Capítulo 23
El director nos hace el favor de indicarnos el camino a la sala de profesores, justo cuando vamos llegando, uno de ellos abre la puerta.
Sé muy bien por su expresión, que sabe exactamente quién es la persona que se encuentra frente a él.
—Buongiorno! —nos dice el profesor, para después abrirnos camino para entrar al salón.
—Buongiorno! —respondemos Abrah y yo, al mismo tiempo.
—Ellos son los tutores legales de la señorita Arleth Marcerano, los invité a la sala de profesores para que ustedes mismos pudieran proporcionarles información sobre su historial académico.
—Será un placer, ¡Bienvenidos! —nos dice un profesor que tendrá unos cincuenta años, es moreno y tiene un bigote canoso, me recuerda al gato Rufus de la película "Bernardo y Bianca".
En el lugar habrá aproximadamente diez a quince profesores, algunos se encuentran ocupados en sus computadoras, otros calificando exámenes y otros pocos disfrutando su tiempo libre mirando la televisión.
—Tomen asiento —nos dice el director señalando el sofá que tenemos a mano izquierda.
Abrah me indica el camino, tomó asiento y después lo hace él. Todos lo observan, seguramente pensarán que es todo un caballero, si supieran realmente cómo se dirige a mí en todo momento.
—Bien, los escucho —comenta Abrah.
Uno de los profesores comienza a explicarnos la gran labor que hace mi cuñada, ¡Ay perdón! Mi amiga Arleth.
Tiene mucho talento y grandes cualidades, es muy dedicada en cada materia, sin duda es de esa clase de personas que les gusta ir a la escuela, y no por hacer amigos, tener novio o que incluso solo asisten por cumplir la orden de sus padres y así obtener el certificado. Ella lo hace porque realmente le gusta, me siento muy orgullosa.
—¿Puedo preguntar por qué quiere retirar a su hermana de esta institución? —pregunta una mujer que está sentada junto a la ventana.
Si no habla, jamás la habría visto.
Abrah no contesta y continúa presentando atención a los demás profesores que explican su tema.
—Le hice una pregunta, señor —vuelve a hablar la mujer.
—Estoy ocupado, señora, y si tiene educación, permitirá que sus compañeros de trabajo terminen de exponerse.
—¿Qué me dice usted? —me mira. —¿Usted me puede responder?
Justo cuando lo voy a hacer, Abrah toma mi mano que descansa sobre mi rodilla. Sé lo que significa, no quiere que responda.
—No cabe duda, estoy frente a un machista —añade aquella mujer de nombre aún desconocido.
Abrah no me ha soltado la mano. Sentí un leve apretón cuando esta señora hizo el comentario; sin duda le molestó.
Él, por su parte, sigue conversando con el señor "Rufus" y yo, estoy más nerviosa que nunca. Su mano no deja de hacer contacto con la mía, es tan extraño que incluso comienzo a temblar volvió el modo chihuahua y no ayudó para nada en permanecer en silencio. Soy una persona que habla mucho, no saben la gran batalla que están teniendo mis demonios dentro de mi cabeza.
—Les agradezco su tiempo, caballeros. Es momento de retirarnos —les comenta Abrah a todos, y ellos en agradecimiento hacen una pequeña reverencia.
—¡Gracias! Permiso —digo antes de retirarnos.
—¡Hasta que puedo escuchar el sonido de su voz! —comenta de nuevo la mujer. —¿Qué decisión tomaron? O debo decir... ¿Tomo usted? —mira a Abrah.
—¿Es narcisista? —le pregunta Abrah.
—¿Disculpe? —responde molesta.
—Me lo acaba de confirmar, su enorme interés en que alguien de esta sala le preste atención. Ya la miré, ¿está satisfecha?
Ella se queda enmudecida por el comentario de Abrah.
—Ahora entiendo a su hermana, me bastó solo con verlo entrar a la habitación para saber de qué clase de persona se trata. ¿Cree que manipular el futuro de Arleth le generará algún beneficio a usted? ¿Cree que obligándola a hacer lo que quiera, ella será feliz?
—Le diré algo, señora, usted no me conoce, no conoce a mi familia y no conoce a mi hermana. No vuelva a hacer algún otro comentario tan estúpido como ese.
La mira con esa expresión que a todo mundo aterra. No le deseo a nadie esa mirada.
—Vámonos Mia —me dice de nuevo tomándome de la mano.
—¿Usted es feliz con él? ¿Tienen hijos? —me pregunta tomando mi mano libre.
Abrah toma la mano de la mujer y la aleja de mí.
—Me imagino que debe ser la profesora de psicología. Le voy a pedir un favor, no vuelva a tocar a mi pareja, ¿entendido? —le dice levantando la voz.
De un momento a otro entran los guardaespaldas, me imagino que escucharon la voz de Abrah y por sí solos decidieron entrar.
—¡Qué tristeza! Que Arleth y usted se tengan que rodear de personas así, sin un poco de amor, sin un poco de humanidad, sin un poco de respeto. No puede tomar ninguna decisión, ¿cierto? Ni siquiera puede hablar.
No sé por qué, pero en este punto esta señora, me está volviendo loca. Se está metiendo demasiado en una vida, de hecho, en varias vidas que no le corresponden.
—Permanezca callada, por su bien. Vámonos, Mia —me dice Abrah atrayéndome de nuevo hacia él.
—¿Acaso me está amenazando? Todos aquí están escuchando. ¡Son testigos!
Puedo mirar su cara de fastidio, no es como cuando me mira a mí, esta es distinta, podría decir que sin dudar él le pegaría un tiro en la cabeza.
—Escuche bien, porque no lo voy a repetir. No se meta con nosotros. Si no le doy la suficiente atención que usted cree merecer, es porque así lo quiero. Mi tiempo es muy valioso. Yo cuido de mi familia y siempre lo haré. Me irrita verla, escucharla, y que hable de nosotros como si realmente nos conociera. ¿Quiere hablar con Mia? Bien hágalo —le dice Abrah con tanto coraje. —Te espero en la camioneta. —me dice acariciando ligeramente mi mano, para después salir furioso del salón.
—¿Cómo es que usted llegó a involucrarse con esa familia? Parece una chica inteligente —habla la mujer.
Me quedo callada unos segundos pensando en todo lo que podría decirle. Los demás profesores de la habitación se centran en nosotros. Mientras a mis espaldas se encuentran dos guardias protegiéndome.
—¿Cuál es su nombre? —pregunto.
—Fabella Monte —responde la "profesora".
—Bien, Fabella. Esto es lo que diré: nosotros visitamos la universidad con el fin de conocer el profesionalismo académico, creemos que ella merece lo mejor. Antes de venir a este salón, Abrah y yo no tendríamos ningún impedimento en que Arleth continuara en esta institución. Pero al ver cómo uno de sus docentes se comporta déspota, egocentrista y arrogante, me molesta mucho y sin duda le molesta a mi familia, ¿y sabe por qué? Porque cuidamos y protegemos a los nuestros, tal vez usted no conozca este sentimiento. Su actitud me dice que ha estado sola mucho tiempo, y no puede confiar en los demás, eso no evita que debe dirigirse con más respeto. Si cree que mi esposo la amenazó, está equivocada. Le voy a dejar claro algo, señorita Fabella, cuídese porque mi tiempo también es valioso y si ya lo perdí aquí con usted, no me puedo ir sin antes recordarle que esta sí es una amenaza. Tiene una semana para salir de la ciudad. Permiso —salgo del lugar como una digna Marcerano, a pesar de que no lo soy.
Cuando voy caminando por el pasillo, puedo darme cuenta de que prácticamente todos los ojos de la universidad caen sobre mí. Los guardias no se apartan de mi lado ni un centímetro. Abrah debe estar en la camioneta, como lo dijo. Cuando me acerco a ella, Carlos me hace el favor de abrir la puerta, y ahí lo puedo ver, sentado con un trago en la mano.
