Capítulo 25
Mia Santiago/ 1era Habitación del tercer piso, departamento de Abrah, Milán.
—¿Mia? —comienzo a escuchar una pequeña voz a lo lejos. De nuevo. —¡Mia...!
—¿Sí? —comienzo abrir los ojos. —Qué pasa, ¡¿qué pasa?!
¡¿Dónde demonios estoy?! —pienso.
—¡Tranquila, tranquila! Soy Arleth.
—Hola... —por fin puedo ver su lindo rostro. —¿Qué sucede? ¿Te pasó algo malo? —le pregunto soñolienta.
—Estoy bien, no te preocupes —me dice mostrándome su sonrisa.
—Okay... ¿Qué hora es?
—No lo sé, como las 4-5pm ¿Por qué?
¿Cómo carajos llegué a esta habitación? Lo único que recuerdo fue que me quedé dormida en el sofá. ¿Alguien me subió? No sé porqué, pero siento pegostiosa la cara.
—¡Hey Mia! Te estoy hablando.
—Perdón, perdón. Me perdí en mis pensamientos.
—No pasa nada, tú siempre eres así. ¿Qué tienes en la cara? —me dice apuntándome.
—Creo que mermelada del postre.
Ambas reímos.
Nos pasamos toda la tarde en la habitación, Stella le subió de comer a Arleth y nos quedamos en la mesa que se encuentra en esta hermosa habitación. Es pequeña donde probablemente tomaría el té la reina.
Hablamos horas y horas, después jugamos baraja y fingíamos ser videntes tratando de adivinar nuestro futuro, para mí fue fácil descifrar el de ella. El mío "según mi amiga" no era muy claro estaba lleno de tristeza y oscuridad, creo que no se le ocurrió alguna buena mentira para continuar con nuestro juego. Abrah al parecer le comentó que pasaríamos la noche aquí, ya que la tormenta aún continuaba y manejar con este clima era peligroso y más al cruzar la carretera que está junto al lago que nos lleva a Varenna.
Así que... pasaremos la noche aquí. Supongo que ya se pusieron en contacto con Magda y con los señores, de que esta noche no llegaremos a casa.
—Tomaré un baño Mia, voy a una de las muchas habitaciones que están vacías —me dice en tono de burla.
—Si está bien, te veo después.
Ella se retira de la habitación.
Me quedo en la silla quieta, mirando a la nada hasta que recobró el sentido y me levanto de ella para deambular por toda la habitación, me asomo por la ventana y puedo ver lo linda que se mira la ciudad de noche, todos los edificios que se encuentran a mi alrededor iluminados, las calles y los pequeños callejones. Es preciosa.
¿Ya será la hora de la cena? ¡Mis tripas me gruñen! Así que decido bajar al segundo piso para preguntarle a Stella si habrá algún platillo para merendar. Cuando voy por las escaleras puedo escuchar las voces de Agustín y de Abrah, ¿Están discutiendo? No puedo escucharlos bien.
Cuando ya me encuentro en la segunda planta, puedo ver que se encuentran en el estudio. Si me acerco un poco más al pasillo podré escuchar mejor. ¡Genial la puerta está abierta! Puedo ver a ambos sentados en un sillón que está en el interior de la habitación. Me recargo sobre la pared y me agachó para que no puedan ver mi sombra.
—¡Oye! ¿Qué pasó con lo de la universidad? ¿Siempre que decidiste? —le pregunta Agustín a Abrah.
—¡No lo sé! No recogí los papeles, ¿puedes creerlo?
—¿Cambiaste de opinión? —le pregunta sorprendido.
—Ella es muy talentosa, realmente es inteligente. Jamás creí que fuera una tonta, pero no es mala para la escuela.
Agustín se ríe.
—¿Hablas enserio? ¿Arleth?
—¡Te lo juro! Ni si quiera yo podía creerlo. Creo que me sentí mal y por eso no la retiré del lugar.
—Entonces, ¿Por qué te preocupas tanto? Deja que siga estudiando.
¡Exacto! Deja que siga en la universidad —pienso, mientras apoyo el comentario de Agustín.
—¿No lo sé? Tengo que analizarlo un poco más —le responde siguiendo la conversación, tiene un cigarrillo en la mano. ¡No puedo creerlo se mira tan sexi!
—Creo que te tienes que enterar de algo que pasó—le comenta Agustín.
—¿Qué pasa? ¿Algo malo? ¿Tiene que ver con lo que te pedí? —pregunta acelerado.
—¿Recuerdas al chico que te solicitaba trabajo en todas las oportunidades que tenía?
Abrah se queda pensativo.
Esta posición ya me está cansando así que me siento en el pasillo con las piernas estiradas, tal vez así pueda evitar hacer ruido con mis tacones y si alguien me viera no pensarían que estoy escuchando, si no que estoy simplemente sentada en el pasillo. Suena tan gracioso como lo pienso.
—¿Te refieres al chico del pueblo cercano a Milán? ¿Uno que era flaco y pálido?
—Así es —Agustín suena extraño, podría decir que triste.
—¿Qué pasa con él? Le dimos trabajo, ¿no?
—Apareció muerto hoy en la mañana.
¡Oh por dios! Dirijo de inmediato mi mano a mi boca, no vaya a ser que salga un sonido de sorpresa.
Eso sí que no me lo esperaba.
—¿De qué hablas? ¡¿Cómo qué muerto?!
—Estaba colgado en el puente que está justo a 10 metros de su casa, tenía una nota en el pantalón.
—¡¿Qué?! —exclama Abrah molesto. —¡¿Quién lo hizo? ¿Qué dice la carta?
—Fueron los Santoro. En la nota explican que él es el primero de muchos, quieren sus tierras.
—¡¡Mierda!! —grita sin temor a que alguien lo escuche. —¿Cuáles tierras? ¡Que no digan estupideces! Esos malditos bastardos, ¿Qué es lo que quieren? ¡¿Meter a su gente, y hacer de la suyas?¡ ¿¡Volver a trafica de blancas y vender droga!?
No puedo creer todo lo que estoy escuchando, sé que su negocio no es lo más legal del mundo, de hecho, no conozco con exactitud la profesión principal de los Marcerano.
Por supuesto están por encima de la ley, pero ¿Gente muriendo? ¿Y mafiosos queriéndose involucrar? Definitivamente tengo miedo.
—¡Cálmate! Sabes que yo me suelo encargar de todo. La gente que asesinó al chico ya no será nuestro problema, y por supuesto nosotros también mandamos un mensaje. Los Santoro no son inteligentes, pero saben perfectamente que no les conviene involucrarse contigo.
Abrah está agitado, toma su trago de uno solo y arroja el vaso al suelo. No puedo evitar respingar al impacto de este. Se acaricia el cabello y el rostro una y otra vez, se sienta en el sofá, se prepara otro trago y de nuevo se levanta a deambular en la habitación. Parece un león enjaulado.
—¿Los de la frontera que dicen? ¿Qué hay de negro 1? ¿Te dijo algo? —pregunta ansioso.
Tengo una inmensa necesidad de ir abrazarlo, ¿Por qué me siento así? ¿En qué haría la diferencia? El recuerdo de él y yo bailando en la fiesta de ayer me viene a la mente.
¡Deja de pensar estupideces, Mia!
—Él ya está enterado al igual que los demás, su equipo se encargó. Él dice que todo estará bien.
—¿Seguro? ¿No tengo que ir a averiguarlo?
—¡Estoy seguro hermano! Yo sabía que esto te podría alterar, pero más que nadie tenías que saberlo.
—Ese chico... me suplicaba que le diera empleo. ¡Tenía 16 años Agustín! ¿Cómo pude permitirlo? ¡¿Por qué decidí darle trabajo?!
—¡Tú le explicaste todo! Y le negaste el trabajo el noventa por ciento de ellas. Tú no tienes la culpa, todos los que trabajan contigo conocen realmente las consecuencias a las que se deben enfrentar todos los días.
—¡Debí negarme el 100%! Ahora está muerto, era un buen chico —responde agobiado. —Desde ahora en adelante el protocolo será más exigente y ¡nada de jóvenes! Mayores de 20 años por lo mínimo. ¿Entendiste?
—De acuerdo, como tú lo digas. No te preocupes, yo me encargaré de que su abuela tenga una buena vida.
Hay un silencio grande, ¡Enserio grande! Se siente la pesadez de la habitación, yo estoy afuera, pero sé perfectamente como debe sentirse. Culpable.
—Estoy cansado de llevar esta carga, todos los días me despierto queriendo otra vida, haber nacido en otro país. Sé que puede escucharse exagerado, pero como puedo encargarme de una familia, de una casa, del maldito negocio y seguir siendo el hermano y el hijo perfecto. Si me metieran un tiro en la cabeza sería la solución, pero todo caería sobre mi hermano Arek, y esta vida no se la deseo a nadie.
Me siento tan triste, escuchar esta conversación, que me deja más claro la forma en la que él se comporta. Todo lo que le repite a Arleth todos los días, lo exigente y cuidadoso que es con los demás. Él no quiere más perdidas, ¿Será producto de aquella noche que se celebró hace 13 años?
—¿No dijiste que dejarías de fumar? —le pregunta Agustín.
—Solo fumo cuando estoy nervioso.
—Entonces, siempre —ambos sonríen.
—Arleth no volverá a esa universidad, eso ya es definitivo. No después de saber esto.
—Creo que haces lo correcto —le dice mientras le da unas palmadas en la espalda.
—¿No quieres cenar? —le pregunta Agustín, que se levanta del sofá y siento que va a salir de la habitación. Así que no pasan más de tres segundos para levantarme y salir corriendo sin hacer ruido, no lo pienso mucho y me arrojó al sillón.
Si me ven, seguro soy mujer muerta.
Escucho pasos acercándose, ambos vienen a esta dirección.
—¡Hey Mia! ¿Cómo estás? Soy Agustín, ¿me recuerdas? —me dice muy animado. Si no hubiera escuchado la conversación que tuvieron hace unos minutos, jamás pensaría que algo malo estuviera pasando.
—¡Hola! Claro que sí, es un gusto verte de nuevo Agustín —respondo fingiendo felicidad como lo hizo él justo ahora.
—¡Luces preciosa! Toda una reina —toma mi mano y me da un beso mientras no deja de verme a los ojos.
Coqueto como siempre.
No puedo evitar sonrojarme, Agustín es lindo.
—¡Hey! ¿No vamos a cenar? —nos dice Abrah
.
—¡Claro! ¿Nos acompañas linda? —me pregunta Agustín.
—¡Será todo un placer!
Agustín toma mi mano y me guía al comedor como si fuera de la realeza, toma mi silla para cederme el asiento y después ajustarlo.
—¡Muchas gracias! Todo un caballero —le digo mientras le expreso una pequeña mirada de ironía a Abrah, que en cuanto lo hago pone su rostro serio.
—¿Y Arleth? —pregunta Agustín. —¿Ya le avisaron de la cena?
—Antonio va a subir enseguida —nos dice Stella.
—¡Que no se moleste! Yo voy a avisarle, hace mucho que no hablamos ella y yo. Se levanta de la mesa y se va rumbo a las escaleras para ir avisarle a Arleth.
Abrah está sentado justo frente a mí, cada uno está del lado corto y contrario de la mesa. Él solo me mira analizando todo lo que hago, me pongo tan nerviosa que no sé qué hacer, comienzo a mover los cubiertos y trato de que una de las cucharas se quede parada, pero él no deja de mirarme.
—¡Ya deja eso, no son para jugar! —me dice con su tono autoritario.
