Capitulo 5
Justo como todos los días me despierto de buenas, enciendo mi bocina y pongo a todo volumen Blank Space de Taylor Swift, una canción digna de empoderamiento femenino aseo la casa por completo mientras al mismo tiempo preparo mi desayuno, unos ricos chilaquiles con pollo, cuando voy a tomar los platos para servirme me acuerdo de Gaby, me asomo a su habitación y nuevamente no está, hace dos días la escuché entrar a hurtadillas a la casa a altas horas de la madrugada, no tengo idea donde pueda estar, ni modo ella se pierde los deliciosos chilaquiles. Desayuno tranquilamente y veo un programa de concurso de preguntas, es muy gracioso, cuando veo el reloj, noto que se me hace tarde, aunque realmente no mucho ya que a 1 minuto me encuentro en mi trabajo. Tomo mis cosas y me dirijo a la cafetería.
—Buongiorno, Martina! —saludo a mis compañeros. —Buongiorno, George e Juan.
—Buongiorno signorina, ¿Cómo va su día? —me pregunta Juan.
—Excelente Juanin, muy agradable.
—Me da gusto escuchar eso, signorina porque resulta que hoy nos visita nuestro jefe de jefes.
—¿Los tigres del norte? —preguntó emocionada.
—¿Qué? No, no nada de eso, el señor Carlo, el dueño del café.
—¡Oh! Está bien, hasta que lo voy a tratar.
—Andiamo! Tenemos que trabajar —me dice George.
Y como es debido lo hago, limpio todo el lugar atiendo a los clientes que van llegando, por momentos preparo algunos cafés y continúo así toda la mañana, sin ningún tipo de problema. Martina también está muy concentrada en su trabajo, está haciendo la contabilidad, ya que hoy le entrega todo al señor Carlo.
—Tranquila, Martina todo va a salir bien —le doy un pequeño abracito por la espalda.
—Grazie Mia, pero tú no conoces al señor Carlo, si algo no está como debe ser se molesta demasiado, así que quiero tener todo perfecto.
Y tal cual lo describió Martina era él señor este. Cuando él llego a la cafetería se movía como si el mundo le debiera todo, que incluso nuestra respiración le pertenecía, sumamente molesto como decimos en México se siente muy farol.
—¡Oye tú! Trae 2 expresos, rápido —así es, me dijo a mí.
—¡Claro señor! Enseguida —trato de prepararlos lo mejor posible, aunque no es nada complicado, como dijo Martina le gusta todo perfecto, lo hago a la velocidad máxima de Mia, cuando me dirijo a la mesa que se encuentra al final, veo a su acompañante una joven de alrededor de 20 años con un moretón en su ojo izquierdo, no puedo evitar alarmarme, seguramente este hombre se lo hizo. Por viajar en mis pensamientos tropiezo con una de las patas de una silla, y caigo justo en las piernas del señor Carlo, me quemo por completo todos los brazos, por la expresión que tiene este hombre dudo que le interese saber si estoy bien.
—¡Que te pasa idiota! —grita como loco.
—Ay que pena, lo siento mucho señor, fue sin querer, trómpese con una de las patas y... —me interrumpe.
—Cállate, no quiero oír nada ¡Mira lo que hiciste! Me ensuciaste, voy a una reunión en una hora dime qué diablos voy a hacer que mierda le voy a decir al hombre que me cito.
—Lo siento mucho señor, yo vivo a unas casas si no le molesta tengo una camisa que era de mi padre, seguramente le queda se la plancho y ya queda listo y presentable de nuevo.
—¿Eres retrasada? ¿Crees que yo me pondría ropa usada? ¿Y ropa que te pertenece?
—Era de mi papa... —me vuelve a interrumpir.
—Lárgate, esta despedida —señala la puerta con su dedo, sacudiéndose la camisa.
—¿Qué? ¿cómo dice Señor? No puede despedirme, fue un accidente.
—No me interesa, lárgate ¡pero ya! —miro a mi alrededor y veo a Martina detrás de la barra con un rostro triste, a George y Juan asomándose por la ventanita de la cocina, con una cara de preocupación.
Hoy que era mi día feliz, hoy que me sentía genial, ¿porque hoy diosito?, ¿ahora que voy a hacer?
Camino con la cara hacia abajo como perrito regañado a dejarle mi mandil a Martina, cuando se lo entrego sus labios se mueven para decirme "mi dispiace (lo siento)". El hombre que sigue molesto se espera a que salga del café para retirarse me imagino que va a cambiarse.
Camino tan lento como si me doliera dar cada paso, y es que metafóricamente así es.
Cuando llego al departamento me surgen unas ganas inmensas de llorar por lo regular me aguanto, pero hoy sí que no puedo, me acaban de romper mi corazón. Me acuesto en el sofá como niña chiquita y me hago bolita, lloro como si me hubieran arrancado mi felicidad de un solo tiro, cuando de pronto escucho un ruido.
—¿Qué haces? —me pregunta Gaby.
—Hola... que raro que estés en casa, ¿Cómo estás? ¿Como va la escuela?
—Como siempre, ¿por qué lloras?
—Me acaban de despedir.
—¿Despedir? ¿De dónde?
—¿Como de dónde? Pues de mi empleo en la cafetería —no puedo evitar levantar la voz.
—No tenía idea que trabajabas en una cafetería, ¿por qué no me lo habías dicho?
—Te lo he dicho, un millón de veces.
—Quiero un cappuccino, me duele la cabeza —dice ignorando todo lo que le dije. Seguramente esta cruda.
—¿No estas escuchando que me acaban de despedir?
—¿Y por qué?
—Porque derrame café sobre el dueño —me vuelvo a sentir triste.
—Que mala suerte, nos vemos —sale del departamento, hace eco por un segundo el portazo que dio con la puerta. Vuelve a quedar todo en silencio y de nuevo me vuelvo a quedar sola.
Los días próximos a mi despedida, vuelvo a vagar por las calles en busca de empleo, es increíble que vuelvo al principio.
Ongi cosa ha cagione (Todo tiene una causa).
—¡Martina! Que voy a hacer... —le pregunto en modo dramática.
—Ay Mia, que puedo decirte, no es que yo pueda darte muchas ideas —me dice mientras seca los vasos que acaba de lavar.
—Tu eres buena con las ideas, ¿por qué no me ayudas eh?
—Regrésate a México, así de simple.
—¿Qué? ¿Por qué dices eso Martina? —alargo su nombre.
—Es la verdad solecito, lo único que tienes aquí es sufrimiento.
—No puedo hacer eso Martina, no puedo dejar a Gaby aquí sola.
—¿Y ella si te puede dejar sola? A esa chica ni siquiera le importas, lo único que logra de ti es que la mantengas, nada más.
—No digas eso Martina, mi amiga me quiere.
—¡Ja! Te quiere, si eso es querer el mundo estaría patas para arriba, yo de verdad no entiendo Mia, como es que eres tan ingenua.
—Ella no tiene la culpa siempre está ocupada en la escuela.
—Si, si en la escuela, ¿acaso no me dijiste que estudia arte en fotografía? Ella se la vive en la "escuela" como si estudiara medicina. Yo no me trago ese cuento Mia, ella solo te está usando, porque desde que llegaron a este lugar no ha trabajado ¿No se supone que el departamento es de las dos? Tú pagas el alquiler, tú aseas la casa, tú haces las compras y por su puesto sale de tu bolsillo. Tú preparas la comida, ¡Y todavía le pagas sus útiles escolares! Si es que realmente es para "útiles". ¡Uy, Mia! Ya hubiera querido tener una amiga, así como tú en mis tiempos.
—Trato de ser una buena amiga, a mí no me cuesta nada hacerlo.
—¡Claro que te cuesta Mia! Te acostado el lomo, tallando mugre de baños ajenos, soportando gritos de viejas locas, humillaciones, desveladas y mucho, mucho llanto. Ella no agradece lo que haces por ella, dejaste todo para acompañarla y así te paga, cambiándote por sus nuevas amigas —suena molesta.
Ni siquiera sé que responder, creo que en algo tiene razón, pero no sé si pueda decírselo a Gaby.
—¿Tienes idea de donde puedo conseguir empleo?
—No, Mia no tengo idea, porque mejor no le dices a tu amiga que busque ella —me responde a secas.
—Está bien, pero no me hables así, no quiero que te molestes conmigo Marti.
—Cuando las cosas no son justas me molesta.
—Bien, bien Martina, gracias por preocuparte por mí.
Cuando me voy a levantar de la barra para dirigirme al sanitario, una señora de unos 60 años, con cabello que comienza a blanquearse por las canas, me obstruye el paso parándose frente a mí.
—Con permiso —le digo.
—Una disculpa, no pude evitar escuchar parte de la conversación que tenías con la señora — volteo a mirar a Martina y ella hace cara de "¿Quién mierda es?".
—¿Cómo dice?
—Si, disculpa mi atrevimiento, pero creo que yo puedo ofrecerte ayuda.
—¿Ayuda? —dudo si continuo con la conversación o me voy ignorando a la doñita.
—Si, ayuda. Veras trabajo para una gran mansión, y en este momento necesitamos reclutar nuevo personal, el sueldo es realmente bueno, podrías solventar todo por lo que haces cargo ahora.
—¿Usted es así? ¿Va por allí ofreciéndole trabajo a jóvenes de mi edad?
—No —suelta una pequeña risita. —Claro que no, tu conversación me pareció muy interesante, creo que eres una linda chica, con un gran corazón, no le ofrecería trabajar en esta casa a nadie que me diera desconfianza.
—Mencionó que trabaja para una gran mansión. ¿Qué significa exactamente? ¿Qué es una familia que posee mucho dinero?
—Así es, he trabajado toda mi vida con ellos, son muy buenas personas, agradecidos con sus empleados, te prometo que nada te faltará. Hoy vine hacer algunos mandados a la ciudad, me voy mañana a primera hora, esta es mi tarjeta háblame si aceptas —se retira del café tranquilamente.
Me quedo atónita.
—¿Escuchaste Martí? —le pregunto.
—¿Qué si escuche? Casi me caigo de la barra, ¿qué le pasa a esa señora?
—¿Te parece extraño? ¿Crees que sea reclutadora de strippers?
Martina suelta una carcajada, y yo le hago segunda.
—¿Se ve algo estirada no crees?
—Pues se mira agradable, te dijo que el sueldo era bueno ¿No?
—Eso dijo —nos miramos y nos volvemos a reír. —Sírveme otro café ¡quieres! Ahora si voy al baño.
El encuentro que tuve con esta señora fue algo extraño, he leído su tarjeta sin parar, su nombre es Magda Donati, es ama de llaves de la mansión, al parecer tiene el nombre del lugar. "Lago di como, Varenna" ¿Qué significa? Me imagino que así se llama la zona.
También ha pasado por mi mente la posibilidad de aceptar, realmente no tengo otra propuesta cercana y ni siquiera sé cómo comenzar. Me paso todo el día y toda la noche pensando en mi decisión, quiero comentárselo a Gaby, pero no ha llegado, voy a esperarla necesito de su apoyo. Por mientras me recuesto en mi cama escuchando música del gran Andrea Bocelli, me siento en las nubes con su melodiosa voz. De un momento a otro escucho ruido en la entrada.
—¡Ya volviste! —grito de emoción al ver a Gaby-
—Si, que no es obvio —creo que esta de malas.
—Quiero platicarte algo que me sucedió el día de hoy, estuvo super loco verás... —me interrumpe.
—Mia me alegro, pero estoy cansada y me quiero dormir —camina rumbo a su habitación.
—Pero... Gaby, es algo importante —le digo
—¡Porque siempre que llegó no paras de hablar! Se supone que es mi casa, el lugar donde debo tener tranquilidad, pero sabes, odio tener que llegar porque tu voz me resulta ¡Tan molesta! ¿por qué no te haces algún amigo o algo? —siento como mi corazón se rompe, mientras pasan segundos en completo silencio.
—Entiendo, solo quería informarte que ya tengo empleo, comienzo mañana —hago todo lo posible por soportar las lágrimas que mueren por salir.
—Bien, buenas noches —cierra la puerta de su habitación.
No puedo describir lo que siento en este momento, me siento tan decepcionada de quién dice ser mi amiga, no la reconozco es como si pasarán mil recuerdos a mi mente, y al mismo tiempo las palabras que Martina me dijo hoy por la mañana, ella tiene la razón, toda la razón, termino por derrumbarme.
De un momento a otro reviso la hora, son las 9:10pm ¿Será buena hora para llamarle Magda? Sin pensarlo tomo el teléfono que está en la pared del departamento y marcó el número. Suena un pitido, dos... y responde.
—¿Sí? Buenas noches, habla Magda.
—¡Hola! Señora Magda, habla Mia la chica del café, ¿Cómo esta? ¿La interrumpo?
—Hola Mia, claro que no, ¿dime que pensaste?
—Acepto, Magda quiero trabajar con usted.
—¡Excelente! Que buena noticia, fíjate que acabo de colgar con mi jefa y le comenté que te ofrecí empleo y me dijo con mucha alegría que serás bien recibida.
—¿Enserio? ¡Dijo eso! me alegra saber eso señora —me limpio las lágrimas que aún brotan por mi mejilla.
—¿Te parece si te veo mañana a las 9 am en el café dónde nos conocimos?
—Claro que sí, me parece bien nos vemos ahí.
—Estupendo Mia, ¡Buenas noches!
—¡Buenas noches!
Y así es como logro trabajar con esta misteriosa familia.
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