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Capítulo 13

Rumbo a la ciudad, comienzo a pensar en cómo es que será este chico, o bueno, ¿si es que le puedo llamar así? Tal vez ¿Joven? ¿Jefe? ¿Patrón? ¿Don Abrah? No tengo la mínima idea. Recuerdo perfectamente que su voz era... diferente, de qué manera podré describirla, era fuerte, varonil y hasta excitante. ¡Qué diablos me pasa! Ni siquiera lo conozco y ando pensando en estas cosas.

—Oye Julio, ¿Cómo es el joven Abrah? —le pregunto mientras bajo el volumen de la música.

Julio queda pensativo.

—Déjame pensar... Hace bastante tiempo que no lo veo, así que no creo que siga siendo el mismo. ¿Por qué quieres saber?

—Bueno, la señora Anelle me pidió que le comprará un regalo, así que saber sobre él me ayudará para descubrir su personalidad y acertar con su regalo.

—Pues... cuándo él vivía aquí era algo extraño.

—¿Extraño? —pregunto confundida.

—Como te explico, la mejor versión que conozco de Abrah es cuando era un niño, antes de cumplir 13 - 15 años, después de esa edad conozco muy poco.

—Y puedo saber, ¿por qué?

—Mia, no es correcto que te hable de esto.

—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? Ya te expliqué mis razones.

—Sí, pero no creo que sea bueno andar hablando de esto.

—Por favor, Julio ¡Cuéntame! Te prometo que no le diré a nadie que me contaste o que hablamos de esto, nadie lo sabrá.

Julio se queda observando el camino por unos minutos, de un momento a otro me mira mientras junto a mis manos para suplicarle que me cuente, al final asiente con la cabeza.

—Verás... Abrah, Isabel, Nora y yo somos de la edad. Cuando estábamos niños, solíamos estar juntos todo el tiempo, no había ninguna clase de división. Él era un niño más, no era el jefe o el hijo de los señores, éramos simples amigos, que jugaban todo el tiempo. Sus padres, los señores, jamás le prohibieron estar con nosotros, así que fue bastante tiempo. Él era un buen niño, era amable, caballeroso, educado y con muchos valores, siempre cuidaba de Isabel y Nora. Con las niñas era muy delicado, es por eso que todas vivían enamoradas de él.

Mientras me cuenta no puedo evitar imaginarlo, suelto una risa pequeña de vez en cuando, esta charla me produce mucha ternura. Ya que recuerdo perfectamente como era Abrah de niño, y me refiero por todas las fotos que están en la casa.

—Siempre fue bueno, tiempo después ocurrió un gran golpe para la familia, cuando él cumplió 12 años, se organizó una gran fiesta, una gran celebración, asistió mucha gente, empresarios, políticos, la casa estaba llena de personalidades de mucha clase, cuando la fiesta estaba en su mejor punto algunas personas sacaron sus armas y atacaron a la familia, aunque la seguridad de la casa trató de hacer su trabajo fue imposible proteger a todos, ese día murieron muchas personas, incluyendo a su tío Antonello, su tía Amellia y su Bisabuelo Antonino, ese día cambió por completo el trascurso de su vida, él amaba a su familia y el día de su cumpleaños le arrebataron a tres personas muy queridas, él señor Aroham se volvió más duro con él, Abrah dejó de juntarse con nosotros, se la pasaba estudiando todo el tiempo, venían profesores particulares de todas las materias posibles a darle clases, y cuando tenía tiempo libre se la pasaba encerrado en su habitación, rara vez salía, de pronto un día para otro se trasladó al cuarto piso y lo hizo su lugar, pues le pusieron llave de acceso y de esa forma absolutamente nadie podía acceder, lo que provocó que menos bajará, cuando tratábamos de hablar con él era imposible nos desviaba la mirada o nos cambiaba el tema, para después marcharse, y subirse a su piso, su rostro ya no era el mismo, lucia como alguien adulto cuando aún seguía siendo un niño.

Que Julio me cuente esto, me hace sentir triste. ¿Cómo es posible que hace unos segundos sentía ternura y de pronto ya no? Que la vida de un niño sano y feliz pueda cambiar así de pronto es muy desagradable.

—Con el tiempo todos comenzamos a crecer, nos añadieron a la nómina y nos ocupamos de nuestro trabajo, y con Abrah también fue así.

—¿En serio, Julio? —pregunto desanimada.

—Por supuesto que sí, porque razón te estaría mintiendo.

¡Qué triste! —pienso.

—Un día lo visitó su madrina Madelaine una señora con una gran fortuna. Él aprovechó esa visita para irse con ella y así lograr salir del país. Aunque la señora Anelle estaba en contra de eso, él lo decidió así, ya no quería vivir en esta casa. Supongo que le recordaba lo que pasó, ese día hablaron durante horas y horas en el despacho, se escucharon gritos, objetos rompiéndose, silencios largos y luego volvía el ruido, hasta que todos salieron del despacho y le dieron la orden a Isabel de que le hiciera las maletas, ese día fue cuando se fue de la casa.

—¿Ahora tiene 22 años?

—No —responde Julio, mientras suelta una carcajada.

—Pues todos dicen que tienen 7 años sin verlo, si se fue a los 15, y le sumamos 7 nos da 22, 22 años.

—Él regresó al año siguiente para Navidad, estuvo unas semanas, y se volvió a ir, al siguiente año sucedió lo mismo, pues nos decían que él tenía que regresar a Alemania a estudiar, cuando tenía unos 18 años volvió, esa fue su última visita, antes de marcharse tuvo una fuerte discusión con su padre el señor Aroham, se dice que él ya se iba a quedar a vivir en esta casa, pero algo debió ocurrir en esa charla que hizo que se volviera a ir, desde entonces jamás regresó. Se encargaron de vender todas sus pertenencias, y así fue como nos dimos cuenta de que jamás lo volveríamos a ver.

—Entiendo, entonces tiene... ¿25 años? ¡Tú también tienes 25! —le digo sorprendida.

—Así es, ahora sí diste en el clavo.

—Genial, pero que mal por Abrah debió ser difícil vivir lejos de casa, y más cuando planeaba regresar, pero si él pensó en quedarse porque le costó tanto tiempo volver, ¡7 años! Es demasiado tiempo.

—Todos pensamos lo mismo, pero sabemos que nos faltan "fichas" para saber la razón real de todo esto, pero debemos ser discretos, así que no te atrevas jamás a preguntarle al señor o a la señora Anelle.

—Por supuesto que no lo haría.

—No sé por qué, pero yo sí te creo capaz de preguntarles.

—¡Oye tampoco soy tan indiscreta! —lo miro molesta. —Pues la información que me diste no es mucha, espero poder pensar en algo con todo esto.

—Nadie de los nuestros tiene idea de lo que realmente hizo allá en Alemania, lo que sí sabemos es que él trabajaba desde allá, se hacía cargo de todo, el señor Aroham ya no movía un solo dedo, y mucho menos la señora.

—Bueno, entonces creo pensar que es un hombre ocupado, inteligente, independiente, emprendedor, con una gran capacidad de afrontar todo solo, y... es todo —me rio al terminar la frase.

—Yo conozco exactamente lo mismo —responde Julio.

—¿Cuánto puede cambiar una persona en 7 años? Cuando vino de visita en varias ocasiones, ¿cómo era? ¿Cómo se comportaba? —pregunto emocionada.

—¿Por qué te importa tanto? ¿No crees que le estás dando demasiada importancia a un hombre que se olvidó por completo de su gente? —responde molesto.

—¿Y por qué a ti te molesta tanto que pregunté? Ya te di mis razones, yo no conozco a este hombre. Siempre que lo mencionan, me siento fuera de contexto. Todos en cualquier momento del día hablan de él, me sorprende saber que todos los empleados puedan querer tanto a esta persona. Por si no lo recuerdas, él regresa mañana y me siento tan nerviosa de por fin conocer a este hombre que está lleno de misterio. Tal vez a ti te molesta hablar de él, pero a mí no. ¿Por qué sería así? ¿Acaso tuviste algún inconveniente con Abrah antes de que se fuera? Quiero hacer bien mi trabajo y sobre todo quiero darle una buena impresión de mí, eligiendo el regalo perfecto, y prepararme para conocerlo, aunque no es mucho tiempo que he trabajado aquí les tengo mucho cariño y afecto a esta familia, así que espero poder llevarme bien con mi nuevo jefe, ¿Qué tiene de malo? —le comento energética.

Julio se queda callado y no responde a ninguno de mis comentarios. Al observar su rostro, creo que, si está molesto, ¿pero no entiendo por qué? Trato de hacer bien mi trabajo, eso es todo.

—¿La señora te habló de la cantidad que puedes gastar? —me pregunta Julio después de varios minutos.

—No, me dio la chequera en blanco.

—Ya casi llegamos, justo en la orilla de la ciudad hay una tienda de ropa que se hace a medida, Abrah solía comprar ropa en ese lugar, tal vez te sirva —me dice serio.

—Gracias, pero me gustaría caminar por la ciudad, tal vez encuentre algo bueno.

—Como gustes.

Julio me deja en una de las avenidas principales de la ciudad. Se supone que es parte de la zona élite, me siento feliz de poder estar así caminando, como si fuera una mujer libre. Me siento mal por pensar de esta manera, pero creo que no estoy tan equivocada al decir esto, ya que tengo que vivir en una casa el resto de mi vida.

Buon pomeriggio —saludo sonriente y feliz a todas las personas que se cruzan en mi camino.

Entro a varias tiendas de marcas super exclusivas, de alta gama, como dicen, observo algo de ropa, busco algunos modelos disponibles... ¿Cuál será su talla? ¿Grande? ¿Mediana? No pregunte como era su físico, las empleadas me miran algo feo, supongo que no creen que vaya a comprar, como su trato no es cordial y por supuesto que podría comprar lo que quisiera, decido salirme de la tienda.

Camino por varios minutos visitando tiendas y más tiendas hasta que se convierten en horas. Mis piernas ya comienzan a dolerme y aún no sé qué comprarle. No he visto algo de lo cual me enamoré, así que decido llegar a un café a descansar un poco. No me acordaba de que tengo que ir a la tienda de la señora Anelle. En cuanto me termine mi café y mi croissant, me voy.

Tengo ganas de ir a ver a Gaby, ¿Estaré muy lejos de donde antes vivía? ¿Qué pasa si decido ir? ¿Será buena idea? Dándole y dándole más vueltas al asunto, decido que tengo que ir a mi antiguo departamento.

—Disculpe señorita —le pregunto a una mesera. —¿Sabe dónde se encuentra Porta Génova?

—¡Claro! Queda a unos 15-20 minutos en auto cruzando el centro hacia el sur.

—¿Y caminando? —se queda mirándome los pies.

—Tal vez 30 minutos, por el tipo de zapato que está usando.

—¡Gracias, señorita! —le digo a la chica.

Sin más preámbulo, pago mi cuenta y salgo del café, camino sin detenerme hasta aquella dirección, en unas calles más adelante preguntó de nuevo y otra persona me indica por dónde ir. Cuando estoy acercándome al centro escuchó que alguien grita mi nombre.

—¡Mia! Hey, ¿a dónde vas? —me grita Julio desde la camioneta. —El negocio de la señora está para allá —me dice apuntando con su mano.

Mierda, porque me lo tuve que encontrar.

—Es que aún no sé cómo moverme en la ciudad —le digo riéndome mientras me subo a la camioneta.

—Vamos, yo te llevo, ya terminé lo que me encargaron. ¿Ya compraste el regalo de Abrah?

—No —digo desanimada. —No tengo nada que llevar, me siento decepcionada.

—No te preocupes, la señora entenderá.

Me recargo sobre la puerta junto a la ventana de la camioneta y observo todos los lugares que vamos pasando. Los negocios, las personas, las calles y hasta los edificios enormes que hay alrededor, y entre toda esta zona lujosa, lo veo. Mi mente lo piensa por un instante y en un segundo lo confirma. Ahora sé perfectamente cuál es el regalo perfecto.

—Espera Julio, ¡detente! —le grito

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal o algo? —detiene el auto de golpe, y termina orillándose.

—No, por supuesto que no. ¿Dónde está la agencia de autos más cercana? —le pregunto apresurada.

—¿Por qué quieres saber eso?

—Porque voy a ir a comprar un deportivo.

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