Capítulo 19
Mientras Arek conduce la camioneta, no puedo evitar pensar en qué pasaría si alguien nos descubre, pero también no debo preocuparme, no disfrutaré de la velada si sigo pensando: "¿Qué pasará sí...?" ¡Mejor que comience la diversión!
Mia, relájate.
Cómo el camino de Varenna a Milán no es tan largo, decido que los hermanos pongan la música que deseen, ya que Arleth va como copiloto, mientras yo, en la parte de atrás, disfruto de la hermosa vista que nos brinda el lago di como.
Ya es de noche, así que la luna ilumina parte de las montañas que están a nuestro alrededor, el agua resplandece y las luces de los pueblos vecinos destellan como pequeños foquitos de Navidad. Es una preciosa noche.
En cuanto vamos llegando a la ciudad, Arleth le indica a Arek el camino por donde es la sofisticada fiesta.
—Revisando la dirección... está en una zona amarilla —menciona Arleth.
¿Por qué dijo eso? —pienso.
Justamente como ellos lo mencionaron, y como yo soy una persona que jamás quiere ser ignorante en el tema, decido preguntarles que significa ese color.
—¿Es un código o algo? —les digo a ambos.
—Sí, Mia —responde Arek. —Significa que en esta zona no tenemos autoridad total.
—¿Total? ¿Qué significa? —vuelvo a preguntar.
—Como mi hermano Abrah controla el norte del país, así como el pueblo donde vivimos "Varenna" y los alrededores, incluyendo Milán, Turín, Génova, Bolonia, Florencia, entre muchas otras ciudades. Los códigos se utilizan para saber si tenemos conflictos con alguna otra familia, ¿entiendes?
Por ejemplo, verde significa todo nuestro, sin ninguna clase de peligro. Naranja es situación controlada (seguridad 80%), amarillo significa que hay una familia rival involucrada (seguridad 75%), rojo es negociación (seguridad 50%) y negro significa que está en, ¡Conflicto total! (seguridad nula +- 20%).
Así que a la zona a la que vamos es amarilla, de hecho, solo esa zona lo demás es verde.
Me lo dice Arleth de una forma tan tranquila, que no puedo creer la serenidad que muestra.
—Y aunque sea amarilla, ¿no tendremos problemas? —les digo.
—Por supuesto que no, es un lugar público. Aparte, no sabe nadie que venimos a esta fiesta —me dice Arek igual de tranquilo. —Ya casi llegamos, retoquen su maquillaje, que estamos a punto de aterrizar.
Cuando llegamos al lugar, puedo notar que es un salón de eventos enorme. Hay luces en toda la fachada de la construcción, incluyendo flores y hasta una alfombra roja para entrar. Un chico del valet parking se acerca a la puerta de Arek, para tomar las llaves de la camioneta.
En cuanto salimos de la camioneta todas las personas de seguridad y demás nos miran como si fuéramos celebridades, bueno supongo que los Marcerano si lo son, o al menos algo por el estilo.
—Vamos Mia, entremos —me dice Arleth que me toma de la mano y avanzamos dentro del lugar.
Arek se coloca justo en medio de nosotras tomándonos del brazo, me siento como si estuviera entrando a los Oscar's o algo así.
Todos los invitados nos voltean a ver de inmediato en cuanto aparecemos en la entrada de la recepción. ¡Qué terror, no tolero que me miren tanto!
—¡Bien, chicas! Las veo después, tengo que buscar a mi cita —nos dice Arek sonriendo y luego se va.
—¿Está lindo el lugar, verdad? —me pregunta Arleth.
—Sí, luce precioso, pero ¿no te parece que hay demasiadas personas? Tú me dijiste que era un evento exclusivo.
Arleth de pronto suelta una risa burlona.
—En eso te mentí.
—¿Qué? ¿Por qué hiciste eso?
Para nada me sorprende.
—Pues para que te pusieras ese vestido, que por cierto te queda ¡Espectacular!
—Ay, mejor cállate. Me dices eso para que no me moleste contigo. Obviamente querías un acompañante.
