
4
A la mañana siguiente, el amanecer los descubrió aún despiertos.
Laura no pudo volver a dormir en toda la noche, infundida en pánico. En cuanto cerraba los ojos para conciliar el sueño, volvía a aparecer ante ella aquel demonio inenarrable, sus garras aprisionándole el cuello hasta medio matarla, y entonces volvía a sobresaltarse. Thomas, por su parte, permaneció inamovible a su lado, abrazándola contra su pecho bajo el calor de las mantas, susurrándole palabras de ánimo y seguridad, prometiéndole que todo estaría bien. Pasadas las seis y media de la mañana, Michael se levantó de su cama, y a eso de las siete y cuarto ya los tres estaban vestidos y en pleno desayuno. A Thomas le dolía un poco la cabeza debido a la falta de sueño, el sacerdote parecía preocupado y Laura, sin embargo, apenas siquiera probó sus tostadas.
—¿Han podido dormir? —preguntó Michael, luego de darle un sorbo a su café. Thomas negó con la cabeza.
—No. Ella no pudo, y yo me quedé despierto, alerta por cualquier cosa.
—Yo tampoco he descansado muy bien que digamos, me he pasado dándole vueltas en la cabeza a todo esto.
—¿Qué fue lo que pasó anoche? —inquirió Thomas, mirando al sacerdote. Este, sin embargo, dirigió su atención hacia Laura.
—Creo que eso mismo deberíamos preguntarle a ella.
Levantó la vista del plato, y miró a los dos hombres como si quisiera juntar coraje para empezar a hablar.
—Soñé con Rowenna, o la vi, no lo sé. Fue como si estuviese viendo un fragmento de tiempo, y veía el bosque desde arriba, donde está la piedra. Allí la veía hacer el ritual para invocar a esa cosa, y la veía emerger de la propia tierra con su forma real —explicó—. Luego pareció voltearse hacia mí, miro arriba y me vio, de alguna forma me vio. Entonces se desplazó hacia donde estaba y me tomó del cuello, es todo lo que sé —Con la yema de los dedos se tocó la marca en su piel, y las lágrimas se le desbordaron de los ojos—. Me ha marcado otra vez, ahora tendré que vivir con esta cicatriz por el resto de mi vida...
—Ey, no debes torturarte por ello —dijo Thomas, apoyándole su mano sana en la mejilla, para secarle una lágrima con el pulgar.
—Has hecho bien en anotar todo lo que Laura decía —intervino Michael, mirando a Thomas—, y también en despertarme a mí. Si no lo hubieras hecho a tiempo, sabe Dios lo que hubiese pasado con ella.
—¿Qué era eso? Ni siquiera sé si lo escribí bien, no conozco el idioma.
—Nadie lo conoce, por lo tanto, no importa si está bien escrito o no, solo importa su fonética. Es lengua infernal —explicó el sacerdote—, y el ritual que Laura vio es el conventus abyssalis, lo que en su traducción se conoce como convenio del abismo. Es uno de los hechizos más peligrosos de la adoración al mal, y solo satanistas de gran poder y conocimiento lo han usado a lo largo de la historia eclesiástica. Ya tenemos el nombre, la formula y todo lo que nos faltaba.
—Entonces podremos enviar de nuevo ese demonio al infierno, eso sí que son buenas noticias —dijo Thomas, dando un resoplido de alivio. Sin embargo, Michael negó con la cabeza.
—En realidad no. Ese ritual representa un vínculo que trasciende lo que yo pueda hacer para desterrar al demonio otra vez al infierno. Quizá Evelynn tenía razón con el hecho de que primero deberíamos deshacernos de la criatura antes que Rowenna, pero si había alguna posibilidad de eso, era mucho antes, cuando el lazo entre ambos era débil y reciente. Si no pudieron con ello los videntes en la antigüedad, entonces menos lo haremos nosotros, tras tantos siglos de fortalecimiento en las sombras y con una invocación tan potente —explicó.
—Mierda... —murmuró Laura.
—Sin embargo, no todo está perdido. Ustedes no fueron los únicos que anoche se quedaron dándole vueltas al asunto. He revisado algunas cuantas notas, también los apuntes más antiguos del libro de rituales eclesiásticos, y creo que podemos hacer algo al respecto que podría matar dos pájaros de un tiro, como bien sugirieron antes.
—¿Ah, sí? —preguntó Thomas, interesado.
—Hay un ritual de liberación, digamos que lo más potente que se podría hacer, el cual solo está autorizado para los exorcistas avalados por la diócesis del Vaticano y con la suficiente experiencia para ello. Si no podemos erradicar a Lady Rowenna y a su demonio del pueblo realizando el puritias santorum en el espejo y en su casa, entonces no hay nada más que se pueda hacer. Será nuestra última carta.
—¿Y es un ritual peligroso? —intervino Laura.
—Si no lo fuera, no estaría reservado solo para los exorcistas más importantes de la iglesia, ¿no crees?
—¿Alguna vez lo hiciste? —preguntó Thomas.
Michael bajó la mirada hacia la mesa.
—No, nunca.
Thomas y Laura se miraron entre ellos, un tanto nerviosos. Muchas cosas estaban en juego, y si algo salía mal... Mejor ni pensarlo.
—Sin embargo, no es complicado, o al menos eso asumo —continuó Michael—. El ritual se basa en la purificación absoluta al trasmutar la maldad de un sitio convirtiéndola en bondad y luz. Eso es útil para nosotros, porque conocemos que fue lo que Rowenna utilizó para vincular su espíritu al espejo y a este demonio, por ende, solo tenemos que hacer lo mismo pero a la inversa.
—No puede ser tan fácil como suena, tiene que haber algo más —dijo Thomas—. Por algo es un procedimiento tan reservado, solo para unos pocos exorcistas.
—Claro que hay algo más. El ritual necesita de una ofrenda para completarse y que la maldad pueda ser trasmutada y erradicada de este plano, así como el hijo de Dios, el ser más puro y amado del cielo, se sacrificó en el monte Calvario por todos los pecadores en la historia de la humanidad.
Laura y Thomas se miraron entre sí por segunda vez, comprendiendo con lujo de detalle la referencia que estaba diciendo. Entonces lo miraron con cierta congoja reflejada en sus ojos, Laura más que nada, quien era la más sensible de los dos.
—No, aquí nadie se va a sacrificar por nada ni por nadie, no vamos a permitir tal cosa —dijo, de forma obstinada—. Esto no es un intercambio de rehenes, ni pensarlo.
—Tiene que haber otra manera, Michael. Debemos encontrar otra forma —insistió Thomas, mirándolo con fijeza. El sacerdote entonces levantó una mano, como indicándole que esperase.
—No es un patrón constante que se repita, en cualquier caso. Solo hay dos registros de este ritual que se documentan como exitosos, sin necesidad de un sacrificio. Uno en el siglo diecinueve a cargo del padre Henry James Cheanelleu, en Francia. Liberó a una monja poseída por siete demonios, entre ellos Caín, Judas Iscariote y Asmodeo. El segundo registro fue hace unos treinta años atrás, en Sídney, Australia. Un orfanato de niños que era asolado por Balberoth debido a la hechicería de una nodriza, fue limpiado por el padre Gregorio Pasolinni, enviado directamente por el Vaticano para su ayuda.
—¿Dos casos? ¿Entre cuantos hasta el momento? —preguntó Laura.
Michael bajó la mirada por segunda vez.
—Ciento treinta y nueve procedimientos, hasta la fecha —dijo.
—Dios santo, estamos hablando de menos del dos por ciento de probabilidad, es... —murmuró ella, mirando hacia el techo sintiendo como se le ahogaba la voz. Michael la interrumpió.
—Escuchen, las probabilidades son números, nada más. Con Dios de nuestro lado no tenemos nada que temer, ¿de acuerdo? Tenemos que intentarlo, es la única forma de poder tener éxito con todo esto y asegurarnos que mandamos a la bruja y a su demonio adonde pertenecen. Es mejor esto a que seguir dando vueltas en círculos, cruzados de brazos y tolerando ataques cada vez más frecuentes hacia Laura —dijo—. Lo haremos, y no se hablará más del asunto.
—Si no tenemos más opciones... —murmuró Thomas, apesadumbrado. —¿Cuándo lo haremos?
—Mañana, si les parece bien. Antes tengo que preparar algunas cosas, por lo que me gustaría tomarme el día de hoy. Si todo sale bien, entonces no habrá problema. Si no, ustedes tendrán que ayudarme después.
—¿De qué se trata? —preguntó ella, sintiendo el mal presagio en el fondo de sus venas. Michael sonrió de forma leve, y la miró.
—Si se los digo, entonces no van a querer hacerlo. Mañana lo verán, confíen en mí. Y por sobretodo aprovechen a descansar tanto como puedan, mañana tendremos un día muy, muy largo.
*****
Durante el resto del día, los ánimos se volvieron silenciosos, cadentes. Ninguno de los tres quería decirlo, pero todos sentían aquello como si fuera una especie de despedida por la cual nadie quería transitar, aunque quisieran mostrarse lo más optimistas posibles. Luego del almuerzo, Thomas y Laura se dirigieron a la capilla, para tener un momento a solas y en calma. A pesar de que ninguno de los dos eran creyentes en su totalidad, el hecho de tomar asiento entre las filas de bancos de madera mirando hacia adelante, donde el púlpito, el altar y las figuras religiosas parecían acompañarlos, les llenaba de una paz casi absoluta. De fondo, solo podían oír el sonido de la lluvia golpeando contra las ventanas, y algún que otro trueno esporádico. Al principio, ninguno de los dos dijo nada. Thomas solo rodeó los hombros de Laura y dejó que ella se recostase junto a él, dándole un beso en la coronilla de la cabeza. Luego fue ella quien rompió el silencio.
—Tengo miedo —dijo—. Todo esto me aterra, no saber lo que va a pasar mañana...
—Lo sé, yo también tengo miedo. Pero ya sabes cómo es, nos cuidamos mutuamente. Estaremos juntos en esto, siempre.
—Sea como sea, mañana pondremos fin a toda esta historia, para bien o para mal —Laura dio un suspiro, y levantó sus ojos verdes hacia él—. Cuando me pongo a pensar en eso, es como si una parte de mí no recordase como era mi vida antes de llegar a Bellhaven. ¿Era una vida tranquila? ¿Realmente era feliz y no lo sabía, o creía serlo y no lo era en realidad? Supongo que siento lo mismo que una persona a la que le dan un diagnóstico clínico irrecuperable, y desde ese instante ya no sabe ver la vida de otra manera. Todo esto me ha cambiado.
—Creo que nos ha cambiado a todos, en cierta manera. Yo nunca creí que iba a comprobar eventos paranormales de primera mano, siempre fue un tema que me fascinó como un pasatiempo, pero de ahí a vivirlo... Tampoco creí que iba a conocerte. Y aquí estamos.
—A veces la vida suele darte sorpresas impensables.
—Y ya ves.
—No le digas nada a Michael, pero tengo un terrible presentimiento —dijo ella, estremeciéndose ante un escalofrío. Thomas la estrechó un poco más contra sí, acariciándole el brazo.
—Michael es un sacerdote experimentado, no creo que nada malo vaya a pasarle. Va a ser difícil, sí, tampoco nos vamos a mentir. Pero podremos con esto, como hasta ahora.
—Solo dos casos en ciento y pico... —Laura resopló. —Carajo, intento no ser negativa pero... los números están en contra.
—Los números también estaban en contra de los espartanos contra los persas en la batalla de las Termópilas, y sin embargo resistieron. Nosotros también lo haremos.
—Supongo... —murmuró ella, sin mucho afán. —Luego de todo esto, ¿Qué harás?
Thomas suspiró, lo cierto era que no lo había pensado. Entonces sonrió, encogiéndose de hombros.
—La verdad es que no lo sé. Supongo que volveré a mi hogar, me daré la ducha más relajante y larga de mi vida y me acostaré a dormir sin pensar en absolutamente nada y sin alarmas, aunque duerma tres días enteros. Luego haré un reporte de todo lo ocurrido, y trataré de ponerme al día con mi trabajo. Me contactaré contigo, te preguntaré como va tu día, que tal te sientes, y cuando nos veremos de nuevo. Y entonces me dedicaré a conseguir cajas para la mudanza.
—¿Mudanza?
—Claro —aseguró él—. Estaba pensando que podía viajar a Manchester y conseguir algún departamento en alquiler, lo bastante barato como para poder iniciar nuestro periódico sin tener que salir de casa. No creías que me iba a quedar en el pueblo luego de conocerte, alejado cientos de kilómetros de ti.
—Creí que adorabas la paz de Bellhaven —dijo Laura, de forma irónica.
—Lo hacía, hasta que el torbellino Brennet llegó al pueblo cargando con su historia ancestral sobre brujas y maleficios —respondió, con una risilla jocosa—. En cualquier caso, no me arrepiento de ello. He criado demasiadas raíces aquí y aún estoy joven como para pudrirme en un lugar vacío y rodeado de ancianos.
—A buena hora lo pensaste, luego de años viviendo aquí.
—Mejor tarde que nunca, ¿no? —convino Thomas.
Un nuevo silencio sobrevino entre ambos, entonces. Los ojos de Thomas se posaron en algunos de los candelabros encendidos, donde las llamitas de las velas titilaban encima del altar, frente a la estatua de Jesucristo. Laura, por su parte, pensaba en muchas cuestiones a la vez. Se cuestionaba como volvería a hablarle a su madre luego de aquello. ¿Le preguntaría si había tenido visiones alguna vez? ¿Si acaso había visto a Moloch de pie frente a su cama igual que ella? O mejor aún, simplemente iniciaría la conversación telefónica con un "Hola mamá ¿sabías que he mandado al puto infierno al espíritu de Lady Rowenna y su mascota demoníaca? ¿Qué te parece si me pides perdón por todas las veces que me has tratado de loca siendo una adolescente?". O tal vez simplemente no le dijera nada, solo continuaría con su vida sin más, sin rencores ni viejas deudas. Porque ahora las cosas eran diferentes, al menos no estaba sola, como siempre había sido.
—Thomas, independientemente de lo que suceda mañana, quiero que sepas cuanto significas para mí —dijo. Ya no tenía sentido guardarse nada más, porque total, ni siquiera sabía si sobreviviría al día siguiente. Él la miró con asombro.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Dime.
—Me siento muy mal conmigo misma por haber dudado de ti, eso para empezar.
—Olvídalo, no tienes nada que lamentarte —dijo él. Laura se encogió de hombros.
—Aún así, siento que es lo que corresponde. Durante todo este tiempo has estado a mi lado, te has arriesgado por protegerme más de una vez, y no era justo que actuara así contigo. Si no fuera porque el padre Michael me dio su consejo, no sé qué hubiera sido de nosotros —dijo—. Y nunca pensé que iba a decir esto, pero este tiempo que hemos compartido juntos me ha servido para darme cuenta que también estoy enamorándome. Eres importante para mí, y me alegra mucho haberte conocido. He intentado ponerle un freno a mis emociones, no te voy a mentir, pero cuando dormimos y me abrazas, siento que nada malo puede pasarme mientras estés conmigo. Me siento protegida y feliz.
Thomas sintió que el corazón se le encogía de la ternura. El miedo en Laura no solo la paralizaba, sino que también le infundía un momento único de vulnerabilidad emocional, donde volcaba todo lo que sentía sin detenerse a pensar en las consecuencias. Le llenaba de cariño saber que lo consideraba como alguien especial en quien apoyarse en la incertidumbre del día a día, y en aquel momento supo que ese día de preparación se convirtió no solo en una prueba de valor, sino también de su amor y lealtad juntos.
—Siempre estaré contigo, hasta las últimas consecuencias —Le respondió—. Te lo dije una vez, y te lo diré todas las veces que sean necesarias. No te mereces menos, Laura. Lo único que hacía en mi vida era escribir artículos de misterio y temática paranormal, no hablaba con nadie, no tenía ninguna necesidad de tener emociones por nadie. Hasta que nos cruzamos en el minimarket, te vi allí con tu cámara Nikon colgando al cuello, y sentí como si mil soles me iluminaran directamente al rostro. ¿Recuerdas la primera vez que sufriste un ataque en mi casa?
—No podría olvidarlo nunca.
—Fue la primera vez que dormimos juntos. Estabas tan aterrada que me pediste que me recostara contigo, entonces me abrazaste por la espalda y yo tomé tu mano encima de mi pecho —dijo él—. En ese momento supe que mi lugar estaba contigo, que pertenecía a ti, me quisieras o no —Se volteó hacia ella y la miró, sus ojos azules fijos en sus pupilas verdes—. Hagamos que lo de mañana valga la pena, cariño. Tenemos mucho por lo que vivir y muchos proyectos para crear, juntos.
Laura dejó caer una lágrima solitaria, al mismo tiempo que sonreía. Era la primera vez que Thomas le llamaba de aquella manera.
—Claro que lo tenemos —Le aseguró. Se acercó a él, apoyó sus labios en los suyos sin besarlo aún, y susurró—. Te quiero.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro