Capitulo 27
—¡¡Déjame!! —grito. —¡¡Ayuda!!
El pánico se apodera de mí.
—¡Cállate! ¡Baja la maldita voz!
Es como si me fuera a desmayar en este instante, como si la voz que estoy escuchando fuera de los mismos ángeles. ¿Acaso estaré alucinando?
—¿Abrah? —digo con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas.
Él solo sonríe.
Y yo, comienzo a llorar como niña chiquita, me posó sobre su pecho y lloro desconsoladamente. Él lo toma por sorpresa, se muestra dudoso en aceptar mi cercanía, pero segundos después siento sus brazos reconfortándome, acariciando mi cabello y apretándome hacia él.
Luego de varios minutos yo sigo abrazándolo, no puedo creer lo protegida que me siento justo ahora.
—¿Ya te sientes mejor? —me pregunta mientras toma mi rostro con sus manos y me retira las lágrimas con sus pulgares de una forma tan delicada.
Observo su rostro, sus ojos... ¿Por qué me siento así cuando lo veo?
Yo solo asiento con la cabeza.
—Bien, es hora de irnos.
—Espera —le digo tomándolo del brazo para detenerlo.
—¿Qué pasa? —pregunta dudoso.
—Yo no quiero volver.
—¿De qué estás hablando?
—Arleth ya no me quiere. No tengo porque seguir trabajando para ustedes.
Él comienza a reírse, lo cual me parece extraño ya que lo que le acabo de decir es muy enserio.
—¡Por dios Mia! No digas tonterías —me dice, mientras trata de sacarme de ese callejón.
—No son tonterías, ¡Tu escuchaste lo que ella me dijo!
Él continúa riéndose y se acerca de nuevo hacia mí.
—Te voy a contar algo. Cuando yo cumplí 20 años estaba en Alemania, y Arleth fue a visitarme, ese día por la mañana ella me dijo lo mucho que me amaba, que yo era muy importante para ella ¡Que quería que todos mis sueños se hicieran realidad! Dos horas después me dijo que me odiaba, que era la peor persona del mundo y que esperaba que me fuera al infierno. Otras dos horas después, me dijo que me amaba, que era su hermano favorito, que me extrañaba en Varenna, y que haría todo lo que fuera posible para que yo regresará a casa. ¿Ahora lo entiendes?
Yo solo me quedo mirándolo mientras trata de explicar lo que sea que esté revelando.
—Mi hermana es así, impulsiva. Dice las cosas sin pensar y horas después cambia de opinión, incluso se le olvidan las palabras con las que se expresó, y sabes porque lo sé, porque la conozco desde que nació, ella es así. Caprichosa, nada de lo que diga es enserio, solo escúchala, pero no le prestes atención.
—Significa que... ¿Ya no está molesta conmigo?
—No lo sé, lo primero que hice fue seguirte. No es seguro estar aquí afuera.
—Créeme, eso ya lo sé.
—Andando—me toma de la mano y salimos a la calle. Todas las personas que hace varios minutos me molestaron ahora tienen agachada la cabeza, incluso hacen reverencias, lo sé es por Abrah. De pronto la dama que estaba y aún continúa semi desnuda se acerca a nosotros.
—¿Usted aquí? Debe ser un milagro.
¿Ella se dirige a él? Sin duda, no deja de mirarlo.
—¿Cómo van las cosas? —le pregunta Abrah, con toda la normalidad del mundo.
—Excelentes señor, como deberían —responde sonriente.
—¿Ustedes se conocen? —pregunto, mientras no apartó mi vista del rostro de Abrah.
—Así es preciosa—me responde la dama. —Una disculpa por nuestro anterior comportamiento, no es común que chicas como tu deambulen por la zona. Por lo regular, las que aparecen son nuevas y quieren venir a sacar provecho del espacio de las demás.
—No se preocupe, ya me lo imagino —le sonrió incómoda.
—No tenía idea que usted vendría acompañado señor, ¿Le gustaría pasar a uno de sus negocios?
—No, gracias. Solo vamos de pasó, que tengas lindo día Miranda —le dice Abrah sonriente.
—¡Hasta luego, señor! —se despide de él mientras levanta su brazo y lo agita como matraca, y no sólo se mueve esa parte del cuerpo. Si no el resto que no tiene ninguna tela que le cubra.
Continuamos caminando por la calle mientras la gente de este entorno nos saluda y otros se esconden.
¡Huele horrible! A orines, popo, mugre, carne podrida, vomitada y hasta podría decir que huelo las ETS. Si antes pensaba que necesitaba un baño, sin duda ahora me urge.
—¡Demonios! —exclama Abrah, mientras me empuja hacia una de las entradas de uno de esos preciosos negocios.
—¿Qué pasa? —le pregunto angustiada.
—¡Shh! no hables, ¡Mierda! Ten toma —veo como saca de su espalda una pistola pequeña y me la entrega en las manos.
—¡¿Qué es esto?!
—Es una pistola —responde con ironía.
—¡Obviamente es una pistola! Pero para que la necesitaría.
Él me vuelve a ver como si fuera estúpida.
—Supongo que para hacer helados. ¡Pará qué dispares! ¡¿Pará qué más?! —exclama desenfrenado.
—¡¿Qué?!
—Viene caminando hacía nosotros uno de los hombres que más detesto de todo el puto mundo y estamos aquí, afuera tú y yo sin protección, ¡¿Qué demonios quieres que haga?!
—¿Nos van a querer matar o algo así?
—¡Y yo que voy a saber! Probablemente yo lo pueda matar primero.
Eso que me acaba de decir, lo dijo muy enserio. De la nada mis piernas comienzas a palpitar, no puedo evitarlo soy una persona demasiado miedosa.
—Buenas noches caballero, ¿Desea una mesa? —nos pregunta un hombre que por lo que veo trabaja en este lugar, al que de manera improvisada entramos.
Abrah se queda callado, el hombre me mira y después mira el arma que sostengo en la mano.
—Señorita no puede entrar a este establecimiento con un arma.
—Esa arma es mía. Y, por cierto, no quiero cualquier mesa, este lugar es mío —comenta Abrah.
El hombre se asombra al enterarse de la persona que tiene justo enfrente. De inmediato nos guía por el "establecimiento", la verdad es que por fuera se mira horrible, pero por dentro no está tan mal. Es más, jamás había entrado a un lugar como este. Por supuesto es un burdel, pero creo que este es de los finos, o al menos no de tan baja categoría.
—¿Le parece bien esta mesa, señor? —le pregunta aquel hombre.
—Está bien, gracias —responde él, acercándose a la mesa.
—Tome asiento señorita —me dice apuntándome los pequeños sillones que rodean la mesa. En cambio, yo no lo hago. —Enseguida les mandare a un mesero.
El ambiente del lugar se ilumina con focos de neón color azul y morado, estamos justo frente al "escenario" donde hay por lo menos 6 tubos para las chicas, hay dos mesas más a nuestro costado igual que la nuestra, deben ser las VIP. Detrás de nosotros a varios metros se encuentran las demás mesas ordinarias, barras de licor rodean todo el lugar. Al fondo se puede ver un pasillo, hay varias puertas, me imagino que son los baños ¿O serán habitaciones privadas?
—Buenas noches, será un placer atenderlos, un gusto conocerlo señor. ¿Qué desean pedir? —nos dice el mesero.
Yo solamente le ofrezco una de mis sinceras pero un poco incomoda de mis sonrisas. Abrah le pide una botella de un licor que jamás había escuchado. El volumen de la música está muy alto, mujeres desnudas desfilan por todo el lugar, la verdad es que muchas de ellas tienen muy buen cuerpo. También hay algunos hombres, que vaya que están ¡Muy bien! ¡Que músculos!
Las personas que están como clientes en el lugar no dejan de mirarnos, la verdad es que no se si sentirme más segura aquí dentro, o allá afuera.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta Abrah.
—Nada, solo observo.
—¿Por qué no tomas asiento?
—Estoy bien así —respondo ignorándolo un poco.
—¡Siéntate quieres!
—No gracias, así estoy bien.
—¿Por qué no te quieres sentar? —pregunta enigmático.
—Porque estoy segura de que estos sillones no han sido lavados en años. ¡Que asco! —respondo exageradamente.
Él comienza a reírse como si lo que hubiera dicho fuera lo más gracioso del mundo.
—¿Y eso que tiene que ver? —me dice aun riéndose.
—No quiero. Aparte estoy usando un vestido, no quiero que mi piel toque el sillón.
—Ven aquí, acércate —me habla de manera afectuosa, así es extraño.
Comienzo a caminar hacia él.
—Siéntate en mis piernas-dice mientras se da unos leves golpecitos en sus muslos.
—¡¿Que?! —exclamo. —¡Estas loco! No voy a hacer eso.
Él suelta otra carcajada.
—¿Qué tiene de malo? No te quieres sentar en el sillón, siéntate en mis piernas. Así tu piel no tocara nada asqueroso.
—Te tocare a ti —respondo de inmediato. —¿Por qué no me prestas tu abrigo? Lo pondré sobre el sillón.
—Por supuesto que no, este abrigo cuesta más de 20 mil euros —responde impulsivamente.
—Entonces permaneceré de pie.
—Como quieras, pero estaremos aquí mucho tiempo. Después no quiero quejas.
—¡¿Cuánto tiempo?!
—No lo sé, hasta que me termine la botella. Y claro, que vengan por nosotros.
—¡Que! No, no, no. Por favor, ya vámonos —le suplico.
—No podemos hacer eso, toda la zona sabe que estamos aquí, no es seguro.
—Tu dijiste que eras dueño de la mayoría de los negocios de este lugar, ¿Qué estamos esperando?
—El hombre que viste allá afuera ya debe saber que estoy aquí. Si salimos es probable que tengamos que usar nuestras armas, y tú no sabes usarla, así que lo mejor será esperar aquí adentro.
—¿Y si entran? —pregunto angustiada.
—Serian unos completos idiotas si vinieran atacarnos aquí. Así que, tomate algo disfruta de la salida, que por tu culpa estamos aquí.
—Ni de broma voy a usar uno de esos vasos.
—¿Que no eras pobre en México?
—Exacto era pobre, eso no tiene nada que ver con la limpieza e higiene.
Él continúa riéndose de mí, esta noche soy su comediante.
—Si tu no vas a sentarte en mis piernas... tendré que decirle a una de las bailarinas de este lugar.
—¿Cómo dices? Estas bromeando, ¿Cierto?
—No, estoy hablando enserio. Hace mucho que no visitaba un bar.
—De seguro debes tener miles de infecciones y ETS.
—¿Siempre eres así de dramática? ¿O te lo enseño mi hermana? —me dice burlesco.
Yo no le respondo y continúo viendo nuestro alrededor.
¡Wow! De aquellos cuartos misteriosos sale un hombre en ropa interior muy, pero muy guapo. Es como uno de esos modelos de Calvin Klein, con bulto incluido y todo.
—¡Ya deja de estar viendo a ese tipo! —me dice algo alterado.
—¿A cuál tipo? Yo no estoy viendo a nadie.
Él me mira molesto. De pronto llega el mesero con aquella botella que Abrah encargo. El chico me mira para ver si yo pediré algo en especial.
—¿Pasa algo? —me pregunta el mesero. —¿Hay algún problema con el sillón?
—No sucede nada, solo que hoy trabaje todo el día sentada —respondo de inmediato, con lo primera cosa que se me viene a la mente.
—De acuerdo. Si necesita algo por favor avíseme de inmediato.
Yo asiento con la cabeza.
—¿Por qué no viene ese tipo de allá? A él si me le siento —digo sin querer en voz baja.
—¡¿Qué fue lo que dijiste?! —me pregunta Abrah gritando.
—Nada, yo no he dicho nada —respondo burlona. Ja, te la devolví.
Él en cambio me mira como si me quisiera matar, me muero de la risa por dentro.
—Tomate este trago —me dice serio.
Yo dudo por un momento, y después me lo tomo. Pensé que sería una bebida fuerte, pero en realidad no es así, es super suave y ligero.
—Gracias—respondo tranquila, trato de volver hacer las paces. —¿Me vas a prestar tu abrigo para sentarme?
Él me observa sin decir nada, comienzo a ponerme algo nerviosa, su mirada siempre es muy intensa.
—De este lado cae un poco de tela, te puedes sentar junto a mí.
Maldito—pienso. La verdad es que mis pies ya están cansados, de la corrida hasta este barrio, las caminadas que tenía que dar para que las "damitas" no me hicieran daño y ahora, estando parada aquí como florero, ya no creo poder resistir. No queda más remedio.
Me acerco a él lo más cerca posible para sentarme en el pedazo de tela que cae sobre el sillón, cruzo mis piernas y me coloco en un ángulo recargada hacia él para que una de mis piernas cargue con todo mi peso y no tocar nada. Pensaran que soy algo exagerada, pero el sillón tiene manchas por todos lados. En un instante siento su brazo rodearme y cargarme más hacia él.
—¡Así esta perfecto! —me dice con una sonrisa completa, puedo ver todos sus dientes. El muy desgraciado se salió con la suya.
—Me caes mal.
—Aun así, estamos comprometidos ¿No? —Jamás va a dejar su modo irónico esta noche ¿O qué?
De una manera poco ordinaria se acercan a nosotros varios hombres algo misteriosos. Me ven de pies a cabeza como si yo fuera una de las chicas que trabaja en este lugar.
—Hace tiempo que no te veía Abrah —dice uno de ellos. —¿Qué haces por aquí?
—¿Qué no miras? Estoy tomándome un trago.
—Y te acompaña una preciosura. ¿Cuándo la contrataron? ¡Esta deliciosa! —dice pasando su lengua por sus labios, es ¡Asqueroso! —Espero que cuando te desocupes te vayas conmigo preciosa-me dice el hombre, al mismo tiempo que me lanza un beso.
—¿Acaso te quieres morir? —le dice Abrah con su preciosa voz autoritaria.
El tipo se mira confundido por aquella pregunta.
—¿Qué quieres decir viejo? Soy tu amigo, y me gusta la vieja que tienes.
Abrah me quita el brazo de los hombros y se levanta del sillón, claro yo también lo hago, el sillón me sigue dando asco. Abrah se acerca tranquilamente a aquel hombre, los otros que lo acompañan se hacen a un lado, puedo ver el miedo en sus rostros. Sin verlo venir Abrah saca una pistola que tenía guardada dentro de su abrigo y se la coloca en la boca al hombre, todos los del bar voltean a vernos. Los empleados se acercan a nuestra mesa y terminan sacando sus armas apuntándoles a aquellos hombres, son más de 30 hombres apuntándoles con sus armas, y algunos clientes que se unen.
—Te voy a decir algo estúpido, y no lo voy a repetir. Ella es mi esposa —el hombre voltea a verme y Abrah le quita el seguro a la pistola. —¡¡No la mires idiota!! Te juro que si vuelves a decir un comentario como ese no dudare en ponerle un maldito hoyo a tu cabeza. Y eso va para todos ustedes —les dice a todos los que lo acompañan. —¡Lárguense de mi bar! —grita en alto para que todos lo escuchen.
Los hombres le piden perdón repetitivamente incluyéndome a mí, los empleados del bar y la seguridad los escoltan a la salida. Todos vuelven a su posición y los clientes se devuelven a sus mesas, no cabe duda de que le tienen lealtad. No dudaron en unirse, y se perfectamente que Abrah lo sabía, tal vez por eso me dijo que estamos más seguros aquí, que allá afuera.
—Mierda—dice sentándose de nuevo en el sillón.
—Señor una disculpa por el inconveniente- le dice el mesero que se acerca de inmediato a nuestra mesa.
—No te preocupes, continua con tu trabajo—responde Abrah.
—Gracias—me dirijo al mesero. El chico se retira.
—¿Ves lo que ocasionas? —me reclama.
—Ja ja. Si claro, yo lo ocasione, tú siempre tan impulsivo.
—Si permito que cualquier idiota te hable y se exprese así de ti, ¿Qué clase de hombre seria? Es mi deber mantener el margen y hacer que esos malditos bastardos te respeten, así como lo hacen conmigo.
Le sonrió feliz por las palabras que acaba de decir, es lo más amable que me ha dicho desde que lo conocí. Aunque no estoy muy a favor de la violencia me siento alagada.
—¡Gracias! —le digo mientras tomo una de sus manos.
Él me devuelve la sonrisa y me jala hacia él, para después sentarse en el sillón y hacer que le caiga encima. En cuanto lo hago él suelta una de sus risas, pero puedo detectar algo distinto, puedo decir que el sonido de su sonrisa es más coqueta y sensual que las anteriores. En esta ocasión no hago nada para separarme de él, justo como él lo pidió hace unos minutos, ya estoy sentada sobre sus piernas, tengo mi rostro junto al suyo, nos acercamos aún más y nuestras frentes quedan pegadas y como tontos continuamos riéndonos. Ya me puedo imaginar a los que nos miran, pensaran que somos una pareja bien exótica ¡Amantes de la adrenalina! O que se yo.
Huele delicioso, siento como se eleva el calor entre nosotros, nuestras risas paran, pero nuestras miradas continúan, sus brazos me rodean la cintura y me acercan más a su pecho, puedo sentir las palpitaciones de su corazón junto con el mío, ambos estamos exaltados de la mejor manera. Recuerdo nuestro momento en el departamento donde por poco nos dábamos un beso. Aquí no hay nadie que nos pueda interrumpir, bueno si hay personas, pero dudo que viendo todo el alboroto que hizo por mí, a alguien se le ocurra volver a interrumpirnos.
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