—¿Cómo te fue? —me pregunta.
—Creo que no tendremos ningún problema con esa mujer.
Él me sonríe.
—¡Bien, sube! —me dice ofreciéndome su mano para subir a la camioneta.
—Pero ¿y Arleth?
—No te preocupes, mandaré a alguien por ella más tarde. Tengo cosas que hacer, te llevaré a mi apartamento que está aquí en la ciudad, después llevarán a Arleth allí y podrán salir a comprar lo que quieran.
—De acuerdo —respondo sonriente y subo a la camioneta.
De nuevo vuelvo a sentir esa sensación de nerviosismo e inquietud. Él está ocupado en su laptop trabajando, pero después de lo que acabo de hacer en ese salón, tengo la adrenalina a tope.
—Oye, ¿te puedo preguntar algo? —le digo temiendo hacer que se enoje por interrumpirlo.
—Claro, dime —voltea su rostro hacia mí. Es tan... como decirlo para que no suene vulgar y ordinario. Diré atractivo.
—¿Por qué no dejas de alimentar el rumor de que somos pareja?
—¿Hablas por lo que dije allá adentro?
—Así es, ¿no crees que te atraerá problemas o algo?
Él se ríe. Extraño, sigue siendo muy extraño escucharlo reír.
—Mia, todos los días me inventan una novia nueva. No pasa nada.
—Sí, pero... —me interrumpe.
—¿Sabías que hay una revista exclusiva de los Marcerano?
—¿¡En serio!? —pregunto asombrada.
—Cada mes sale un ejemplar, así que recopilan toda la información que tienen para publicar lo que sea. No te preocupes, es cuestión de tiempo para que eso se les olvide.
Si supiera lo que acabo de decir allá en la universidad.
—¿Estás seguro de que ellos comenzaron el rumor?
—Por supuesto, no te preocupes.
¡Tengo que decirle! Me odiará, pero ya lo hace, así que no tengo nada que perder, es lo mejor.
—Yo fui.
Vuelve su rostro a enfocarse en mí.
—¿¡Qué!? —levanta la voz. —¿Por qué dirías algo así?
—No lo hice con el fin de ganar algo, ¿Recuerdas tu precioso auto deportivo? ¿Quién crees que fue a comprarlo?
—¿Tú? —pregunta sorprendido.
—¿Cómo le haría una chica como yo, para comprar un auto como ese, y llevárselo el mismo día? Tuve que decir que mi apellido era Marcerano, les comenté que era un regalo y que era para mi prometido.
Él solo me mira, puedo ver cómo sus ojos observan cada parte de mi rostro. Es como si analizara cada lunar, cada línea de expresión, cada pelo de mis cejas y pestañas, incluso puedo ver cómo dirige su mirada a mis labios.
Es tan meticuloso.
—Está bien, entiendo. No te preocupes.
¡No lo puedo creer! No se molestó.
—¿En serio? ¿No estás molesto? —digo algo preocupada.
Él vuelve a reír.
¡Wow, espero que no lo vuelva a hacer! ¡Por favor, por favor! Si no es porque estoy sentada, ya me hubiera desmayado.
—No, me imagino que tenías que hacerlo para cumplir con tu trabajo.
Y lo hiciste muy bien, el auto me encanto, gracias.
Espera... ¿Él me acaba de dar las gracias? ¿Qué diablos le está pasando?
—¿Te sientes bien? —le tocó la frente con mi mano.
—Estoy bien, ¡Ya déjame! —me dice retirando mi mano.
—¡Ya volviste a hacer tú! No vuelvas a hacerlo, en serio me asustaste.
—Ja, ja.
Solo sonrió como estúpida, él me hace sentirme torpe, porque tiemblo como un maldito chihuahua cada que estoy cerca de él.
—Estamos a mano, porque lo que sea que hayas hecho allá dentro, funcionó.
—Bueno, solo me besé con el director y todo se arregló.
—¿¡¡Que hiciste qué!!? —grita exaltado.
Suelto una carcajada y no puedo parar de reír.
—¡Por supuesto que no! —digo aún entre risas. —Solo bromeo.
—Deja de bromear así, ¿quieres?
—Está bien, tranquilo.
—Ya llegamos, Carlos se quedará contigo junto con los que vigilan este lugar, aquí estarás segura, no se te ocurra salir. ¿Entendiste?
—Sí, está bien. Ya entendí.
—Arleth llegará después, quédate quieta.
—Sí, sí. Nos vemos —le digo mientras bajo de la camioneta.
—Vamos, señorita Mia —me dice Carlos acercándome a la puerta para acceder al apartamento.
Espero unos segundos y la camioneta de Abrah comienza a avanzar para luego alejarse más y más. Carlos abre la puerta que dirige al departamento, mientras al mismo tiempo por una clase de audífono le dan indicaciones de seguridad.
—Listo Mia, puedes pasar —me dice frente al marco de la puerta.
—Gracias, ahora ya no me dices, ¿señorita? —le digo burlándome.
En cuanto entramos de la puerta directa de la calle nos topamos con unas grandes escaleras, al subirlas te dirigen al lado izquierdo donde se encuentra una gran puerta de color blanco, Carlos coloca la llave y por lógica está se abre, de pronto frente a nosotros se encuentran dos personas, una señora de mediana edad, chaparrita y algo espojonsita. El señor es algo mayor, algo calvito. Solo tiene cabello en los lados de la cabeza, ya saben cómo un tipo círculo.
—Señorita Mia, le presento. Ellos son Stella y Antonio, la ama de llaves y el mayordomo de esta casa.
—Es un placer conocerlos, Mia Mar... Perdón. Mia Santiago.
—Es un placer tenerla como invitada señorita Santiago, adelante pase —dice la señora llamada Stella.
—¿Podemos ofrecerle algo de beber? —dice el mayordomo Antonio.
—Muchas gracias, un vaso de agua estaría bien.
—Tome asiento, señorita, enseguida le traigo su vaso con agua. ¡Está usted en su casa, Benvenuto!
—Grazie! —respondo feliz.
Feliz de estar aquí.
Gabriela Sánchez / Universidad de Milán
—¿Saben quiénes son ellos? —les pregunto a mis compañeros de clase.
—¿De quiénes hablas? —me responde una compañera.
—Esas personas que van pasando, van rodeadas de guardaespaldas —le digo mientras apunto al pasillo que está frente a nuestro jardín.
—Supongo que son los Marcerano.
—¿Marcerano?
—¿No los conoces? Es la familia más poderosa de Milán y de casi todo Italia. Uno de ellos estudia aquí.
Puedo observar a todas aquellas personas que van alrededor de los supuestos "Marcerano", de pronto puedo darme cuenta de que va una mujer entre la multitud. No sé por qué, pero me parece familiar.
—¿Quién será la chica que va con el tipo? —vuelvo a preguntar.
—¿¡El tipo dices!? ¿Sabes acaso quién es? —añade otra de mis compañeras, la menor de todo el grupo.
—Sí, ya me dijeron que son los Marcerano.
—Ese hombre es Abrah Marcerano uno de los hombres más guapos y ricos del mundo. Estoy obsesionada con él —dice suspirando como si se tratara de una celebridad. —¡Moriría por conocerlo!
—¡Pues porque no vas!
—¡Acaso estás loca! ¿Qué no ves a toda la seguridad que tienen? Moriría antes de llegar a él.
—¿Qué no acabas de decir que morirías por él?
—¡No hablaba literalmente!
—Entonces, ¿conoces a la chica?
—Debe ser su novia, en unas semanas saldrá la revista del mes. Ahí nos enteraremos.
Es curioso lo poco que puedo observar a esta distancia, pero realmente me parece muy conocida, es como si de alguna manera supiera quién es.
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