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TRES DÍAS DESPUÉS

Volver a la capilla no había sido nada fácil para ambos, en especial porque cuando llegaron, vieron que Dinah estaba desesperada por comida. No habían pasado unas horas dentro de la mansión como creían, sino que habían transcurrido dos días desde su incursión en ella. Como bien había dicho Michael, la casa alteraba el orden del tiempo, de una forma que ninguno de los tres podía imaginar.

Llegaron a la casa de Thomas usando el coche de Laura —el cual ahora funcionaba a la perfección— con un ánimo extraño: felicidad por un lado, gracias a que por fin habían acabado con Lady Rowenna y su demonio, pero angustiados por el otro, por haber perdido la vida de Michael en el proceso. Además, ninguno de los dos lo había dicho, pero ambos sabían que no volverían a ser los mismos después de ello. Porque al final, ¿Cómo hace uno para vivir después de haber presenciado semejantes atrocidades? Se preguntaban.

Durante el transcurso de regreso desde la capilla hasta la cabaña de Thomas, los lugareños que habían salido de sus casas para ver el derrumbe de la famosa mansión maldita los miraban al pasar, cuchicheando entre sí, y asombrados. Ninguno se acercó a ellos, quizá por una mezcla de miedo y respeto, o tal vez por vergüenza, pero lo cierto es que ningún habitante de Bellhaven podía negar lo obvio: ellos dos habían sido los que detuvieron, de alguna manera, a la maldición de la bruja que tantos años había asolado el pueblo.

Durante los dos días que siguieron a esto, Thomas y Laura se dedicaron a descansar tanto como pudieron, lavar la sangre y la tierra de la ropa, y a curar las heridas. La hinchazón del rostro de Thomas fue atendida con bolsas de hielo tres veces al día, se cambió el vendaje de la mano izquierda por uno limpio y también se aplicó banditas curativas en casi todos los dedos de la mano derecha, cortados por meterlos en los bolsillos llenos de vidrios rotos. Tenía magullones en el pecho, parte del estómago y profundos moretones violáceos en el costado de las costillas, pero más allá de eso, tenía buen ánimo y se encontraba bien, por lo que se dedicó a ayudar a Laura con su equipaje. El sábado a la noche, luego de la cena, permanecieron de sobremesa como siempre habían hecho: con la estufa a leña encendida, templando el ambiente de la sala de estar, Dinah hecha un rosco, dormitando frente a ella, y ambos sentados en el sillón, frente al televisor, abrazados uno del otro.

—Aún no has abierto la carta de Michael —dijo ella, en un susurro. MTV transmitía una videografía de Green Day, con sus mejores éxitos, pero ninguno de los dos estaba mirando con atención. De hecho, la televisión estaba al mínimo de volumen.

—No, todavía no... —respondió Thomas, asintiendo con la cabeza.

—¿Por qué?

—Estaba esperando que te fueras, para hacerlo. Imaginé que te pondría un poco mal si...

—Hazlo, no quiero irme sin saber que dice —insistió.

En silencio, Thomas apartó el brazo de los hombros de Laura, se puso de pie y caminó hacia su escritorio, donde encima de la computadora estaba el sobre sin abrir. Volvió de nuevo al sillón, desplegó la solapa, y sacó una prolija hoja blanca escrita a mano, en tinta azul. Dio un suspiro, y comenzó a leer.



"Queridos Laura y Thomas:

Si están leyendo esto, es porque las cosas se torcieron un poco. En fin, sea como sea, espero que esta carta les encuentre en buen estado de salud, y por sobre todo paz. Hoy me veo enfrentado en la difícil tarea de despedirme de ustedes, como los buenos amigos que creo que fuimos, a pesar del corto tiempo que compartimos juntos.

Desde lo más profundo de mi corazón, quiero comenzar expresando mi sincero agradecimiento. A lo largo de mi tiempo como sacerdote en esta capilla, no he hecho más que autocompadecerme, hacer misas los domingos y lamentarme de mis propias desgracias. Fueron ustedes, Laura con su historia y tú, Thomas, con tu ímpetu por protegerla, que me sacudieron el polvo y me obligaron a actuar. Quizá cumpliendo con un propósito en mi vocación que aún no conozco, pero que no dudo el hecho de que Dios me lo revelará cuando llegue el momento. Y por eso, estaré siempre agradecido con ustedes.

Si no vuelvo de esa mansión, quiero hacerles algunas peticiones. Primero, quiero que Thomas administre y cuide mi capilla y mi casa, con el mismo amor y devoción que lo he hecho yo, hasta que la diocesis designe un nuevo sacerdote para Bellhaven. Sí, lo siento por ello, tendrás que dar parte de mi defunción así que te encargo los trámites a ti. Sé que suena engorroso, pero quiero que la capilla continúe siendo un faro de luz espiritual en esta comunidad.

Laura, tu amor por la investigación periodística e histórica puede ser una fuente constante de inspiración para jóvenes como tú. Te pido que sigas compartiendo ese talento con el mundo, por lo tanto, te dejo las bitácoras eclesiásticas de Bellhaven, para que las guardes como lo que son, libros históricos que una vez marcaron hechos que no se deben volver a repetir.

Thomas, tu sentido de protección hacia Laura es verdaderamente admirable. Eres un ejemplo de servicio desinteresado y generosidad. Como símbolo de mi aprecio, te dejo mis alianzas de matrimonio, las encontrarás en una pequeña caja fuerte empotrada en la pared, tras el cuadro con el versículo de Mateo 3:16, en el living. La clave es 8574. Quizá tengas que llevarlas a una joyería para que las reforjen a tu medida y a la de Laura, pero nadie mejor que tú para conservarlas. Es el regalo más valioso que puedo darte, además de las botellas de vino que están en el sótano, en una caja bajo la ropa litúrgica del perchero grande. No te las bebas todas, guarda alguna para la boda!!

En cuanto a la administración del resto de mis bienes personales (muebles, ropa y demás), he decidido confiar en su sabiduría y generosidad. Por favor, utilicen mis posesiones para donarlas a quienes más las necesiten, como hogares de ancianos y refugios de indigentes. Confiar en ustedes para este propósito me brinda una gran tranquilidad, sabiendo que mi legado de servicio y compasión perdurará a través de sus acciones.

No puedo dejar de destacar los valores positivos que ambos posen. Juntos, forman un equipo excepcional que ha tocado mi vida, y espero que toque la de muchos más. La amistad que hemos construido es un testimonio de su amor, amistad y dedicación. Estoy feliz de haber compartido este último tiempo con ustedes, en verdad.

Para el futuro, los animo a seguir escuchando sus corazones y persiguiendo sus pasiones con la misma intensidad que han demostrado en todo momento para vencer a este mal inmenso. La vida es un regalo precioso, y sé que tienen el poder de hacer del mundo un lugar mejor con su amor y compromiso. Quiéranse mucho, es todo lo que importa al fin y al cabo.

En cada nuevo camino que tomen, recuerden que Dios siempre los guiará. Que su amor siga siendo un faro de luz para los demás, como lo ha sido para mí.

Con todo mi cariño y gratitud:

Padre Michael".



Para cuando Thomas acabó de leer, Laura estaba llorando a pierna suelta. Tenía la punta de la nariz enrojecida y las lágrimas le empapaban las mejillas.

—No tenía que haber muerto... —sollozó. —No se lo merecía...

—No —convino Thomas, dejando la carta a un lado para abrazarla—, pero él sabía a lo que iba. Aún así fue lo que eligió, ayudarnos hasta el último momento.

—Antes de volver a casa, me gustaría dejarle una flor en la puerta de la capilla. ¿Podríamos ir después del desayuno? —preguntó, secándose las mejillas con las yemas de los dedos.

—Claro que sí —consintió él. Luego dio un suspiro, y le tomó las manos, mirándola directamente—. ¿A qué hora te irás mañana?

—Luego del mediodía, quiero almorzar contigo primero.

—Voy a extrañarte mucho...

Laura se acercó y le dio un beso en los labios, lento y largo. Luego apoyó su frente con la de él.

—Y yo también a ti. Pero nos volveremos a ver. Prometiste que te mudarías —dijo.

—Y lo pienso cumplir, pero primero debo ocuparme de la capilla de Michael. Eso me llevará un tiempo. Aunque, siempre puedes venir a visitarme algún fin de semana.

Laura sonrió, y negó con la cabeza lentamente.

—Te seré honesta, Thomas. Una vez que cruce los límites de Bellhaven, pisaré acelerador a fondo y nunca más volveré aquí, ni por un millón de dólares —respondió.

—No esperaba menos de ti, pero la esperanza es lo último que se pierde, dicen. Va a ser una ausencia larga, entonces.

—No seas dramático, eres el único con internet, teléfono celular y televisión por cable de todo el pueblo. Nos llamaremos todos los días, ¿de acuerdo? —bromeó. Thomas hizo un gesto desconforme.

—No será lo mismo...

—Entonces aprovéchame ahora, que aún me tienes —Le respondió, besándolo otra vez. Poco a poco comenzó a empujarlo para que se acostara encima del sillón, hasta que él dio un respingo, en cuanto ella le apoyó una mano en el pecho.

—Auch.

—Con cuidado entonces —consintió ella, quitándose la camiseta. 


*****


Al día siguiente, el sol radiante los encontró aún desnudos entre las sábanas revueltas, casi a las ocho de la mañana. El primero en despertar fue Thomas, quien se levantó para preparar el desayuno, y por último lo hizo Laura, quien se dio una ducha rápida y se vistió con la ropa que emprendería el viaje de retorno: un pantalón negro de microfibra, sus zapatillas deportivas, una camiseta celeste y una chaqueta de paño gris. Luego de desayunar y de que Thomas se duchara, ambos eligieron una flor del jardín de su cabaña, y se encaminaron rumbo a la capilla para dejar su respectivo homenaje. Se sentía bien caminar por Bellhaven con el sol iluminándolo todo, incluso hasta la gente parecía de buen ánimo. Muchos vecinos los saludaban al pasar, levantando sus manos y asintiendo con la cabeza, y hasta el pueblo mismo parecía diferente, como si de repente tuviera otro aroma, y otro color. El característico olor primaveral a flores inundaba el aire, y la brisa era templada.

En la capilla no estuvieron mucho rato, solo el tiempo suficiente como para dejar el lírio frente a la puerta cerrada, encima del escaloncito de entrada, y rezar una oración a la memoria de Michael en voz baja, tomados de la mano y mirando la puerta de madera con solemnidad. Luego volvieron sobre sus pasos, y al llegar a la cabaña de Thomas, él la ayudó a cargar el equipaje al maletero del coche. Luego ambos se miraron unos instantes, hasta que él la envolvió en un abrazo, estrechándola contra sí aunque le doliesen las costillas, daba igual. Luego hundió la cara en su cuello y respirando con fuerza, como si quisiera tatuarse en la memoria el olor de su piel, suave y tersa.

—Cuídate mucho, por favor —Le dijo, una vez que se hubo separado de ella. Laura lo miró, vio que tenía los ojos empañados, y eso la derritió en la más absoluta ternura.

—También tú. ¿Qué vas a hacer ahora?

—Tengo que encargarme del cuerpo de Evelynn ni bien pongas patitas fuera del pueblo. Luego de eso, quizá me dedique a escribir el mejor artículo paranormal que mi blog haya visto —miró a Laura directamente a sus ojos esmeralda, los cuales con el reflejo del sol quedaban aún más claros de lo normal. Le acarició una mejilla y le besó la frente—. Eres hermosa.

—Tu hermosa —consintió, y entonces le dio un beso largo y profundo durante varios minutos. Luego, abrió la puerta del Ford y subió tras el volante, cerrando tras de sí. Sacó su teléfono celular del bolsillo, lo colocó en el soporte del tablero y dando un giro de llave, encendió el motor. Bajó la ventanilla, y miró a Thomas—. Te llamaré cuando llegue, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —asintió—. Te quiero, Laura. Buen viaje.

—Y yo a ti —Le sonrió.

Giró en U por la calle para salir rumbo al centro del pueblo, donde no tardaría en encontrar los accesos que la llevarían por el camino de tierra de la entrada. Antes de emprender la marcha, tocó un par de veces la bocina y Thomas levantó la mano en silencioso saludo, sintiendo que el corazón se le comprimía en el pecho.

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