Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 44

—¿Abrah? —lo miro a los ojos, y él sonríe divinamente, como siempre.

—No llores, estoy bien —me dice rozando con su pulgar la mano con la que lo sostengo.

—Te amo —suelto sin más.

Es la primera vez que se lo digo.

Él me mira sorprendido, continua débil, pero sé que escuchó perfectamente lo que acabo de decir, vacila un poco, sonríe y cierra sus ojos.

—¿Abrah? ¡Hey! No me asustes, ¿estás bien? —suplico aterrada tocando su rostro.

—Si... solo que... —corta sus palabras.

—¡Qué! ¿Qué? —exclamo nerviosa.

—No escuché muy bien lo que dijiste, ¿podrías repetirlo?

—¿Estás jugando, cierto?

—No, vuelve a decirlo.

—Dije, que te amorataste. Mira tu mano.

—¡No te atrevas a engañarme! Dijiste que me amas.

—Tú eras él que me quería engañar, ¡escuchaste perfectamente!

Ríe, pero al mismo tiempo se queja de sus heridas.

—Yo también te amo.

Es como si mi corazón hubiese recibido un golpe, uno desapercibido, la alegría se expande, mi corazón late a mil por hora, la felicidad llega a su máximo nivel, me siento dichosa y afortunada. Jamás pensé que nos diríamos algo así, pero henos aquí. Sonrió como estúpida, mi cara esta sonrojada y mis ojos se humedecen.

—¿Qué fue lo que dijiste? —pregunto divertida.

—No lo voy a repetir, estoy cansado —responde con los ojos cerrados.

—Una vez más, por favor —le suplico acercándome a su cara. Él sonríe, y comienza a reírse un poco.

—Auch, me duele —se queja aun entre risas.

—Abrah... ¡Ándale! —insisto.

—¡No! —vuelve a reír. —Vete, que me descontrolas.

—Por favor una vez más.

—Te... —comienza. —quiero... fuera de mi habitación!

—¡Oye! —le reclamo.

—Te amo.

En cuánto lo dice grito, brinco y pataleo de felicidad, lo cual es lo más estúpido que puedes hacer estando enamorada, y sobre todo si tu pareja te está observando. Sin más motivos le planto un beso en los labios, un beso que se alarga demasiado para un hombre que está herido.

—¿Cómo sigue el señor? —entra de la nada el dichoso médico. Me separo de inmediato y me paso la mano por la boca.

—Ya despertó —respondo.

—Eso noto —me mira de la cabeza a los pies. —Señorita, podría hacerme el favor de salir de la habitación. Necesito hablar con el señor.

—¡Claro! —respondo y me doy la vuelta.

—Alto —escucho hablar a Abrah. —¿Por qué le pide que se vaya? Está siendo muy grosero, ¿no lo cree?

—Si es del servicio, creo que no hay ningún problema, son sus reglas señor.

—Ella no es del servicio. Es mi esposa —responde molesto.

—¡Qué! ¿Su esposa? —me mira sin poder creerlo. —No tenía idea señor, le ofrezco una disculpa.

—Ofrézcasela a ella.

—Lo siento señora, no estaba enterado —se inclina.

—No se preocupe. Aun así, los dejo solos, con permiso.

Los próximos días me la paso dentro de su habitación, cualquier cosa que necesite estoy ahí para dársela, aunque al médico se le dijo que yo no era del servicio, aquel hombrecillo no ve a nadie más que a mí para atenderlo, bueno, los guardias entran de vez en cuando y me han ayudado a llevarlo a la bañera, pero de ahí en más siempre estoy yo, lo curioso es que no es molestia alguna, ya que me gusta estar con él, y así me doy cuenta de que lleve su proceso de manera correcta.

Los miembros de la familia no han subido a verlo después del disgusto con Héctor en el ascensor, cuando bajo por su comida o alguna toalla limpia me preguntan por su estado, sé que es extraño que Abrah no les permita pasar, pero según él, sus padres fueron quienes lo orillaron a aislarse de los demás, y ellos mismos le sugirieron adueñarse del cuarto piso de la casa, aunque me parece extraño debo respetar sus decisiones.

Todos estos días Abrah ha dormido bastante, sé que debe estar adolorido y cansado, pero casi todo el día permanece con los ojos cerrados, así que tampoco es como si él estuviera enterado de lo que ocurre en su casa, pues Agustín como siempre lo está apoyando con eso.

Mientras limpio un poco su habitación y paso la escoba por debajo de la alfombra, noto que empujo varios contenedores pequeños. Me introduzco debajo de la cama y puedo alcanzar varios de esos frascos, al parecer son medicamentos. En las etiquetas puedo ver títulos como: Diazepam, Alprazolam, Codeína, Mettamfetamina, Dextroanfetamina, Metilfenidato entre otras más que logro descubrir, son doce frascos en total junto con algunos inyectables como la morfina.

—¿Cómo se encuentra el señor? —llega el médico.

¡¿Qué diablos es todo esto!? ¿Será culpa de este maldito...?

—Necesito hablar con usted —digo enfadada.

—Dígame señora.

—Afuera —respondo saliendo de la habitación. —¿Me puede explicar que es todo esto? —le muestro todos los frascos qué acabo de esconder en mi pequeño mandil.

—¿Qué quiere decirme?

—¡No se haga! Usted le ha suministrado todos estos malditos medicamentos, si es que se les puede llamar así —estallo.

—Discúlpeme señora, pero yo no le he recetado nada de esto, créame.

—¿Metilfenidato? ¡Ni siquiera sé que es esto! —levanto la voz. —Sé que le dispararon dos veces, pero dudo que necesite tanto medicamento para el dolor.

—El Metilfenidato es para estimular el sistema nervioso. Es usado para la planificación y el razonamiento, ayuda a concentrase. Es usado en personas con déficit de atención.

Observo el frasco por un momento. ¿Acaso él toma esto para concentrarse?

—¿Qué hay de lo demás?

—Le diré algo señora, no sé si lo sepa, pero no había visto al joven desde hace 7 años, cuando él vivía aquí le recete algunos antidepresivos nada más, con el tiempo me fue pidiendo más, cosa que, por supuesto me negué, cuando él se mudó a Alemania ¿cree que le fue difícil conseguir fármacos? No tengo idea que clase de "medico" se los proporcionó, pero por el tipo de negocio que llevan no es nada difícil conseguirlos.

Creo que entiendo perfecto lo que acaba de decirme, lleva años automedicándose sabrá dios cuantas porquerías.

—Entiendo —respondo afligida. —Perdón por ser tan grosera.

—No se preocupe, puedo ver que en verdad se preocupa por él.

—¿Hay alguna forma para que deje de consumirlos?

—Si, la hay.

—¿Cuál es? —respondo ansiosa.

—Que deje esta clase de vida. Estoy seguro de que podría vivir en una pequeña casa, lejos de este país, en compañía de su amada, tal vez rodeado de bosque o de hijos, no necesitará consumir tanta droga, todo será real—responde yendo hacia la sala.

—¿Droga? —me pregunto a mí misma en voz alta. —¿Una casa? ¿Hijos?

Varios días después Abrah pudo ponerse en pie y caminar algunos metros, también ha bajado a las otras plantas a pasar el rato, incluso al jardín, claro con ayuda de su silla de ruedas. Después de haber descubierto uno de sus tantos secretos, volví arrojar los frascos debajo de la cama, cuando sea el momento adecuado hablaré con él. Magda no se ha molestado conmigo en lo absoluto, pues dice que he hecho mi trabajo como ¡nadie! Ya que he cuidado de mi jefe en cada momento.

Nora no deja de hacer bromas sobre Abrah y yo teniendo sexo mientras él está en su silla de ruedas, pues dice que le parece extraño que me la viva en el cuarto piso las 24 horas del día.

Los señores no hacen más que agradecerme, y sus hermanos también. Uno de los días anteriores en los que Abrah y su familia comieron en el jardín, alcancé a escuchar a los señores hablar en la sala sobre la relación que tenemos Abrah y yo, pues al parecer les parece sospechoso que siempre estemos juntos y no discutamos como antes, curiosamente no les molesta la idea de que podamos llegar a ser pareja, lo cual me sorprendió bastante pero sobre todo me quitó un peso de encima, no sé cuándo Abrah vaya a anunciar lo nuestro, pero si se llegase el día, no los tomará por sorpresa.

—¡Tenemos que ir organizando todo, son muchas cosas! —exclama emocionada la señora Anelle.

—¿De qué hablas madre? —le pregunta Abrah, que vamos llegando al comedor. Él ha abandonado la silla por completo, aunque la verdad aún le duele un poco la pierna, él se hace el fuerte y se niega a usar las muletas, pero no se niega a usar mi brazo.

—¿Cómo que de qué? ¡De tu fiesta de cumpleaños! —levanta la voz. —¡Buenos días, Mia!

— Buenos días Anelle, buenos días a todos —hablo para toda la habitación.

Todos responden y al mismo tiempo nos sonríen.

—No necesito fiesta de cumpleaños, madre.

—¡Claro que sí! No estuviste en los años anteriores, ahora nos toca organizar esta. ¿Tú qué opinas Mia?

—No me parece mala idea.

—Ja, ponte del lado de mi madre —me reclama.

—Pues no he pasado un cumpleaños contigo —añado, de pronto me percato que acabo de decir algo extraño para nuestra "relación". Cada día me delato más y más.

—¡Exacto! —habla Arek. —No has pasado un cumpleaños con nosotros.

Le sonrió a Arek en agradecimiento.

—Eso ya lo dijo mi madre —estalla Abrah en una carcajada.

—Será en dos semanas, déjanos todo a tu hermana y a mí. —Arleth asiente emocionada.

La comida surge rápido, aunque la verdad yo no debo acompañarlos en la mesa, siempre me terminan obligando, haciendo que Isabel estalle de furia cada que me mira sentada en la mesa y sobre todo junto a Abrah.

Por la tarde Abrah estará trabajando en su despacho, así que tendré tiempo libre para mí. Voy a la cocina tomo algo de fruta, varias golosinas y una botella de vino blanco. Salgo a mi mesa del jardín a disfrutar de la tarde, el clima está estupendo. De pronto comienzo a escuchar ruidos detrás de mí, creo que provienen de los árboles, seguramente es un conejo o algún otro animal, segundos más y los ruidos no cesan, ¿qué será...?

Tiempo después se escucha la voz de Carlos y uno de los guardias, creo que es la voz de aquel flaquito.

—¿Qué más investigaste? ¿Si salió del país? —creo que habló Carlos.

—No quise indagar demasiado, ya vez que la gente comienza a ponerse algo intensa, se asustan con facilidad. Pero al parecer por fin se fue.

—Creo que nuestro último saludo la hizo cambiar de opinión —dice Carlos soltando una risa al final.

—Si a mí me hubieran visitado en mi departamento como lo hicimos esa noche, no lo pienso ni dos veces y me largo. Se tardo demasiado.

—Supongo, pero ella no es italiana, no nos conoce, para ella fue una amenaza cualquiera.

—Pues se lo ganó, la señora Mia me cae muy bien, y después de lo que me contaste, bien merecido se lo tiene.

—¡Que! —grito al darme cuenta de quien es la persona de la que están hablando, «Gabriella». —¿Qué es lo que acaban de decir?

Ellos se percatan de que los he oído, se dan la vuelta y comienzan a correr rumbo a la colina.

—¡Oigan! ¿A dónde van? —grito. —¡Vengan aquí!

—Estamos trabajando señora —responde el otro chico.

—Si, si trabajando, están chismeando. ¡Vengan aquí! —vuelvo a levantar la voz. De pronto vienen bajando como dos niños regañados. —Explíquenme, digan todo lo que saben.

—Pero señora, el señor nos va a regañar —suplica.

—¡No me importa!

—Mia, no es lo que parece —me dice Carlos. —Te confundiste, nosotros hablábamos de una amiga de "mostriciattolo" (monstruito) —creo pensar que se refiere al guardia flaquito, ¿así le dirán?

—No, no lo creo. Pienso que me están ocultando algo.

—¡Claro que no señora! —dice monstruito. 

Ahora que lo veo... este chico no tiene una mano, lleva un cabestrillo. ¿Acaso la mano que recibí era de él?

—Si no me dicen ahora, iré con lo poco que sé a reclamarle a Abrah —respondo distraída, no puedo dejar de ver su herida.

Se miran entre ellos y al final acceden. Después de varios minutos de conversación, me explican todo lo relacionado con el tema, incluyendo todas las indicaciones que Abrah les ordenó.

Corro dentro de la casa rumbo al despacho, sé que debe seguir allí, sin tocar abro la puerta de golpe.

—¡Me puedes decir que hiciste con Gabriella! —entro gritando.

Él se levanta de su silla molesto, está en una reunión por videollamada, y al parecer no está solo en la habitación, pues se encuentra Agustín, Taddeo, Adrián y Julio. Él me mira como si me quisiera asesinar, pero la que quiere hacer eso, soy yo.

—¡¿Por qué entras así?! —me devuelve el grito.

—Tenemos que hablar, es urgente.

—¿Eso te parece tema urgente? ¡Estoy trabajando, fuera de mi despacho! —apunta con su mano hacia la puerta.

—No me voy a ir, necesito hablar contigo.

—Te atenderé después. ¡Fuera!

No sé si me duele que me haya ocultado lo de Gabriella o la forma en la que me está hablando. Creo que se da cuenta, pues mi rostro dice más que mil palabras. Le dice algo en alemán al hombre con el que estaba hablando y cuelga.

—Si es tan urgente, dilo —me dice cruzando los brazos.

—¿Con ellos aquí? —le pregunto señalando con la mirada a los presentes.

—¿Te molesta que ellos estén aquí? ¡Estaba en una maldita reunión! —vuelve a gritar, que rápido se descontrola. —¿No te importará que ellos escuchen o sí? Pues es "tan urgente" —hace énfasis.

—¿Qué hiciste con Gabriella? —pregunto de inmediato.

—¿Quién te lo dijo? —supongo que su mente debe estar dando mil vueltas.

—No importa cómo fue que me enteré, ¡me enteré!

—La saqué del país, punto.

—¡Hiciste que! —estallo. —¿Quién te dió el derecho a meterte en mi vida?

—¿Quién me lo dió? Pues creo que tú, desde que te la vives en mi boca.

Suelto una bocanada de aire.

—¡Dios mío! ¿Como puedes decir algo así? —me pongo algo nerviosa al sentir las miradas de todos.

—Es la verdad, de qué forma podría decirlo... ¿desde qué te la vives en mi cama? 

—¡Como te atreves! —me quedo boquiabierta.

—¡¿Qué clase de relación debemos tener para yo sentir derecho sobre ti?!

Todos a excepción de Agustín, hacen expresiones de asombro.

—¡No lo sé! Pero creo que debiste consultarlo conmigo.

—¡Hice lo que debí hacer, en ese momento te lanzaste a mis brazos como Magdalena, después de que esa perra te ignorara por meses! Hice lo que tenía que hacer.

—¡Ella se ganó esa beca! —levanto la voz.

—Y gracias a ti ella vivía en Italia, ¡tenía un departamento, comida y hasta dinero para pagar sus malditos calzones!

—¡¡Ella era mi amiga!! —estallo.

—Exacto, era tu amiga, ¡deja de defenderla! —vuelve a gritar.

—¿Quemaste el lugar donde se estaba quedando? —le pregunto.

—Tenía que hacerse, le dije que se largara el día que te reuniste con ella, le di 24 horas, no se fue, e hizo todo lo contrario se escondió en un hostal. La muy tonta pensó que se libraría de mí. ¿Si no la forzaba quién más lo haría? ¿Tú? Lo dudo mucho, por lo que veo.

—¿Por qué lo dices como si fuera lo más normal del mundo? ¡Estás loco! No te das cuenta de que le has quitado su negocio a una persona, ¿tal vez a una familia?

—La quiero lejos —responde orgulloso.

—¿En dónde está?

—No tengo idea, solo me ocupé de sacarla de aquí, me importa una mierda donde esté.

—Púdrete —me doy la vuelta para salir del despacho.

—¡No, ahora te quedas! —viene directo hacia mí. —Yo no te he pedido que te vayas.

—¿Ya lo dijiste no? Has exhibido nuestra relación, así que no tengo porque ocultar nada, me despediste hace semanas, ¡¿lo recuerdas?! —continúo gritando. —Tú ya no me das órdenes.

—Pero como tu esposo, sí —aparece el hombre ironía, de nuevo.

—¡No estamos casados! —grito.

—Aún —dice sonriendo.

—¿Sabes qué, "esposito"? —le digo empujando su pecho con un dedo. —Se acabó.

—¿Qué dices? —pregunta confundido.

—No habrá más sexo para ti, me importa una mierda lo que sientas —le repito su "frase" y salgo del despacho azotando la puerta y con la cabeza en alto.

Tengo que ir a la planta baja a hablar con mis compañeros, antes de que Adrián o Julio abran la boca. En el camino no puedo calmarme, me siento furiosa, ¿cómo es posible que se comporte como un niño? Sé que él carácter qué tiene lo ha construido a base de una adolescencia difícil, pero no creo que tenga derecho a comportarse como un idiota. Aunque... yo también hice algo parecido, amenacé a aquella profesora de psicología de la universidad de Arleth, bueno yo solo le pedí que saliera de la ciudad, no encendí un hotel. Pensándolo bien salió esa parte protectora y actúe sin pensar, tal vez él hizo lo mismo.

—¡Mia! —exclama Emilio que pasa con una bandeja llena de postres. —¿Quieres una tarta principesa?

—No, Emilio. Gracias por ofrecerme —le sonrío. —La verdad es que quería hablar con todos ustedes, ¿crees que se puedan reunir? —hablo en voz alta para los presentes, la verdad es que hay varios de mis compañeros, pero aún faltan.

—¿Ahora? —pregunta Francesca, que decora las tartas.

—Si, lo más pronto posible.

—De acuerdo, les hablaré por el radio —dice Gael que está sentado en la barra.

En cuestión de minutos ya están casi todos reunidos.

—Bien Mia, ¿qué nos quieres contar? —pregunta Dinora emocionada.

—Bueno, la verdad es que es un tema algo especial, supongo que ha habido señales, tal vez a alguno de ustedes les ha pasado por la cabeza... —tartamudeo un poco.

—¿De qué se trata Mia? —pregunta la Magda, la cabeza de coco.

—Verán... —no tengo idea de cómo decirles, todos me observan, me siento algo intimidada. —Es sobre el extracurricular qué tengo con Abrah.

Todos hacen "o" de sorpresa.

—El trabajo consiste en...

—Mia, no tienes que contarnos. Te entendemos —dice la linda Julia.

—Exacto, no hay porque saber —la apoya Laura. Aunque no sé si lo hace para ayudarme, al fin y al cabo, ella ya sabe lo nuestro.

—Gracias chicas, pero creo que si lo deben de saber —suspiro y agarro valor. —Finjo ser su esposa.

La mayoría se sorprende, otros se muestran confundidos y algunos no hacen gesto alguno.

—¿Su esposa? —pregunta la señora Carlota, por si lo han olvidado ella se encarga de la lavandería.

—Así es, comencé a ir a eventos privados con Abrah fingiendo ser su esposa. Así él demostraría estabilidad social y de algún modo se libraría de todas las mujeres que estaban tras él.

Nora me mira con cara de "¿qué demonios haces?" A diferencia de su hermana, que está aplaudiendo desde que comencé a hablar.

—¿Y eso es todo? —pregunta Marisol.

—No, aún no. Verán... él y yo nos hemos convertido en buenos amigos, pasamos mucho tiempo juntos y la rutina de algún modo nos envolvió, y pues... Terminamos siendo pareja.

Ahora sí, no puedo descifrar ningún rostro. Nora se tapa la cara fingiendo que no sabe del tema, pero sé que se encuentra muy confundida.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro