Capítulo 4.-Gula.
Mientras Lawrence cabalgaba por los prados lejos de Versalles se percató de que su cruzada aún no había terminado. Así que desenvaino la espada y se percató de algo.
El nombre de David esta tachado.
David. Ahora era como se podía leer el nombre.
El siguiente nombre de la lista era "Daniel" pero nuevamente Lawrence estaba perdido y no sabía a donde ir.
El problema era de a qué ciudad tenía que ir ahora, y después vendría el de localizar al cura que debía ser excomulgado.
Lawrence estaba entre el camino que llevaba de Versalles a Paris, pero el problema era si tenía que tomar el rumbo hacia Paris para ir al pueblo o ciudad donde tenía que buscar.
Todo eso se revolvía en su cabeza hasta que vio la señal del camino que llevaba a Paris con un rosario en medio...ahora Lawrence sabia a donde tenía que ir.
El camino era de 15 kilómetros así que le tomaría hora y media en llegar, el tiempo no tenía que preocuparle.
Siguiendo el camino que era un poco verde y un poco anaranjado ya que el invierto se estaba acercando. Cuando eso pasara la cruzada de Lawrence se vería con algunas dificultades.
Ir a Paris no sería mucho trabajo ya que el viaje seria rápido, lo que sería el problema era encontrar a ese tal Daniel ya que Paris era una ciudad muy grande, el trabajo que le costaría encontrar al desgraciado sería igual de grande que la ciudad.
Una vez que llego a la enorme ciudad de Paris y paso el control de la ciudad se dispuso a buscar alojamiento en alguna iglesia cercana.
-Buenos días, soy un siervo de Dios que busca pasar la noche en esta iglesia.
El cura no respondió al instante.
-Perdónelo, señor...él hizo un voto de silencio.
- ¿Un voto de silencio?, nunca había escuchado algo así.
-Y yo nunca había visto a un templario con la cruz color zafiro. Eso sí es peculiar.
-Bueno es por mi rango...pero no se lo digas a nadie.
- ¿Su rango es alto? –Pregunto el monje.
-Así es, la verdad es que estoy un poco cansado de estar de aquí para allá y por eso es que vine en secreto a Paris...se supone que ahora estoy en Roma.
-No se preocupe señor, no diré nada.
-Muy bien, también busco informes de un tal "Daniel".
- ¿Daniel?... ¿qué rango tiene en los templarios?
-Creo que debí ser más específico, Daniel es un cura que estoy buscando.
-Ya veo... ¿cura Daniel? Al menos en esta iglesia no está.
-Debe tener un rango alto...quiso un arzobispo o algo así.
- ¿Arzobispo Daniel? ...no recuerdo a ninguno por aquí, seguramente si va a alguna otra iglesia lo encuentre.
-Gracias, por ahora iré a buscarlo, te encargo mi caballo y una cama para esta noche.
Antes de irse Lawrence le dejo una moneda en la mesa al joven monje.
-Gr-gracias caballero.
Lawrence fue en busca de una iglesia grande, en donde pudiera estar algún arzobispo o algún cura de rango importante.
Tenía que buscarlo antes del ocaso para darle caza esa misma noche.
Sin duda alguna era una tarea difícil para Lawrence, pero en tenía que cumplir con la voluntad de Dios.
Busco en toda iglesia que estaba a su alcance, pero no había ni rastro de algún "Daniel". Eso indicaba buenas noticias, al haber menos curas de nombre Daniel se reducían las posibilidades de error.
Entonces Dios le ayudo un poco a Lawrence para orientarlo en su camino.
Un hombre muy anciano estaba levantado cajas de pan y vino, como el hombre se veía muy cansado, Lawrence no dudo en ayudarlo.
- ¿Puedo ayudarlo? –pregunto Lawrence amablemente.
-Por supuesto, me harías un gran favor. –Respondió el anciano que apenas dientes tenia.
-Y dígame buen señor, ¿A dónde va todo esto?, ¿va fuera de la ciudad? –pregunto Lawrence mientras ponía las cajas en una carreta.
-No, van para el arzobispo Daniel.
Lawrence había adivinado el rango eclesiástico del cura que buscaba.
-No soy de aquí, ¿podría decirme que hace con tanta comida y bebida?, ¿la reparte entre la gente de Paris?
-Eso sería bueno, pero la congregación de la cual está a cargo es la que peor está yendo, muchos padres ya han mandado cartas al vaticano para que lo relieven de su cargo.
¿Por qué está mal la congregación? –Lawrence estaba cada vez más de la pista que le diría si ese Daniel era el que buscaba o tenía que seguir buscando.
-Por que mucha de la comida que se le manda como todas estas cajas llenas de pan y de vino desaparecen, muchos dicen que son vendidas a las afueras de la ciudad, otros dicen que los padres mayores se las quedan...y otros dicen que el padre Daniel es un glotón.
- ¿Con que un glotón he?
-Así es, por eso es que piden su destitución de la congregación.
-Curiosa historia, esperemos que no se repita mucho más Monsieur.
-Eso esperemos.
El anciano destapo una botella de vino y tomo dos vasos de madera que eran para el juague del agua.
-Debes tener sed, bebe un poco de vino. –Dijo el anciano.
-Bueno... ¿Qué tanto es tantito? Además, ya trabajé mucho así que merezco algo, ¿no?
-Esa es la actitud. –Dijo el anciano mientras sonreía con los pocos dientes que le quedaban.
Cuando Lawrence termino el vaso de vino abrió la boca para decir: "Lo acompañare a ver a Daniel".
Lawrence no sabía dónde vivía Daniel así que tenía que averiguarlo pronto.
Y la mejor opción era la de ir en la carreta que iría directo a su casa.
La carreta recorrió bastante camino, fue hasta el otro extremo de la ciudad.
Ahora Lawrence estaba preocupado porque no sabía por dónde tenía que regresar.
-Señor, ¿la carreta pasa por aquí todos los días verdad?
-Cada dos días, que es el tiempo en el que se traen nuevas cosas a la casa del arzobispo Daniel.
-Y llegaremos a donde mismo ¿verdad?
-Así es, ¿Por qué preguntas?
-Lo que pasa es que no se andar en Paris.
-Hahaha. –Rio a carcajadas el anciano. –Es muy fácil, no es mucho trabajo regresar de donde salimos.
-Eso espero...por qué no creo saber cómo regresar.
Una vez en la casa de Daniel varios guardias detuvieron la carreta y empezaron a bajar las cosas.
- ¿Cuál es tu nombre, colega? –Pregunto un guardia que custodiaba la puerta.
-Mi nombre es Lawrence, se me ha encargado desde Versalles la tarea de hablar con el arzobispo Daniel.
El lugar estaba pobremente armado, pocos eran los guardias que estaban cuidado y los curas que estaban ahí eran muy delgados.
- ¿De qué asuntos has venido a hablar desde Versalles?
Lawrence se quedó mudo...no pensó que le fueran a preguntar algo así.
-Bueno lo que pasa es que tenía que entregarle un documento, pero no lo encuentro.
Lawrence fingía buscar en sus bolsillos y dentro de la carreta para tratar de disimular.
-Alto, ya detente. Ni modo, tengas que regresar a Versalles para traer otro documento.
El ocaso estaba por llegar a pesar de ser las 6 de la tarde.
-carajo, ¿entonces tendrá que ser así?
-Pues ni modo, te toca regresar, le diré al arzobispo que espere un mensaje a partir de mañana.
Lawrence estaba en aprietos, seguramente si Daniel se enteraba que venía un mensaje para él desde Versalles enviaría a alguien para dar fe de ello.
-No, no hace falta, recuerdo lo más importante del mensaje y quiero platicarlo con él.
-Muy bien, ahora, ¿de qué era el mensaje?
Lawrence estaba sudando de los nervios, él no sabía que responder.
- ¡Impuestos!, si, de eso era que quería hablar con él.
- ¿Impuestos?, esta congregación no se hace cargo de los impuestos, te debes estar confundiendo de cura, así que tal vez te podamos ayudar a buscar.
En realidad, eso sería una ayuda para Lawrence. ¿Qué tal si ese no era el Daniel que estaba buscando?
-Me ayudarían muchísimo, de verdad no saben cuánto.
-Pasa, no te preocupes. Al fin y al cabo, esta es la casa de Dios.
-Amen por eso hermano.
Lawrence fue acompañado hasta el despacho del arzobispo Daniel, el cual era más delgado que los curas que estaban afuera de la congregación. - "Maldita sea, me equivoque de hombre". -Pensó Lawrence
-Arzobispo Daniel, lo están buscando.
- ¿Quién me busca, Romeo?
-Un templario que busca al cura encargado de la congregación.
-Claro, en un momento lo atiendo.
Lawrence no veía nada de malo en Daniel, de hecho, parecía una paloma blanca al lado de David. Ese si era un monstro.
-Denme una pieza más de pan, por favor.
-Ya-ya no hay, se las acabo todas las de la canasta, arzobispo.
-Traigan más por favor, y si es lo mismo con el vino...bueno, creo que no hace falta pedirlo. –Dijo Daniel de la forma más amable posible.
-Si-si arzobispo.
Sus ayudantes estaban sumamente nerviosos a pesar de que no les gritara o les golpeara...algo no estaba bien en todo ese asunto.
-Ahora sí, ¿Qué es lo que querías, caballero?
Lawrence despertó de su sueño.
- ¿Ah?, ¡ah!, lo que pasa es que quiero que me ayude a buscar al cura encargado de recolectar los impuestos.
-Es el padre Lapadi, seguramente por su apellido lo ubiques mejor, ¿gustas un poco de vino?
-Si no es molestia...por favor.
Daniel saco dos copas, una grande y una de tamaño normal y sirviendo el vino le dio la de tamaño normal a Lawrence.
-Es mucho vino, ¿lo podrá tolerar?
-Sí, no se preocupe, de todas formas, mañana es martes así que no hay problema con la misa. Rio Daniel.
Cuando uno de sus ayudantes trajo una canasta con mucho pan, el padre Daniel frunció el ceño.
-Es poco pan, deben traer más.
- ¡¿ma-más?!, ¿no le parece mucho ya, señor arzobispo?
-No, trae otra canasta de mismo tamaño.
El ayudante salió corriendo en busca de la canasta que Daniel pidió.
- ¿Quiere una pieza?, la levadura que usamos en los panquees es muy buena.
-No gracias. –El estómago de Lawrence gruño salvajemente.
No había comido nada después del desayuno.
-No mienta, sé que quiere, además...caer en la glotonería de vez en cuando no es malo.
-Eso es gula, y pues creo que sabe que es un pecado capital.
-Si lo es, pero...es peor aguantarse el hambre cuando se tiene el deseo de comer.
-Siendo así amigo, tomare dos.
-Adelante, como le digo, no es malo caer en la tentación.
Lawrence ahora sabía que ese Daniel era el que buscaba...aunque no estaba ni lejos de ser como se lo imaginaba.
Lawrence pensaba que iba a ser como David, una persona cruel y horrible. Pero Daniel era un hombre bueno.
¿Por qué Dios lo quería muerto?, debía haber una razón o de lo contrario su nombre no estaría en la espada que Lawrence portaba.
Una vez termino los panes, Daniel le ofreció vino.
-Tome más, no sea tímido.
-No gracias, mañana partiré a buscar al cura de los impuestos para darle el mensaje que se me encomendó.
-Como tú quieras. –Daniel se sirvió más vino, este ya era su séptimo vaso.
- ¿No se siente mareado ya?
-Para nada, aunque en realidad no tengo sed...es el mero placer de tomar vino lo que me hace seguir bebiendo.
- ¿Y no le preocupa lo que Dios piense de eso?
-No, la verdad no tiene de malo, yo creo que Dios me perdonara ya que pues...aunque no lo crea he hecho muchas cosas buenas en la ciudad.
-Pues hay rumores de que quieren...remplazarlo.
-Lo se...y soy consciente de ello, la verdad es que me pone triste que solo digan lo malo de mí, así como lo trato a usted trato a todas las personas aquí, a los niños cada sábado les comparto de mi pan y los sacio hasta que estén hartos.
-Esas son buenas acciones.
-A los pobres les doy un trabajo, los visto bien y también les hago comer y beber hasta que ya no puedan más. Eso es lo que les enseño, si Dios no te ha dado...desquítate con él cuando tengas oportunidad. –Daniel se soltó a reír cuando acabo de decirlo. –Pero estoy divagando, solo es bueno cometer gula cuando te portas bien.
- ¿Eso es lo que piensa?
-Pues te lo acabo de decir, de hecho, ¿estás seguro que no quieres más?
