Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 43


—¡Mia! ¡Mia! —escucho a varias personas llamándome, ¿qué estará pasando?, ¿estoy dormida?, ¿esto es un sueño? —¡¡Mia despierta!!

—¿Qué pasa? —respondo aun desvanecida. —¿Quién me habla?

—Soy Arek. ¿Qué te ocurrió? —puedo ver sus enormes ojos enfocados en mí.

Arek... pienso por varios segundos. ¿Quién es Arek?... ¡Oh, si! ¡Arek!

—¡Hola! —respondo emocionada por acertar a su pregunta. Él solo sonríe.

—Mia, ¿te sientes mal? Te desmayaste —me dice la señora Anelle.

Continúo aun tumbada en el suelo.

—No lo sé —tartamudeo.

—¿Has estado comiendo bien? —me interroga el señor Aroham. —¿Dormiste las horas correspondientes? ¿Algún malestar matutino?

—No se preocupen, estoy bien.

—¡Arek ayúdale a levantarse! —grita Arleth envuelta en nervios, me imagino que por lo de su hermano.

—Vamos Mia, te llevaré al sillón.

Me levanta del suelo y me lleva cargando a la sala principal. Jamás me había sentado aquí. Realmente el sillón es cómodo, pero eso no es lo importante por ahora.

—Pídele a Magda un té para Mia, y una de mis vitaminas —le dice la señora a Marcello, qué se acercó asustado al verme.

—Claro que si señora —responde él sin dejar de mirarme.

—Te tomarás el día libre y todo lo que resta de la semana, es una orden —dice el señor Aroham.

Yo solo asiento sin dejar de pensar en una persona. Su nombre y su rostro no dejan aparecer en mi mente.

Después de varios minutos respondiendo preguntas de todo tipo, Magda sube personalmente mi té junto con las vitaminas, Marcello me coloca una toalla húmeda en la frente, Arleth me retira mis zapatos y me da un masaje, Nora llega dramáticamente a la sala tocando todo mi cuerpo comprobando qué no tuviera un hueso roto, y al final Arek se ofrece a llevarme a mi habilitación.

—¿Por qué no me habías dicho? —le pregunto a Arek justo cuando vamos cruzando la puerta de mi habitación.

Él sabe que mi desmayo no fue por pasarme alguna comida, o porque necesito vitaminas, sabe que escuché.

—No era sencillo —responde calmado. —No lo es para nadie.

Me coloca suavemente en la cama.

—¿El dichoso saludo fue real? ¿O lo inventaste?

—Fue real, hablé con él justo antes de perder la conexión. Le dije que ya sabía de ustedes así que hubo una larga conversación, al final se despidió y desde ese momento no volvimos a saber de él.

Unas cuantas lágrimas brotan de mis ojos, de inmediato las retiro temiendo qué me vea llorar, no quiero demostrar mi debilidad, al menos no hoy.

—¿Crees que este bien?

—Yo espero que sí, mi hermano es inteligente —responde afligido. —Te mantendré al tanto. Descansa.

 —Debo decirte algo.

—¿Qué ocurre? —se vuelve a sentar en mi cama.

—De casualidad, ¿Taddeo habló con tu familia?

—No por el momento, ¿por qué lo preguntas?

—Hoy recibí un paquete, un terrible paquete.

—Explícate —su mirada cambia por completo.

—Una mano, ¡una mano humana! —exclamo. —Cortada del cuerpo de una persona.

—¡¿Que dices?! —grita.

—¡Hablo enserio! Estoy aterrada de solo pensar que se trate de tu hermano. Trataba de ignorarlo, pero al momento que escuché la conversación de tu familia... creo que no esta tan lejos de la realidad.

—¡¿Por qué nadie me lo había dicho?! —levanta la voz, no sé si está molesto, aterrado o ambas.

—Perdón por decírtelo, pero creo que tenías que saberlo.

—De verdad espero que te equivoques, buenas noches —en cuanto termina la frase sale cabizbajo de la habitación.