—Por supuesto que no, lo que yo quería era que vinieras conmigo, para que tú también disfrutaras un poco de la vida. Estás encerrada todo el tiempo.
—Sabes muy bien que no es porque yo así lo deseo.
—Ya lo sé —me mira algo triste. —Discúlpame Mia, pensaré en algo para que mi hermano pueda revocar esa estúpida regla, ya lo verás.
—Gracias Arleth.
—¿Por qué no vamos a la barra por unos tragos?
—Eso me parece genial Arleth —dice un hombre que se coloca justo detrás de ella.
—¡Hola! —le responde Arleth que se gira hacia él, para darle un abrazo. —¿Qué haces aquí?
—Bueno, tenía que venir por unos asuntos y un amigo me invitó a la fiesta y no me pude resistir.
—Ya veo, tú no cambias —ella le habla con mucha confianza. —No sabes el gusto que me da volver a verte.
—Igual a mí —responde el hombre.
—¡Qué grosera! Te presento a...
La interrumpe el hombre.
—No tienes que decírmelo, creo que ya lo sé.
¿Acaso este hombre me conoce? Es la primera vez que lo veo, luce joven, se podría decir que tiene la edad de Arek, no pasa de 22 años.
—Mia Marcerano, la prometida de Abrah —me dice mientras me ofrece su mano. —Moisés Torrealba.
¡Que dijo! Mi cabeza va a explotar.
—¿Cómo sabes su nombre? —le pregunta Arleth confundida.
—Mia, ¿por qué dijo eso? —me pregunta Arleth al oído.
Ahora sé que los de la agencia de autos no fueron lo suficientemente discretos.
—Ahora te lo explico —le digo susurrando.
—Me contaron que eras muy hermosa, pero creo que se quedaron cortos, créeme que tenía mucha curiosidad por conocerte, todo el mundo habla sobre ti.
—¿En serio? —pregunta Arleth confundida.
—¿En serio? —vuelvo a preguntar yo, mucho más confundida.
—Por supuesto, todos tenían la curiosidad de saber quién era la mujer que logró conquistar a nada más y nada menos que Abrah Marcerano. ¡Felicidades por su compromiso! Iré por copas de champán para celebrar —dice el hombre llamado Moisés, mientras se retira rumbo a la barra.
No puedo creer que se extendiera hasta este extremo.
—¿Me puedes explicar? —me dice Arleth a punto de reírse.
—Te juro que no sé por dónde comenzar. El día que fui a comprarle el auto a tu hermano, llegué diciendo que era un Marcerano para que no me negaran nada. Tenía que conseguir ese auto a cómo diera lugar, así que inventé eso y Julio me ayudó a que se viera muy real. Gracias a eso pude llegar a casa con ese auto de millones de euros. Te juro que amenacé al gerente para que sus empleados no dijeran nada, pero creo que no me hicieron caso.
Arleth suelta la carcajada de su vida tanto que me la contagia.
—¡Ay Mia! Y dices que yo no te dejo de sorprender, pero tú estás igual —continúa riéndose.
—Perdón, no creí que fuera a pasar esto —le digo también riéndome.
—Sabes... pensándolo bien. No me desagrada para nada la idea de que fueras mi cuñada y llevarás nuestro apellido.
—Cálmate, no es para tanto.
—¡Moisés no viene con los tragos! —exclama Arleth. De pronto jala a un mesero que va pasando junto a nosotros. —¡Oye, mesero, escúchame bien! Necesito que nos atiendas todo el tiempo, te daré una excelente propina, mejor que la de todas estas personas juntas, así que... ¡Tráenos una botella de tequila! ¡Pero ya!
—Enseguida señora —responde el joven y corre por nuestro pedido.
—Me siento algo incómoda, todo el mundo se me queda viendo. Y las mujeres parecen que me quieren matar.
—¿Qué esperabas? Luces demasiado hermosa, y aparte eres la prometida de Abrah Marcerano —suelta una gran carcajada. —Todas esas mujeres siempre han querido salir con mi hermano, es normal que estén así.
Su comentario me causa risa. ¡Pobres mujeres, no saben que es mentira! La verdad es que tienen razón. Abrah tiene lo suyo, es algo enojón y engreído, pero es muy atractivo.
—Aquí tienen, señoritas —dice el mesero, que nos trae una botella de tequila bien fría. ¡Gracias a Dios!
—Ven, hay que sentarnos aquí —me dice Arleth, mientras me guía hasta unos pequeños sillones junto a una mesita.
El mesero que nos atiende deja la botella de tequila, unos cuantos caballitos servidos y otros limpios, botellas de agua y algo de hielo, para después retirarse.
—¡Por Dios! ¿Quién está poniendo la música? —pregunto algo molesta, creo que el tequila ya me está surtiendo efecto.
—¿No te gusta? Es música clásica.
—Claro que me gusta, pero es una fiesta. Deberían poner no sé, algo como reguetón o unas buenas rancheras, ya que estamos tomando tequila.
—¿Qué? —pregunta distraída. —¿Qué significa eso de reguetón?
—¡No me digas que no sabes que es reguetón! ¡Por toda Italia! Es música Arleth, para mover el esqueleto.
Ella se ríe como si lo que acabo de decir fuera super gracioso. Pero como yo también estoy comenzando con esa etapa de la risa, continuó diciendo cada tontería que terminó mezclando español con italiano. ¿Cómo es posible que hasta la fecha no se hayan dado cuenta de que mi italiano es un asco? Es obvio que no soy italiana.
—¡Oigan! —llega de pronto Arek a nuestra mesa. —Van como 8 personas que me felicitan por el compromiso de mi hermano Abrah, ¿me quieren explicar?
Las dos nos miramos y nos soltamos a reír sin parar.
—¡Están locas! ¿Por qué se ríen? Explíquenme.
—Hermano, tú no te preocupes, solamente sigue la corriente, luego te explico —le dice Arleth dándole pequeños golpecitos en la espalda.
—Yo te digo. Es simple, le dije al hombre que me vendió él lambo que yo era la prometida de tu hermano Abrah, para que me vendiera ese auto que aún no salía a la venta, solo podía lograrlo usando su apellido. Lo amenacé para que no dijera nada, pero no funcionó, y ahora ese falso dato circuló por toda la ciudad y todas estas personas creen que es verdad.
No sé si él ya ha bebido algo, pero de pronto se comienza a reír como hace unos momentos nosotras lo hicimos.
—Entonces seguiré la corriente.
—¡Exacto! —responde Arleth.
Arek se vuelve a marchar.
Mis oídos comienzan a escuchar a J Balvin y es como si todo mi ser despertara.
—Querida Arleth, eso que se escucha es reguetón.
—¿Qué? ¿En serio ese ruido?
—No es ruido, está cantando en español. Tiene buen ritmo y son canciones para bailar.
—Bueno, si tú lo dices.
Las dos volvemos a reír, para este punto nosotras estamos en la etapa de que hasta la mosca que pasa es graciosa.
—Señoritas, una disculpa, las he dejado solas. Hice algunas llamadas y me encontré con algunos viejos amigos y me entretuve en la charla. Enseguida pido el champán —nos dice Moisés.
—No es necesario, nosotras ya estamos bebiendo, imagínate si te hayamos esperado, ¡Eso fue hace horas! —le contesta Arleth riendo.
—¿Y eso qué? ¿Ya por eso no vamos a celebrar? ¡Mesero la botella champán! —grita Moisés.
—Aquí tienen señoritas —nos dice el mismo mesero que nos estuvo atendiendo, mientras nos entrega una copa a cada una.
—¡Gracias! —le digo al chico y él me sonríe.
—¡Brindemos! —dice Moisés mientras chocamos nuestras copas.
De pronto, sin verlo venir, llega un equipo de seguridad y jala al mesero junto con Moisés fuera de nuestro alcance. Volteo a la entrada y veo cómo llega Abrah, con una cara que prefiero, no quiero describirla. Se acerca a nosotras con pasos largos y...
¡Piensa Mia!
Demonios, ¿qué nos hará?, ¿nos estrangulará en medio de toda esta gente?
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