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Capítulo 14

—Mia, ¿qué pasa contigo?, ¿cómo se te ocurre tremenda estupidez?

—No es una estupidez, Julio, es la verdad. No hay mejor regalo que ese, te lo juro.

—La señora te pidió un obsequio de bienvenida, nada más. En caso de que quisiera un automóvil, ella lo hubiera dicho, ¿no lo crees?

—¡Porque no lo pensó! Así como yo, pero justo ahora, pasando por estas calles lujosas, me di cuenta: ¿Miraste el convertible que estaba estacionado allá en la esquina? En cuanto lo miré, fue como si hubiera visto a Abrah, ¡te lo juro! —le explico emocionada.

—¿Cómo dices eso? Si ni siquiera lo conoces.

—Exacto, ¿cómo es que sin conocerlo sé perfectamente qué le gustará? Tú mismo lo dijiste, Julio, que habían vendido todas sus pertenencias. Desde que vivo en esta casa no he visto autos lujosos, ni acercándose, solamente camionetas como esta que utilizan todos, incluyendo el servicio. Un auto deportivo como ese a cualquier hombre le gustará y más a alguien joven. ¿No lo crees? Me cayó como anillo al dedo —grito entusiasmada.

—Si llegas a esa casa con un auto de ese precio, te despedirán y sabes perfectamente a lo que me refiero.

—Ya lo decidí, lo voy a hacer. No te pedí tu opinión, solo te lo comenté. ¿Me vas a llevar? O en otro caso puedo tomar un taxi y comprarlo yo sola —cuando voy a abrir la puerta, Julio pone el seguro de inmediato.

—Está bien, ¡te llevaré! Pero quiero que sepas que no estoy de acuerdo.

—Sí, si lo que digas.

No sé por qué me emociono tanto, si este auto no va a hacer para mí. Sé que será perfecto. Cuando pienso que ya no falta mucho para llegar, le digo a Julio.

—Oye, estaciona aquí en la esquina.

—¿Por qué?

—Si voy a comprar un auto de lujo, tendrán que percibirme como alguien importante. Tú serás mi chófer.

—¿Qué? ¡Estás loca! —responde algo molesto.

—Estoy hablando en serio, deja de renegar. Necesito que me sigas la corriente, que estés detrás de mí como si fueras mi guardaespaldas personal y no vas a hablar, al menos que yo te dé permiso.

—Mia, de verdad estás loca.

—Ya me escuchaste, sígueme la corriente.
De algún modo consigo que acceda, ya que jamás he comprado un auto y mucho menos uno tan caro, necesito llegar como si fuera parte de los Marcerano, para que me puedan vender el modelo que yo quiera, sea lo que sea, hoy me llevaré un automóvil.

Cuando estamos llegando a la agencia, un señor que está justo en la entrada como parte de la seguridad detiene la camioneta.

—¿En qué puedo ayudarle, caballero? —pregunta el guardia a Julio.

—Hemos venido a comprar un auto.

—¿Cuántas personas vienen a bordo de la camioneta?

—Solamente yo, y mi jefa —responde Julio a punto de soltar una carcajada.

—Adelante Caballero —dice el señor mientras levanta la flecha de la entrada.

—Julio, no hables si vas a actuar así de mal —le reclamo molesta, dándole un sope desde el asiento de atrás.

Julio solamente se ríe.

Cuando pienso abrir la puerta, Julio se adelanta para abrirla desde afuera. Excelente, así se verá realista. Un hombre de unos 40 años, bien vestido, se acerca con nosotros.

—Bienvenidos, ¿en qué les podemos ayudar? —pregunta amablemente.

—Vengo a comprar un auto —respondo segura.

Él hombre hace un gesto algo extraño, no sé si se emocionó, o no se esperaba esa respuesta, lo cual es algo estúpido, ya que es una agencia.

—Maravilloso, señorita, ¿qué tipo de auto está buscando?

—Quiero un deportivo, el más nuevo, el modelo más exclusivo.

—¡Oh! Ya veo. Tiene buen gusto.

—No es para mí, es para mí prometido.

Julio me voltea a ver con cara de "¿Qué?".

—Magnífico regalo, señorita.

—Señora. Como sea que usted se llame —respondo arrogante. Siento extraño hablarle así al señor, pero quiero sonar como una rica loca que consigue lo que quiere, y tenemos que comenzar rudo.

—Una disculpa, ¿señora...? No me presenté como es debido. Mi nombre es Franco Vatti, gerente de la sucursal.

—Mia Marcerano —respondo. Así es, amigos, solté la bomba. Necesito su apellido para que no me nieguen nada.

El pobre hombre no sabe qué responder.

—¡Ana! —grita de inmediato. —Ofrécele algo a la señora Marcerano.

Cuando la chica escucha el apellido, no sabe si venir o irse por cualquier cosa que me quiera ofrecer. Ver la reacción de todos me provoca algo de risa.

—Venga por aquí, tome asiento —me dice ayudándome con la silla.

—Gracias, señor Vatti.

Julio se queda parado detrás de mí, como todo un actorazo.

—¿Algún modelo en especial?

—Ya se lo mencioné, quiero algo nuevo si es posible 2023, exclusivo.

—¿Alguna marca?

—Quiero algo nacional.

Él señor se sorprende, aún sigo pensando... ¿Por qué? ¿A esto se dedica no? Todo el tiempo les deben comprar autos.

—Señora Marcerano, verá un modelo 2023 no se lo puedo ofrecer, ya que todos los modelos próximos a salir están agotados, se hace una preventa con meses de anticipación para evitar justamente esto.

—¿No me lo puede vender?

—Puedo ofrecerle algunos modelos, tal vez uno de este año.

—No me interesa, quiero algo nuevo y me gustaría llevármelo hoy mismo.

—¿Cómo dice? Eso no será posible, señora.

—¿No me va a vender un auto? —respondo molesta.

—Porque no pasamos a ver los modelos que tengo, tal vez le interese alguno. Acompáñame —pobre señor está temblando.

—¿Qué le parece este Maserati? Es el más nuevo, año 2022.

La verdad es que el auto es hermoso, sin duda podría comprarlo, pero necesito el 2023. No es suficiente.

—Escuché que tenía un Ferrari 2023 exhibido, ¿me lo puede mostrar?

—¿El Ferrari? —me pregunta extrañado.

—Así es, por eso vine aquí.

—Ese auto ya se vendió, pero sin problema se lo mostraré para que lo conozca.

Abre un tipo portón al fondo de la tienda, y vemos esa belleza, un auto que jamás pensé poder conocer en persona.

—¡Es precioso! ¿Me lo puedo llevar hoy?

—Le recuerdo, señora, que este auto ya está vendido.

—Le puedo dar el doble —respondo de inmediato.

Julio me da un golpe en la espalda.

—Lo siento mucho, señora Marcerano, pero no será posible.

—¡Quiero llevarme un auto hoy, usted es el vendedor, ofrézcame algo que me guste, sea del próximo año y sea exclusivo! —le reclamo.

—¿Qué le gustaría tomar, señora? —me dice la joven que hace un momento la llamó el gerente.

—Gracias, linda, lo único que quiero es negociar con este señor. ¡Si no me va a ayudar en nada, me largo! —miró al señor directo a los ojos. —Hablé con el dueño de este lugar hace días en una reunión, me dijo que todo su personal me atendería con excelencia y, por supuesto, sin negar nada, estoy molesta. Julio, márcale a Carlo del celular y coméntale lo que está pasando.

Julio se queda mirándome un momento y después finge marcar de su celular, por supuesto él tal Carlo no existe, pero esperemos que esto me ayude a motivar a este señor.

Él señor se queda pensativo un momento y después interrumpe a Julio.

—Espere, señor, que no haga la llamada. Hablemos, por favor —dice el gerente.

—¿Qué está haciendo? —continuó respondiendo con un pésimo humor.

—Cálmese, señora, hay que resolverlo.

—¿Qué dijo? ¿Está tratando de calmarme? ¿Julio está tratando de calmarme? —pregunto cómo loca.

—Sí, señora, pretendo que eso está haciendo —responde Julio.

—¿Qué? No, no, señora Marcerano, por supuesto que no.

—¡No me gusta que me quieran ver la cara! Ni mucho menos traten de manipularme.

—Por supuesto que no, no se moleste.

—¿Qué hay de mi auto? —pregunto mientras con mi pie derecho golpeó el piso en repetidas ocasiones para demostrar impaciencia.

—¿Puedo hablar a solas con usted? —me dice el señor Vatti en voz baja.

Volteo a ver a Julio y luego al señor. Asiento con la mirada.

—Espera aquí Julio, no tardó.

—Sí, señora —responde Julio.

Nos adentramos aún más a la bodega de la agencia, hay un cancel que separa una sección de la otra, el señor accede a esta parte del lugar con una tarjeta de acceso.

—Por aquí señora.

Lo miró mientras caminamos, dudo que haga algo indebido. De pronto puedo ver lo que parece ser un auto, cubierto con una lona de tela en color negro.

—Este es perfecto, para usted —retira la tela del auto, y puedo verlo perfectamente. —Este es un Lamborghini último modelo, totalmente exclusivo 2023, que aún no sale a la venta, ni siquiera a su preventa especial. Lo tenemos aquí porque pronto saldrá el aviso y así los clientes podrán venir a verlo en persona. Solo hay 10 en el país. Este auto no es como el Ferrari, este es mejor. En este color no hay otro, puedo hacer la excepción con usted.

Me quedo observando el auto por varios minutos mientras el señor me sigue contando lo rápido que es, el tanque y demás cosas increíbles que hace este bebé. Paso mis manos por el cofre y por las puertas, lo abro y huele a piel, todo el interior es negro, así que aprovecho para sentarme en el asiento y no puedo creer la sensación tan placentera que me provoca estar sentada sobre millones de euros.

—Otra cosa que se me pasó comentarle, este auto está blindado.

—¿Cómo dice? —reacciono de inmediato.

—Hubo una persona que lo encargó de esta manera, jamás se cerró el trato, así que no veo el problema en vendérselo a usted. Creo que esta parte le beneficiará mucho a su familia, es un modelo totalmente personalizado, no hay otro como este.

—¿Qué hay del color? ¿Puedo registrarlo para que nadie más tenga uno en este tono?

—Por supuesto que se puede.

—Bien, ¿Puedo saber quién es la persona que lo quiso comprar? —le pregunto.

—Un amigo de los socios de la marca, tengo entendido que falleció, así que jamás se registró a su nombre.

—¿Alguien más sabe de la existencia de este auto? ¿Qué está blindado?

—No, señora. Este auto se realizó en la fábrica, pero en un área distinta. Y las únicas personas que saben que este auto está aquí son el chico que me ayudó a transportarlo aquí y su servidor.

Lo analizo unos minutos, este auto es perfecto, como anillo al dedo, no hay duda, tengo que comprarlo.

—Bien, lo compraré.

—¡Excelente señora!

—Estas son las condiciones. Primero nadie debe enterarse de que nosotros lo compramos, segundo me tiene que mejorar el precio, ya que yo le estoy haciendo el favor de comprarle el auto que alguien más pidió, y me lo llevo justo ahora.

El señor se queda callado, espero diga que sí, porque en serio lo necesito.

—Bien, vayamos a hacer el contrato.

Sonrió por dentro.

Cuando vamos saliendo de la bodega, Julio me jala hacia él, lejos del gerente.

—¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué te fuiste sola?

—¡Cálmate! Solo quería mostrarme un auto.

—Pasemos de este lado para cerrar el trato, ¡Antonio necesito el auto 3471 para la salida! —grita el señor a uno de sus empleados.

—¿Él es el chico que me dijo?

—Así es señora.

Tardamos un poco en hacer el contrato, firmarlo y registrar el auto al nombre de Abrah. No brindé tanta información porque, por supuesto, debe ser confidencial. El auto salió carísimo, cantidad mínima para los Marcerano, aunque sí me hizo una rebaja después de las condiciones que pedí. Como era inevitable que los empleados vieran salir el auto, solo le comenté al señor Vatti que hablará con ellos para que no se lo mencionen a nadie, espero y lo cumplan. Los empleados de la agencia traen champán, globos y demás por la venta del auto, ni siquiera es para mí, pero ellos felices por la venta. Lo dejan intacto justo en la entrada, me entregan una clase de valija con cosas de la marca: ropa, accesorios y stickers. Y después las llaves.

—Muchas gracias por su compra, y felicitaciones por su nueva adquisición —me dice el señor, con un tono algo falso para mi gusto. Me ofrece la mano derecha.

—¡Gracias! —le digo aceptando el saludo. —Vámonos Julio, vete detrás de mí.

—Espera, ¡¿qué?! ¿Tú te vas a llevar el lambo? —exclama asustado.

—Por supuesto, yo lo compré, así que yo me lo llevo.

—Ni siquiera sabes manejar, y quieres llevarte el auto nuevo. Estás loca, yo me lo llevaré.

—¡Por supuesto que no! En primera no querías que lo comprará y ahora te lo quieres llevar ¡Ja! Pues fíjate que no, yo me lo llevaré.

—¡Pero traes tacones!

—Me los puedo quitar, no te preocupes.

Mis papás nunca tuvieron auto, pero recuerdo perfectamente como me enseñó mi papá a manejar con el auto del vecino, era una camioneta muy viejita, pero gracias a eso pude aprender estándar, y las veces que fuimos al pueblo, yo usaba el tractor, así que experiencia, claro que la tengo.

—Vamos Julio, eres mi guardaespaldas, necesito que vayas detrás de mí, tenemos millones que cuidar —le digo entre risas.

Julio me mira molesto, pero aun así me sigue la corriente. En cuanto me subo al auto me quito las sandalias de tacón, me persigno, acomodo el asiento, los retrovisores y con toda la suerte del mundo enciendo el auto. ¡No puedo ser! ¡Suena super chingón! Siento escalofríos por todo el cuerpo, mientras tengo presionado el pie en el freno y en el embrague, comienzo a soltarlo poco a poco para que avance, el auto comienza a moverse y de un momento a otro aceleró, el auto comienza a agarrar velocidad, hago el cambio y ¡arrancó! Conducir esta preciosura de auto, no tiene comparación.

Todas las personas que se encuentran en la calle voltean a mirarme, o al menos al auto, porque por supuesto es libre de admirar tremenda belleza. El rugido del motor me encanta, y el arranque es incomparable. No por nada es un auto de super lujo. Cuando salgo de la ciudad y conduzco por la carretera rumbo a Varenna, el sentimiento que siento es incomparable, este auto es magnífico. Justo cuando estamos por llegar a la entrada principal, Julio se adelanta, ya que necesitan verlo para que nos dejen pasar y les explique de quién es el auto y quién viene dentro. Conduzco más lento dentro de la casa, por el hecho de que puede que salga alguien de la nada del jardín y no pretendo atropellar a nadie. Me estaciono justo frente a la entrada principal de la casa de los señores; antes de apagar el auto, hago rugir al motor.

De pronto todo mundo se comienza a acercar. Se abre la puerta de la casa y veo a la señora Anelle caminando muy rápido.

—¿¡Qué le parece!? —grito mientras me bajo del auto.

La señora tiene una expresión de sorpresa.

—¡Por Dios! ¡Qué auto, está precioso! —exclama con mucha felicidad.

—¿Le gusta? Es el último modelo Lamborghini 2023, aún no sale a la venta, ni a la preventa —no puedo evitar reírme. —Espero que le guste el regalo que elegí.

—¡Wow, me encanta! Jamás lo hubiera imaginado, es perfecto —me dice, mientras me da un fuerte y apretado abrazo. —Gracias Mia.

Todos mis compañeros, o la que ahora es mi familia, salen, lo observan, lo tocan, hacen comentarios graciosos y nos preguntan mil cosas a Julio y a mí.

Sabía que este sería un buen regalo.

—¡Ya tenemos todo listo para mañana! —dice entusiasmada la señora Anelle. —Por fin veremos a Abrah.

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