Esta casa ha comenzado a transmitirse agonía y desesperación. Me recuesto en la cama a pensar en todas las posibilidades que existen para que Abrah este desaparecido, nada trágico solo falta de comunicación. Puede ser que su celular se haya quedado sin batería, o se cayeron todas las antenas de celular y nadie en la ciudad tiene señal, a lo mejor perdieron la camioneta y andan a pie sin sus pertenencias, quizá se fueron por la carretera equivocada, o podría ser que se puso una borrachera tan grande que aún sigue dormido en una cantina de por allí.

Cuando entra Nora a la habitación le explico todo lo sucedido y aunque siento unas ganas inmensas de llorar y sé que puedo hacerlo aquí con ella, no puedo, no logro desahogarme, tal vez porque aún no tengo todas las respuestas.

A la mañana siguiente no hay noticias, la espera me está carcomiendo, ya se han cumplido cinco días, y nada, lamentablemente continua el sexto, séptimo y octavo día sin noticias.

Desde que me enteré de lo sucedido no he logrado dormir, cuando lo consigo son al menos 5 minutos y me despierto de golpe asustada. Me he encerrado en la habitación marcando a su número de celular sin parar, no logro contactarme. También he marcado a algunos hoteles y restaurantes de la zona y nada.

Nora me trae mi comida a la habitación, pero ni siquiera la toco, mi mente está en otro lugar, buscando, buscando, pero no logra encontrar su objetivo. Mi pecho me duele todo el tiempo al grado de que ya me acostumbré a la asfixia constante, mi estómago no la ha pasado nada bien, pues se ha hinchado a tal tamaño que parezco embarazada, los dolores de cabeza no disminuyen y mis ojos están hinchados, por momentos me surgen temblores y espasmos involuntarios, no sé hasta cuando voy a seguir así.

En este momento permanezco recostada en una de las sillas del jardín. Después de las terribles noches que he pasado los últimos días, he decidido salir afuera a tomar un poco de aire, aunque la verdad siento que no me ayuda mucho, ya que cuando el aire frío choca contra mí me provoca lagrimeos, escurrimiento nasal. Cada que estornudo mi cuerpo ejerce presión y me duele. De algún modo trato de controlarme y cerrar mis ojos, tal vez el hecho de no escuchar ruido me ayude a tranquilizarme.

Justo cuando siento que el sueño esta por vencerme, oigo el sonido de un motor, puedo ver desde el camastro una pequeña camioneta roja entra por la puerta principal, esa camioneta no pertenece a la familia eso es seguro. Me levanto y comienzo caminar rumbo a la entrada de la casa, veo como la camioneta se estaciona frente a las escaleras, sale un pequeño hombre de unos 45 años de edad, apenas le están brotando las canas de su poca cabellera. ¿Qué hace este hombre aquí? ¿Por qué lo dejaron pasar?

Es cuestión de segundos para tener la respuesta, veo como de las puertas traseras comienzan a salir varios hombres, hombres con rostros conocidos. Del asiento trasero están bajando a alguien. ¡No puede ser!

Mi caminata se vuelve un maratón, pues sin importar como se siente mi cuerpo, corro tan rápido para llegar a él, mi mundo se alza y se derrumba al mismo tiempo de solo mirarlo, no sé si mi mente está jugando conmigo a este punto de mi depresión, espero que no. A los pocos metros él ya está fuera de la camioneta, está cubierto de sangre, viste el mismo traje de aquel día, pero solo usa el pantalón y la camisa, esta pálido y mucho más delgado, sus ojos están perdidos y al parecer no puede caminar, se mira tan distinto.

Sin importar el "qué dirán" me lanzó a sus brazos. En cuanto mis manos lo tocan siento una clase de alivio, se convierte en medicina que repara en instantes mi mal, vuelvo a respirar, mi corazón vuelve a latir. De solo poder recibir su olor me descontrolo y comienzo a llorar, él acepta mi abrazo gustoso, hundiendo su rostro en mi cuello, nos quedamos unidos varios minutos.

—Estos días estuve muerta —digo entre sollozos. —¿Dónde estabas? Me destrozaste.

—Ya estoy aquí. No te preocupes —responde agotado.

Cuando trata de separarse, los guardias se apresuran ayudarlo, tiene una herida en el brazo izquierdo. El hombre semi calvito que venía manejando me sonríe, y yo le devuelvo el gesto.

—Gracias, Giuseppe —le dice Abrah tomándolo del hombro. —Lo que hizo por mí nunca lo voy a olvidar, será gratificado.

—No será necesario señor, lo hice con gusto, de hombre a hombre.

—Aun así, Giuseppe. Que tenga buen día.

—Que se recupere señor, con su permiso —se retira a su camioneta.

—¡¡Hermano!! —grita Taddeo desde lejos.

Me imagino que se preocupó mucho por Agustín. En cuanto llega lo abraza como a un bebe.

—Estoy bien hermano —responde él. —Sabes que me entrenaste muy bien. Taddeo se ríe, asiente y le revuelve el cabello.

Oigo como uno de los guardias habla por teléfono con el doctor de la familia. Subiendo las escaleras escucho leves quejidos provenientes de Abrah, no sé cuántas heridas tenga, pero se nota que le duele mucho, incluso dos hombres de su seguridad vienen muy lastimados. Volteo a la entrada del jardín y veo como la pequeña camioneta Fiat sale de la casa, parece que con cada giro del camino se va a descomponer, parece de juguete, es como la del abuelo de Barbie.

En cuanto cruzamos la puerta todos los integrantes de la familia salen a recibirlo, y ni se diga el personal que se encontraba trabajando en este piso de la casa, todos se alarman al mirarlo en su estado, se podría decir que para su familia es un alivio que apareciera, pero para mis compañeros es toda una sorpresa, ellos no tenían idea de lo que estaba pasando.

—Vamos a su habitación, ayúdenme a subirlo —dice la señora Anelle sollozando.

—¡Llama a nuestro medico! —le ordena el señor Aroham a Carlos, que veo cómo va entrando a la casa, también está herido. No puedo evitar mirarlo, luce distraído, él era el típico guardia que hacia su trabajo al 100%, dando lo mejor de sí, pero hoy luce como una persona normal.

—¡Hermano! —gritan Arek que viene saliendo del ascensor acompañado de su hermana, de inmediato corren a abrasarlo.

—Súbanlo, por favor —insiste de nuevo la señora. —Mia subamos, necesitamos de tu ayuda.

—Por supuesto señora —respondo de inmediato.

Miro a Abrah de reojo y veo como pierde la conciencia, todos comienzan a desesperarse sin saber que hacer, al igual que yo. ¿Qué se hace en estos casos? Nunca he tomado un curso de primeros auxilios o leído un libro sobre el tema, que por cierto es super importante conocerlo, pero nadie lo hace. Es como cuando te pasan cosas realmente tristes y dolorosas comienzas a rezarle a dios, pero antes jamás lo hiciste, pasa el tiempo lo superas y cuando lo necesitas vuelves a rezar. Este momento me parece algo similar, necesitamos ayuda.

—Con permiso yo me encargo —dice Carlos que se acerca y comienza a colocarlo en una cierta posición, da algunas órdenes a Marcello y él corre y vuelve con lo que pidió, traen una silla de ruedas de no sé dónde, porque jamás la había visto y comienzan a llevarlo al ascensor, sin darme cuenta me quedo congelada sin poder dar un solo paso.

—Señora —me habla uno de los guardias. —¿Se siente bien?

—Estoy bien, gracias —respondo y comienzo a avanzar con los demás.

Una vez estando en su piso, solo nos permiten pasar a los guardias, a Carlos y a mí. La señora y el señor le exigen a Héctor el guardia medieval, que los deje pasar que es una orden, pero él se niega, "las reglas son reglas" repite cada que discuten con él, pues a pesar de lo que sucediera, por órdenes de Abrah nadie accede a este piso, aun si él está en el borde de la muerte. Los señores están muy molestos, su rostro que estaba llenó de preocupación, ahora lo único que puedo ver es rabia, me miran con recelo, ¿yo que puedo hacer? Su hijo inventó las reglas. 

Nos adentramos al piso y nos dirigimos a la habitación, Carlos y los demás lo suben a la cama.

—¡Tenemos que desvestirlo! —exclama Carlos mientras le desabotona la camisa. —¡Mia, no te quedes allí! ¡Ayúdame!

—Voy, voy —repito sin control. —¿Qué quieres que haga?

—Tenemos que limpiar las heridas, el doctor ya no debe de tardar, pero hay que ocuparnos de lo demás.

Asiento como tonta, él se ve tan experto en el área que no sé si le sirvo de ayuda o solo le estorbo. Cuando Abrah queda en ropa interior los otros hombres nos pasan gasas, toallas y agua para comenzar a limpiar. Sinceramente nunca lo he hecho, me da miedo lastimarlo más, pero tengo que hacerlo, no tengo otra opción.

—Desde el impacto le estuve limpiándole las heridas, pero no dejaba de sangrar —comenta Carlos estresado. —Se desmayó por tanta pérdida de sangre, y la deshidratación no ayuda.

—¿Qué quieres que haga? No sé qué hacer en momentos como este —suplico.

—No te preocupes, solo limpia las heridas exteriores —me dice sin dejar de atender a Abrah. —Le retiramos la bala del muslo, pero la del brazo nos fue imposible, esperemos no le cause alguna infección grave.

—¿Qué fue lo que ocurrió?

Me mira indeciso, no sabe si hace bien contándome.

—Nos pusieron una trampa, nos estaban esperando. Alguien avisó que iríamos a Bérgamo.

—¡¿Quiénes?! —grito.

—Suponemos que se trata de los Santoro, tenían acento del sur.

No puede evitar mostrar mi cara llena de preocupación, no tengo idea que de que problema tengan con esa dichosa familia, pero para atacarlos no debe ser algo simple y sencillo.

—No te preocupes por eso Mia, por ahora hay que atenderlo, ¿cuánto tiempo llevará inconsciente?

—No losé, ¿10-15 min?

—¡Llego el médico! —exclama uno de los guardias qué abre la puerta de par en par.

—Buongiorno! —nos saluda el médico, qué va entrando tranquilamente con dos enormes maletas. —Pueden esperar afuera, yo me ocuparé.

—¿No necesita de nuestra ayuda? —le pregunto.

—No, solo me estorbarían.

Carlos y yo nos miramos, al final accedemos y salimos de la habitación. Esperamos junto a la puerta.

—¿Está bien dejarlo solo con ese hombrecillo?

—Es el médico de la familia, es confiable.

—Bueno...

Pasa alrededor de una hora y el medico abre la puerta indicando que ya podemos pasar.

Tiene a Abrah muy bien vendado y ha colocado un gotero junto a la cama suministrándole un suero. También hay un aparato que al parecer le está haciendo una transfusión de sangre.

—¿Cómo se encuentra? —pregunto preocupada. Se mira tan pálido, muero por abrazarlo.

—Estará bien, necesita reposo —nos dice a Carlos y a mí. —Estaré aquí algunos días para ir revisando la herida. Sino les molesta iré atender a los demás, con permiso.

Suspiro de alivio, creí que sería más complicado.

—¿Te puedes quedar con él? Iré a ver a los demás —me dice Carlos.

—Por supuesto —le sonrío. —Yo me quedaré.

Vuelvo a la habitación y acerco una de las sillas cerca de la cama, me coloco lo más cerca posible, cuidando de no estorbar o agraviar algún aparato.

—Hola... —le susurro. —¿Hay alguien ahí? —me tapo la boca con mis manos callando la primera risa que sale de mí, en días, ¡por cierto! —Oye, ¿te cuento algo? —continúo con mi charla con un Abrah inconsciente. —Te extrañé demasiado, no verte era un maldito infierno, te lo juro, incluso extrañaba pelear contigo, porque sabemos que hasta eso es divertido. No sabía que hacer, me moría de la angustia de solo pensar que no te volvería a ver, no tiene sentido mi vida si tu no estas —tomo su mano derecha con mucho cuidado, esta fría y hasta morada. —Necesito saber que estarás conmigo siempre, que no te volverás alejar, yo te acompañare a todas partes, hasta al mismo infierno si es necesario.

—No exageres... —responde una débil voz. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro