el vestido más costoso y bello —me susurra Anelle al oído. —Serás la novia más bonita.
Me da un beso en la mejilla y me abraza tan fuerte que surge un enorme escalofrió, es curioso, pero esta es la primera vez que nos abrazamos así. De pronto una imagen de mi madre viene a mi mente. ¿Cómo lo estará tomando? ¿Me mirará desde el cielo o donde sea que se encuentre? ¿Qué pensará mi papá? ¿Hubiese aprobado a Abrah? No lo sé, y no tendré las respuestas, es tan fácil para mi cuestionarme todo lo que hago. Supongo que es mi falta de capacidad para decidir por mí misma, y lo mucho que me cuesta creer en mí.
—¡Vayamos a desayunar! —dice Arek muy sonriente. No puedo creer que hasta la fecha de hoy no termino por acostumbrarme lo mucho que se parece a su hermano.
—¡Vamos! —todos responden y comienzan a avanzar hacia el comedor. Al final me quedo con Abrah.
—Dime, ¿ahora que quieres hacer? Podemos irnos después de la comida.
—¿Los viste? Están muy emocionados.
—Lo sé, pero esto no depende de ellos, depende de ti. Si tu salud física y mental se van a decaer por cumplirles un sueño a mi familia, estas muy mal.
—Lo estuve pensando... creo que no es tan mala idea.
—Mia... —lo conozco está listo para un gran discurso.
—Espera, antes de que me digas algo. Este bebé, este niño, puede tener tu sangre ¿no?
Él asiente.
—¿Y si lo asesino? Estaría matando una parte de ti.
—Y.... si no es mi hijo.
Mi respiración se detiene.
—¿Amarías a ese niño de la misma manera que si fuese tuyo? —le pregunto, pero él no responde.
Aquel sueño vuelve a mi memoria, aquella niña, la que se suponía era mi hija, yo la detestaba, incluso le dije que la mataría. ¿Lo decía enserio? ¿O solo era mi dolor hablando? No sé si quiero averiguarlo.
—Tengo miedo.
—Lo sé —me abraza. —Lo que decidas te apoyaré, no tenemos que hacerle ninguna prueba al nacer.
—Eres un maldito, porque eres tan bueno —le doy un leve golpe en las mejillas. —Te amo.
En respuesta solo sonríe.
—Y... ¿cuándo es la boda? —me dice coqueto.
—Después de que tenga mi anillo.
—Ya te he dado dos, ¿no lo recuerdas?
—Pero esos eran falsos.
—Eres una interesada, lo único que quieres es dinero, dinero.
Terminamos riéndonos como tontos mientras me besa la frente con cada respiración.
Al paso de los días sin duda no he podido resolver mi dilema. Abrah se ha portado al margen pues no opina de la situación, en cambio su familia está más y más interesada en mi estado, incluso Arleth me ha comprado un atuendo de bebé, que por cierto es ¡adorable!
Tengo que decidirme ya han pasado alrededor de 10 semanas, no tengo más tiempo. Tiene que ser hoy o nunca. Al salir de la habitación, uno de los guardias me informó que Abrah salió al pueblo, así que supongo que tendré que esperarlo para desayunar. Todos mis compañeros me atienden como otra integrante de la familia, al principio fue muy incómodo, pero creo que debo hacerme a la idea, si mi relación con Abrah da otro paso seguramente uno de mis compañeros me terminará atendiendo. Por lo pronto Laura es la que siempre se encuentra a mi lado, cualquier cosa que necesito va de inmediato a buscarlo, es realmente muy buena amiga.
—Mia, ¿quieres que te suba un poco de leche tibia? ¿Un té sin cafeína? —pregunta Laura.
—Quiero esperar a Abrah.
—Lo sé, pero no es bueno que estés sin alimento —me regaña. —Te traeré un té.
—De acuerdo —le sonrío.
Me siento en uno de los sofás que están junto a la ventana, el clima esta fabuloso, nublado, fresco y con algunas gotas cayendo del cielo. Observo toda la parte frontal de la casa, realmente es muy bella. No puedo creer que este lugar ha sido mi hogar por más de dos años, ¡quien iba a pensarlo! ¿Cómo sería mi vida si nunca hubiese venido a Italia?
Desde aquí alcanzo a ver como se estaciona el auto de Abrah, hace mucho que no sacaba el Lamborghini, ¡Wow que guapo se mira el día hoy!
—¡Mia! —entra gritando a la casa. —¿Dónde estás? Te traje un regalo.
En cuanto mis oídos logran escuchar la palabra "regalo" me levanto de inmediato y corro al pasillo.
—¿Qué me trajiste? —pregunto emocionada.
—Cierra los ojos y extiende tus manos.
—Espera, que escondes detrás de ti.
—Ya me oíste, cierra tus ojos y dame tus manos.
Con un poco de temor, termino accediendo.
—No vayas abrir los ojos.
—¡Ay, que no! —respondo entre risas.
Coloca mi "regalo" sobre mis manos. Es suave, puedo sentir un pelaje. ¿Qué es? ¡Ay! ¿Acaso me lamió?
—Ábrelos.
Y puedo verlo, un precioso gatito. Hermoso, ¡muy hermoso! Es de color blanco y gris, es muy pequeño, parece de días.
—¡Por dios, esta divino! Me encanta.
—¿Enserio te gusta?
—Por supuesto, esta precioso —le doy un beso al gatito.
—Es para que te haga compañía cuando yo no esté en casa.
—Gracias, me encanta —abrazo a Abrah. —Eres el gatito más hermoso que he visto, estas ¡precioso, precioso! —lo chuleo, y el gatito sigue maullando.
—Me alegra que te gusté.
—¿Quién es el gatito más chulo de toda Italia? ¿Cómo te llamas? —le pregunto, y lo único que consigo es otro maullido. —¿Qué te parece?... ¡Paquito! No, no me gusta mucho, mejor... Giuseppe.
—¿Enserio le vas a poner así?
Comienzo a reírme.
—Es mi gato, ¿no? Aparte es el nombre de la persona que te ayudó, nunca vamos a poder agradecerle lo suficiente.
—Mia, no te he contado nada sobre ese viaje.
—Y no necesitas contarme, ya me he enterado lo suficiente, no debió ser algo fácil.
Él se muestra cabizbajo, pero después su rostro se torna frío y duro. Creo que trata de disimular lo que realmente siente.
—¡Mi Giuseppe! Estas hermoso, precioso. Te amo, te amo —le repito una y otra vez al gatito.
—Es el gato más feo que he visto —reniega.
—¡Claro que no!
—Brutto come i sette peccati capitali (Feo como los siete pecados capitales).
—No le creas Giuseppe, eres divino —le doy otro beso.
—Ya fue suficiente, ya deja ese gato. ¿Por qué mejor no se lo das a Laura para que le den de comer?
—Yo puedo hacerlo, ¿quieres leche mi amor? —le pregunto al gato y obtengo la misma respuesta.
—¿Mi amor? Le dices mi amor al gato —bufa.
—Si, porque es mi nuevo amor.
—¿Nuevo? ¿Quién es el antiguo?
—Tú, por supuesto.
—Pues a mi jamás me has hablado como le estás hablando a ese mugroso gato.
Comienzo a reírme ante sus gestos.
—¿Estas celoso de Giuseppe?
—¡Claro que no! —levanta la voz.
—De acuerdo, solo decía.
Él voltea a verme y de inmediato se gira indignado.
—¿Estás enojado amor?
—Me llamas así solo porque ahora le hablas así al gato.
—¡Ay! Vas a seguir con tu drama —me ignora y yo lo abrazo por detrás. —Eres un celoso compulsivo.
—¡Por supuesto que no estoy celoso! Qué tontería.
—Pues deja de responder así. Mejor acompáñame a alimentar a nuestro gatito.
—Es tu gato, ¿no lo dijiste? Aparte yo tengo trabajo —me dice algo serio, después termina dándome un beso en la frente.
—Está bien, iré yo.
—Nos vemos más tarde.
Antes de que se marche corro abrazarlo.
—Te amo —le susurro al oído. En respuesta obtengo una gran y perfecta sonrisa.
Me paso todo el día con Giuseppe, realmente es un gatito super lindo, es muy divertido y cariñoso, siempre está tratando de jugar, espero que cuando este un poco mayor siga siendo igual, por lo regular los gatos solo son así de pequeños después se vuelven más independientes e ignoran a su dueño.
Aunque así fuese después, Giuseppe siempre será el mejor gato del mundo. Por momentos recuerdo a mi precioso Lucas, me debe extrañar mucho. Sé que estos dos serían muy buenos amigos. Sin duda los animales tienen un hermoso ángel en su interior, esa miradita tierna que siempre destella de sus ojitos, es inexplicable.
—¿Y ese gato? —me pregunta Nora qué va entrando a la sala principal.
—Se llama Giuseppe, me lo regaló Abrah.
—Está lindo —ríe.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto.
—¿Acaso no puedo pasar el rato con mi amiga?
—Claro que sí, no digas tonterías. Solo que se me hace raro que estés desocupada a esta hora.
—Arek esta con tu novio, al parecer lo están "entrenando".
—¿Entrenando? ¿Qué significa?
—Que de cierta manera comienza a entrar al negocio. Por lo que sé, Abrah no quiere, pero el señor Aroham insistió.
—Entiendo.
Aunque la compañía de Nora siempre es gratificante, hoy después de la noticia no me siento muy en paz, se me hace un poco raro que el señor Aroham haya tomado una decisión como esa, supongo que Arek ya tiene la edad suficiente para trabajar, pero... ¿Con Abrah? ¿Será lo mejor? Ni siquiera yo sé exactamente que hace mi pareja.
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