
6. Oscuridad
—¿Qué haces aquí? —Aks aparece para abrir toda la puerta. Caigo hacia adelante y ella me analiza con precaución—. ¿Por qué estás cubierto de sangre? —pregunta, confundida. Hace una pausa
—¿Dónde está ella? —pregunta Torrence observando detrás de mí.
—¿Quién? —Alzó las cejas—. Oh, ya. —Hago un gesto como si recordara—. ¿Ankia? —espeto con gracia.
Ambos se quedan estupefactos.
—¿Por qué estás solo?
Reaccionó con sorpresa y miedo cuando aparece el autor de uno de mis mayores traumas. Henna, quien cuando era niño mató a mi gato. Apestoso.
—Y las sorpresas no acaban —suelto, absorto por la ira—. ¿Por qué no me dicen sus verdaderos nombres? No creo que te llames Henna, ¿o sí? —Regreso a mirar a quien era mi amiga— ¿Aks? ¿Torrence?
—¡Zov! —exclama Torrance—. ¿Por qué está tardando Ankia?
Retorno para verlo. Dejo caer mi cabeza y sonrío, para de forma rápida decir:
—Porque está tirada desangrándose.
Su rostro se expande en asombro y luego la ira lo vuelve a formar. Él se acerca y me derriba de un golpe. Yo caigo de costado en la nieve.
No se complace con ello y continúa agrediéndome. Sus manos se aferran a mi cuello y con toda la furia que puede poseer, me estrangula. Sus dedos se adhieren a mi piel y casi siento que los hunde, como si quisiera el mismo llegar al fondo para romperme cada fibra de piel y carne.
—¡Suéltalo! —Aks trata de quitarlo de encima mío.
—¡Voy a matarlo! —escupe sobre mi rostro.
—¡Déjalo ya!
—¡No! ¡Le romperé el cuello antes de soltarlo!
El aire se me escasea, siento como toda mi sangre se acumula en mi cara y después mi visión se empaña. Estoy cerca de desmayarme.
—¡Valis, basta! —grita Aks—. Ve a verla. Por favor, ve por ella. No pierdas el tiempo, hay que ayudarla.
Con lo poco que consigo mirar, él parece ceder. De sus ojos se desbordan las lágrimas y antes de soltarme vuelve a tomarme de la camisa y me lanza a la nieve.
Aks es la única que se agacha para recogerme. Cuando intenta ayudarme, le tiro las manos para apartarla.
—No... te atrevas a tocarme... —Mi voz sale con irregularidad—. Maldito topo...
Veo como Torrance ha desaparecido de la escena.
—Zov, no entiendes lo que está pasando.
Trato de recuperar suficiente aire antes de responder.
—¡¿No?! —inquiero, sintiendo la garganta herida—. Porque parece como si ustedes se hubieran infiltrado para vigilarme... —Miro a henna—. Y deshacer mi vida.
—Fueron órdenes de Krooz no te lo tomes personal —contesta él.
Aprieto los puños, arrastrando en mis manos la nieve helada.
—Con dos repeticiones me basta para que me quede en claro.
—¡Henna, cállate! —le exclama Aks—. De Romaniv te matará. Deja de crear falacias contra él.
—Tranquila —le digo, viéndola—. No hay cosa que no conozca ya. Y cualquier cosa que sepa después no me hará cambiar de opinión respecto a él.
Nunca lo perdonaré.
Estoy cubierto de amenazas, siendo una completa burla que no puede moverse por sí mismo. Todo gracias a Krooz.
Los insultos vienen en gritos desde el túnel y cuando el emisor termina el camino, pretende lanzarse a mí para golpearme. Ask intenta detener a Torrance, pero él se le escapa y concluye su travesía hasta mí.
—Maldito imbécil. —Tras eso viene el golpe en la cara—. ¡Te ayudó! —Exclama, indignado—. Te estaba ayudando. —Otro golpe—. ¡¿Por qué lo hiciste?!
—Basta —Ella consigue detenerle el brazo—. Tenemos un acuerdo con Krooz.
—Me importa una mierda —Él se libera y continúa golpeándome—. ¡La mató! ¡Ankia está muerta! El maldito la mató... —Su voz se quiebra en llanto.
Sus manos van a mi cuello para apretarme con ímpetu. Mi respiración poco a poco empieza a interrumpirse, pero sigo sin poder hacer mucho para defenderme. La fuerza de las únicas extremidades útiles que me quedan, no son suficientes para detener su ataque.
—No lo mates aún —escucho a Henna entre mi delirio—. Hay que llevarlo con Vania.
—¡No! —grita Aks—. No pueden hacer eso. Por favor, recuerden lo que Krooz nos pidió. Si lo llevan con Vania él lo matará.
