Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 28

—¿Quieres... otro trago? —me dice Abrah agitado.

—Si...por favor.

Creo que esto ya está subiendo de nivel, me surge el miedo, pero ¿Que tengo que perder?

—Aquí tienes —me dice entregándome el vaso. —Con cuidado, este traje esta echo a medida.

—Volviendo al modo egocéntrico ¿Eh?

—Y tú, volviendo al modo dominante.

Ambos sonreímos. Realmente parecemos una pareja, la verdad es que este sentimiento es agradable, es extraño ya que siempre estamos peleando, pero justo ahora me siento realmente bien, me gusta.

—No quiero que te pongas ebrio, ¿Cómo vas a cuidarme?

—Tranquila, aunque este demasiado ebrio soy muy bueno disparando y aparte, siempre tengo protección —me dice apuntándose a sí mismo.

—¿Protección? ¡Ay no! ¿Estás hablando de condones? —exclamo.

Él vuelve a reír a carcajadas.

—¿En qué diablos estás pensando Mia? —continúa riéndose. —Yo hablaba de que estoy usando un chaleco antibalas.

—¡Oh! Es que como mencionaste que eras bueno disparando y luego protección, creí que era doble sentido.

Su sonrisa esta más grande de lo normal, realmente se está divirtiendo conmigo. Aunque el precio es avergonzarme a mí misma.

—No tengo problema en que sean ambos sentidos —me dice algo inquieto, me acerca de nuevo a él, su mano izquierda baja lentamente desde mi cuello hasta mi espalda baja, lo que me provoca un gran escalofrió y un leve rubor en las mejillas de los nervios. Su mano derecha se pone juguetona pues comienza a tocar una de mis piernas, mientras me mira a los ojos esperando que tal vez con la mirada le pida que pare o continúe.

—Yo creo... —comienzo a decir. —Que quiero otro trago.

Él se detiene, respira profundo y toma la botella de la mesa. Se sirve uno y de inmediato se lo toma, después me entrega el mío y hago exactamente lo mismo, le doy de nuevo el vaso para que me vuelva a servir, él duda por un momento, pero al final accede a servirme otro. Abrah se torna impaciente y decide tomarle directamente de la botella.

No sé, si se trata solo de mi, pero comienza a darme algo de calor, pero en cuanto Abrah deja la botella sobre la mesa se quita el abrigo y lo avienta al sillón, después se quita el saco y quedarse solo con su camisa blanca.

Podría pasarme al sillón pues tengo dos prendas que me sirven para cubrirlo, pero decido no hacerlo, decido quedarme sobre sus piernas y entre sus brazos.

Hace cuanto tiempo que no estaba tan cerca de una persona, mi último novio fue en la preparatoria y no pasábamos de algunos besos y nada más. Aparte yo no tenía el tiempo suficiente como para salir con chicos, tenía que trabajar para ayudar a mi familia con los gastos de la casa. Pero eso no significa que no sepa nada del asunto.

—¿Crees que ya será hora de irnos? —le pregunto recostada sobre su hombro, el alcohol ya está haciendo efecto.

—Debemos esperar a que vengan por nosotros.

—¿Y cómo sabrán donde estamos?

—Mi celular tiene GPS, ellos se saben mover, hacen muy bien su trabajo, saben perfectamente donde estamos.

—Genial —respondo tranquila, mientras veo a las bailarinas hacer su rutina. ¡Wow! Lo que sea que este viendo es nuevo para mí. — ¡Oye! Deja de verlas —le digo tapándole los ojos.

Me acabo de dar cuenta que lo he dejado ver todo, ¡TODO!

Abrah comienza a reírse.

—Por dios Mia, he estado viéndolas desde el principio. ¿Qué te hace pensar que es nuevo para mí? Te recuerdo que soy dueño de este lugar y de muchos más que están en las diez manzanas de nuestro alrededor.

—Aun así, no las veas. Es incómodo para mí, están desnudas.

—Bien las dejare de ver, si tú también dejas de mirar a todos los hombres que pasan con su pene de fuera.

—Yo no los estoy viendo —le respondo con la cara roja, que pena.

—¿Por qué te sonrojas? —me interroga buscándome la mirada, que por supuesto yo evito.

—No estoy sonrojada, ya deja de verme así —le reclamo, mientras me muero por dentro de toda la ansiedad que siento en este momento.

—Solo te mirare a ti, porque no hay ninguna mujer en este lugar que se te compare. ¡Y eso, que ellas están desnudas! —me dice con ironía mientras me abraza de nuevo.
Tengo que admitirlo es un hombre irresistible, el alcohol no es mi mejor amigo, pero juro que en este momento lo es.

—Yo pienso lo mismo, no hay otro hombre que se te compare —sale de mi boca sin siquiera analizarlo.

Me giro hacia su rostro, tal como hace unas horas él tomó el mío con sus delicadas manos, yo hago exactamente lo mismo. Analizo cada parte de él, su nariz respingada, su mandíbula bien definida, sus pómulos, sus hermosos ojos verdes, y por último sus increíbles labios que se miran tan tentadores. Abrah me acaricia la espalda y vuelve su mano derecha a conocer mis piernas, este ambiente erótico de nuestro alrededor no ha provocado nada, ni si quiera puedo afirmar que el alcohol, este sentimiento de nerviosismo, y excitación ya lo teníamos desde antes, hay que admitirlo, tenemos una química increíble.

Estamos tan cerca sintiendo nuestras propias respiraciones que no hace falta posponerlo más, así que sin dudar me poso sobre sus labios, él ya lo venia venir. El beso que nos damos enciende la llama que estaba apaciguada, es como si estuviéramos en una sauna. El calor recorre todo mi cuerpo, comenzamos lento, pero nuestro beso se vuelve más feroz en cuanto descubrimos más y más, nos sincronizamos desde el primer instante, es como si nos hubieran dado un instructivo de cada cavidad, cada movimiento y cada sensación. No sé si pensar que esto es malo, ya que no me puedo conformar solo con un beso, quiero más.

Él acaricia mis piernas y de un momento a otro siento una de sus manos sobre mi trasero, el sentimiento es tan agradable que no tengo la mínima intención de detenerlo. Yo acaricio todo su rostro, introduzco mis manos entre su cabello, desciendo por su cuello y desabotono su camisa, quiero tocar todo su pecho, ¡Ya me imagino que abdomen debe tener! Si ninguno se detiene, terminaremos desnudos frente a todos, aunque sé que es un burdel y es normal ver a personas desnudas. No creo que sea lo mejor ver al jefe tener sexo con su "esposa" en el sillón VIP. Aunque seguramente otras personas ya lo han hecho mil veces en este sillón.

El sonido de un celular comienza a escucharse, ¿Será el de Abrah? Espero que no, aun quiero seguir besándolo. El sonido no para, sin duda es su celular. Él se detiene y nos separamos un poco con nuestras respiraciones aceleradas.

—Espera... —me dice agitado. Mira su celular, me mira y responde la llamada. Al parecer es uno de sus guardias hablan en una clave, después él dice que si, y cuelga. —Están por llegar.

—Okay —le digo mientras me levanto de sus piernas algo apenada.

Abrah saca dinero de su cartera y lo coloca en la mesa, se pone su saco y se lleva su abrigo en la mano. El joven que nos recibió nos acompaña, le agradecemos por la atención y el servicio, Abrah le da algo de propina y nos dirigimos a la salida. Volteamos a ambos lados de la calle y no miramos ninguna de las camionetas, las damitas continúan pasando, le hacen algunos piropos a Abrah y él las ignora, está concentrado en encontrar la camioneta que se supone nos va a recoger. Ya está oscuro ¿Qué hora será?

—¡Hey preciosa! ¿Cuánto por una mamad*? —dice un hombre que va pasando en su auto.

A pesar de que no me encuentro sola, ¡Siguen diciéndome de cosas! ¡Mendigos viejos libidinosos!

—¿Por qué vienes vestida así? ¿Acaso no tienes frío? —me pregunta Abrah irritado.

—¡Oye! Te recuerdo que me quede a dormir en tu departamento, no tenía otra cosa que ponerme, y yo no sabía que el clima estaría así—apunto al cielo.

—Toma ponte mi abrigo, ya van dos veces que te tengo que prestar mi ropa —me lo coloca encima.

—¿Disculpa? Si te molesta tanto no lo hagas, no lo necesito —le arrojó su abrigo al rostro.

—¿Te das cuenta? Uno no puede ser amable con las personas porque se comportan de ¡Está manera! —grita enojado.

—Tu comentario prácticamente me dice que te mueres de frío por mi culpa. ¡Así que no lo quiero!

—¿Sabes porque me "muero" de frío?

Lo miro fastidiada esperando su respuesta.

—¡¡Porque tengo que seguirte todo el maldito tiempo!! —me grita cerca de la cara. —¡Sales sin permiso a la calle, así como si nada! Y peor aún con ¡Vestido!

—¿Si te molesta tanto porque lo haces? ¿Porque viniste a buscarme?

Él se queda callado un momento, pensando que responder.

—Lo hice por mí hermana. Como ya te dije, ella cambia de opinión todo el tiempo, bastarían unas horas para que me pidiera que mandara a un grupo de guardias a buscarte. Quise ahorrarme ese tiempo, por eso estoy aquí.

—¿Estás hablando en serio? ¿Solo es por eso? —preguntó con demasiado interés, esperando que la respuesta sea distinta.

—¡Por supuesto que sí! Tu solo eres una empleada más, no te creas tan importante.

Estas palabras me provocan un déjà vu, pero sin duda el sentimiento es distinto, hace unas horas me lo digo una de mis mejores amigas, alguien que quiero como mi hermana, y ahora, me lo dice Abrah, que es un hombre que llevo tan solo días de conocerlo, pero que provocó más dolor que su misma hermana. Como él lo dijo, ella dice las cosas sin pensar, es imprudente y malcriada porque es joven, se supone que él es el maduro, el hombre de la casa, él no debería de cometer errores. Él lo dijo enserio.

—Supongo que lo harías por cualquier empleada —añado indiferente, aunque mi corazón me dice que no es así. No me causa ninguna indiferencia, esto me duele.

—¡Exacto! —contesta firmemente.

—¿Y tus guardias? —pregunto serenamente, tratando de mantenerme tranquila, porque por dentro estoy que me lleva la chingada. —Esos hombres de allá se miran sospechosos.

—Deben estar por llegar —me responde, mientras no deja de mirar a todos lados. —Ponte el abrigo por favor, hace frío.

Mia puños se cierran de la impotencia que siento en este momento. Tengo unas ganas inmensas de abofetearlo, pero debo tratar de calmarme, así que acepto el abrigo para evitar otra discusión.

—Necesito que me obedezcas, ¿Entendiste?

—Si— respondo, sin añadir más.

Él toma mi mano y comenzamos a avanzar rumbo a la calle de nuestro lado derecho, él comienza a acelerar el paso y yo también, ya que me lleva como si fuera su mascota. Él toma su celular hace una llamada corta a uno de sus guardias indicándole en donde nos encontramos y cuelga.

—Bien, aquí vamos a quedarnos a esperar.

Yo me quedo callada.

—¿Estas bien? —me pregunta como si en realidad no lo supiera.

—¿Acaso importa?

—Y ahora ¿Que te pasa? ¿Estás enojada?

—Un hombre jamás debe preguntarle a una mujer si esta enojada, ¡Cuando obviamente está enojada! —exclamo furiosa.

—No vamos a discutir esto por ahora, lo hablaremos después.

—No habrá después, yo no quiero regresar. Me voy a mi casa, renuncio.

Él comienza a reírse a carcajadas.

—No puedes hacer eso. No puedes simplemente renunciar y volver a casa, existe un contrato.

—¿Contrato?

—Hay una cláusula que explica detalladamente la política de esta situación, no puedes renunciar. Tu firmaste ese contrato.

—Yo no firmé nada, nunca me dieron un contrato.

—¡Por supuesto que sí! Todas las personas que trabajan para mí lo hacen.

—¡¡Yo no!! —comienzo a levantar la voz.

—Debiste hacerlo, y por ahora no lo recuerdas.

—¡Ya te dije que no! Ya lo decidí, no quiero volver a tu departamento ni a tu casa. Me voy a mi casa, estoy harta de Italia. —Comienzo a caminar de nuevo sin saber a dónde voy, pero escapando de él.

—Mia, detente. ¡Basta! Quiero que te devuelvas —me grita desde su lugar.

Lo ignoró.

—¡¡Ya basta!! —llega corriendo y me detiene. —Estas actuando de nuevo así, sin razonamiento.

—¿Razonamiento? Razonamiento es lo que tú no tienes, ya te dije que no pienso volver y tu continúas diciéndome que no es posible, escúchame bien, no me importa lo que tu pienses.
¡Me largo!

No me había dado cuenta, pero tenemos a muchas personas de espectadores, todos están escuchando nuestra conversación. ¡Va, que me importa!

—Mia, ¿Qué demonios haces? Ya vienen por nosotros, no es seguro que camines sin rumbo tu sola.

—¿Por qué te preocupas? No me dijiste que era una empleada más, alguien sin importancia.

Puedo ver como su rostro se torna serio, lo que le dije, sin duda le tomó por sorpresa.

—Espera, yo no me refería a eso —me dice mientras trata de detenerme. Sabe perfectamente que su comentario me dolió.

—¡No importa, me voy!

—¡¡Detente!! —grita— Si vuelves a dar un paso más, créeme que te tomaré a la fuerza y te subiré a la camioneta en cuanto llegue.

—Hazlo ¡Todos aquí se darán cuenta que tú me secuestraste! Porque eso sería, ¡Un maldito secuestro! —grito fuerte para que escuchen en cada rincón de la calle. —Me privas de mi libertad, debo esperar a que llegue la vejez y pudrirme en tu casa. ¡Que asco! —Termino con un escupitajo al suelo.

Él solo me mira furioso, está muy enojado. Pero no más que yo, este día él ni nadie me podrá ganar.

En un segundo aparece la camioneta junto con las motos de los guardaespaldas, Abrah abre la puerta de la camioneta y me hace el gesto para que entre, yo lo ignoró y me volteo a mirar hacia otro lado. Entre tanto siento sus grandes brazos detrás de mí, y me carga para llevarme a la camioneta.

—¡Bájame! —le grito repetitivamente, mientras forcejeo tratando de zafarme.

—¡Nos vamos a casa! —me responde mientras me sube a la camioneta, y se sube él de inmediato. —¡Arranquen! —le dice al chófer, y este acelera como si estuviera en una carrera.

No tengo palabras, me siento humillada.

—Señorita Mia, ¿Se encuentra bien? —me pregunta Carlos. Que me imagino, por mi rostro y por la forma en la que Abrah me subió a la camioneta, le debe parecer extraño nuestro comportamiento.

—Ella está bien Carlos, déjala tranquila —le dice Abrah que vuelve a su celular.

Me recorro hasta la ventana del lado derecho y voy observando las calles, me siento tan inútil. Me tapó el rostro con el abrigo y me recargo en la puerta, derrotada.

En cuanto llegamos al departamento no espero que den la orden, ni a que me abran la puerta. Salgo de inmediato dando un portazo y subiendo al departamento. Abrah comienza a hablarme y después a gritarme.

—¡¡Mia!! Detente, tenemos que hablar.

Yo sigo mi camino hacia las escaleras para subir a la habitación.

—¡Te he dicho que te detengas! ¡¡Es una orden, Carajo!!

A este punto ya no resisto más y toda mi ira va a relucir, lo siento por los que tendrán que presenciar esto, pero ya es por completo insoportable para mí.

—¡Ya deja de gritarme! —respondo furiosa.

—¡Si me hicieras caso sería diferente!

—Te pedí hablar allá afuera —apunto con mi mano hacia la calle. —Y me lo negaste, y ahora si ya quieres hablar.

—Vamos al estudio.

—¡Yo no voy a ir a ningún maldito estudio!

Me mira desconcertado.

—¡Hazme caso!

—¡No! ¿Quién diablos te crees? Ya estoy harta. Estoy de acuerdo en que seas mi jefe, pero me hablas y me tratas como si fuera una basura. ¡Incluso le hablaste mucho más amable a la prostituta!

—¡Es mi empleada! Ella recluta a todas las mujeres de los casinos.

—¡¡Que asco!! Y por cierto yo también soy tu empleada, ¿No lo dijiste? ¡Que simplemente era eso! ¡¡Que no me creyera tan importante!!

—Ahora entiendo, eso es lo que te pasa ya me reclamaste dos veces sobre eso.

—¡Por fin! Dios, ¡¡Gracias por iluminarlo!!—elevo mis manos al cielo.

—Es suficiente, vamos adentro —me toma de la mano para jalarme hacia el estudio.

—¡No! Ya deja de tratar de controlarme, es molesto. No sabes lo humillante que es para mí.

—¡Todos nos están viendo! —trata de decírmelo en voz baja.

—¡Y! ¡¡Y!! —grito como nunca. —¿Acaso te importa? ¡Porque a mí no! Tú no puedes manipularme, ya fuiste demasiado lejos.

—¡¿Por qué estas tan molesta?!

—Por qué eres un idiota, por eso.

Todos nos miran. Los guardias están dentro del apartamento, hay uno en cada ventana, que por cierto desconozco sus nombres. Además de ellos, se encuentra Carlos, Stella, Antonio y Agustín que están sentados en la barra. Me imagino que se sentirán en la primera fila de una obra de teatro.

—¡Eres una malagradecida, todavía que fui a buscarte!

—¡YO NO TE LO PEDÍ! —Ambos nos miramos con tanto enojo que podríamos golpearnos. —¡Toma tu asqueroso abrigo! —se lo arrojó de nuevo a la cara. —Púdrete.

—Debí dejarte allá afuera, a ver si eras tan valiente como lo crees ahora.

—Yo te dije que me quería largar, que ya no quería volver aquí contigo y me lo prohibiste. Prácticamente me secuestraste, te mereces todos los insultos que salen de mi boca.

Comienzo a subir de nuevo las escaleras.

—¡No bajes si no te lo pido! —grita.

—No me interesa bajar, no quiero ver tu asquerosa cara. Y sabes qué... toma —le arrojó el arma que me dio al suelo, todos reaccionan sorprendidos. —No la necesito.

Me doy la vuelta y vuelvo a la habitación, cierro la puerta con seguro y me tumbo al suelo a llorar como Magdalena. ¿Qué demonios me está pasando? Necesito irme a México, no pertenezco a este lugar.  




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro