5. La noche juntos
La danza de las lechuzas
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La noche juntos
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Tras resguardarse de la lluvia y a las cajas con sus pertenencias que estaban dentro de la carroza, Rasgado buscó el modo de hacer una pequeña fogata para calentarlos a ambos ya que terminaron empapados luego de correr desde la carreta al interior del lugar. El hombre se sacó la chaqueta colgandola en la viga más cercana mientras buscaba alguna manta en las pacas de paja cercana para cubrir a Partita ya que se llevó la peor parte y estaba mojada hasta los huesos.
—Que lluvia tan terrible —comentó ella abrazándose a sí misma agachándose al lado del fuego.
—No imaginé que llovería el día de hoy, el clima parecía estupendo esta mañana —Rasgado estaba apenado por verla calada—. Deja busco algo para cubrirnos.
El lugar estaba abandonado en toda la extensión de la palabra, había pacas de paja arrojadas por diferentes sitios, pero nada que sugiriera que el lugar hubiera sido visitado o usado desde hacía largo tiempo. Aún así, Rasgado fue capaz de encontrar una manta sobre la pila más grande de paja arrojada un poco más allá y, tras sacudirla con fuerza, la llevó para cubrir a su compañera quien aún moría de frío.
—¿Podrías ayudarme? Quiero quitarme el vestido —dijo ella de pronto poniéndose de pie mientras Rasgado la observaba sorprendido— Solo necesito que cuelgues esa manta por un momento como si fuese un biombo, en cuanto termine, te la devolveré.
—Ya entiendo, espera —el corazón del toro dorado latía pese a saber que ella no se sacaría la ropa delante de él.
Rasgado encontró algunos clavos sueltos en medio de unas vigas de madera, colocó las esquinas de la manta logrando asemejar una pared de tela tras la cual se ocultó la mujer mientras el hombre le daba la espalda. Aun detrás de la cortina, ella pudo ver como el santo dorado se mostraba respetuoso ante su desnudez sin girarse ni por un momento. Eso le gustó mucho a la joven, lo galante de su persona no la decepcionaba.
—Gracias.
Ella se envolvió con la larga manta tomando asiento justo en la pila de paja más cercana mientras Rasgado la ayudaba a colgar el vestido mojado junto a la chaqueta, acto seguido, se sentó a su lado gozando del agradable calor de la fogata. Más allá, los caballos se acomodaban para dormir mientras la pareja compartía la amplia manta pegados uno al lado del otro.
—No era necesario —repuso el hombre con suavidad evitando mirarla pues ella estaba en paños menores.
—Por supuesto que lo era, también te enfrirarás.
Rasgado no se sentía menos incómodo ya que sus pies estaban húmedos así como su camisa terminando por aceptar cubrirse con el otro extremo que ella le ofrecía evitando mirarla a otro sitio que no fueran sus ojos. Ambos tuvieron que sacarse los zapatos dejándolos al lado del fuego mientras continuaban abrazados bajo la manta observando las llamas.
—Hay algo que quisiera saber —comenzó a decir con calma dedicándole una mirada de complicidad— ¿Por qué te atraigo Partita? Desde que te conozco, me has tratado bien, has sido más amable conmigo que con otras personas y luego sucedió lo de ayer y... Creo que no soy atractivo, más por la fea cicatriz que tengo y mi altura y bueno... Solo es curiosidad, lamento incomodarte.
—No me incomoda —respondió ella mirándole con suavidad colocando una mano en la pierna del santo dorado—. Tu discípulo Teneo es buen amigo de mi hijo desde hace algunos meses. Siempre que va a casa habla de ti todo el tiempo, nos ha narrado sus experiencias a tu lado como y como es que los adoptaste. Como has dedicado a entrenarlos y lo buen padre sustituto que eres.
El santo de oro no dejaba de mirarla mientras ella observaba el fuego frente a los dos sin apartar la mano de su pierna. Su mirada parecía rememorar las palabras de Teneo mientras su mano apretaba ligeramente la pierna del hombre a su lado.
—Escuché tantas historias sobre ti que... deseaba conocerte en persona —de pronto ella le dedicó una mirada risueña—. Quería saber más sobre el hombre excepcional que crió solo a tantos chicos y que le aman tanto.
—Vaya... —Rasgado no sabía qué decir ni tampoco se imaginó que Teneo lo tuviera en ese concepto tan elevado— Lamento que mi discípulo no tenga otro tema de conversación —la joven rió un poco ante esas palabras.
—Descuida, no me molesta escucharlo. Y dime, ¿qué te atrae de mi? —preguntó ruborizándose.
—La forma que tienes de sonrojarte será mi perdición —decía con calma sintiendo su rostro encendido—y tu hermosa sonrisa. Además de que criaste a tu hijo sola, según tengo entendido. Eso es admirable.
—Solo por un tiempo mientras trabajaba para una familia, luego de eso... Tenma fue enviado a un orfanato. No creo ser la madre del año —añadió con tristeza.
—Su padre murió cuando él era pequeño, ¿cierto?
—Creo que hubiera dado lo mismo si moría antes o después. Su objetivo era engendrarlo y eso fue todo —dijo muy seria borrando la sonrisa de sus labios—. Yo fui el medio para traerlo al mundo pues, apenas supo de mi embarazo, se marchó para siempre.
—¿De verdad? —inquirió desagradablemente sorprendido.
—Si. Solo tenía diecisiete años y era muy ingenua. Creí que de verdad le interesaba, supo como poner las cosas a su favor, como engatusarme para que le creyera. Se robó mi primer beso e hizo lo que pudo para convencerme de entregarme a él... —la joven apretó con aprehensión la pierna de Rasgado mientras su semblante se ensombrecía— Esa fue la única vez que tuve contacto con un hombre, ojalá pudiera borrar esas memorias.
—Lo lamento. Sé que hizo cosas horribles en la guerra santa, según supe.
—No hablemos de él, ¿quieres?
Accedió estrechándola en sus brazos mientras la joven se aferraba a él.
Partita acarició la mejilla de Rasgado pasando su mano lentamente por la cicatriz sonriendo para él. El santo de oro se aproximó a ella besándola con intensidad y, poco a poco, la joven se recostó sobre la paja debajo de ellos hasta que este quedó encima pasando los labios por sus mejillas encendidas y su cuello deslizándose un poco más hacia abajo; fue entonces que se topó con la curvatura de sus pechos los cuales sobresalían ligeramente de las costuras del corsé y le intimidaron por un momento. No deseando detenerse, los recorrió lentamente con su boca dejando un beso en ambos.
Sus manos recorrieron los hombros desnudos de Partita hacía sus brazos moviéndolas hacia su torso topándose con las costuras y varillas de la incómoda prenda femenina que ella vestía. En ese instante Rasgado cayó en cuenta del sitio donde estaba separándose un poco de la mujer.
—¿Sucede algo? —pregunto confundida y contrariada.
—Este sitio no es el más adecuado para continuar, estamos en un granero sucio, abandonado y medio desvencijado. No voy a exponer tu desnudez ni tu dignidad en un lugar como este —Rasgado acarició el rostro de Partita ayudándola a sentarse—. Podríamos esperar a que estemos en la posada —volvió a cubrirla con el otro extremo de la manta mientras ella lo observaba ligeramente sorprendida.
Cualquier otro habría seguido adelante, en cambio él esperaba estar en un sitio caliente, cómodo y privado. En eso ambos estaban de acuerdo sintiéndose algo culpables por dejarse llevar. Afuera aún llovía con fuerza no quedando más que esperar a que terminara gozando del silencio y la compañía.
La lluvia terminó varios minutos más tarde, aprovecharon que el clima mejoraba para vestirse nuevamente y dirigirse en la carroza hacía la posada la cual encontraron un par de kilómetros más adelante. Esta era una unión entre varias casas pegadas una a la otra asemejando una sola estructura la cual se veía acogedora por fuera. Los emisarios del Santuario llegaron mientras un empleado sujetaba los caballos indicando que entraran.
—¡Buenas noches y bienvenidos! —anunció el posadero amablemente detrás del mostrador— Tenemos habitaciones con camas amplias y calientes para nuestros cansados viajeros. Estoy seguro de que, tanto usted como su esposa, estarán muy cómodos aquí.
—Le agradezco. Justo eso estamos buscando.
En cualquier otra circunstancia, Rasgado habría corregido al hombre indicando que necesitaba dos habitaciones; sin embargo, en vista de las circunstancias y su situación con Partita, no dijo más pagando por la mejor habitación que tuvieran ya que no solo deseaban estar juntos sino un lugar cómodo y seco para descansar.
—Le llevaran sus pertenencias ahora mismo y les prepararan un baño caliente en seguida.
—¡Eso sería maravilloso! —Partita estaba encantada con el excelente trato, cordial y amable, del personal así como de la sensación hogareña que le transmitía el lugar.
Rasgado se sumergió en la bañera unos momentos después algo nervioso por lo que estaba por ocurrir. A pesar de poseer conocimientos avanzados en anatomía, no estaba preparado del todo para su primer encuentro con una mujer. Había rechazado otras oportunidades en el pasado debido a que no se encontraban dentro de sus prioridades y ahora se sentía más torpe que nunca. ¿Cómo complacer a Partita sin hacer demasiado evidente su falta de habilidad? Había escuchado historias por los pasillos del Santuario y en una que otra taberna que le paso por el camino sobre esas situaciones.
Los hombres vulgares que se reunían ahí soltaban todo tipo de detalles desagradables sobre sus amantes de paso, cosa que siempre le pareció fuera de lugar además de carecer de delicadeza y tacto. Su diosa de cabellos negros no era una mujer cualquiera y esa noche haría su mejor esfuerzo por hacerla feliz, por hacerla suya tratando de no caer en el bajo estandar de un hombre cualquiera.
Al volver a la habitación la encontró sentada a los pies de la cama vestida con su camisón de noche peinando sus cabellos mojados. Se le veía más relajada mientras esperaba por él.
Apenas Rasgado cerró la puerta echando llave al cerrojo, ella se puso de pie colocando el cepillo en la mesita más cercana aproximándose con pasos lentos. Desde la distancia, el santo dorado podía apreciar la forma de su cuerpo bajo sus ropas gracias a que la tela del camisón resaltaba sus formas y las velas en los candelabros colocados en ambas mesas de noche proyectaban una sombra que le permitía claramente ver la silueta de su cuerpo.
La forma de sus hermosas curvas suavizada por las sombras tenues de la luz de vela.
La estrechó contra él sin decir palabra mientras ambos recorrían el cuerpo del otro. Rasgado bajo sus manos apretando ligeramente los muslos de su compañera recorriendo su forma redonda hacia arriba, hacia su espalda, la cual sintió centímetro a centímetro por debajo de la tela yendo a la zona de la espalda alta hasta llegar a la curvatura que se formaba en el punto exacto donde el brazo y el hombro se unían. Área del cuerpo de una mujer que él encontraba particularmente sensual.
Los dos tomaron asiento sobre la cama sin dejar de besarse y acariciarse por encima de las ropas; Partita aprovechó para acomodarse sobre las amplias almohadas, al mismo tiempo que Rasgado se recostaba a su lado besándola con pasión recorriendo su rostro delicadamente mientras sus labios iban hacía abajo, hacia su cuello y su clavícula topándose con la molesta tela de la ropa para dormir.
En ese punto ambos sabían que era momento de quitarse las prendas estorbosas.
Rasgado estaba sin habla ante el cuerpo desnudo de su diosa mirándola con ternura de arriba abajo. Partita era dueña de un sensual par de largas piernas las cuales él recorrió con delicadeza desde el tobillo acariciando la suave piel de la joven dirigiéndose hacia sus caderas gozando de los recovecos de su cuerpo mientras iba por la zona de su vientre y su torso. En ese instante se encontró con sus redondos pechos los cuales acaricio delicadamente observando que ella se sonrojaba dando a entender que iba por buen camino, la suavidad de estos era muy agradable al tacto así como la rosada punta que iba endureciendose bajo las yemas de sus dedos.
Ambos se dedicaron una larga mirada de complicidad así como un prolongado beso antes de que él continuara explorando esa interesante zona de su cuerpo.
El santo de oro decidió que era momento de saborear esa parte de su cuerpo pasando sus labios lentamente por unos minutos antes de hundirlos en la suave piel mientras Partita dejaba salir un par de sonidos amorosos de su boca. Estos fueron imperceptibles para su compañero quien la rodeó con un brazo mientras que su mano libre acariciaba ese par de formas redondas por unos minutos más y que su boca se negaba a soltar.
Rasgado decidió usar su mano libre para recorrer lentamente el cuerpo de su diosa hacia abajo topándose con el fruto prohibido entre sus piernas, zona que acaricio con cuidado y delicadeza sintiendo la humedad de esta, deleitándose con la piel mojada y el botón bajo sus dedos. La sensación era muy agradable al tacto y parecía que, hasta el momento, era el gesto favorito de la mujer quien subió un poco el volúmen de sus gemidos los cuales trataba de ocultar bajo una almohada ya que no deseaba ser escuchada por toda la posada.
Al notar el efecto irresistible que producía en ella, el santo de oro incrementó la intensidad de sus caricias en la zona oculta entre las piernas de su amante excitándose con el sonido de su voz, con las expresiones de su rostro y en cómo comenzaba a tener ligeros espasmos que producían el mismo efecto en él. El hombre notó cómo su cuerpo reaccionaba ante semejante visión sintiendo él mismo un ligero dolor entre sus piernas.
—No te detengas... —pidió su compañera suplicante.
Motivado por aquel deseo, Rasgado continuó un poco más hasta que ella explotó bajo su abrazo. En ese instante, Partita lo tomó por los hombros girándose para quedar encima de él. Rasgado la observó gratamente sorprendido acariciar sus grandes pectorales así como la musculatura de su abdomen. La joven estaba sentada encima de él nerviosa también ya que no deseaba que su compañero pensara que tenía los modos de una vulgar cortesana, así como él, ella tenía una noción básica de lo que debía hacer para complacerlo.
Se reacomodó sobre él sujetando su miembro entre sus manos estimulándolo en un delicado movimiento que Rasgado encontró delicioso en su ejecución. La joven estaba tan concentrada en esa tarea que no se percató en cómo su amante la contemplaba desde su posición. El hombre recorrió la espalda de su diosa hasta sus caderas unas dos veces sintiendo que era momento de pedirle parar.
Rasgado presentía que culminaría el acto mucho antes que ella y aun no era buen momento para eso.
Partita, anticipándose a su deseo, se detuvo volviendo a cambiar su postura colocandose por encima de él lista para lo que venía quedándose pensativa por un momento analizando si el gran y amplio miembro de su hombre le venía bien. El santo dorado estaba a la expectativa ya que no considero que las dimensiones de su miembro podrían lastimarla por dentro. No obstante eso no la detuvo de colocarlo dentro sentándose encima de él. Aquella sensación lo enloqueció ya que el interior de su amante se sentía caliente, húmedo y estrecho.
La chica se sumergió en un movimiento que los estimulaba a ambos sujetándose de los pectorales de Rasgado quien se aferró a las caderas de su amante. Era la primera vez que sentía ese mar de sensaciones recorrer su cuerpo no deseando que ella se apresurara pues quería perderse en la voluptuosidad de su cuerpo antes de llegar al clímax. La aproximó hacía él besándola con pasión mientras sus manos la recorrían por detrás pidiéndole que se detuviera por un momento para dejarse embriagar por su cálido interior. La joven lo rodeó con sus brazos acomodando sus piernas en una postura más cómoda quedando recostada por unos minutos en su pecho.
Ella lo beso nuevamente retomando la tarea mientras Rasgado acariciaba su cuerpo de arriba abajo deteniéndose en sus grandes pechos, los cuales sujeto por un momento antes de incorporarse para quedar frente a ella.
Partita no se detuvo aferrándose a su cuello mientras su hombre susurraba palabras dulces a su oído haciéndola ruborizar. Claramente ella comenzaba a cansarse por el esfuerzo aceptando la sugerencia de girarse nuevamente para que el caballero dorado quedara recostado encima suyo, era el momento en que quería complacerla nuevamente. Rasgado tardó un poco en encontrar la mejor postura para continuar con la entrega mientras su compañera le acariciaba el rostro.
—Tranquilo...
—Lo siento, soy un poco torpe en esto.
—Lo haces muy bien.
Debido a que era la primera vez que hacía el amor, Rasgado sabía que el clímax estaba próximo así que hizo lo mejor que pudo para retrasar ese momento un poco más sin embargo, su cuerpo estaba listo para liberar su hombría dentro de su diosa. Partita lo ayudó un poco reacomodandose debajo de él mientras el caballero de tauro se deleitaba con el vaivén de su cuerpo modulando su voz lo más que podía ya que no estaban en un sitio tan privado como para dejar salir a los cuatro vientos su potente voz.
La liberación fue mucho más larga y placentera de lo que ambos anticiparon pues terminaron casi al mismo tiempo cayendo Rasgado rendido al lado de su diosa. Ella se giró para rodearlo con sus brazos quedándose dormidos por un momento.
Partita lo observaba dormir sin separarse de él. Rasgado había reescrito una memoria muy importante en su vida. La mala experiencia de su primer encuentro carnal ahora se hallaba muy lejana, acarició el rostro del hombre dormido dejando un beso en su frente mientras este reaccionaba estrechándola en sus brazos.
Rasgado despertó unos minutos después observándola sonriente. Ahora sabía que las historias que narraban los hombres vulgares en las tabernas eran una falta de respeto a sus amantes y a ellos mismos. Pues, esa clase de entrega no la podría haber tenido con cualquier mujer desconocida, ya que se trataba de un momento íntimo y personal que no debía ser compartido con cualquiera. Para esos momentos había un lazo fuerte entre él y Partita sintiéndose feliz de que fuera ella su primera vez deseando fervientemente que fuera la primera de muchas.
—¿Estás bien? —preguntó ella suavemente.
—Me encuentro de maravilla. Deberíamos dormir un poco pues mañana nos espera un largo viaje.
—Tienes razón.
Tras varios minutos más dedicándose palabras dulces y caricias, se vistieron y metieron bajo las cobijas quedando profundamente dormidos un momento después.
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Rasgado despertó con el amanecer notando que su pareja aún dormía plácidamente recostada en su pectoral izquierdo. Acaricio suavemente sus largos y sedosos cabellos negros pensando en lo dichoso que sería si pudiera despertar así todas las mañanas de ahí en adelante. La sucesión de su armadura se llevaría a cabo en un mes más o menos, según recordaba, ya que no era un evento que debiera apresurarse debido a la preparación que el siguiente portador debía llevar a cabo.
El aún santo dorado se sintió algo culpable por desear que el tiempo pasara más rápido.
—¿En que piensas? —la suave voz de Partita lo sacó de sus pensamientos al mismo tiempo que ella se recostaba completamente encima de él.
—En ti. En lo que ocurrió anoche —respondió con suavidad pasando los dedos por sus cabellos.
—Sé que deberíamos apresurarnos ya que el camino aún es largo, pero...
—¿Pero?
La joven le susurró algo al oído haciendo que el hombre se sonrojara de inmediato.
—Aún es temprano, tenemos algo de tiempo.
—Estupendo —respondió sonriente.
Así, consumaron su amor una vez más esa mañana antes del desayuno.
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Continuará...
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*Notas: Este era uno de esos capítulos que me perseguían desde hace días y que tenía que escribir si o si y a la voz de ya.
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