—¡Estoy aburrida! —levanto la voz.
—Solo vamos a cenar, no tiene porqué ser divertido.
Había olvidado que estoy con don amargeitor. ¡Es tan guapo, pero tan molesto!
—Aburrido.
—Stella puedes servirle una copa a la señora, por favor—le dice mientras revisa el celular.
Que molesto es, estamos solos y no me habla, como no quiere que me aburra. Así que tomo una servilleta de papel que tengo a un costado de mi plato la hago bolita y se la arrojó a la cabeza.
—¡¡Ya deja el celular!! —le grito.
Mientras la bola de papel cae al piso después del impacto, él de una forma tan lenta dirige su mirada hacia mí.
—¡¿Qué te pasa?! ¡No puedes estar un momento en paz! Eres como una niña de preescolar.
—Es una falta de respeto tener el celular en el comedor.
—Estoy trabajando, ¡siempre estoy trabajando! ¿¡Como es que no lo puedes entender!?
Stella llega caminando despacio y me sirve mi copa con vino tinto.
—Gracias Stella, retírate antes de que esté hombre te insulte.
—¡¿Qué!? ¿Qué demonios le dijiste? —levanta la voz como siempre.
—¡Lo ves! Nunca podemos hablar tranquilamente.
—¡Si tu eres la maldita loca que provoca que todo se salga de control!
—¿Escuchaste lo que me dijo Stella? —le digo fingiendo sollozar. Para mí suerte ella me mira compasiva, mientras toma mi mano izquierda.
Ja, ja. Yo gané —pienso.
—¡Ya suéltala Stella! No tiene nada, es su drama de siempre.
—Señor debería ser más comprensivo con su novia —yo asiento con la cabeza como si Stella fuera una mujer sabia. —En muchas ocasiones este tipo de comportamiento es hormonal, tal vez lo sorprenda que espera un bebé, ¿o algo así? —justo antes de que mencionará la última frase yo tomé un trago de vino, al Stella revelar tremenda "posibilidad" fue imposible mantener el vino dentro de mí. Terminó escupiendo toda la mesa, siguiendo de una tos que no para.
—¿Señorita se encuentra bien? —me pregunta Stella, mientras me entrega una servilleta de tela.
—Estoy bien —respondo con voz ronca. —El vino está muy amargo.
—Pero si es un Merlot —me dice Stella aun ayudándome a reponerme de tremenda "opinión".
—No te preocupes Stella, ella no está embarazada. Si fuera así no estaría tomando vino, sírvele mejor un tequila.
—En un momento regreso —nos dice y se retira.
—¿Ya se puso divertido para tu gusto? ¿Te sorprendió que Stella dijera eso? ¿Lo del embarazo?
—¡Por supuesto que no! Todos creen que somos pareja —respondo nerviosa.
—Agustín aún no lo sabe.
—Pues dile que es falso y punto.
—¿Por qué le diría algo así?
No puedo evitar reírme como loca.
Él sólo me observa con sus brazos cruzados.
—¿Tú que ganas con que todos crean que somos pareja? De hecho, me parece asfixiante.
—¿Te parece? Pasarás la noche en mi departamento, desde esta mañana te han atendido como una señora más, no como lo que eres, una empleada.
Y aun así tendrás tu salario de estos días, a pesar de todo lo que hiciste con mis hermanos el otro día. Creo que lo estás disfrutando mucho.
—Ja, ja. Suéñalo querido, no pasará.
Él se levanta y se viene contra mí, mueve la mesa y coloca sus brazos sobre el respaldo de mi silla. Su rostro está justo frente al mío, sus enormes y preciosos ojos verdes me dicen mil cosas, sé que lo hacen. Mi madre me lo decía. "Los ojos son el alma del hombre, aprende a leerlos y serás celestial".
Los ojos de Abrah me dicen que lo besé, yo sé que él quiere eso, porque yo también lo quiero
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