—Quiero que lo mate. —El agarre en mi garganta desaparece.
Empiezo a toser mientras recupero el aire a grandes exhalaciones.
—No lo hagan.
—Olvídalo —le dice Henna—. No hay más trato. Ankia está muerta y este maldito debe pagar.
—Trabajamos para Krooz no olvides eso...
—Ahora ya no —habla Torrance—. Una vez que se lo entregue a Vania, se enterará de la verdad y el rey detendrá a Krooz.
Henna llega a mí para tomarme de la pierna herida, estirándola con fuerza y haciéndome exclamar de dolor.
—Por favor... —Ruega ella aterrada—. Krooz los matará. Si pierde a Zov nada acabará bien.
Torrance me jala del pelo.
—Cualquier cosa valdrá la pena si primero veo tu cabeza en una lanza —prorrumpe, tirando mi pelo.
—Así... —musito—. Así se sintió cuando me destrozaron la vida —Trago saliva, la garganta me duele—. Así que siéntanse de la misma manera.
Vuelve a golpearme. Sus puños aterrizan en todas partes. El dolor es inmenso, pero lastima más lo que siento en el alma.
—¡Era tu amiga!
—Tú también lo eras —respondo como puedo—. Aquí y antes, y con todo eso pudieron hacerme esto.
—Seguíamos órdenes.
—Y ahora has decidido dejar de hacerlo. ¿Por qué no antes? ¿Por qué no tener compasión antes?
—Valis. —Mi pierna es atraída hacia arriba. Grito con desesperación—. Tiene que pagarlo.
Dejo de escuchar y me centro en sufrir la tortura cuando ambos comienzan a arrastrarme sobre la nieve.
—No lo permitiré.
—Mató a Ankia, cuando Krooz lo sepa estará agradecido de deshacerse de él. Tarde o temprano lo matará. Sabes lo que ella significaba para de Romaniv.
—Zov le importa más, él también le importa. —Solo escucho su voz temblorosa—. Yo no seré parte de esto. No permitiré que lo hagan. Si el rey lo sabe nos acusará de traición y moriremos todos.
El sonido de unas pisadas resuena a mi costado.
—¡Vuelve! —Grita Henna—. Esa estúpida... Tú, cárgalo ya —ordena—. Debemos llegar antes que ella.
Siento como ambos elevan mi peso y me cargan de los brazos y piernas. Al llevarme de esa manera mi pierna empieza a sangrar. Creo que ha vuelto a abrirse la herida.
Continuamos el camino sin yo saber la dirección. Solo estoy ahí, como si fuera un saco que entregar. No sé cuánto hemos tardado, pero cuando me arrojan al suelo, me despierto otra vez. Nunca me enteré cuando quedé inconsciente.
—¿Dónde está Vania?
Tanteo la aspereza del piso y a medida que analizo lo que hay arriba, me percato que estoy en la parte trasera de la casa, en el pasillo exterior donde todo empezó.
—Adentro. —Oigo a alguien responder—. ¿Por qué está de Gienven aquí? ¿Qué no estaba muerto ya?
—Pregúntaselo a Krooz.
Me impulso con mis manos para ponerme de costado.
—¡Eidriene! —La llamo con fuerza—. Sé que está dentro, déjenme verla —ruego con fiereza—. Solo quiero verla... ¡Eidriene!
Si este es mi destino y está pronto a terminar solo quiero despedirme de mi hermana. Al fin y al cabo, me harían un favor al otorgarme la paz.
Ya no sé de dónde sacar fuerzas. Quiero luchar contra todos. Derrotarlos me daría entera satisfacción. Sin embargo, soy un inútil. De esta forma no conseguiré nada. Apenas y puedo arrastrarme.
Exclamaciones se extienden desde el lado izquierdo del pasillo. Al regresar la mirada veo a Krooz y Aks corriendo en nuestra dirección.
—Valis, ve por Vania. —Henna camina frente a mí—. Yo me encargo de ellos. —Lo veo posicionarse con seguridad, pero no logro entender por qué.
—No puedes dispararle —le escucho decir a Torrance—. Sigue siendo el príncipe de Ledya. Eso sería traición a un país entero.
—¡Te dije que fueras a buscarlo! —increpa—. Yo solo haré lo necesario.
Torrance parece dudar, pero termina por ceder. Cuando ya no está ahí, la posición de Henna cambia. Ahora entiendo por qué está tan seguro. Me mira, apuntando con una pistola.
—Debo conseguir que Krooz no interrumpa tu destino. No te dispararé. De tu vida ya se encargará Vania y el rey.
—¿Por qué tienen una obsesión conmigo?
—Porque ahora eres el único de Gienven con vida. Y eso te hace el rey de Teorvek.
—Eidriene es la reina...
—Todavía no sabes nada, Zov.
Mi cabeza da vueltas al mismo tiempo en que todos esos recuerdos de anoche se van asentado con más claridad.
Eidriene es la hermana de Krooz.
Sé que han llegado cuando el sonido del trote disminuye.
—Baja el arma y evita un problema.
Por un instante el tono agresivo de Krooz hace que mi cuerpo se erice. Miro por espacio de las piernas de Henna porque no quiero alzar más mirada.
—El que está en problemas es otro. —Henna deja de observarme para girar su cuerpo y encontrarse con ellos—. Alteza.
—Baja el arma, por favor —le pide Ask.
—Baja el arma —ordena Krooz, y escucho como Henna le quita el seguro mientras apunta a mi cabeza—. ¡Te dije que dejes de apuntarlo!
—¿Aún puedes defenderlo después de lo que hizo?
—Él nunca tuvo nada que ver y eso no te importa —le dice—. Aleja el arma de Zov.
—No hablo de eso... ¿No es así, Zov? —Él se quita de en medio para dejarme expuesto a los ojos de Krooz—. ¿Por qué no le dices como mataste a Ankia?
Y es ahí donde Krooz se queda quieto. Dándome la mirada más descolocada que alguna vez había visto.
—Que... —Suelta en un hilo de voz bajo—. ¿Qué dijiste?
Un sonido de asombro resuena por parte de Henna.
—¿No se lo dijiste? —Le pregunta él a Ask—. Debí ser más cuidadoso al dar la noticia. Oye, detente o le disparo... —Krooz avanza a él para derribarlo de un puñetazo. Le arrebata el arma y luego se la presiona en la cabeza.
—Considérate con suerte justo ahora.
—Dispárame —lo provoca Henna—. ¿O es que ya has traumado suficiente a tu noviecito que ahora tienes miedo?
—Ya acabaste mi paciencia —proclama hastiado, y con rapidez alza el arma dándole un golpe seco sobre la cien, Henna se desploma directo al suelo, totalmente inconsciente.
Tenerlo frente a mí actuando de aquella manera me ha puesto nervioso. Y es que su aura y actitud causan pavor.
No es la persona que conocí. Aunque en realidad nunca lo conocí de verdad.
Lo veo tomar un largo respiro que tensa su mandíbula. Todavía no me ha mirado, pero ya me encuentro temblando. Su tamaño es realmente intimidante. Es como un depredador y yo soy la presa.
—No lo hiciste, ¿verdad? —Me sorprende que haga la pregunta de manera suave, como si tuviera esperanza en mí.
—Lo hice.
No permitiré que su falsa imagen vuelva a engañarme.
—¿Por qué?
No sé qué responder.
—Dime, Zov. ¿Por qué? —Insiste con rabia— ¿Valió la pena?
—Por supuesto que valió la pena.
—¿En qué sentido? ¿De qué manera eso te ayudó? Si sigues aquí.
—¿Eso te lastima? —pregunto con burla— ¿Verdad? Eso te duele. —Me atrevo a reír—, Sí es así, por supuesto que valió la pena...
—¡¿Te has vuelto loco?! —pregunta como si me desconociera.
—Sí quizá tú ya me volviste loco.
—Debería... —Trata de terminar la oración, pero parece arrepentirse y termina por callarse.
—¿Deberías matarme? ¿Es eso? —Inquiero—. Bueno, creo que da igual. Ibas a hacerlo de todas formas.
—No.
Krooz se levanta y yo debo alzar la cabeza para verlo. Su imagen ahora es como la de una deidad.
—¿Me harás besarte los pies y pedir perdón? ¿O de qué forma me vas a humillar?
—No haré nada de eso. —Se arrodilla frente a mí e intenta tocarme.
—¿Qué chiste soy para ti? —Alejo mi cara antes de su mano.
—Voy a explicarte todo. Pero tienes que venir conmigo.
—No iré a ninguna parte contigo.
—No me importa —espeta con desinterés—. Te llevaré conmigo.
Suelto una pequeña risa y luego sonrío.
—¿Ahora me secuestras?
—¡No! —Insta preocupado, sus manos me aprietan de los hombros—. No quiero hacer eso. Solo te estoy ayudando.
—¿Llevándome contra mi voluntad? Por supuesto —digo con burla—. Olvido que tú haces lo que sea. Tomas mis decisiones. ¿Por qué debería importarte si acepto ir o no?
Una expresión de dolor se pinta sobre su rostro.
Quiero reír. Finge tan bien que le sale natural. Casi quiero creerle.
—Aquí estás en peligro.
—¿Y contigo no? —le pregunto con rabia—. Después de todo esto. ¿Qué más me depara si me quedo aquí? ¿Qué diferencia hay?
—Yo no voy a lastimarte. Mi padre sí lo hará, y Dove también. Te quieren muerto, y si te quedas obtendrán todo lo que siempre estuvieron buscando.
Todavía me duele la forma en cómo me destrozó anoche. No hubo remordimiento y ahora tampoco lo veo. Solo desesperación.
—Que me maten. Me da igual.
—Zov, por favor escúchame. Cometí muchos errores, pero puedes juzgarme por eso después. Por favor, ven conmigo.
Todavía me duele el recuerdo de cuando me estrujó la herida que aún sangra.
—¿Por qué no me tomas y ya? —indico con rabia—. Estoy totalmente dispuesto para que me manejes.
Todavía me duele como humilló mis sentimientos.
—No quiero obligarte a nada. Solo quiero salvarte la vida.
—Y yo quiero que me dejes aquí.
—¡Escucha! ¡Esto ya no se trata de lo que sientes contra mí! Quiero ayudarte a salir y luego podrás decidir que hacer de tu vida. Pero primero nos alejaremos de este lugar.
Entonces tenía razón. Ni siquiera siente algo por mí.
No se trata de lo que me hizo anoche sino de su cordura sobre lo que cometió hace años. Quiere limpiar su mente de eso.
—¿Te sientes culpable? —le inquiero, sintiéndome ofendido—. ¿Es por ese motivo que siempre fuiste tan tranquilo a la hora de acercarte a mí?
—Sería inhumano no sentirme culpable, aunque las cosas no son como las pintas.
¿Cómo puede hablar así? ¿Nunca le importó los sentimientos que estaba creando? ¿Cómo pudo vivir así todo este tiempo?
Debí verme tan idiota desde su perspectiva.
Queriéndolo sinceramente mientras él únicamente se esforzaba para que yo confiara. Para al final ofrecerme ayuda y poder purificar su alma.
—Algo dentro de mí siempre tuvo razón al rechazarte.
—Deja de devorar mi paciencia.
—Tú eres quien eligió estar aquí ofreciéndola —digo con inocencia—. Ya podrías irte.
—Estamos perdiendo tiempo valioso. Hay que salir de aquí antes de que ellos...
—¿Antes de? —Una voz conocida interrumpe nuestra discusión—. No pensarán en marcharse, ¿cierto?
Dove hace su aparición. Empiezo a recordar lo que me dijo mientras se encargaba de romperme la pierna. Siento que comienzo a hiperventilar al sentir la ansiedad que me genera ver esa nueva imagen de él.
—Esto no es asunto tuyo —brama Krooz y luego se pone en pie—. Es mío.
—Ya no. Debiste huir aun cuando podías. Sé lo que estás intentando y tu padre no te dejará ir hasta que se lo expliques tú mismo.
—Aks, llévalo al búnker —le ordena Krooz.
—¡No voy a ir a ninguna parte!
Ella intenta caminar hacia mí. Sin embargo, se detiene cuando varios guardias la apuntan con sus armas.
—Nadie se moverá de aquí hasta que entres. Tu padre quiere hablar contigo —dicta Dove—. Vamos. ¿O estás desesperado por huir?
Krooz me da un vistazo, yo apenas puedo reconocer algo de lo que su rostro transmite. Tal vez angustia al verme ahí respirando de manera desenfrenada. Sin elección él se aleja y luego empieza a andar hacia Dove.
—Eso creía —responde él, complacido—. Dame eso. —Dove mueve los dedos para que le entreguen un arma.
Uno de los soldados le pasa un rifle y lo sostiene mientras, sin ninguna expresión, regresa a mirar a Krooz.
—Tampoco lo tocarás hasta que vuelva —le advierte él.
—Claro —dice Dove—. Lo prometo.
La vacilación y el terror con el que Krooz nos analiza antes de darnos la espalda solo me hace dudar sobre si él realmente decía la verdad al querer ayudarme.
Tal vez debí creerle.
—¡Krooz! —El grito de Ask solo sirve para advertir.
Porque cuando soy capaz de comprender lo que ocurre ya es demasiado tarde para que yo o alguien más pueda evitarlo.
Ni siquiera pude moverme con rapidez cuando vi a Dove empujar la culata del rifle en mi dirección. Y tras el golpe me impulsé directo hacia el suelo, estrellándome de entero ahí.
El dolor en mi cabeza duró apenas un segundo y justo después la oscuridad me absorbió.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro