Capitulo 36
Mis ojos comienzan a abrirse, la luz entra en pequeños destellos y yo vuelvo a cerrar mis ojos hasta poder acostumbrarme. Estoy en el departamento de Abrah eso es seguro, pero ¿qué diablos paso anoche? Tengo recuerdos muy vagos sobre nuestra cena y nuestra improvisada fiesta en el apartamento. También hubo besos... ¡Demasiados! Acaso yo y él...
—¡Señora! Buenos días —exclama Stella que entra de pronto a la habitación, y se va directo a las ventanas a extender las cortinas. —El desayuno ya está servido en la mesa principal.
—Gracias Stella —respondo soñolienta. —¿Dónde está Abrah?
—¿Se refiere al señor?
—¿Quién más se llama así en este lugar?
Ella voltea de inmediato, creo que mi broma no le gustó me mira de una manera distinta, tal vez está molesta por todo lo que la hicimos pasar anoche.
—Salió desde muy temprano, no dejo dicho a donde iba. Tampoco dejó recado para usted —me responde a secas, mientras recoge la ropa del suelo.
—¿Le sucede algo Stella? La noto distante.
—Por supuesto que no señora, solo estoy haciendo mi trabajo, con su permiso —se retira de la habitación y da un portazo.
Definitivamente le pasa algo. Trato de no acomplejarme por la situación, sea lo que sea que le haya molestado podremos arreglarlo después sin problema.
Estando en este lugar puedo darme cuenta de que no es mi "habitación" estoy en la de Abrah, todo huele a él, incluso la decoración es por completo su estilo. No tengo nada que ponerme así que decido hurgar un poco en el armario, no hay más que camisas y playeras blanco y en color negro, no hay nada rosa que pueda utilizar. Tampoco hay shorts o jeans, así que termino tomando un pants que seguramente usa para hacer ejercicio o tal vez para dormir, la verdad es que me queda algo grande, pero qué más puedo utilizar. Tomo la ropa prestada y me voy directo al baño, me muero de calor y tengo un enorme dolor de cabeza por culpa de la resaca.
El cuarto de baño es cosa seria, parece otra habitación. Una enorme tina, una enorme regadera acompañada de su enorme jaula de cristal y algo que parece ser una alberca, o ¿será un jacuzzi? Ni siquiera sé cuál voy a utilizar, incluso hay unos pequeños banquitos que forman un círculo que seguramente lo usa como sauna ya que hay algunas llaves y tuberías a los lados de donde seguro sale el agua y el vapor, este lugar parece un maldito spa.
Como no me siento muy bien decido ir directo a la regadera, no queda más opción que utilizar su shampoo. En cuanto salgo de la regadera busco entre las tantas puertitas y cajones una toalla para secarme.
En su tocador hay cientos de productos desde cremas humectantes, exfoliantes, lociones, perfumes, mascarillas para el rostro, cuerpo y el cabello. Varios tipos de peines, cepillos, rasuradoras y espumas. Es como una pequeña tienda. Este hombre está loco, pero ahora entiendo porque siempre luce tan limpio y huele increíble.
En cuanto siento que volví a la vida salgo de la habitación rumbo al comedor para desayunar, mis tripas están que rugen.
—Buon giorno, Signora! —me saluda Antonio en cuanto me ve bajando las escaleras.
—Buen día Toño, veo que tu amaneciste de buenas no como otras...
—¿Toño? Signora —pregunta confundido.
—Es que así le llaman a los Antonio's, Toño.
—¡Oh! Usted siempre dice cosas muy extrañas —responde alegre.
—¡¡Muero de hambre!! —exclamo a todo pulmón. —Oye Toño, ¿sabes a donde fue Abrah?
—No lo sé, Signora. Pero me dejó dicho que pasará por usted a las 8 pm, también le dejó un atuendo en el armario que esta por allá.
—¡Enserio! Gracias.
Voy directo al comedor y me avorazo de todo lo que hay, la verdad es que aquí en Italia cocinan delicioso. Aunque mi desayuno fue glorioso y en el momento mi paladar lo disfrutó, ahora de rodillas frente a la taza del baño no la estoy pasando muy bien que digamos, maldito alcohol. ¡Te juro diosito que no vuelvo a beber! ¡Ayúdame!
En cuanto libero todo de mi estómago, junto con la bilis, me lavo el rostro y cepillo mis dientes. ¡Les juro, que siento que me les voy! Necesito recostarme en el sofá y no despertar hasta mañana.
—Signora, ¿Cómo se siente? ¿desea que le ayudemos con algo?
—¡Que dices! Claro que me siento mal, me siento de la chingada —expreso en español mexicano, ¡sí señor!
—No le entendí lo que dijo señora, puede decirlo en italiano.
—¡No, no quiero! —reniego. —Hazme un favor.
—Si dígame signora —responde Toño muy amable.
—Consígueme un ataúd.
—¡¿Para qué lo necesita?! —responde asustado.
—¡¡Para mí!! ¡¡Ya que me estoy muriendo!!!
Él sonríe sin evitar una pequeña risita.
—Lo siento señora —se tapa la boca con su mano. —Es que usted es muy graciosa. Enseguida le traeré una bebida que le ayudará en su estado.
—Gracias Toño.
Me paso toda la tarde en la sala mirando televisión, tomando aquella bebida que hace Toño que poco a poco me va resucitando. Por momento me mareo, cierro mis ojos y me duermo por minutos, vuelvo a despertar para ir a liberar la bebida de Toño, y volver al sofá. ¿Dónde está Abrah? Justo ahora que lo necesito.
—Hey Mia, ¿Qué haces aquí? —puedo ver sus hermosos ojos verdes.
—¿Qué dices? —observo mi alrededor. —¡Oye! Porque te fuiste y me dejaste sola, no sabes el día tan horrible que he pasado —sollozo.
—Tuve que salir, lo siento.
—¡No lo vuelvas hacer!
—No lo haré. Porque mejor no te vistes, te quiero llevar a un lugar— me dice tomando mi rostro con su mano.
—¿A dónde? ¿Justo ahora? ¡Que me estoy muriendo!
—¡Va! No seas dramática.
—Pero cárgame, no quiero subir las escaleras —le estiro mis brazos.
Él suelta una carcajada.
—¿Estás loca? No voy a hacerlo. Yo me siento igual de mal que tú, ¿acaso no recuerdas que bebí contigo?
—Señor, si no le molesta yo puedo ayudar a la señora a subir.
—Si, si, si Toñito, súbeme.
—No, Antonio. Ayer no tuvo problemas para beber, así que no tendrá problemas para subir.
—¡Maldito! —le grito. —¡No le hagas caso Toñito, súbeme!
—¡Ya dije que no! Vamos te ayudo con el vestido, tienes 5 minutos para vestirte —levanta la voz. Comienza a jalarme fuera del sofá, en cuanto estoy de pie empieza a empujarme por la espalda.
Todo el camino hasta mi habitación voy renegando y voy maldiciendo mil cosas en su nombre, él simplemente me ignora.
Apenas tardo en arreglarme, el vestido que me compró es realmente muy provocativo y no solo por el color rojo, si no por el gran escote que tiene en la espalda. Como no tengo nada para trabajar, basta solo con hacerme una coleta alta, lavarme el rostro y untarme una de las cremas humectantes de Abrah. Me pinto los labios con un bálsamo que por suerte cargaba en mi bolsa y con ayuda de una cuchara me rizo las pestañas. Sé que no es mucho, pero es todo lo mejor que puedo hacer sin mis cosas.
—¡Wow! En verdad tardaste 5 minutos, las mujeres nunca bajan tan pronto.
—Me puedes decir ¿a qué viene ese comentario? ¿a cuantas mujeres has esperado?
—Olvídalo —se queda callado unos segundos. —Te miras hermosa.
—Si, como digas —respondo, dándome la vuelta y dirigiéndome a la salida.
En cuanto subimos a la camioneta el chofer arranca, supongo que Abrah ya le comentó al lugar a donde vamos. Después de varios minutos las calles comienzan a hacer algo conocidas.
—Quiero darte esto —me dice Abrah entregándome una pequeña bolsa de piel en color negro, parece una cosmetiquera.
—¿Qué es?
—Ábrela hasta que lleguemos.
En cuanto termina la frase giro en dirección a la calle y puedo verlo, aquel pequeño callejón colorido, desde aquí puedo ver mi edificio, Abrah me acaba de traer a casa.
—¿Qué significa? —pregunto atónita.
—Me dijiste que una de las cláusulas de nuestro "compromiso" era tener derecho a venir una vez al mes a casa, ¿no? Supongo que se llegó el día.
—¿Estás hablando enserio?
—Por supuesto, vendré por ti más tarde.
Juro que tengo unas ganas inmensas de abrazarlo y besarlo justo ahora, lo que acaba de hacer y decir es una sorpresa. Bajo de la camioneta aun sin creerlo, él se muestra sonriente y seguro.
—Diviértete —exclama desde el interior de la camioneta.
Camino cuesta arriba a mi pequeño edificio, luce tal cual lo recordaba, incluso el aire del lugar huele exactamente igual. Pasa una de mis vecinas justo a mi lado, platicando con una mujer que no reconozco, ríen ambas, de seguro algún mal chiste que haya dicho. Por un momento no me reconoce y después corre abrazarme, al parecer se corrió el rumor de que salí de viaje y verme en el callejón debe ser toda una sorpresa.
Me detengo justo frente a la puerta principal del edificio, dudando...
Entonces recuerdo que hay otras personas importantes aquí. Corro como puedo con los tacones que use la noche anterior, hasta llegar al café en el que trabajaba. En cuanto mis pies tocan la acera y yo me muestro frente a la puerta, mis excompañeros, mis amigos me miran y se echan a correr hacia a mí. Juan me abraza y me alza en sus brazos como si fuera una niña pequeña, George ríe sin cesar al punto de brotarle lágrimas de sus pequeños ojos. Martina me mira desde la barra y sonríe de oreja a oreja, ella no es tan afectuosa, pero sé que con esa mirada y esa sonrisa me dice más que mil palabras.
Nos sentamos en una pequeña mesa y hablamos sin parar, por momentos Martina me coloca su brazo sobre mis hombros y me junta hacia ella. Hacen chistes y bromas de aquel día que me despidieron y el jefe me corrió del lugar. En ese momento lloré, pero ahora estoy que rio a carcajadas.
—¿Cómo te está yendo en esa casa? ¿Te tratan bien? —pregunta Juan.
—Así es Juanin, al principio fue algo difícil ya que todos se conocen y son como una familia, recibir a alguien nuevo no es tan sencillo, pero supongo que me he sabido adaptar.
—¿Qué hay de tus jefes? —añade Martina.
Estoy enamorada de uno de ellos —pienso.
—Son amables.
—¿Por qué tardaste tanto en venir? No sabíamos que hacer, no había modo de localizarte —dice George preocupado.
—Lo sé, no volverá a pasar estaré en contacto desde hoy, necesito que me pasen sus números.
—¡Por supuesto! —responde Juan y me da un fuerte abrazo.
Pasa alrededor de una hora y sé que ya es momento de ir a mi departamento, no me dijo Abrah a qué hora vendría por mi exactamente, y supongo que con Gabriela la plática se alargará un poco, así que me despido de mis amigos con un corazón palpitando como loco, me ha encantado verlos de nuevo.
En cuanto llego a la puerta de mi departamento, recuerdo que a esta hora probablemente Gaby este en la universidad así que busco en la pequeña maceta que esta junto a nuestra puerta la llave de repuesto. En cuanto entro me surge una oleada de humedad realmente impregnante, tanto que me hace toser de la intensidad del olor. Doy algunos pasos hacia atrás, tomo una gran bocanada de aire y corro dentro a abrir la ventana, ¡por fin puedo respirar!
Es extraño pero el departamento luce algo desolado, hay mucho polvo por todos lados, como si no hubieran limpiado en años. De pronto escucho un ruido proveniente del pasillo, y allí es cuando la vuelvo a ver, después de tanto tiempo. Gaby.
—Hola... —es lo primero que logra salir de mi boca.
Ella me mira por un segundo y luego me sonríe abiertamente.
—¿Cómo estas Mia? ¿Me extrañaste?
—¿De qué hablas? —respondo aun sin creer que la tengo enfrente. Trae consigo dos maletas.
—¡Wow! este lugar está asqueroso, no has limpiado en años o ¿qué es lo que pasa? ¿Ya está lista la cena?
Estoy confundida, ¿Por qué Gaby diría algo así? Y no es hasta que miro la pequeña mesa del comedor cuando entiendo todo. Mi carta jamás fue abierta.
—¡No sabes todo lo que pasé fue cosa de locos! —expresa Gaby.
—¿Dónde estabas? —pregunto ansiosa.
—¿Como dices? En Venecia donde más.
—¿Cuándo te fuiste?
—¿Estás hablando enserio? Llevo casi una década de viaje —responde entre risas. Pero a mí no me causa risa en lo absoluto.
—Dime que no he pagado el alquiler de este departamento para que estuviera completamente solo.
—¿Solo? Si tú has estado aquí todo el tiempo.
Ni siquiera sé que responder ante esta situación, estoy aturdida.
—¿Cuánto tiempo exactamente estuviste de viaje?
—Pues... fue déjame pesar. Cerca del año ¿porque preguntas si tú ya lo sabes?
Es casi el tiempo que llevo trabajando con los Marcerano. No puedo creerlo.
—¡Como te atreves! Después de que me fui a trabajar, tú te fuiste del departamento, ¡¿por qué lo hiciste?! Estoy segura de que ni siquiera sabias que yo no vivía aquí. Que maldito descaro.
—No te entiendo Mia, ¿de qué hablas?
—¡Como que de que hablo! De la pésima amiga que tengo, prácticamente me suplicaste venir a Italia y para que, si a la primera oportunidad te alejaste de mí.
—¿Por qué me hablas así? No es justo no entiendo nada.
—¡Cállate de una buena vez! ¿Acaso eres tonta? —estallo. —¡¡Yo no he vivido aquí desde hace 1 año 3 meses!!
—¿Y por qué te molestas conmigo? Es tu vida.
—¡No puedo creer lo que estoy escuchando! No te diste cuenta, me fui de este lugar y jamás te enteraste, pague la renta de este lugar, me ate de por vida a un empleo por ti y que gano, una maldita indiferencia de mi amiga.
—¡Oye! No me culpes por tus decisiones.
—¡Decisiones que tome por ti! Por y para ti, yo soy la única que ha trabajado y ha mantenido este lugar, por creer en ti, por hacer querer cumplir tus sueños he hecho hasta lo imposible por seguir aquí, estar a tu lado.
—¿A mi lado? Ni siquiera sabias que estaba en Venecia.
—¡¡Porque tu jamás me lo dijiste!! —exclamo furiosa.
—Yo recuerdo perfectamente que te lo comenté, tú tampoco me dijiste que te irías del departamento, yo como iba a saberlo.
—Intente hablar contigo por meses, me has ignorado desde que llegamos a Milán, a pesar de eso seguí adelante y después de tener horribles trabajos y me llegará una oferta más "amigable" para nuestra economía intente decírtelo, ¿y que gané? Más lágrimas y desprecio, como pensé que como cualquier otro día irías a la universidad, te deje una carta —apunto directamente a la mesa. —¡¡Esa que está ahí!! Explicándote sobre mi empleo y asegurándote tu estabilidad económica. Pero que gane de ti, nada. Seguramente duro meses en ese lugar y jamás te detuviste a leerla, ¿Te preguntaste donde estaba? ¿No se te hacia raro no verme por aquí?
—¡Como iba a saberlo siempre estabas trabajando! —levanta la voz.
—Si un día, si un solo día te hubieras detenido a hablar conmigo, ¡es más! Una simple noche, en una cena de las tantas que estuve sola, hubieras hablado conmigo lo sabrías todo de mí. Tal vez hasta me hubieras aconsejado no irme a trabajar a otro lugar, pero no. ¡Te fuiste a Venecia! y ahora lo sé muy bien porque pensaste que seguía viviendo aquí. Y yo que todo el tiempo pensaba en ti, y en lo mucho que estarías preocupada por no saber nada de mí, cuando tu solo estabas de vacaciones.
—No estaba de vacaciones fui a un taller, es parte de la escuela. Y no me parece justo que me recrimines así, al fin al cabo tú también te fuiste, tú también me abandonaste.
Mis emociones están a tope, quiero llorar, quiero gritar de la frustración que tengo en este momento, no la reconozco, no puedo ver a aquella amiga mía, es como estar frente a una extraña.
—¡Cállate! No puedo seguir escuchando —le grito, me doy la vuelta y salgo del departamento.
—Espera ¿a dónde vas?
—No tengo nada que hacer en este lugar.
—¿Te vas a México? ¿Por qué? ¿Me vas a dejar sola?
—¡Tú me dejaste sola desde el primer día! Me cambiaste por tus nuevas amigas, te fuiste a otra ciudad. Lo único que te interesa de mi, es mi dinero. Ya me imagino lo bien que te caían esos depósitos cada mes. Espero que hayas usado muy bien ese dinero, porque se acabó.
—¡Espera no te vayas, Mia!
—¡¡Púdrete!! —grito tan fuerte que siento que me lastimo las cuerdas vocales. —Y por si acaso, este mes ya está pagado. Aprovéchalo —le digo directamente a los ojos.
Salgo despavorida fuera del edificio, me duele todo. ¿Cómo diablos me iré de aquí? No hay forma de hablarle a Abrah y pedirle que venga por mí. En cuanto camino por el callejón puedo ver la camioneta de Abrah a lo lejos, y a él recargado en la puerta de la camioneta, observando su reloj, ¿acaso se quedó aquí esperándome? En cuanto se percata de mi presencia me sonríe, ya no puedo contenerme más y me suelto a llorar como niña chiquita, corro a sus brazos a refugiarme.
—¿Qué te pasa? ¿Te hicieron algo? ¡Mia, por dios! Me estas asustando.
—Ella se olvidó por completo de mi —le digo sollozando. —Nunca le he importado, soy una idiota.
—¡Oye, shh! Tranquila, no me gusta verte así—me une más a él.
—Todo lo que he hecho ha sido por ella, y no lo valoró —el llanto comienza a hacer más intenso. —Deje lo poco que tenía en México por ella, solo por ella. Ni siquiera puedo describir lo que siento porque estoy completamente rota, es como si me hubieran quitado el oxígeno y no pudiera respirar ¡Me quiero morir!
—Te prohíbo que vuelvas a decir algo así ¡me escuchaste! —levanta la voz. —Por lo que me dices esa mujer te ha hecho daño como ninguna otra persona, ¿cierto?
Lo escucho hablar, pero no puedo responder, el llanto me lo impide.
—¿Dónde está la bolsa que te di? —me quedo pensativa ante la pregunta. —¡¿Mia donde dejaste la bolsa?!
—Creo que la deje en el departamento —le respondo limpiándome las lágrimas, aunque no sirve de nada ya que no dejan de brotar.
—Entra a la camioneta —me abre la puerta y espera a que entre. —Espérame aquí, por favor.
Yo solo asiento con la mirada.
—Carlos quédate con ella —logro escuchar su última orden y se aleja rumbo al callejón con todos sus guardias que nos acompañan en moto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro