4. El viaje
La danza de las lechuzas
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4
El viaje
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Partita estaba lista para el viaje que emprenderían rumbo a la ciudad vecina mencionada por Sasha. Sería un recorrido de un día de vuelta y uno de regreso viajando en la carroza que les facilitó la diosa para transportar el presente. La mujer noto como su hijo casi se iba de espaldas al escuchar quien sería su acompañante no quedando más que pedir a Tenma tranquilizar sus nervios.
—Tenma —dijo la mujer adoptando una actitud autoritaria—, el Señor Rasgado será mi acompañante y como ya sabes es un hombre muy respetuoso. Por favor deja de imaginar tonterías en esa cabeza tuya.
—¡Eso ya lo sé, madre! Sé que el maestro es un gran hombre, es solo qué...
—¿Qué sucede Tenma? —Partita trataba de mantener la paciencia pese a que su hijo hacía lo posible por hacersela perder— Hemos hablado de esto los pasados días. El señor Rasgado es un caballero dorado y yo la asistente de la diosa Atena, no hay más que decir.
—De acuerdo... —tras un momento de silencio el chico reflexionó— Vayan con cuidado. Espero tu regreso en dos días.
—¡Te veré entonces, hijo!
El chico notaba a su madre más alegre de lo habitual y más radiante. Él tenía claro que ella sentía algo por el maestro Rasgado sin embargo, aún no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. Quizás estaba armando tremendo alboroto debido a un asunto que no le incumbía, pero no dejaba de incomodarle. Apenas vio que la mujer subió a la carroza, cerró la puerta de la casa.
Partita ya iba en el carruaje luciendo un bello atuendo claro de viaje así como su cabello recogido bajo un sombrerito. Rasgado les dio alcance más adelante y, apenas el caballero dorado abordó la carroza, se dedicaron una larga mirada mientras sonreían.
—Yo llevaré la carreta, pueden bajarse en la siguiente calle —anunció al chofer.
—Pero Señor Rasgado —respondió este contrariado.
—No hay problema, la señorita Sasha está enterada. No te preocupes por nada.
—De acuerdo —el chofer bajo apenas pudo dejando a los dos ocupantes.
El santo de oro noto lo hermosa que la diosa de cabellos negros se veía esa mañana, en realidad, todos los atuendos que vestía le iban de maravilla, además de que tenía una pequeña noticia sorpresa transmitida por la señorita Sasha esa mañana que, seguramente, la haría muy feliz. La joven estaba de muy buen humor pese a que en un inicio la noticia del cambio de acompañante la tomó por sorpresa, tenía mucho mejor trato con Rasgado que con Sísifo.
—¿Le notificaron los planes para el día de hoy? —comentó Rasgado encaminando la charla a donde quería.
—Si, asistiremos a una cena en la casa del Gobernador y a un espectáculo privado —respondió la joven puntual—. Creo que después de eso volveremos a casa.
—Hay algo más, ¿sabe de qué trata el espectáculo privado?
—No, creo que no lo sé aún —respondió sonriente esperando que él se lo dijera.
—Habrá una sesión con un cantante de ópera y una cena.
—¡Es maravilloso! —respondió animada—, me gusta mucho la opera. Estoy impaciente porque llegue el momento.
Ambos charlaron todo el camino hasta su destino, el cual estaba muy lejos de ahí, no sintiendo el transcurrir del sendero hasta que el conductor dorado anuncio que estaban llegando a la posada justo a la mitad del trayecto. Rasgado observó el establecimiento preguntando a la mujer si deseaba comer algo rápidamente pues aún faltaba para llegar. Ella accedió gustosa y ambos tomaron un almuerzo muy ligero retomando el camino.
Para su buena fortuna, llegaron al pueblo destino antes de lo calculado debido al buen tiempo con el que iban. Fueron presentados en la casa del Gobernador casi al caer la tarde, justo a tiempo para el evento principal.
—Estamos muy complacidos por la presencia de tan importantes emisarios enviados del Santuario —decía el Gobernador.
La casa del Gobernador se trataba del edificio de Gobierno del pueblo al que visitaban, el cual se encontraba hacía el norte de Atenas y, pese a la distancia entre esa ubicación y el Santuario, fueron capaces de enviar refuerzos durante la guerra santa. Sasha prometió una recompensa por el esfuerzo que supuso sacrificar parte de su gente en pos de esa empresa. El baúl que se llevaba en resguardo dentro de la carroza fue entregado al Gobernador en una ceremonia llevada a cabo en ese edificio tan elegante en medio de altos mandatarios y gente importante.
Partita se sentía un poco intimidada así que permitió que fuera Rasgado quien condujera todo el evento y quien hablara en público, cosa que hacía excepcionalmente mientras ella lo miraba muy orgullosa. El santo de Tauro era un maestro en la oratoria ya que la señorita Sasha quería que se leyeran unas palabras suyas delante de todos los presentes.
El hombre memorizó el discurso en unas pocas horas recitándolo perfecta y elocuentemente.
—Nos alegra mucho y nos llena de regocijo el que la diosa Atena reconozca los esfuerzos por apoyar al Santuario que les brindamos durante la guerra —el Gobernador sacó el contenido del baúl para mostrarlo al auditorio mientras todos aplaudían efusivamente.
Tanto Rasgado como Partita observaban que el regalo de Atena para con aquella población, se trataba de algo salido de las arcas de la diosa que ayudaría al florecimiento de la ciudad. Rasgado miró el rostro de la gente, el agradecimiento en sus caras lo que le hizo sentirse útil e importante, se giró para ver el rostro de su bella acompañante notando que ella resplandecía tanto como él haciéndole sonrojar un poco. Gesto que ocultó rápidamente pues no deseaba que nadie en ese salón lo viera con las mejillas encendidas.
—¡Esta noche es para celebrar, queridos amigos! —anuncio el Gobernador muy entusiasmado— El espectáculo de ópera tendrá lugar dentro de un par de horas y, posteriormente, la gran cena de gala.
—Gracias.
Se les asignaron las mejores habitaciones de huéspedes disponibles, mientras Rasgado charlaba un poco con los miembros del consejo del pueblo y otras personas importantes, Partita aprovechó para mejorar su atuendo ya que había llevado una pequeña caja consigo con un vestido para ese momento de la noche. Su ropa de viaje la colocó dentro mientras sacaba un vestido azul oscuro siendo ayudada por varias mujeres en el momento de su toilette.
Rasgado observó con detalle como todo se disponía para la llegada del intérprete quien cantaría justo en el centro del salón pues muchas sillas ya estaban dispuestas para ese evento. El santo de Tauro no era aficionado a la música en general, pero una tarde de opera le venia bien para distraerse un poco. Momentos más tarde, el salón iluminado con docenas de velas colocadas en la alta araña en el techo, fue el centro de la velada de música ya que el cantante estaba tomando su lugar preparándose para su interpretación.
El santo de Tauro estaba a la expectativa de que Partita apareciera por la puerta cuanto antes ya que había apartado una silla para ella. La joven se dejó ver unos instantes después ante la mirada atónita de Rasgado; esa noche lucía mucho más bella en su amplio y escotado vestido azul oscuro, llevaba un par de aritos en sus oídos y su cabello graciosamente recogido en un moño perfectamente trenzado.
Una diosa en toda la extensión de la palabra.
—Gracias por reservarme un puesto a tu lado —comentó ella tocándole levemente del hombro, lo que hizo que el hombre diera un respingo involuntariamente.
El contacto con ella le había gustado demasiado haciendo que su corazón latiera con intensidad.
—Espero te agrade este evento —comentó tratando de buscar sus mejores palabras.
—Se que si.
La velada transcurría en medio de la música que los asistentes escuchaban en silencio, en un momento Rasgado quiso cambiar su posición en la silla deslizando una de sus manos por debajo del lado derecho del asiento, pero al momento de subirla nuevamente, esta rozo débilmente el brazo de su acompañante quien lo observó discretamente ligeramente sonrojada.
—Disculpa... —susurró apenado.
—No pasa nada... —ella aproximó su mano hasta quedar al lado de la suya manteniéndola ahí por un momento mientras Rasgado observaba sus finos dedos colocados delicadamente sobre la falda de su vestido como a la espera de una acción por parte de él.
Rasgado no pudo contenerse más al ver que la oportunidad estaba ahí y él estaba cansado de luchar contras las opiniones de todos. Simplemente se dejaría llevar. Lentamente deslizó las yemas de sus dedos por encima de los de ella recorriendo sus falanges cuidadosamente, levantó la mirada observándola con discreción mientras ella continuaba sonrojada girando lentamente su mano para que él pudiera tocar uno a uno de sus dedos los cuales apenas se entrelazaban en un especie de juego que prolongaron un buen rato.
Ambos se observaron sonriendo discretamente en complicidad. Sus manos dejaron el juego un momento después entrelazándose finalmente. Partita miró a su acompañante por un momento notando como este parecía sentirse feliz por haber logrado tener la mano de Partita entre la suya quedándose así hasta que el recital de música finalizó.
Tuvieron que soltarse un momento para aplaudir de pie, pero apenas se anuncio que la cena estaba servida, él le tendió la mano nuevamente para conducirla hasta el salón contiguo mientras ella aceptaba el gesto sonriente. Degustaron de la copiosa cena charlando alegremente con los asistentes hasta que se anuncio que era momento de concluir la velada y retirarse a dormir a eso de la medianoche más o menos.
—Ha sido una velada encantadora —Partita se veía muy animada y no parecía tener deseos de ir a dormir por cómo sonreía sin soltar el brazo de su acompañante.
Rasgado tampoco tenía sueño, es más, deseaba compartir más tiempo a su lado y todo parecía indicar que era el momento.
—Es una linda noche, ¿quieres salir a la terraza un momento?
—Claro.
Los dos salieron observando que se veían un par de personas en la lejanía ocupando unas sillas más allá. Como la cena fue demasiada, varios de los invitados no tenían sueño. Los dos emisarios del Santuario buscaron unas sillas algo ocultas de la gente sentándose uno al lado del otro. Rasgado volvio a tomarla de las manos besandolas con cuidado; su diosa de los cabellos negros dibujo una sonrisa que marcaba su mejillas sonrosadas mirándole a la espera de algo más. La joven se aproximó ligeramente hacía él dando una pequeña pista de lo que deseaba que ocurriera.
Rasgado supo enseguida que deseaba su acompañante a pesar de que su experiencia en esos menesteres era casi nula, había escuchado historias en los pasillos del Santuario estando seguro de que era eso lo que ella quería. Con su mano libre acarició una mejilla de la joven deslizándola por el costado de su rostro haciendo que ella ampliara su sonrisa. Iba por buen camino ya que Partita pasó su mano libre por el brazo de su acompañante sintiendo su musculatura.
El santo del segundo recinto no quería decir nada que estropeara el momento enfocándose en el rostro de su compañera hasta que, en un impulso, soltó su mano tomando su cara con ambas aproximándose a ella con cuidado dejando un beso en sus labios. El beso le supo más dulce que nada que hubiera saboreado hasta ese momento haciendo que su cabeza diera vueltas apenas se separaron por un segundo.
El beso fue bien recibido por la joven quien se aproximó más hacia él sin soltar su mano, sin dejar de aferrarse al cuello de su chaqueta dando a entender que también había deseado ese momento desde hacía un tiempo. Un momento después se volvieron a besar con un poco más de intensidad deseando que el tiempo se congelara y no avanzara más la noche. Varios minutos después, se separaron tomando aire observándose casi con aprehensión.
—No sabía si esto es correcto —susurró Rasgado sin quitarle los ojos de encima—, no creí que lo desearás también.
—Lo anhelaba... —ella sonreía y parecía que, así como él, también la joven sentía como su cabeza giraba.
Rasgado la atrajo hacía él dejando un beso en su cabeza. En esos momentos nada más importaba, ni los sentimientos de Tenma, ni ningún discurso dado por Sísifo. En esos instantes, la pareja estaba en su propio mundo gozando de esos momentos de intimidad.
—Veo que observas mi rostro... —dijo él— Creo que mi cicatriz debe parecerte horrible.
—En absoluto. Es una herida de guerra, ¿verdad?
—Así es. Perdí un ojo en la guerra santa. Lamento verme así.
—Tienes muchas otras cualidades que hacen que eso no sea un detalle importante —la joven lo tomo de las manos nuevamente brindándole confianza.
El hombre sintió algo nuevo ya que podía percibir lo que ella deseaba transmitirle con ese gesto deseando tener esa clase de energía a su lado de ahí en adelante, pero todo era nuevo para él. Esos sentimientos correspondidos crecían como el agua de un estanque. Su diosa le gustaba mucho aunque no supiera cómo decírselo sin parecer demasiado torpe y, por lo visto, a ella también gustaba de él aunque no estaba seguro del por qué habiendo otros prospectos más apuestos.
No iba a preguntarlo ahora mismo a riesgo de estropear el momento.
—Se que deberíamos ir a la cama, pero quisiera quedarme un poco más a tu lado —dijo ella directamente pasando su mano por el pecho del hombre notando un detalle en el que no había reparado.
La flor de su sombrero estaba colocada en la solapa de la chaqueta de su acompañante. Partita se había olvidado de eso por completo, pero ahí estaba delante de sus ojos. Deslizó su dedo índice delicadamente por uno de sus pétalos al mismo tiempo que Rasgado hacia lo propio tocando el brazo de su acompañante. Ella le dedicó una mirada risueña mientras Rasgado acariciaba su brazo sin soltarla en ningún momento.
—No pensé que aún conservaras esa flor, pensé que ya la habrías desechado.
—De ninguna forma —respondió contundente—. Ahora más que nunca significa mucho para mi. Me recuerda a ti, al día en que cayó de tu sombrero y estos momentos a tu lado. Representa mucho para mi.
—Me hace feliz escucharte decir eso.
Se quedaron otro buen rato juntos compartiendo un largo beso o una tierna caricia hasta que, el cansancio comenzó a ser evidente.
—Debemos ir a la cama —dijo él de pronto—, nos marcharemos mañana después del desayuno y nos espera un largo viaje.
—Tienes razón.
La acompañó hasta la puerta de su habitación despidiéndose efusivamente. No obstante ambos parecían querer prolongar esos momentos de intimidad, algo les impedía separarse, pero aún era pronto para cualquier demostración de afecto físico y estaban en una casa ajena. Rasgado volvió a su pieza antes de ser presa de algún impulso poco honorable reflexionando lo ocurrido esa noche. No pensó que la tomaría así de la mano y menos que la besaría.
El hombre dejo la chaqueta sobre la silla tocando sus labios con cuidado. El sabor de ella aun estaba presente no deseando que se desvaneciera cerrando los ojos con ilusión. Misma situación por la que pasaba Partita quien estaba sentada en la orilla de la cama tocando sus labios mientras cerraba los ojos dejándose llevar por el recuerdo y esos sentimientos nuevos que nacían en ella.
—Sé que no debo comparar al Señor Rasgado con Youma, pero no puedo evitarlo —susurró para sus adentros metiéndose en la cama—. Uno es muy diferente del otro, uno es mejor que el otro.
El beso que el espectro le robó tenía un gusto desagradable, aún lo recordaba bien y lo demás le revolvía el estómago aún después de esos quince largos años. En cambio ahora, los labios de Rasgado habían borrado ese mal recuerdo creando uno nuevo y hermoso. En su trato se notaba su caballerosidad además de que no era un hombre de malos modos, su forma de besarla, de tocar sus manos y brazos le sugerían un carácter respetuoso más allá de lo ella suponía.
—Sé que esto va más rápido de lo esperado, pero no me arrepiento de ello —pensó la joven un poco culpable.
Mismos sentimientos tenía Rasgado en su interior, pero si aún fuese un caballero dorado, sentiría más culpa de la que estaría dispuesto a reconocer. Dentro de no mucho será un santo retirado con más derechos que un habitante regular del Santuario, lo que le daba libertad para tener una relación con alguien sin ser juzgado y, dentro de él, deseaba forjar un lazo con Partita. Solo quedaría arreglarse con Tenma y hacerle ver que él no ocuparía un puesto que no le correspondiera a menos que el pegaso estuviera de acuerdo y el llamarlo "padre" saliera de sus labios.
—En fin, mañana será otro día —se dijo un momento antes de conciliar el sueño.
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Se unieron al desayuno retrasados debido a que durmieron demasiado y su anfitrión decidió que no se les molestara, situación que permitió al santo y a la asistente gozar de una comida en la intimidad de un salón sin nadie a su alrededor. Gozaban de un silencio cómodo y agradable hasta que el Gobernador en persona se les unió alargando demasiado la comida y el tiempo de sobremesa.
—Por cierto, una de las amenidades de la casa es el jardín trasero. Tiene unas estatuas espectaculares. Les pido que lo visiten antes de retirarse y, por favor, den mis agradecimientos a nuestra diosa por tan gentil gesto.
—Por supuesto —respondió el santo de Tauro—, le daremos su mensaje.
Rasgado sentía que ya iban demasiado retrasados, pero tampoco deseaba dar un desaire a tan atento anfitrión así que, tomando un poco de tiempo de su traslado, sugirió hacer un recorrido rápido a su acompañante quien accedió alegre por pasar unos momentos más a su lado.
Los jardines eran aún más bellos de lo descrito por el Gobernador: tenían verdes pastos, arbustos tan altos como una persona perfectamente podados además de hermosas estatuas ubicadas aqui y allá. La pareja caminaba despacio tomados de la mano y hablando sobre el pasado, sobre sus vidas previas al Santuario, sobre la infancia temprana de Tenma además de la vida de Rasgado como maestro y padre sustituto de sus tres discípulos. Partita lo escuchaba atenta pues esa misma información fue la que le hizo interesarse en él.
Le gustaba mucho la bondad de su carácter, lo respetuoso que era y lo cariñoso que demostraba ser en su trato con ella. Ayer por la noche bien pudo haberse propasado sin embargo, no lo hizo despidiéndose adecuadamente.
—Ojalá tuviéramos más días como estos, tan tranquilos que podamos charlar por horas y horas. Comentó la joven.
—Sería muy agradable pasarlos a tu lado —respondió el santo de Tauro cayendo en cuenta de la hora sacando su pequeño reloj de bolsillo— Oh dioses es demasiado tarde, ya pasan de las dos. Debemos volver ahora mismo.
—Tienes razón. Me prepararé enseguida.
Se despidieron de la comitiva agradeciendo sus atenciones y excusándose en que su camino hasta Atenas era largo. Los dos emisarios del Santuario se montaron en la carroza e iniciaron la marcha de vuelta al Santuario. Rasgado observó el cielo sobre su cabeza, pasaban de las tres cuando lograron salir de la casa del Gobernador y ni volando llegarían al Santuario antes del anochecer.
—Pasaremos la noche en la posada que vimos por el camino —anunció de pronto a su compañera quien le miró sorprendida—. No lograremos llegar antes del anochecer. Lamento que sea así, pediré la habitación más cómoda para ti.
—No te apures por eso, podré dormir en cualquier habitación disponible.
—Ni hablar.
Iban con buen paso por el camino charlando un poco de vez en vez entre periodos cómodos de silencio hasta que comenzó a oscurecer para mala suerte de ambos.
—Se avecina una tormenta —Partita observó el cielo sobre sus cabezas sintiendo las primeras gotas sobre su rostro— ¡Será muy fuerte!
Por más que Rasgado trató de hacer que los caballos aceleraran el paso, no lo consiguió pues las gotas de lluvia caían sobre sus cabezas sin darles tiempo a buscar refugio siquiera. Esta arreció convirtiéndose en un diluvio y lo único que Rasgado encontró a su camino fue un granero al que consiguieron llegar varios minutos después.
Se resguardaron y a los caballos notando que el lugar parecía abandonado, no obstante no había tiempo para investigar. Ninguno esperaba que lloviera esa tarde no quedando más que esperar a que el diluvio terminara para llegar a la posada.
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Continuará...
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Notas: Pensé que este y el que sigue serían un solo capítulo pero como las siguientes escenas ameritan más "descripción" jaja es que decidí manejarlas por aparte. Gracias por leer.
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