
Capítulo 3.-Lujuria.
Lawrence había partido a Francia en busca de respuestas de donde comenzar la cruzada.
La espada que Dios le había dado a Lawrence para cumplir la misión de acabar con la maldad en la iglesia tenía 7 nombres.
David.
Daniel.
Julieth.
Jean.
Johann.
Ernst.
Decimus.
Lawrence no sabía quiénes eran esas personas, o al menos por que Dios quería que pasaran al siguiente plano, pero el solo sabía hacer muy bien una cosa: Obedecer.
Así que ni corto ni perezoso comenzó su cruzada en contra de los males de la iglesia católica.
El primer nombre era "David", quizá esta persona era algún cura de renombre en alguna ciudad, pero el saber cuál y quien de todos los padres de nombre David era el correcto era una tarea simplemente imposible.
Pero Dios omnipotente no se quedaría de manos cruzadas observando desde los cielos como su discípulo acusaba a alguien inocente, tenía que darle una pista, pero se la mandó de una manera muy sutil.
Lawrence estaba en un camino con dirección a ningún lugar ya que no sabía por dónde empezar, sin embargo, no se daría por vencido.
De la nada un pastor con un enorme rebaño de ovejas llamo la atención de Lawrence haciéndole señas.
- ¿usted sabe dónde queda Versalles? –pregunto el pasto mientras tapaba el sol con su mano para que no le pegara en la cara.
-Al norte, quizá a unos 60 kilómetros de aquí.
-Gracias caballero, quizá debería pasar por ahí, están reclutando a muchos templarios para enviarlos a Túnez.
Lo que el pastor había dicho no era por casualidad, era un ángel mensajero que le estaba dando una pista a Lawrence para saber dónde comenzar.
- ¡Lo tomare en cuenta! –dijo Lawrence lleno de energía y alegría.
Ahora ya sabía por dónde comenzar.
Después de recorrer el camino por unas 6 horas y media llego a las afueras de Versalles no pasadas las 4 de la tarde, un enorme genterio estaba afuera de la ciudad con mercancías o sin ellas, mercaderes o simples turistas esperaban a pagar el impuesto que era debido.
Pero Lawrence tenía una armadura de caballero, así que sería muy tonto si no aprovechaba esa ventaja.
-Buenas tardes. –Dijo Lawrence al vigilante de la entrada de la ciudad.
-Buenas tardes, ¿vienes a preguntar algo?
-En realidad vengo a pedirte un favor, como podrás darte cuenta soy un templario.
-Efectivamente lo eres, ¿y qué quieres que haga?
-Dejarme pasar, tengo asuntos importantes que atender con la orden.
-Solo eres un caballero, espera tu turno como los demás.
-Déjame diferir, no soy un templario cualquiera.
- ¿Huh?
Lawrence era muy bueno en la improvisación.
- ¿Ves que mi cruz no es de color rojo? –La cruz de la armadura era de color azul zafiro-. Eso es porque soy de los más altos rangos, y también ves esta espada. –Lawrence desenfundo la espada de Dios. –está hecha de plata y de oro, lo cual indica que también soy muy adinerado, así que por eso mismo exijo que se me deje pasar.
El vigilante estaba sorprendido porque pensaba que había cometido un grave error al tratar a Lawrence como cualquier otro.
-Mis disculpas mi señor, yo no sabía, puede pasar ahora mismo. –Dijo el vigilante muy apenado-.
-Gracias, que tenga mucho trabajo y que el pan diario no falte hoy en su mesa.
Lawrence sonreía para sí mismo ya que el engaño fue más que un éxito, sin duda si Lawrence fuera actor de teatro seria pedido por los nobles y reyes para su entrenamiento sin duda alguna.
Después de cabalgar por la enorme ciudad de Versalles encontró una posada, la cual era solo para los adinerados y después de dar el mismo sermón que le dio al vigilante, lo dejaron quedarse sin cobro alguno, ese era el verdadero poder que tenían no solo la iglesia, sino también los templarios.
Aunque claro que Lawrence solo usaba este poder con los que no les pesa dar de comer bien a un servidor de Dios, cuando fuera necesario Lawrence se convertiría en la persona más humilde del mundo y pagaría por todo servicio que se le fuera concedido.
Pero a los adinerados no les tendría esa consideración claramente, ellos abusaban del pueblo y el abusaría de ellos, más nunca del pueblo.
Lawrence se tumbó en la cama del enorme cuarto que estaba muy bien decorada con cortinas de aterciopeladas de color café, una enorme alfombra de rayas cafés, avellana, blanco y algunos toques de rojo. Había enormes garrones con flores de Lili tan hermosas que era imposible creer que había alguna igual en todo el largo y ancho del mundo.
La cama tenía una galería que sostenía unas delgadas, casi imperceptibles cortinas de seda fina como una hoja de papel. La seda era de color blanco al igual que las sabanas y las colchas de la cama que estaba hecha de plumas de ganso, solo un noble tendría para pagar semejante lujo.
Sin embargo, Lawrence se levantó y fue al baño del cuarto para limpiarse la cara y quitarse la armadura para tumbarse de nueva cuenta en la enorme cama y descansar del agotador viaje que realizo durante todo el día hasta Versalles.
A la mañana siguiente salió disparado del cuarto para ir a la Cathédrale centrale de Versailles, donde estaba seguro que obtendría alguna información del tal padre David cuyo nombre estaba en la espada de Dios.
Así que una vez que camino hasta el centro fue ala enorme catedral la cual estaba en misa, y después de escuchar la misa fue con el encargado de la catedral.
-Busco al padre David.
-Lo siento, aquí no hay ningún padre David.
Respondió la voz anciana del encargado que tendría por lo menos unos 60 años, que para esa época era mucho, mucho decir.
-Pero quizá tu busques al Obispo David, que es el Obispo de Versalles.
-La verdad es que no sabría cómo decirlo con seguridad, ¿tiene alguna descripción de él?
-Pues bueno, es mediano de estatura, con una panza un poco salida, a lo sumo tiene unos 40 años.
Respondió el encargado entre risas.
-No descripción física, una descripción espiritual.
-Ah, ya veo, ya veo, ¿al fin lo van a destituir de su cargo?
-Si es la persona que busco...se podría decir que sí.
-Pues bueno, el obispo David es bien conocido por ser un pillo, un diablillo y con una sangre tan caliente que podría fundir hasta el metal, pero no una sangre que hierve por difundir la palabra de Dios nuestro.
-Creo que por ahí va algo, ¡por favor, cuénteme más!
-Mire, para no hacerle el cuento largo le dirá que el obispo David es simplemente un degenerado, tiene un apetito sexual que va más allá de toda palabra, ¿usted recuerda al papa Juan XII?
-Por supuesto, ¿no me diga que David es...?
-Peor aún que Juan XII, peor, así que ya venía siendo hora de que lo sacaran del cargo, solo imaginarlo escalando y escalando puestos en nuestra santa iglesia me dan nauseas...y escalofríos también.
- ¡¿Dónde lo puedo encontrar? –Pregunto Lawrence de una manera muy desesperada.
-Yo creo que ahora está en su casa, no muy lejos de aquí, tal vez a unos 10 minutos a pie.
- ¡Gracias! –Dijo Lawrence mientras dejaba unas monedas en la mesa como agradecimiento para luego salir corriendo.
-Deben estar muy desesperados haya en el Vaticano para que ese caballero tenga tanta esa endemoniaba prisa.
Lawrence corría lo más rápido que podía, tenía que darle justicia a David por los actos que había cometido, "sin duda alguna tendrá un lugar en el infierno", pensaba Lawrence mientras se dirigía a la casa del obispo David que aun sin conocer la ciudad por puro instinto sabía dónde estaba la casa que él estaba buscando.
- ¿y esta es la carga del día de hoy?
-así es señor Obispo.
David sonreía de manera muy macabra mientras lamia sus labios de un lado para otro.
-Para el día de mañana llegaran más mujeres todavía.
- ¡Excelente!, y no se olviden de que algunas personas me deben favores, quiero a sus hijas como pagos.
- ¿alguna edad en particular? –Pregunto el cura que era ayudante del Obispo.
- ¡La que sea!, no importa mientras puedan pagar los favores que me deben esos ricos y hacendados.
-como ordene señor obispo.
Lawrence entro a la casa de David, pero era demasiado pronto, si mataba a David en ese instante muchísima gente lo vería y lo matarían a él también, así que debía idear un plan.
Lawrence se dio cuenta que la seguridad de la casa era muy poca, había muchas ventanas y paredes por donde podía escalar y colarse a la casa. Lo que más sorprendió a Lawrence era que nadie hubiera matado antes a David, pero era por el miedo que infundía a la población de Versalles.
Lawrence ya había identificado a David, pero se mantenía aun en la casa para ver horrorizado que más de 20 mujeres de edades muy variadas estaban encadenadas y siendo bajadas de una carreta, Lawrence solo podía sentir como se le hacía un nudo en el estómago por tal crimen.
Sin embargo, era hora de actuar.
- ¡Oye compañero!, me envía el tesorero del obispo ¿me prestas la hoja de deudas?
Le dijo muy animado Lawrence al cura que ayudaba a David.
-Claro, está dentro de la casa por si gustas pasar.
-Por supuesto. –Dijo Lawrence con el mismo entusiasmo.
El cura guio a Lawrence por una serie de pasillos hasta llegar a un estudio lleno de libros y velas, de uno de los estantes que estaba ahí, el cura saco el libro de contabilidad.
-Aquí está, pero antes quiero hablar contigo rápidamente.
-Sin duda, ¿Qué es lo que se te ofrece?, ¿puedo ayudarte en algo?
El cura cerró la puerta con llave para voltear y poner un semblante tan serio que a pesar de no tener más de 20 años intimidaría hasta a él más duro de los caballeros templarios.
-Sé que no eres enviado por el tesorero, un templario simplemente no tendría una tarea así.
- ¿Así?
Lawrence tomo con su mano derecha la empuñadura de su espada de madera.
-Sí, y sé que también te envía el Vaticano...y quiero decirte que estoy de tu lado.
Lawrence soltó la empuñadura de su espada y extendió su mano hacia el joven cura que le estrecho la mano.
-La sección 10 del Vaticano me dio órdenes de informar que pasaba con el obispo David aquí en Versalles, parece ser que se está pasando de la raya con varios nobles de la ciudad. Pidieron su cabeza y desaparecer un obispo cualquiera no sería problema alguno.
-No soy exactamente tu aliado...al menos directamente, el Vaticano no me envía, solo tengo la misma misión que tu: matar a David.
-oh, siendo así debo pedirte que te retires de este asunto.
- ¿Por qué me pides tal cosa?
-Este es asunto del Vaticano, no de alguien que busca venganza por que le robaron a su hija.
-Vamos, pero si hace un momento.
El cura interrumpió a Lawrence.
-Es porque pensé que estábamos del mismo bando, pero ahora vete antes de que llame a los guardias, ¡ese es mi caso y si alguien se va a llevar la recompensa he de ser yo!
- ¿haces esto por dinero?, ¿no lo haces por el bien de las familias de la ciudad?
-Mira amigo, la cantidad de dinero que me ofreció el vaticano simplemente es despampanante, no permitiré que un don nadie me la quite de las manos.
-Eres muy joven, pero debes saber que el dinero no lo es todo en la vida.
Lawrence tomo la llave que estaba sobre la mesa y abrió la puerta para luego retirarse. El cura estaba haciéndose mil preguntas por lo que Lawrence le dijo.
Pero Lawrence tenía información muy valiosa en sus manos: La libreta de contabilidad del obispo David. Ahí estaban los datos de cuales familias le debían dinero o favores al obispo, el cura se dio cuenta que Lawrence podía tener protección de una familia adinerada a cambio de que regresaran sana y salva a una de sus primogénitas, además de matar a David claro.
- ¡Ladrón, detengan al ladrón! –grito el cura para tratar de recuperar la valiosa información que Lawrence tenía en su poder.
Pero Lawrence hacía mucho tiempo que había salido de la casa debido a que tenía prisa porque no le ganara el anochecer sin antes tener más información acerca del obispo David.
- "Familia Leblanc, 4 semanas de retraso"
Lawrence ya sabía a quién acudir ese día.
Como el libro de contabilidad tenía la dirección de la casa de la familia Leblanc, Lawrence no se preocupó en absoluto por encontrar la casa de la familia. Y para rematar la casa estaba en el centro, lugar de Versalles donde sucedía todo este drama.
Al llegar a la esquina de la casa varios templarios sostenían al señor y a la señora Leblanc mientras otros soldados se llevaban a la primogénita de la familia, que no más de 15 cortos años.
- ¡por favor, denme más tiempo!
Suplico Emmanuel, el padre de la familia.
-Lo siento Monsieur Emmanuel, pero ya son varias semanas de retraso, su hija será devuelta en unos días.
- ¡¿pero que le van a hacer?!
Grito desesperadamente Evelyne, la señora de la familia.
-Ese no es asunto suyo Madame Evelyne.
Lawrence solo veía desde la esquina oculto para que los templarios no pensaran que fuera aliado. Es más, ahora tenía que idear un plan ya que templarios se llevaron a la hija de la familia Leblanc, ¿y ahora un templario les ofrecería regresarla a cambio de información acerca del obispo David?, sin duda alguna seria todo un circo tener que dar explicaciones al Monsieur Emmanuel y a Madame Evelyne.
- ¡Por favor! –suplico nuevamente Monsieur Emmanuel.
Pero los templarios hicieron lo propio y después de encadenar a la primogénita de los Leblanc la subieron a una carreta en donde había más jovencitas y mujeres de distintas edades.
Sin duda el obispo David era un hombre muy atroz, pero para suerte de todas las familias, Lawrence estaba en la ciudad y no estaría dispuesto a dejar pasar un solo abuso de poder de David.
Las horas pasaron hasta casi el ocaso, fue cuando Lawrence toco la puerta de la casa, pensaron que Lawrence era algún cobrador o alguien que venía a recoger el dinero de la deuda de la familia.
- ¡¿y ahora que es lo que quiere? -exclamo Monsieur Emmanuel lleno de ira.
- Monsieur Emmanuel, aunque lo parezca...yo no soy un templario.
- ¿Entonces que eres? -pregunto Madame Evelyne.
-soy la verdadera voluntad de Dios, estoy seguro de que el obispo David les ha dicho lo mismo.
De hecho, todos los sacerdotes que abusaban de su poder ponían de pretexto "en la voluntad de Dios", lo cual era más que una vil mentira.
-Así es, ¿pero si no has venido a cobrarnos a que has venido?
-A ayudarlos, pero a cambio de algo que no es dinero.
- ¿Qué es lo que quieres?, ¡¿de verdad puedes ayudarnos? –pregunto Madame Evelyne muy animadamente.
-Claro que sí, pero a cambio necesito cierta información.
- ¿información?, ¿de qué clase? –pregunto Monsieur Emmanuel muy confundido mientras fruncía el ceño-
-Información acerca del obispo David, quiero cerciorarme que sea la persona indicada.
En realidad, a Lawrence no le cabía la menor duda de que ese David era el que buscaba, pero, aun así, pero no andaría por ahí diciendo que Dios le encomendó tal tarea. Simplemente sería ilógico.
-Si me pueden decir cuántos hombres tiene bajo su mando yo creo que sería más que suficiente.
-por lo menos a unos 20 hombres durante la guardia nocturna, no eres el primero que trata de darle muerte.
-pero el aún sigue vivo, quiero saber que errores han cometido los demás para no ser capturado por sus guardias.
-Pues por lo regular entran varios hombres, la última vez fueron 30 lo que entraron, pero todos murieron.
-30 hombres, ¿Cómo fue que entraron?
-Pues tumbando la puerta evidentemente.
Lawrence sabia como lograr su aparentemente imposible objetivo.
-Eso es todo, tengan por seguro que en unas horas su hija será libre, déjenlo en mis manos y todo estará bien.
- ¡Que Dios lo acompañe! . -Exclamaron ambos padres.
-Siempre lo hace.
Lawrence se dirigió a la casa del obispo con nada más que una cuerda, el error que los demás habían cometido es que se habían alertado a todos los guardias y por eso la matanza. Era bien sabido que los templarios eran excelentes luchadores con la espada.
Pero Lawrence no planeaba darse por vencido.
Cuando llego a la casa arrogo la cuerda que se amarro a uno de los picos de protección de la pared, una vez que pasara de esa parte tendría que colarse a la casa sin alertar a nadie del patio.
Lawrence escalo silenciosamente por detrás de la casa en donde no había ningún guardia, pero lo que si había era una puerta con candado. Esa sería su ruta de escape, así que tomo una tabla de madera que estaba en el suelo y rompió el candado que como era algo viejo no le costó trabajo romperlo.
Ahora Lawrence se tenía que infiltrar a la casa lo cual no era mucho trabajo ya que solo tomo un casco que estaba en una mesa al lado de un templario dormido y paso por el patio como si nada.
-Oye, ¿Dónde estabas?. –lo sorprendió uno de los verdaderos guaridas
-hum...pues por ahí.
-ya es tu turno de hacer la guardia, vigila la puerta.
-a la orden señor.
Lawrence tenía algo de suerte al fin y al cabo.
Lawrence encontró una ballesta en el lugar que tenía que resguardar y sin pensarlo dos veces tomo su espada y le corto el hilo para que no pudiera ser usada, haciendo lo mismo con los arcos y quitándole el filo a las espadas.
Eso le tomo por lo menos 10 minutos, pero aprovecho el tiempo en lo que el verdadero guardia conciliaba el sueño.
"Hora de actuar". –pensó Lawrence mientras se dirigía a la puerta de casa la cual como era de esperarse estaba cerrada.
Pero claro que el ex templario no se quedaría de brazos cruzados y con la cuerda escalo hasta el segundo piso de la casa.
Cuando se estaba paseando por los corredores detrás de él se escuchó una voz.
- ¡Oye tú!, ¡¿Qué haces aquí?!
Para su sorpresa era el mismo cura que le dio el libro de contabilidad en la mañana.
Lawrence no lo pensó dos veces y con su espada de madera primero golpeo el cuello del cura para que no pudiera gritar, después lo golpeo en las costillas para finalmente tomarlo del cuello para asfixiarlo lo suficiente como para dejarlo inconsciente.
"una mosca menos de que preocuparme". -pensó Lawrence mientras sonreía.
Pero esa sonrisa se borró de inmediato cuando escucho los gritos de una mujer joven venir del piso de arriba.
Subiendo las escaleras rápida y silenciosamente Lawrence llego al cuarto de donde provenían los gritos.
- ¡Quédate quieta!
Alguien grito dentro del cuarto mientras se escuchaban gritos y llantos de mujer.
- ¡Quédate quieta maldición!
-Lawrence no iba a esperar ni un segundo más y abrió la puerta de una patada, lo que vio era horroroso para él.
El obispo David estaba encima de la Elizabeth, la primogénita de los Leblanc tratando de violarla.
- ¡Tú! . -dijo Lawrence lleno de furia. ¡¿Cómo te atreves a hacer esto siendo un servidor de Dios!?
-David solo salto de la cama para ponerse su bata.
-No-no sé qué haces tú aquí, ¡pero lárgate ahora mismo!
-Obispo David de Versalles, por el poder que Dios me ha dado...quedas destituido de tu cargo y excomulgado de la santa iglesia católica.
Lawrence desenfado la espada de Dios y decapito a David de un solo tajo, ahora ya no podría hacer mal a ninguna otra mujer en el mundo.
-Mi nombre es Lawrence, ven conmigo y te llevare a casa.
Elizabeth no lo pensó dos veces y tomo la mano que Lawrence le ofrecía, y con dirigiéndose a planta baja Lawrence se desvió del camino que daba a la puerta.
-Caballero, la salida está por acá. –le dijo Elizabeth a Lawrence mientras apuntaba a la puerta.
-Ya lo sé, pero yo no voy a la puerta.
Casi por instinto Lawrence pateo una puerta en donde estaban todas las esclavas sexuales de David. "ahora son libres, salgan de este maldito lugar". Les dijo Lawrence mientras ellas salían por la puerta y luego por la puerta principal.
Oye tú, ¿Qué es todo esto?
Sin dudarlo Lawrence golpeo en el casco al templario que le pregunto eso para que se arrollara aturdido. Lawrence le quito el casco y le dio un rodillazo en la cara para dejarlo noqueado.
-Vengan por aquí mesdemoiselles, por aquí está la salida.
Todas las chicas se tapaban la boca con las manos para no gritar en caso de que algún templario se despertara...lo cual no era ni de lejos posible ya que muchos se habían pasado con el vino horas atrás. Parecían estar muertos, aunque fueran muertos que roncan.
Lawrence dirigió a por lo menos 20 chicas a la entrada que había desbloqueado para que al salir todas ellas corrieran, menos Elizabeth que Lawrence había sujetado su brazo antes de que corriera.
-Yo te llevo a casa, se lo prometí a tus padres.
-No sabía que los templarios buenos existían. –Dijo Elizabeth con un tono inocentemente crédulo
-Porque no existen, ahora vámonos.
Lawrence tomo la mano de Elizabeth y empezaron a correr por las calles mientras una campana sonaba dentro de la casa del ya fallecido obispo David.
- ¡Asesinos!
Grito el cura que Lawrence había incapacitado. Como todos los guardias estaban ebrios así que ninguno fue capaz de perseguir a Lawrence y a Elizabeth.
La libreta de contabilidad tenía registrados los nombres de todos los deudores del obispo David, y sin esa libreta no se podía cobrar a nadie ya que no se tenía ni su nombre ni su dirección, además ya no había nadie a quien pagar, así que esas familias inocentes quedaron libres de toda deuda.
Lawrence toco la puerta de la casa y cuando fue abierta Elizabeth corrió a los brazos de sus padres.
- ¿Cómo podemos pagarle?, pida lo que quiera, su valor debe ser recompensado.
Lawrence se negó rotundamente varias veces, pero como Monsieur Emmanuel insistía pues no le quedo de otra más que pedir asilo esa noche y desayuno al día siguiente.
Después de desayunar una ración de huevos y pan Lawrence pidió simplemente que le pagaran 5 francos si de esa manera el señor Leblanc le dejaría de insistir en pagar por salvar a su hija. "solo hice lo correcto", decía Lawrence para tratar de zafarse del pago.
-Gracias por salvar a nuestra hija, le estaremos muy agradecidos por siempre. –le dijo Madame Evelyne.
-Y como ya le he dicho y una mil veces solo hice lo correcto.
-Y como le diré también una y mil veces...gracias, ojalá hubiera más como tú.
-Claro que las hay Monsieur Leblanc, solo es cuestión de tener fe.
Lawrence solo se despidió de Elizabeth agitando su cabello, al fin y al cabo, le saca casi dos cabezas de alto ya que Elizabeth tenía solo 15 años.
Una vez salió de la casa se dirigió al establo donde estaba su fiel caballo, antes de salir de la ciudad se encontró con el encargado de la catedral central.
-Ya se sabe lo que has hecho...no debería, pero te lo agradezco.
-Veo que las noticias corren más rápido que la pólvora.
- ¿Pues qué esperabas?, mataste al obispo de la ciudad, cómo sea, vete ya de la ciudad, que quieren ver la cabeza del culpable rodar por el suelo.
- ¿Así como la de él ex obispo David?
-Exactamente. –el encargado solo lanzo una risa de alegría porque ahora Versalles estaba libre de un mal terrible.
Lawrence salió a todo galope de la ciudad y como era una mañana de domingo y toda la ciudad estaba en misa, la salida de la ciudad estaba vacía así que Lawrence pudo escapar haciendo que su caballo saltara a los guardias.
Su primera tarea había sido cumplida.
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