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Capitulo 40

—¿Sí? ¿Quién es?

—Soy Isabel, tengo un recado para ti.

—Estoy ocupada vuelve después —grito.

—Dejé de hacer mis cosas para venir aquí, así que no me voy a ir, abre la maldita puerta.

Mierda, esta perra.

—Chicos, esperen. Tengo que atender la puerta, escóndanse —ellos asienten con la cabeza y se dispersan por el jardín.

Abro la puerta, pero solo un poco para que ella no pueda ver el revoltijo que tengo en mi habitación.

—Bien, ¿qué es lo que quieres?

—Te llegó este paquete —me entrega una pequeña caja cuadrada. —Y Magda te busca, es día de paga.

—Genial, hasta luego —le arrojó la puerta.

—¡Espera! —coloca su horrible pie entre la puerta. —¿Qué ocurre aquí dentro? —asoma su carota.

—¡Hey! ¿Qué haces? No te permito que veas mi habitación —pongo mis manos sobre su cara. —Ya viniste, ya me entregaste, vete.

—Algo estas ocultando, te escuché hablar con un hombre.

—¡Que! Estás loca, por supuesto que no hay un hombre aquí.

—Entonces demuéstralo, déjame pasar.

—¡No quiero! —grito, al mismo tiempo ella empuja la puerta con tanta fuerza que me hace caer de nalgas. —¡Oye! Como te atreves estúpida —suelto furiosa. ¡Auch! En verdad me duele.

—¿Qué son todas estas cosas?

—¡Qué te importa!

—Te las robaste —afirma.

—Claro que no, ¡ya lárgate!

—No, dime porque tienes esta ropa —comienza a husmear en las bolsas. —Son de diseñador, jamás podrías pagar algo así.

—¡Ya te he dicho que te vayas, fuera de aquí, largo! —grito a todo pulmón.

Sé que Isabel es un poco más grande que yo, pero mínimo hago el intento de empujarla.

—No quiero que me toques —me grita y me vuelve a empujar pero esta vez es tan fuerte que salgo despavorida hacia la cama de Nora, me levanto tan furiosa que me le lanzo a la cara y al cabello, se estrella contra el armario y choco su cabeza contra las puertas una y otra vez, pero ella se defiende y me suelta una bofetada en la cara, que termina por tumbarme al suelo, ella aprovecha la oportunidad para subirse sobre mí y golpearme hasta cansarse, de repente siento que alguien me la quita de encima, cuando abro los ojos veo que se trata de Carlos y los chicos, la sacan a rastras aun soltando golpes y patadas, y yo, ni siquiera puedo ponerme de pie.

—¡Señorita! —exclama Carlos levantándome del suelo. —Creo que fue mala idea introducir las cosas por esa ventana.

—Eso no tiene que ver, esta maldita vieja loca, ya me tiene harta.

Quiero llorar del dolor, pero me debo aguantar, me sentí boxeadora por un momento ahora tengo que verme fuerte.

—¡Pero como pudieron agarrarse a golpes las dos! ¡Por dios! —exclama Magda molesta.

—Ella fue la que comenzó —dice Isabel qué se encuentra custodiada por los hombres de Abrah.

—¡No me interesa quien empezó! —Magda levanta la voz. Nunca la había visto tan enojada. —¡Esto se acabó! ¡¿qué voy a hacer con ustedes?!

Yo estoy sentada en el pequeño sofá con una bolsa de hielos en la cabeza.

—¿Puedo saber que hacían ustedes tres en esta área? —les pregunta a los guardias.

—Es parte de nuestro trabajo proteger a la señorita Mia —responde uno de ellos.

La mayoría de mis compañeros, que se encuentran aquí por el chisme, a excepción de Nora, me miran sorprendidos, sin duda no se esperaban esa respuesta.

—¿Mia? ¿Acaso ella les paga? —pregunta casi en burla.

Carlos interviene.

—Lo que sucede es que estamos autorizados a protegerla de cualquier peligro, es orden directa del señor Marcerano.

En cuanto Carlos termina la oración, todos, TODOS, me voltean a ver. Por sus rostros y su mirada sé que las sospechas que vienen teniendo semanas atrás hoy comienzan a confirmarse.

—¿Y para eso tienen que entrar aquí?

—Estábamos en el jardín y escuchamos varios gritos que provenían de esa habitación, reconocimos la voz y bajamos, eso es todo.