-No, no gracias señor arzobispo, solo le pido si me puedo quedar la noche de hoy.
-Claro que sí, esta es la casa de Dios, hay espacio para todos, así que mi estómago, jajaja.
Lawrence no estaba de acuerdo en lo que Daniel decía, él pensaba que mientras más comida tiene uno, más debe uno de reservarse a comer.
Ningún exceso es bueno para el humano, ni siquiera rezar ya que hay historias de monjes que enloquecen de tanto rezar.
Pero esa noche sería la última que Daniel pensara de esa forma.
Pasaron las horas y cuando Lawrence se cercioro de que todos dormían, fue de inmediato a buscar a Daniel para darle muerte.
Cuando abrió la puerta Daniel estaba sentado en una silla junto a la ventana.
-Te estaba esperando, Lawrence.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
-Rumores, dicen que hay un templario que asesinó a sangre fría al obispo de la ciudad de Versalles, dicen que su cruz es color zafiro...justo como la tuya.
-Veo que a Decimus nada se le escapa.
-Dime porque lo mataste...y también quiero saber por qué mataras a mí.
Lawrence desenfundo su espada y se la mostro a Daniel.
-Estoy cazando a los 7 pecados capitales, señor Daniel.
- ¿Y yo soy la gula?, ¿quieres saber por qué pienso lo que pienso?
-Supongo que esto será algo así como un confesionario.
-Si lo quieres ver así...no me molesta, serás a la última persona que le confiese mis pecados
-Puede empezar, arzobispo Daniel.
-Nací en una familia muy pobre, comíamos cada dos días si teníamos suerte, cada día le rezaba a Dios para que me diera el pan del diario, y me lo cumplía, por eso es que me dedique a ser sacerdote, pero mientras más dinero tenia para gastar más comida pensaba en comprar para mí solamente. Creí ciega y firmemente de que ahora que era padre me podía desquitar con la vida por ser un miserable por tantos años, creí que podía compartir esa idea con los que son como yo lo fui, por eso es que me hice la errónea idea de que podía pecar sin castigo alguno...pero creo que ya le colmé la paciencia a Dios y no quiere que siga compartiendo calumnias.
-Lo que te diré David, al que no tiene que comer denle hasta que se harte, al que, si tiene que comer, denle hasta que se sienta poco menos que satisfecho.
-Y así como es que debe ser, como con el vino de hace rato, no tenía sed...solo quería seguir bebiendo sin razón.
-Quedas excomulgado Daniel.
- ¿Crees que Dios me perdone?, Lawrence.
-Obraste bien, solo que no pudiste medir tus excesos. Solo puedo decirte que el trabajo de Dios es perdonar a aquellos que se desviaron un poco del camino.
-Gracias Lawrence...me haces sentir tranquilo, que Dios me perdone.
-No. Que Dios te tenga en su santa gloria.
-Amen Lawrence, Dios te salve a ti también.
Lawrence se despidió de Daniel y acto seguido clavo la espada en el corazón de Daniel.
Él era un hombre bueno, pero no midió sus excesos y eso fue lo que lo condeno.
Sin embargo, Lawrence estaba seguro que Dios perdonaría a Daniel por las cosas buenas que había hecho y por las personas que había salvado de morir de hambre.
Lawrence solo salió por la puerta de la iglesia y se fue caminando sin dejar rastro.
Cuando los templarios llegaron sabían quién había sido y se lo notificaron de inmediato a Decimus en una carta que fue hasta Roma.
- ¡Maldito sea! –Grito Decimus.
-Sumo pontífice lo que pasa es que debimos haberlo matado cuando pudimos, ahora esta suelto por ahí asesinando sin piedad.
- ¡No solo le basto con ser un hereje, ¿ahora quiere acabar con la santa iglesia?!
-Dios lo castigara con toda su furia.
- ¡NO!, ¡yo soy la voluntad de Dios en la tierra y yo seré quien lo mate, llamen a la caballería!
Del vaticano salieron 50 templarios marchando, 50 templarios marchando con espada, lanza y escudo con cruz roja en ellas.
50 templarios para matar a uno solo. Eran muchos, pero eran necesarios.
-Esta unidad de infantería será la que case Lawrence...Lawrence el hereje. –Sentencio Decimus.
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