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Capítulo 48

Las próximas semanas no han sido nada fáciles, despierto todos los días con una horrible pesadilla. El llanto no disminuye, lloro y lloro lamentando todo lo que me ha pasado, quiero desahogarme todo lo posible.

Abrah siempre está a mi lado, pues ha dejado de hacer todo lo que sea que haga para estar conmigo, hay ocasiones en las que él mismo sube nuestras bandejas de comida, lo cual es gracioso porque en ocasiones viene todo revuelto o muy mal servido.

Cómo tenemos mucho tiempo libre, Abrah me lee algún libro, miramos una película, armamos un rompecabezas o incluso dibujamos. También escuchamos música de su tocadiscos. Hicimos una clase de tómbola con todos los nombres de sus vinilos, el que salga sorteado es el que escuchamos, él me incita a bailar y hasta inventamos alguna que otra coreografía, Siempre está tratando de mantenerme ocupada, incluso le ha pedido a uno de sus terapeutas de confianza que venga a la casa tres veces a la semana para una sesión. Gracias a él todo ha ido mejorando o al menos ya no pienso en tonterías.

Nora sube todos los días para hablar, me aconseja de mil formas y me alienta con su buena energía. Para todos los demás integrantes de la casa yo me encuentro en el departamento de Milán, pues "el día de la fiesta, me fui con Stella a la ciudad porque lamentablemente Antonio enfermó e iban a necesitar ayuda y la única persona de confianza soy yo". Así de sencillo, de esta forma no harían preguntas. Aunque la verdad hay momentos en los que extraño mi pequeña habitación.

Carlos no es una persona que se encargue del servicio como tal, pero siempre está por allí ayudándonos. Aunque no me sé los nombres de la mayoría de los guardias ya los ubicó por su físico y hasta les he tomado estima. Esta mañana será el primer día en el que Abrah vuelva a sus labores, ya ha pasado casi mes y medio, lo necesitan en el trabajo. Agustín se ha encargado de todo por el momento y aunque no quiere molestarlo, termina por interrumpirnos muy seguido, supongo que es entendible necesita de ciertas autorizaciones.

—¿A qué hora vas a volver? —le pregunto mientras se pone sus zapatos.

—Tal vez a las 5, ¿necesitas algo?

—No, estoy bien.

Él me sonríe.

—Volveré lo más rápido posible.

—Estuve pensando... ¿qué tal si vuelvo hoy a mis labores? —de la nada siento un ligero mareo.

—¿Quieres trabajar?

—¿Porque no? Ya lo he hecho antes, me gusta lo que hago. Y de esa manera estaré ocupada.

—Tu trabajo ahora es atenderme —añade riendo. —Y justo ahora, voy a salir de la casa.

—¿Tal vez pueda ayudar allá abajo? Me serviría.

—Si tu así lo quieres. Está bien.

Vuelve aquel malestar, ¿será que me hizo daño el postre de anoche? Me coloco la mano en la cabeza, estoy sudando, tengo la sensación de querer vomitar. Creo que mi cara lo dice todo, pues Abrah se ha acercado buscando mis ojos.

—¿Te pasa algo? ¿Te sientes mal? —pregunta preocupado. —Puedo cancelar.

—Claro no, le has cancela mucho a ese hombre.

—La negociación puede esperar, tu no.

—Estoy bien, solo fue un leve mareo. Necesito desayunar.

—De acuerdo —responde inseguro.

—Oye, antes de que te vayas necesito decirte algo.

—Dime.

—Por ciertas razones que pretendemos olvidar, no pude felicitarte por tu cumpleaños.

Él agacha la mirada.

—Me gustaría hacerlo ahora. Te compré esto —le digo entregándole una pequeña caja.

—Mia... sabes que no era necesario.

—Claro que sí, me siento muy mal por no haberle dado importancia a una fecha tan especial.

Él comienza a abrir la envoltura, y sé queda mirando su contenido.

—No tenía idea de que obsequiarte —comienzo a decir. —Sinceramente no te hace falta nada, pero pensé en algo que usarás frecuentemente.

Él ríe nervioso mientras toma mi pequeño regalo.

—¿Cuánto pagaste?

—Es un regalo, no sé dice. Aparte, si crees que alguien pudo estafarme o algo, no fue así. Agustín me ayudo a conseguirlo y también el modelo, para que hicieran juego.

—Gracias —me sonríe. —Son muy lindos.

—De nada —le devuelvo la sonrisa.

—Tengo que usarlo de inmediato y la pluma... la traeré siempre aquí —dice guardándola en su bolcillo de la camiseta. Como nota, a Abrah le encantan las plumas estilográficas, tiene una gran colección.

—Bueno, vamos abajo.

—¿Por qué no acompañas a mi madre a desayunar? Y ya después, haces lo que quieras.

—Okay —le sonrió y lo tomo del brazo.

En el primer piso me despido de él con un abrazo, al salir de la casa, saca un cigarrillo y lo prende con su ¡nuevo encendedor de oro! voltea, sonríe y suelta el humo orgulloso. Me rio por su reacción, pero al mismo tiempo no puedo evitar sentir ansiedad al verlo partir, tanto tiempo juntos estas últimas semanas, verlo fuera de mi alcance me causa un gran conflicto, sobre todo después de aquel incidente de Bérgamo. Espero que regrese con bien.

Me paso al comedor con la señora Anelle tal como me lo pidió Abrah, mientras esperamos que suba el personal con la comida hablamos sobre una tela adecuada para las nuevas cortinas de la casa, pues estamos en otoño y el tono actual "no combina", la señora a estas alturas de su vida no sabe que hacer o en que gastar su dinero, al parecer los ricos se aburren demasiado.

—¡Mia! ¿Cuándo volviste? ¿Por qué no nos avisaron? —me dice mi compañera Laura, pues en cuanto me ve, me da un gran abrazo, que muy gustosa recibo.

—Llegué esta mañana.

—¿Como estás? ¿Has estado comiendo bien? —me pregunta amablemente.

—Claro que si —respondo avergonzada.

—Mia, se quedará a comer conmigo —ordena la señora Anelle.

—Muy bien, señora—la mira obediente. —¡¿Qué deseas comer Mia?! —me pregunta fascinada.

—No tengo mucho apetito, solo deseo un poco de café.

—¡Mia! —exclama la señora. —Eso no es un desayuno.

Yo me rio ante su preocupación. Laura nos sirve a las dos el platillo principal y también nos deja nuestro postre. Aunque siento extraño qué mi amiga nos atienda ella lo hace con mucho gusto.

—Sabes... estoy muy cómoda con la relación que tienes con mis hijos, en especial con Abrah —mi cara comienza a ruborizarse. —Eres una excelente persona, sé que mi hijo será muy feliz.

No puedo evitar sentirme abochornada ante la situación, sé que me lo dice con la mejor intención y que de algún modo me acepta.

—Disculpa por ser tan entrometida, pero ¿hay probabilidad de algo más? En la fiesta de cumpleaños, los invitados no hacían más que alabarlos, les fascinaba conocer detalles sobre ustedes, sobre todo de su "matrimonio".

—Pues... —comienzo a hablar.

El malestar estomacal vuelve, ¿qué me está pasando? Yo nunca me enfermo.

—Sé que parte de eso es inventado, pero ¿qué hay de lo demás? Abrah no nos ha dicho nada. ¡Hasta sus abuelos nos dijeron que él te los presentó!

—Es que yo...

Me interrumpe.

—Entiendo, mi hijo debe ser muy difícil, seguramente aún no le ponen definición a su relación —ella se percata qué algo no va bien conmigo. —Espera, ¿qué te pasa Mia?, ¿te sientes mal?

Asiento con la cabeza y no puedo evitar cubrirme la boca con las manos, salgo corriendo del comedor y voy directo al baño del pasillo. Entro de filo y me voy al retrete a vomitar. ¡Qué horror! Me siento fatal. Una vez que mi estomago queda completamente vacío me arrojó al suelo y me quedo boca arriba tratando de controlarme.

¡Mia, tranquilízate, no puedes volver a vomitar! Me digo respirando una y otra vez, cuando creo que todo está mejorando voy al lavamanos a echarme agua en la nuca y en el rostro.

—¿Mia? ¿Todo bien? —pregunta Laura, tocando la puerta.

—Si, ahora voy.

Abro la puerta y veo el rostro de ambas mujeres, están muy preocupadas.

—Tranquilas, estoy bien —rio de nervios. —Solo que mi estómago está muy sensible.

—Vamos a sentarnos —dice Anelle tomándome de un brazo sin dejar de mirarme.

—Señora —se acerca Marcello, el mayordomo. —Tiene una visita.

—Estoy ocupada —responde tensa. — ¿De quién se trata?

—De Luca.

Mi corazón comienza a latir a gran velocidad. Ese apellido... ¡¿No se supone que está muerto?!

—Alessandra De Luca, signora.

Puedo sentir una presión en mi pecho.

—La atenderé en la sala principal. Que nos lleven té y un poco de galletas.

—Inmediatamente —responde Marcello y se retira.

—Vamos Mia, atendamos a la visita —me dice impulsándome del brazo.

Me detengo.

—Lo siento, pero no la acompañaré.

—¿Por qué no? ¿Aun te sientes mal?

—Ya me siento mejor, pero prefiero retirarme —miento.

—No te preocupes, entiendo. Ve a descansar, cualquier cosa yo te mantengo al tanto.

—Nos vos después —le digo y camino en dirección a las escaleras. Bajo hasta la planta baja y después al sótano. En cuanto abro mi habitación siento paz, ya extrañaba este lugar.

Me recuesto en la cama y todo me da vueltas, lo mejor será dormir un poco. Tal vez por mis últimos días me siento así, he estado bajo mucho estrés.

Anelle Marcerano / Sala principal - Casa de Varenna.

Entrando a uno de mis espacios favoritos de la casa, puedo ver a aquella señorita, esperando cruzada de piernas y con un rostro poco amigable.

—¡Hola Alessandra! ¿Cómo estás?

—Hola, señora —me saluda con un beso en la mejilla. —He estado bien, ¿qué me dice usted? Luce bellísima.

—Honor qué me haces. ¿Te ofrezco té?

—Por favor —responde tomando la fina taza de porcelana qué tanto me gusta. —Lamento no haber podido asistir a su velada. He estado algo ocupada.

—No te preocupes, entendemos perfectamente tu situación, pero déjame contarte que tu hermano estuvo por aquí.

—¡¿Cómo dice?! ¿Mi hermano estuvo en la fiesta? —exclama confundida.

—Así es, ¿no lo sabias?

—No estaba enterada, al menos ahora sé que anda por aquí. He tratado de comunicarme con él desde hace días y no responde su teléfono, me dijo que se iría a Dubái, pero no tengo idea si ya se instaló, tal vez el número de Italia no tiene señal en aquel desierto.

—Probablemente, no deberías de preocuparte.

—No me preocupo, él siempre ha sido así. Después me hablará para pedirme dinero.

Yo rio ante aquel comentario. Recuerdo que Abrah se juntó mucho tiempo con él, agradezco que no haya seguido sus pasos, sé que no ha sido fácil la vida que lleva mi hijo, pero sin duda ha sido mejor que la de este chico, al menos tratamos de mantenerle la pista.

—¿Te quedas para la comida? Sería un honor que nos acompañaras.

—¡Me encantaría! Por cierto, ¿dónde está Abrah? —su pregunta no me sorprende, ya se había tardado.

—Salió desde muy temprano, tenía trabajo que hacer. Pero supongo que regresará por la tarde, se lo prometió a Mia.

—¿Quién es Mia? —dice desconcertada.

—Es... —lo pienso. Supongo que debo decir lo que ha todo mundo le han dicho. —Su esposa.

Ella tose al momento que bebe de su té.

—¿Esposa? ¡¿Acaso lo que dicen en las revistas y periódicos es cierto?! —exclama molesta.

—Así es, su nombre de casada es Anya, pero de vez en cuando se nos pasa y le seguimos llamando Mia —rio de mí misma al hablar de esta situación. —Llevan casados varios meses.

—¿Quién es su esposa? ¿Cómo fue posible? ¡¿Cómo usted lo permitió?! —es demasiado obstinada.

—Así lo decidieron ambos, es una gran chica, él la adora y están muy enamorados.

Su cara comienza a torcerse un poco, ella siempre quiso salir con mi Abrah, gracias a Dios él jamás se fijó en ella, no es más que una chica vanidosa y superficial.

—¿Puedo conocerla?

—No será posible, ella no se siente muy bien el día de hoy.

—Ya veo...—responde poco convencida. —Espero conocerla muy pronto.

—Yo también lo espero, es una gran chica. Tal vez terminen siendo amigas.

—Tal vez — no puede disimular su cara de disgusto. —¿Y de dónde salió? ¿De qué clase de celebridad se trata?

—Es hija de unos amigos cercanos, ellos tenían una casa cerca de la nuestra, Abrah y Mia se conocieron desde niños, fue hasta el día de hoy que oficialmente comenzaron a salir —espero no equivocarme. Mi esposo y yo, nos pasamos leyendo casi toda la noche las charlatanerías que escribieron en internet. Quedamos como idiotas disimulando todo lo que nos decían en la fiesta de cumpleaños de nuestro hijo. No sé hasta cuando esperar a que mi hijo nos cuente, nos desacredita el valor como padres, otras personas que no son ni cercanas a ellos saben más de su supuesta "relación".

—No tenía idea de la existencia de esa familia. ¿Cómo se apellidan? Me imagino que debieron conocer a mis padres, si se trata de personas importantes...

—Santiago —respondo de inmediato. ¿Si lo dije bien? ¿O era Santino?

—Supongo que comenzaré a investigar un poco más sobre ellos.

Me preocupa, que quiera averiguar más allá del límite, su familia suele ser muy quisquillosa, y pueden pensar que unimos dos familas en potencia para contratacar o algo asi, aunque hemos llevado la fiesta en paz muchos años, dudo que les agrade que el prospecto a elegir como esposo de su hija, ya se casó y no con cualquier persona.

Procuro no hablar más del tema por el bien de mi familia, asi que conversamos lo que resta de la tarde sobre la nueva colección de temporada, lo único que tiene esta chica es buen gusto por la moda. Mi hija Arleth se nos une poco después, y al final mi hijo Arek. Había olvidado lo que era tener una invitada, no me agrada del todo, pero mínimo cambio mi rutina del día.

—Necesito todos los documentos que tengan que ver con Palermo, eso lo tengo que resolver por lo menos mañana —escucho a mi hijo hablar. Al parecer acaba de llegar, lo mas seguro es que está por el pasillo hablando con Agustín.

—De acuerdo, te lo llevaré al despacho enseguida.

—¡¡Hijo!! —le grito desde el sofá. —Mira quien no vista.

Él voltea a mirarla, pero su reacción no es la que esperaba, no le gustó nada que este ella este aquí.

—¿Qué quieres? —le pregunta a la defensiva.

—¡Hola Abrah! ¿Cómo estás? Tu madre me acaba de contar que estas casado, ¿por qué no fui invitada a la boda?

—Solo invite a mi familia y amigos.

Ella ríe incómoda, que le diga eso es gracioso.

—Ya veo, ¡me encantaría conocerla!

—No —le responde y se gira hacia conmigo. —¿Dónde está madre?

—Deberías ir a verla, no se sintió muy bien esta mañana, después de desayunar tuvo un incidente.

—¡¿Qué le pasó?! —pregunta alterado.

—Mejor pregúntale a ella.

Mi hijo asiente y me sonríe. ¡Que gusto saber que volvió a casa, a salvo!

—Escuché que tienes problemas con los Santoro —le dice Alessandra antes de que él salga de la habitación.

¡Como ella puede saber eso! ¿Cómo se atreve a preguntarle algo así? Se supone que eso es un tema privado.

—Escuché que tu examante tiene gonorrea —le dice Abrah. —Es curioso, pues él fue a pedir trabajo a uno de mis burdeles, por supuesto no lo acepte, no quiero que venga a mi ciudad hacer contagiadero.

Ella queda enmudecida ante el comentario de mi hijo, me aguanto las ganas de reírme.

—Nos vemos después madre —sale de inmediato de la habitación.

—¿Estará molesto conmigo? —me pregunta Alessandra, como toda una "puritana".

—No nena, seguramente en su reunión alguien lo hizo enojar. No debe ser nada.

Abrah no baja nunca al comedor, él sabe que ella continua aquí, y por su rostro no quiere relacionarse con ella, lo cual es extraño ya que su hermano es muy buen amigo suyo, supongo que habrán tenido alguna diferencia.

Alessandra se quedó para la comida, pero al paso de unos minutos se despidió, supongo que no se esperaba la noticia del matrimonio de mi hijo, se lo dije solo para seguir el juego, pero la verdad se sintió muy bien decirlo, qué alegría sería que él se convirtiera en un esposo y tal vez no muy lejos en padre.

Deseo con tanto fervor que le vaya bien, la relación que tiene con Mia es una pequeña luz de esperanza que tenemos su padre y yo, no me han confirmado su noviazgo, pero mis suegros nos lo dijeron al igual que el resto de los invitados en su fiesta de cumpleaños. Abrah ha evitado el tema, pero debería de confiar en nosotros, jamás nos opondríamos a su relación, a ella la queremos mucho y lo único que queremos es su felicidad.

Mia Santiago / Habitación de los empleados – Casa de Varenna

Comienzo a despertar, me duele horrible la cabeza no puedo creer que me sienta peor, se supone que dormir ayuda, pero justo ahora me siento más débil. En cuanto trato de levantarme de la cama siento un gran mareo, me acomodo de nuevo en la cama y espero que la habitación deje de dar vueltas.

—¡Mia! —entra Nora. —¿Cómo te sientes?

—Mal —respondo soñolienta. —Me duele la cabeza, tengo mareos y me acabo de dar cuenta que me duelen los senos.

—Auch, ¿no será que te va a bajar?

—No lo sé, podría ser.

—Mire al médico de la familia por el jardín, vino a revisar a Arleth, al parecer tiene influenza. ¿Tal vez él te pueda revisar?

—¿Enserio? ¿Por qué no me lo habías dicho?

—No habías bajado, y soy la única que podía subir a verte sin que se enteraran los demás, recuerda que tu estabas en Milán, por eso no estabas enterada.

—¿Y se encuentra bien?

—Yo creo que sí, es como cualquier gripa.

—Iré por el doctor, quédate aquí —me dice saliendo de la habitación. No pasan más de 10 minutos y hace pasar a aquel señor, ella se queda afuera, supongo que nos quiere dar algo de privacidad.

—¡Hola Mia! Que gusto verte, ¿qué haces aquí abajo?, ¿no se supone que es el área de empleados?

—Nora es mi amiga —digo de inmediato, encubriendo nuestra gran mentira.

—Entiendo, me dijo Nora que te sientes mal. ¿Cuáles son los síntomas?

—Bueno, hace días que me siento así.

—¿Qué sientes? —me dice acercando la silla de nuestro escritorio.

—Dolor de cabeza, mareos, vomito, dolores musculares, y también estreñimiento. ¿Será que me calló mal una comida?

—Podría ser... —anota algo en su libreta. —¿Qué más sientes?, ¿has tenido fiebre?

—No realmente.

—El dolor muscular del que hablas, ¿en qué área se concentra?

—Abdomen y espalda baja.

—Ya veo —se queda pensativo. —¿Eres activa sexualmente?

—¡Olvidó que estoy casada! —estallo.

—Bueno, tenía que preguntar. Muchas parejas están en matrimonio, pero viven en mundos diferentes —me dice justificándose. —¿Fecha del último periodo?

¿Último periodo? Mi último periodo... ¿Cuándo fue? Sigo pensando en la respuesta, pero no llega.

—¿Ha pasado mucho? ¿No lo recuerda?

—Creo que ya no tarda.

—Esa no es la respuesta que buscaba.

—¿5 semanas? ¿6-7? —insiste.

—Eso para que le sirviese.

—Señora, si no se ha dado cuenta, lo más probable es que todos estos síntomas tengan que ver con una sola cosa, podría estar embarazada.

—¡¿Qué?! —grito.

—Le recomiendo que vaya con su ginecólogo, tal vez le puedan hacer una prueba y salga de dudas.

—¿Y si tengo Influenza como Arleth? Un embarazo, lo dudo.

—No tiene influenza señora —me dice levantándose de la silla. —Vaya a hacerse una prueba, pero si quiere mi opinión médica, con solo verla sé que está embarazada. Con su permiso.

Y sale de la habitación.

Puedo jurar que escucho el sonido de mi corazón, ¿Qué mierda fue lo que dijo?  

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