—Esto lo tiene que saber Abrah.

—¡No! —exclama Isabel asustada.

—Lo siento Isabel, pero ya estoy cansada —le responde Magda. —¡Y tú! ¿porque no hablas? ¿por qué te quedas callada? —estalla contra mí.

—¿Qué ocurre aquí? —en cuanto escucho su voz, bajo la mirada e intento esconder mi rostro.

—¡Abrah! Justo te iba a llamar —comenta Magda.

—Ya lo ha hecho Carlos.

—¿Estás bien? —me pregunta acercándose y poniéndose en cuclillas frente a mí. ¡No hagas eso tonto, todos nos miran! —pienso.

—¿Qué medidas vas a tomar? —pregunta Magda o como la llama Agustín la "cabeza de coco".

—Necesito saber la razón de la pelea —dice con su linda voz.

—¡La culpable fue Mia! Ella me empujó y me golpeó el pie con su puerta —exclama Isabel aun furiosa.

—¿Eso es cierto? —me mira.

—¡Claro que no! Ella quería entrar a toda costa a mi habitación, insinuó que yo tenía un hombre dentro, cuando le negué la entrada empujó la puerta tan fuerte que me hizo caer, hurgó en mis cosas y me ofendió, cuando quise sacarla de mi habitación me volvió a golpear, no resistí así que la estrellé contra el armario, pero después se me dejo ir como una loca y me golpeó hasta cansarse, fue hasta entonces que Carlos y los chicos entraron a quitármela de encima.

—¡Eso es mentira! —puedo ver cómo le brotan lágrimas de sus ojos.

—Como puedes decir eso, basta con verme —señalo mi rostro.

—Es sencillo —habla Abrah. —Isabel.

—¿Sí? —ella lo mira fascinada, maldita idiota.

—Discúlpate.

—¡Qué! — grita sorprendida. —¿Por qué haría algo así?

—Porque esta no es la única ocasión que sucede, ya has tenido varios cruces con Mia y me parece que tú eres la detonante de todas.

—¡Ja! —suelto sacándole la lengua.

—No pienso hacer eso, ella también me golpeo —reniega.

—Hazlo, es una orden.

Todos la observan y después a mí, está destrozada.

—Te ofrezco una disculpa —dice entre dientes. Casi puedo ver el humo saliendo de su cabeza.

—Me alegra escuchar eso, porque desde hoy Mia tomará tu puesto, y tú el de ella.

—¡Qué! —grita.

—¡¡Qué!! —me uno.

—Aquí terminamos, continúen con sus actividades.

—Abrah, por favor. ¿Cómo puedes quitarme mi puesto y dárselo a ella? —le suplica.

—Ya lo decidí —responde molesto. —Y será mejor que te mantengas lejos de ella, otra situación como esta no la dejaré pasar, será la última. ¿Entendiste?

Ella esta asustada y abrumada, se lo merece por metiche.

—Está bien, no volverá a pasar —contesta rendida.

Todos se dispersan por la habitación, y por hoy se guardan sus comentarios, de algún modo siento la mirada de alguien. Se trata de Laura, que me observa desde uno de los bancos de la barra, ella sabe que Abrah se inclinó hacia mí por motivos distintos.

—¿Te duele? —me dice Abrah tocándome ligeramente el rostro con sus pulgares.

—Solo un poco.

—¿Enserio? —responde sorprendido.

—¡No! —chillo. —Me duele horrible, tanto que me aguanté las ganas de llorar.

Él suelta una pequeña risita.

—¿Vamos arriba? —me dice, dando entender otra cosa.

—¿Qué no me escuchaste? ¡Me duele todo!

—Te puedo curar, puedo ser tu enfermero —continúa coqueto.

Me surge una risa horrible, pero a él le causa gracia.

—Me encantaría, pero tengo que trabajar.

—Espera —me dice alejándose a las escaleras para detenerse en el descanso.

—¿Qué estás haciendo?

—¡Mia! —grita con voz déspota. —Organiza mi despacho, tengo que salir. ¡Lo necesito limpio cuando regrese!

En mis oídos retumba su potente voz, y seguramente en la de mis compañeros.

—Ya tienes "trabajo", ¡vamos arriba!

—De acuerdo —le sonrío.

Él quiere darme la mano, pero se la rechazó dirigiéndome al ascensor, acaso no entiende que ¡Nadie nos puede ver! En cuanto él entra, presionó el botón para cerrar la puerta.

—Toma —me entrega una llave.

—¿Qué es esto?

—Colócala ahí —me dice apuntando una cerradura junto a los botones. —Es para abrirte paso al cuarto piso. Si quieres subir, la necesitarás.

—¿Quién tiene esta llave?

—Únicamente Taddeo, Carlos y Héctor.

—¿Quién es Héctor?

—Ya lo conocerás.

En cuanto el ascensor se detiene en el cuarto piso suena un pequeño pitido, se ilumina una luz verde y luego se abre el ascensor. A la vista, no puedo ver nada, ya que esta un enorme hombre justo en la entrada.

—Héctor, ella es Mia. Tendrá llave de acceso.

—De acuerdo señor —responde de inmediato.

¡Wow! Tiene una voz super grave. Ahora que lo recuerdo, él fue uno de los hombres con los que llegó de Alemania, junto con Carlos y su equipo. Es la primera vez que lo veo desde que llegó Abrah hace meses.

—Un placer Héctor.

—Igualmente señora —responde y vuelve a su pose firme.

En cuanto me doy la vuelta, noto que estoy en otro mundo. El cuarto piso es por completo diferente a la mansión, es, es.... ¡Ni si quiera sé cómo es!
Todo luce tan distinto, tan moderno que no parece que este en la misma casa. Las paredes son de color negro y el suelo es de mármol color gris con ligeras líneas blancas. Toda la decoración está en tonos oscuros. La verdad es que nunca había visto algo así en persona, es sorprendente. Lo mejor de todo es que el piso por completo le pertenece, sabrá dios que tanto haya acá arriba.

—¿Qué te parece? ¿Te gusta?

—Es muy... tú —digo riéndome.

—¿Qué significa?

—Pues es tan oscuro, pero a la vez lindo.

Estalla en una carcajada.

—Ni siquiera es como mi departamento.

—Exacto, por eso me sorprendió. Pero la verdad es que es agradable para la vista, allá abajo parece que me voy a quedar ciega por tanta luz.

—Ven te mostraré —me dice tomándome de la mano.

En cuanto avanzamos puedo notar a uno que otro guardia que se pasa de un lado a otro y por supuesto que están en las ventanas. Sé que es su espacio, pero ¿No se sentirá incómodo con tanta gente a su alrededor?

Saliendo del ascensor lo primero que aprecias es una sala enorme, con una chimenea y un gran ventanal, incluidas unas grandes persianas para tapar la luz en exceso. Una barra de licores y unos pequeños banquitos, también hay algunos sofás que rodean el área. ¿Por qué tiene tantos muebles si vive solo aquí arriba?

Si decides ir a mano izquierda, podrás ver un gran pasillo, donde cada puerta es una habitación en específico, por ejemplo, su oficina, el área de juegos, su habitación, y justo al lado su armario, después continua una alberca techada, un gimnasio y una pequeña cocina. Si él quisiera podría vivir aquí arriba sin problemas. También hay algunas habitaciones solas que usa su personal de seguridad. Incluso hay una habitación llena de armas, artículos de seguridad y protección.

—Ahora ¿Qué piensas de este lugar? —me dice mientras nos sentamos en el enorme sillón.

—¡Es increíble! Tienes mucho espacio, ¿cómo fue que tus padres lo permitieron?, ¿qué era antes este lugar?

—La verdad es que solo tenía habitaciones vacías y la alberca. No tenía provecho alguno hasta que llegué, cuando me mudé hace meses fue que se hizo la remodelación y luce así, antes era tal cual como la casa.

—Pues me gusta mucho.

—Tanto... ¿cómo para vivir aquí arriba conmigo?

—¿Me estas pidiendo vivir contigo? Tan pronto señor, si ni siquiera somos pareja, usted es muy atrevido.

—Es algo de lo que me gustaría hablar... —me dice acercándose a mí. —¿Qué es lo que pasa justo ahora en la mente de Mia Santiago?

—En mi mente...

—Si —responde acercando su mano a mi rostro. —¿Estás ebria? ¿Has bebido alcohol?

—No —responde riendo.

—Bueno te acabas de pelear con Isabel, tengo que preguntar.

—Claro que no he bebido. ¿Por qué preguntas algo tan tonto?

—Porque no he hecho lo que he querido por culpa del alcohol.

Creo que sé a lo que se refiere.

—Y... ¿qué es? —pregunto nerviosa.

—Esto —me dice de pronto, dándome un beso en los labios. Este beso es fuerte, enérgico y desenfrenado, estoy segura de que no se va a detener por nada y yo espero que no lo haga. Se sube sobre mí y no hay ni un segundo en el que nos separemos, sus labios son tan exquisitos que he decidido que desde hoy ¡son mi platillo favorito!

De inmediato el calor se apodera de mí, y estoy segura de que él también, pues se va quitando su saco. Creo... que va a ocurrir, ¡de nuevo va a pasar! Pero es distinto, estoy consiente.

Mis manos recorren todo su torso, palpando centímetro a centímetro buscando los botones de su camisa para deshacerme de ella de una buena vez. Sé que los guardias están por ahí, tal vez uno de ellos nos observe fijamente, pero no me importa, que sienta envidia.

Arrojo la camisa blanca lejos, ¡demonios! Aún tiene su playera interior. Como yo estoy usando mi overol es más difícil desvestirme, pero Abrah es ágil, sabe maniobrar, sin darme cuenta él ya me ha desabotonado, puedo ver mi blusa. Me quito los tenis de un tirón con ayuda de mi otro pie. Él se detiene un momento para mirarme fijamente, me sonríe y se levanta del sillón. De la nada me toma en sus brazos y nos vamos a su habitación. En cuanto cierra la puerta por detrás, es como si su mirada cambiara por completo, no sé si sentir miedo, nerviosismo o más excitación.

Me alza en sus brazos y yo lo rodeo con mis piernas, él sentirlo tan cerca tan eufórico es un sentimiento tan placentero. ¿Quién lo diría? Que él y yo terminaríamos haciéndolo. No paramos de besarnos hasta terminar en la cama y quitarnos la ropa poco a poco. Abrah no para de sonreír ni un poco y yo no paro de temblar. Dudo que mañana me pueda levantar de la cama.

Si yo pensaba que era un hombre guapísimo, imagínense ahora que lo tengo frente a frente, desnudo. Dios debe estar queriéndome pagar todo lo malo que me ha hecho. No me juzguen, pero no había visto a un hombre desnudo desde hace más de 4 años.

¡Mi cuerpo lo agradece!

Sé acerca lentamente a mí, yo aún conservo mi ropa interior, pero prefiero que él me la quite. No pasan más de dos segundos y ya estoy completamente desnuda. Entre besos, jadeos y gruñidos de enorme excitación mi cuerpo comienza a entumirse deseosa de él, sé que ya es el momento así que sin esperar más entra en mí, un grito ahogado sale de mi boca siendo callado por sus labios, sabe perfectamente lo que está haciendo ¡demasiado bien! Ya que por momentos siento que pierdo la conciencia, y de otro impulso me devuelve al momento, nuestros gemidos son tan fuertes que es probable qué nos escuchen hasta el lago. Grito una y otra vez pidiendo tenerlo más cerca, más fuerte y más intenso.

Al principio surgió un pequeño dolor, pero con todos los movimientos me he deleitado a tal punto que mi cuerpo no para de pedir más. Escuchar sus respiraciones agitadas no ayuda en nada, me estimula. Cuando mi grito ahogado se pronuncia es una señal de que he terminado, a los segundos lo hace él y se tumba sobre mí. Ambos jadeando, sudando y deseando seguir. ¿Qué es este sentimiento? ¿Por qué me siento diferente?

—Me encantas —me dice con la respiración agitada.

—Y tú a mí —respondo mirándolo a los ojos. Toma una de mis manos y la posa sobre su cuerpo.

—Me quiero quedar así toda la vida.

—Y yo.

Me da un beso pequeño en la frente, desciende por mi nariz y mis labios dando pequeños besos, recorre mis mejillas, baja por mi cuello y se pierde en mi pecho. Vuelve el placer, ¿acaso este hombre no se cansa?, ¿aún tiene batería? Así se pasa por cada parte de mi cuerpo, dando pequeños besos y mordidas.

—Sabes, ¿desde cuándo he deseado este momento?

—¡Umm! —respondo envuelta en placer.

—Desde el día que te vi por primera vez.

Ya veo... ¡Oye, espera, espera! ¿Qué Dijo?

—¡¿Desde que me conociste?! —exclamo sorprendida.

—Me hipnotizaste con tu belleza, no podía dejar de pensar en ti —vuelve a los besos. —Y te odiaba por eso.

—Yo jamás te odié —me sincero. —Todo lo que te dije antes era mentira, me enamoré cuando te vi, me volvías loca todo el tiempo, así que mi reacción siempre era pelear contigo para poder estar cerca de ti.

—Así que el sexo nos ayuda a sincerarnos —comenta risueño.

—Si ya nos vimos desnudos, ¿por qué no también en lo demás?

—Conste que yo te mire desnuda desde antes, ese día en la bañera fue un infierno para mí.

Suelto una carcajada.

—¿Qué hay de las noches en tu departamento? Tuvimos sexo, ¿no?

Él suelta una risa burlona.

—¡Por supuesto que no! Jamás te tocaría sin tu consentimiento.

—¿Hablas enserio?

—La primera noche pudo haber sucedido, pero ambos estábamos ahogados y no iba hacer realmente ¡fantástico! Así que, a pesar de estar ebrio me contuve. Y la siguiente noche, la ebria únicamente fuiste tú, ¿cómo hubiese sido? No sería correcto.

—¡No puedo creerlo! Y te burlabas de mi todo el tiempo. Por una noche que no pasó —le reclamo.

—¿Estás molesta? ¿Hubieses querido que pasara? Lo dudo, hice lo que a toda mujer le gustaría. Que tu pareja te tenga respeto, soy todo un caballero.

Lo observo por varios segundos, cautivada por lo que acaba de salir de su boca, ¿Por qué no es malo conmigo? ¿Por qué no se comporta como un idiota? Sería más fácil evitar lo que siento por él.

—Te perdono —le digo abrazándolo.

—Ja, gracias. Aunque yo no te pedí perdón.

—Te divertiste demasiado con el tema y me sacaste de quicio. Te perdono.

—De acuerdo. Pero déjame decirte que ahora... ya tengo todo esto para desahogarme —dice tocándome el trasero. —Eres mía, Mia.

Vuelvo a reír de exaltación y me aferro a él.

—Y tú eres mío, no te quiero compartir con nadie. Moriría por ti —ahora soy yo, la que toca otra... parte de su cuerpo que lo deja sin aliento. Como sé que aún puede con más, le brindó un pequeño masaje. Verlo y oírlo gemir provocado por mí, me incita a querer más.

Nos pasamos toda la tarde y noche en la cama, hablando, besándonos y haciendo un poco más. Cerca de la madrugada nos quedamos dormidos, no sé en qué momento me despierto.

Veo que hay un pequeño reloj junto a su buro, me acerco a mirar la hora y... 3:45am. ¡Qué! —grito y me tapo la boca de inmediato. ¿Me habrán marcado al radio? Se supone que estaría arreglando la oficina de Abrah, pero nunca bajé a bañarme, a cenar o a dormir.

Maldita sea, espero que no se hubieran dado cuenta, estoy segura de que Nora se ha de haber imaginado qué me quedaría aquí arriba, incluso tal vez ella me cubrió, siempre hace eso por mí. No pasará nada, que puedo hacer ya a esta hora. Lo mejor será calmarme, lo solucionaré por la mañana. Me arrojo de nuevo a la cama.

Un pequeño rayo de luz proveniente de la luna entra a la habitación, con esa pequeña luz puedo ver el cuerpo de Abrah perfectamente. ¡No puedo creer lo mucho que me gusta este hombre! Lo importante y especial que me hizo sentir, podría decir que siento que me volví más mujer, aunque suena estúpido me siento más hermosa y más sensual.

Mi mano juguetona acaricia su cabello, qué siempre luce perfectamente peinado pero que hoy, está hecho un caos. Paso mis dedos por sus cejas, sus pómulos y sus riquísimos labios, mi mano baja por su pecho donde no hay ni un solo vello corporal, sus brazos tonificados, esos brazos qué me encantan, tantas veces que han estado ahí para mí, me han rescatado, cuidado, abrazado y valorado.

Mi corazón está latiendo muy fuerte, sé que me gusta, sé que es alguien importante para mí, y sé que significa algo más, algo más fuerte de lo que puedo recibir y eso me da terror.

No quiero, ni siquiera puedo decir la palabra, a todas esas personas que les tengo ese sentimiento se terminaron muriendo o separándose de mí. Me niego a perder a alguien más de nuevo no podría. 

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