Capitulo 50
—¿Mia? ¿Qué haces aquí? —pregunta Abrah aún medio dormido. —¿Qué hora es?
—Cerca de las 5am.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —pregunta de nuevo alarmado.
—Estoy bien —toco ligeramente su hombro. —Bueno, tengo un poco de hambre.
—Stella sigue dormida, ¿quieres esperar o te preparo algo?
Sonrío ante su comentario.
—¿Tú sabes cocinar?
—¡Claro! Yo me preparaba mi propia comida en Alemania.
—Por eso todos decían que te veías más delgado cuando llegaste. Estabas todo desnutrido.
—Ja, ja. Que graciosa.
—Te traeré una taza de café.
—¡Café no! —grito. Él me mira confundido. —Mejor leche.
—De acuerdo— y se retira a la cocina.
Parte de la mañana la pasamos juntos, hablando de cualquier tontería, incluso vemos la televisión. Por cierto, ¿Sabían que él es fan de The big bang theory? Jamás lo hubiese imaginado.
Hay momentos en los que las náuseas y los mareos son incontrolables, trato de esconder mi rostro y correr "divertidamente" al baño. No sé cuánto tiempo lo pueda mantener en secreto, pero seguro no será por mucho. Horas después Stella bajó y nos preparó el desayuno, por supuesto fingí haber comido, ya que nada se queda dentro de mí.
Cuando ya es momento de regresar a Varenna, Stella me entrega un pequeño kit para el traslado, es una pequeña bolsita que contiene suero, pañuelos, enjuague bucal y medicinas ligeras especiales para embarazadas, pues se supone que ayudan a controlar los malestares. Le agradezco infinitamente y le doy un gran abrazo, creo que al fin me aceptó.
—¿Estás lista? —me pregunta Abrah.
—Si, vámonos.
De solo bajar las escaleras ya me siento mal, que patético. Subo a la camioneta y el calor del aire acondicionado comienza a matarme.
—¡Carlos! —le grito. —Puedes apagar la calefacción, es un horno aquí dentro.
—¿Cómo dices? —me pregunta Abrah sorprendido. —¡Está haciendo demasiado frio!
—Claro que no, esta horrible aquí dentro —le digo quitándome el abrigo.
Todo el camino es un maldito suplicio, ruego por llegar. Siempre disfruto del traslado es de mis partes favoritas, pero hoy no, lo detesto.
Siento unas ganas inmensas de vomitar, y de inmediato saco una pequeña bolsita de plástico de aquel kit que me dio Stella. Comienzo a sacar los fluidos de mí, sin importar que dentro de la camioneta vaya Abrah, y otros guardias.
—¡Hey! Mia, ¿te sientes mal? —me pregunta Abrah tocando mis hombros.
Vuelve otro round de vomito.
—¡Detén el auto! —les grita Abrah y al parecer ellos lo obedecen. —Oríllate.
Abren la puerta de la camioneta y salgo corriendo de ella junto con mi bolsita de vomito. Estamos en las orillas de la ciudad, aún hay negocios y casas cerca. Me pongo en cuclillas cerca de la calle, junto a un baldío y suelto todo lo demás que no me atreví en la camioneta. Hasta que termino puedo ver que rodearon aquel baldío toda la seguridad, ¡no puedo creer que no tenga ni un minuto de privacidad!
—¿Ya te sientes mejor? —me pregunta Abrah inquieto. —Seguimos en Milán, iremos con un médico de inmediato.
—¡No! —estallo. —Ya me siento mejor.
Me levanto del suelo y cuando voy a dar un paso me desvanezco.
—¡Hey, hey! —oigo la voz de Abrah repetidamente, mientras me sostiene en sus brazos. —Mia, háblame. ¡Por dios estas muy pálida!
—Es...toy bien —respondo titubeante. La voz se me quiebra.
—No, tu no estas bien. No comes lo suficiente, te desvelas y no te tomas tus vitaminas.
¡Mia haz algo! Si te lleva al médico es el fin. No puede enterarse, tu podrás arreglarlo sola, no quieres a este bebé, tu más que nadie lo sabe. No estas lista, y lo más importante no es deseado. ¡¿Quién diablos quiere dar a luz al producto de una violación?!
—Solo estoy en mis días —miento.
—¿Y eso qué? No está bien desmayarse.
—¡Claro que sí! Es normal, ahorita se me va a pasar, solo necesito una pastilla para los cólicos y reposar —le digo tocando su rostro. Él por supuesto no está convencido.
—¿Estás segura?
—Si, no te preocupes.
Subimos de nuevo a la camioneta y me recuesto sobre sus piernas, él me va acariciando el cabello una y otra vez, es relajante. Tan relajante que el tiempo se me pasa volando, llegamos a la casa de Varenna y no sentí el tiempo del viaje. Su equipo comienza a bajar cajas de documentos que trajimos de su despacho y otras cosas más. Abrah por otro lado me toma en sus brazos y me lleva con él dentro de la casa.
—¡Hijo! ¡Mia! —exclama la señora Anelle que va cruzando el pasillo. —¿Cómo están? ¿Cómo les fue?
—¡Hola, madre! Ahora vengo, llevaré a Mia arriba, no se siente muy bien.
—¿Cómo? —pregunta angustiada. —¿Qué te pasó Mia?
—Vomitó en el transcurso del viaje, y por poco pierde el conocimiento —responde Abrah por mí.
—¡¿De nuevo?! —grita Anelle.
—¿Cómo qué de nuevo? —me mira asombrado. —¿Ya te habías sentido así?
No sé qué responderle.
—Lleva así varios días, Nora le pidió al médico que la revisara.
—¡¿Por qué yo no estaba enterado?!
—Él dijo que no era nada, solo una infección estomacal —respondo.
—Entonces mandaré por otro médico, ¿cómo es posible que algo tan simple te ponga así de mal?
—¡Ya te dije que es mi periodo! —insisto.
—¿Tienes infección estomacal o es tu periodo? ¡Decídete de una vez!
Él no se va a quedar tranquilo lo conozco, necesito buscar una forma de distraerlo por lo menos lo suficiente.
—Te prometo que no es nada —le digo chocando mi frente con la suya.
—Sabes que sé que me mientes. Si no me lo dices ahora lo averiguaré.
—Solo hazme caso, confía en mí.
—Te daré un día. Para inventar la mejor mentira que incluso yo te pueda creer, o decirme la verdad.
—¡Por Dios! Como puedes pedirme algo así.
—No lo sé, pero quedará de incógnito.
Yo solo puedo observarlo, luce decidido como siempre ¿cómo fue posible que yo creyera qué iba a poder contra él? Si he vivido bajo su sombra todo este tiempo, soy una ilusa.
El resto del día me la pasó en cama. Cuando me cansó de cierta posición cambio de nuevo, y así ruedo por aquí y por allá. Abrah trabajó en su oficina del cuarto piso, logré escucharlo en varias ocasiones hablar muy fuerte, al parecer ha estado en reunión por video llamada con toda su gente. ¿De qué tema estarán hablando?
Como ya he estado mucho tiempo tirando flojera, decido deambular por todo el lugar. En los pequeños muebles y estantes qué tiene, hay muchos portarretratos con fotografías, en su mayoría son de él adulto, fotos tomadas en un bar, en la playa, en la universidad, rodeado de amigos y por supuesto "amigas", algunas con sus hermanos, otras con sus papás y por supuesto con su equipo de seguridad, lo cual es gracioso, ya que puedo ver las expresiones de todos ellos sonriendo, divirtiéndose. Cosa que jamás se ve, Carlos tiene un trago en la mano y Héctor el grandulón tiene a Abrah alzado en brazos como un bebé, mientras los demás están riendo y bebiendo. ¿Dónde habrán tomado esa fotografía? El momento debió ser épico.
También hay bastantes con Agustín. Abrah luce tan distinto en las fotografías... yo he logrado conocer muchos lados de él, pero este, el joven sano y divertido qué viaja por el mundo sin preocupaciones, ¡me encanta!
—¿Qué haces? —me pregunta susurrando a mis espaldas.
—Nada —vuelvo de dejar el portarretrato. —¿Y tú? ¿Ya te desocupaste?
—No, salí a pedir de comer.
—Porque no me lo dijiste, ¿Quieres que baje por tu comida?
—Ya le dije a Carlos. Tu deberías estar descansando.
—Solo salí a tomar algo de aire, me sentí encerrada.
—De acuerdo, no andes de chismosa.
—¡Oye! —reniego.
Se va riendo a la habitación.
Enciendo la televisión de la sala y me acuesto en la alfombra. Al paso de los minutos me quedo dormida.
Estoy en un cuarto oscuro, lo único que puedo ver es mi propio cuerpo, todo a mi alrededor está en completa oscuridad incluso este espacio es frío. A lo lejos se puedo escuchar algunas gotas caer, pero no hay agua a mi alrededor. Avanzo un poco y puedo ver una pequeña figura acercarse, es una niña pequeña, no tiene más de 5 años, me está diciendo algo, pero no puedo escuchar solo veo sus labios moverse.
—¿Qué dices? —grito. —No puedo escucharte.
Sigue hablando, pero no puedo entender, aún escucho la gota de agua caer una y otra vez, pero la voz de la niña no tiene presencia.
—¡Habla más fuerte! —vuelvo a gritar.
El sonido comienza a hacerse presente, es como si de la nada le hubieran devuelto su voz.
—Mi mamá.
—¿Dónde está? ¿Te perdiste?
—No sé dónde está.
—Pero aquí no hay nadie, ¿dónde la perdiste?, ¿cómo te llamas?
—¿Dónde está mi mamá? —vuelve a preguntar.
Volteo a todas partes, pero aún permanece oscuro, no hay nadie. Nuestras voces hacen eco, ella aún se encuentra lejos de mí.
—¿Sabes dónde estamos? —le pregunto.
Niega con la cabeza.
Comienzo a sentir un gran dolor en mi estómago. Cuando volteo hacia mis pies puedo ver un gran charco de sangre. ¿De dónde viene?
Un líquido rojo desciende de mis piernas. Soy yo la que se está desangrando.
—¡Ayúdenme! —grito a mi alrededor. La niña ya no está. —¡Abrah! —comienzo a gritarle a la oscuridad, lo único que puedo lograr es que mi voz se haga más y más si intensa.
—¿Dónde está mi papá? —me pregunta la niña que ahora aparece junto a mí.
—¡Me asustaste! —exclamo.
—¡¿Dónde está mi papá?! —insiste.
—¡No se! Ni siquiera sé dónde estamos.
—¡¡Donde está mi papá!! —comienza a gritar.
—Eres una niña muy caprichosa.
Me mira de la peor manera en la que te puede mirar un niño. Después, comienza a llorar.
—¡Hey, cálmate! —le acaricio su cabello. —De seguro, ahorita aparece.
—¡No! No va a aparecer.
—¿Por qué no?
—Porque tú lo mataste.
—¡¿Qué?!
—Lo asesinaste.
—¡Pero que estás diciendo! —grito, pero ya no está, volvió a desaparecer. Maldita sea que miedo, porque me hace esto. —¿Dónde estás? Yo no he matado a nadie. Mucho menos a tu padre, ¡ni siquiera lo conozco!
Comienzo a sentir debilidad, me termino arrodillando en el suelo, mi vestido blanco está manchado de sangre.
—¡Mierda! Si no la salvas te juro que te meteré un tiro en la cabeza.
—¿Quién dijo eso? —pienso.
—3, 2, 1... —se pierde la voz.
—¡Te estuve esperando mamá! —me dice de nuevo la niña, tomando mi mano.
—De que hablas yo no soy tu mamá.
—Me llamo Anya como tú.
—No, no. Yo no tengo hijos.
—Solo mírame, y lo sabrás.
Observo a la pequeña niña y puedo notarlo, sé a lo que se refiere.
—Tienes sus mismos ojos —respondo abrumada.
Suelta una pequeña risita. Intenta tomar de nuevo mi mano y de inmediato la retiro.
—Tú no eres mi hija, como podrías serlo. Eres producto del demonio.
—Claro que lo soy —dice riendo. —Estoy dentro de ti, me conocerás dentro de poco.
—¡¡No, me niego!!
—Ya no hay nada que hacer mami —su voz es tan detestable, parece salida de ultratumba.
—Tienes su maldita cara, como mierda querría qué fueras mi hija, ¡en el momento que nacieras te mataría! —comienzo alejarme de ella. —No podría mirarte sin repudiarte, ¡¡Fuera, lárgate!! —grito llena de rabia.
—Si me matas serías como él —apunta a lo lejos.
¿Quién es? No puedo ver de quien se trata.
—Estoy segura de que deseas con fervor qué tu novio al qué te coges todas las noches sea mi papá, pero tenlo por seguro que no es así —se pasa la lengua por los labios.
—Cállate.
Comienzo a correr sin destino, no hay a donde ir, todo sigue oscuro no hay escapatoria.
La niña me sigue y aparece en cada dirección que voy, sus ojos están llenos de ira, y su maldita sonrisa es tal cual a la de aquel hombre. Su voz ya no ha vuelto a ser dulce, sigue saliendo una voz demoníaca.
Cuando intento correr a un más fuerte me tropiezo y caigo al suelo, pero este se pierde, de repente estoy descendiendo por los aires, como si me hubiese lanzado de un paracaídas, que por cierto no tengo colocado en mi espalda. Es cuestión de segundos para caer al suelo y morir, pero cuando voy a chocar, caigo al mar. Comienzo a nadar a la superficie, trato de flotar, no hay nada a mi alrededor, lo único que logro ver es mar y más mar. ¡Que estrés!
—¡Hey! —escucho a lo lejos la voz de un niño. —Sube —me dice acercándose en una pequeña lancha.
Trepo con mucho esfuerzo, incluso siento sus pequeñas manos ayudándome.
—Gracias —le digo suspirando, y aquel pequeño me sonríe.
—No es nada mamá.
—¡¿Qué?! —sin duda su respuesta me sorprende. Puedo verlo, este niño es distinto. Tiene un rostro lleno de paz, sus mejillas están rosadas, su cabello es claro como un girasol, tiene pequeñas pecas sobre su nariz y una sonrisa muy tierna.
—¡En que estabas pensando! —me regaña. —Mi papá te dijo que era peligroso nadar sin flotadores, aún estás aprendiendo.
—¿Tu papá?
Él apunta detrás de mí, cuando me giro puedo ver un enorme yate. Hay varias personas dentro de él, desde aquí puedo escuchar su risa, es por completo inconfundible, mi corazón late tan rápido de solo escucharla. Vuelvo a mirar al niño y lo compruebo. Tiene sus mismos ojos verdes.
Mi mano va directo a su rostro, y lo acaricio lentamente. Si, este niño si es mi hijo, mis ojos se empañan de lágrimas, y él pequeño no deja de sonreír, tiene una hermosa sonrisa, es tan bello como su padre.
—Vamos a comer madre —me dice con su acento italiano.
—Vamos cariño —respondo y lo jalo hacia mí. Pero cuando lo hago este desaparece.
Vuelvo a estar en aquella habitación oscura.
—¡¿Por qué a él lo abrazaste y a mí no?! —grita la niña. —Te odio y lo odio a él.
Miro a todas partes y no puedo verla, solo escucharla. Es inevitable sentirme acorralada.
De la nada veo a lo lejos un cuerpo tirado en el suelo. Camino lentamente hacia él y noto que viste la misma ropa que aquel niño. Corro de inmediato y lo confirmo, se trata de él, de mi hijo.
—¡Hey despierta! —le digo, dándole pequeñas palmadas en el rostro. Lo sostengo en mis brazos y comienzo a moverlo una y otra vez. Su rostro esta pálido, sus labios lucen amoratados y su cuerpo está frío. —¡Niño despierta! Por favor.
—Es demasiado tarde, si no te deshacías de él, lo tenía que hacer yo. Son las consecuencias de amar a alguien que no debes. Estas con el hombre que asesinó a mi padre. Mereces la muerte.
—¡Acaso no entiendes! —le reclamo. —Tu no existes, eres el maldito producto de mi imaginación.
—Hay un hijo creciendo dentro de ti, soy yo o es ese niño. No hay más.
—Despierta por favor —insisto moviendo al pequeño, no tiene pulso. Comienzo a desesperarme y lo tumbo en el suelo para hacerle RCP. ¡No reacciona! Mi corazón está latiendo con fuerza, mis manos comienzan a ser torpes, no sé qué hacer, lo único que sé es que no quiero que muera.
—¡¡Dime que fue lo que le hiciste!! —le grito.
—"Con gusto lo asesinaría al nacer".
Siento una punzada en mi corazón, son las palabras que yo le dije a ella.
—¡Entiende, es distinto!
—¿Por qué es distinto? Él es un ser vivo al igual que yo, merezco vivir como él.
—No —respondo firme. Ella me mira con sus ojos malignos, me odia, pero no me importa. Yo me odio desde ese día, puedo con el odio de alguien más. Diga lo que diga, y haga lo que haga, no cambiaré de opinión.
—Pues no me queda otra opción —responde llena de rabia.
Puedo ver como aquel niño adorable cae desde el cielo y su cuerpo se rompe en mil pedazos, logro escuchar el sonido de sus huesos quebrarse, la imagen de él herido me quedará grabado de por vida. Todo él está bañado en sangre es desgarrador, jamás he visto algo parecido.
Corro hacia él y lloro desconsoladamente, a lo lejos aparece aquel hombre que al día de hoy se encuentra muerto. Se burla de mi dolor, y junto a él aquella niña malcriada. Les grito infinidad de cosas. Mi hijo está muerto, por su culpa. ¡Me duele mi pecho, demasiado! Es un dolor insoportable, mi llanto es suplicante, a un dios, a un ser que me pueda ayudar, le pido que me salve de esta desgracia.
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