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2. El baile

La danza de las lechuzas

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2

El baile

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La idea de un baile tenía a todos entusiasmados ya que la recompensa por los trabajos de reconstrucción sería muy gratificante. Un evento que ayudara a la gente a distraerse y levantar los ánimos es justo lo que Sasha quería ofrecer. 

—Quiero que la pista de baile sea en este salón y se ofrezcan bocadillos y vino en abundancia a los asistentes —la joven diosa no cabía en su entusiasmo sobre la noche prometida pese a lo apresurado. Se le había aconsejado que podría llevarse a cabo en unos días, pero Sasha también deseaba divertirse y bailar toda la noche—. Se que parece que tengo demasiada urgencia por llevar a cabo este evento, pero... —la diosa observó a Partita esbozando una sonrisa culpable.

—Lo sé, Señorita Sasha —la asistente no pudo más que solo sonreír ante semejante muestra de entusiasmo por parte de su ama—, me da gusto verla tan feliz por el festejo.

—Tal vez este mal pues aún tenemos a varias personas en recuperación, pero espero poder celebrar un segundo evento para ellos.

Partita no dijo más dirigiendo sus pasos a la zona del coliseo pues Tenma seguramente estaría entrenando esa mañana o debía cruzar por esa zona antes de dirigirse a las cabañas de los curanderos.

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Rasgado salió del segundo templo dirigiéndose al área del Coliseo para entrenar un rato y, de ser posible, entregar la pequeña flor sintética a su dueña si es que cruzaba por ese sitio. Caso contrario, podría buscarla y ofrecerse a reparar el sombrero de ser necesario o, como bien Sísifo mencionó la noche anterior, podría conservarla aunque no consideraba eso muy apropiado; lo que un caballero debía hacer era devolverla pues el sombrero de la dueña podría estropearse.

Rasgado llego a las orillas del coliseo saludando y dando los buenos días a todo aquel que le pasaba por un lado sintiéndose bien ante tantas muestras de atención de los aprendices y personas que entrenaban esa mañana. Al acercarse lo suficiente a las orillas del inmueble, observó dos o tres figuras que llamaron su atención: Tenma y Regulus charlaban con una mujer de largo cabello negro. Debía ser Partita o eso le pareció.

Conforme se aproximaba confirmó que era la asistente de la diosa quien charlaba con Tenma. No obstante la forma en que charlaban se veía más allegada pues la mujer acomodó levemente las ropas del chico mientras este se veía apenado. Regulus a su lado sonreía encantado por ver a su amigo tan avergonzado. Luego de que Partita dijera unas palabras más, los dos adolescentes se retiraron de ahí con paso rápido mientras ella se despedía con la mano en alto.

—Buenos días —Rasgado saludo también amablemente siendo recibido con una cálida sonrisa por parte de la linda mujer—, disculpe. Espero no haber interrumpido nada.

—No se preocupe, mi hijo, es decir Tenma, no se había pasado por casa en días y apenas hoy lo encontré en el coliseo.

—¿Tenma es su hijo? —Rasgado tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para ocultar su desencanto y sorpresa ante tal noticia sintiéndose fuera de lugar.

—Si —respondió Partita percibiendo la incomodidad del santo de Tauro, la cual se podía apreciar a kilómetros de ahí—. Es difícil de creer, pero es verdad. ¿Usted se encuentra bien?

—Si, escuche —Rasgado comprendió que si la mujer era madre de Tenma, entonces su padre andaría por alguna parte del Santuario o de Grecia. Para esos momentos se sentía no solo inoportuno sino como si debiera irse de ahí en el acto—. Solo venía a entregarle esto —el santo de Tauro sacó la flor sintética del bolsillo de su camisa de entrenamiento entregándosela a su dueña.

Partita lo observó extrañada recibiendo la flor.

—Se cayó de mi sombrero. Me alegro que usted la haya encontrado —la mujer la colocó dentro del pequeño bolso de su vestido—. Por cierto, ¿asistirá al baile de esta noche?

—No es probable. No soy aficionado a esa clase de eventos —Rasgado respondió con la mayor naturalidad que podía, apenas si la conocía pero no podía ocultar su inevitable aunque leve decepción.

Fue entonces cuando cayó en cuenta del por qué Tenma le dedicó aquella mirada extraña el día anterior. Toda la situación era inapropiada y lo mejor era retirarse para no sufrir otro bochorno peor que ese.

—Debo retirarme por ahora, le pido disculpas por importunar. Que tenga un buen día.

—Pero... No debe pedir perdón por nada. Igualmente, que tenga un buen día... —la joven no dijo más observando al hombre retirarse con pasos rápidos.

—Soy un tonto... —pensó Rasgado yendo escaleras arriba.

En cuanto se encontró lejos del lugar, fue que pudo tomar asiento tratando de no pensar en la pequeña situación humillante que acababa de sufrir. La noche anterior no podía dejar de observar la pequeña flor sobre la mesa de noche pensando en la mujer que era la dueña del sombrero, la bella mujer del cabello negro que resultó ser la madre de Tenma de Pegaso, del héroe del Santuario que los salvó a todos. Nunca le habría pasado por la cabeza semejante escenario ya que el chiquillo jamás había mencionado a sus progenitores.

Si el padre del chico aún vivía, entonces toda la situación con la flor era más grave de lo que creía. Caso contrario, si el hombre hubiera muerto, sería igualmente malo ya que Partita guardaría luto, durante cuatro años más o menos, de acuerdo a las convenciones sociales. Era inapropiado y grosero verla de otro modo así que, lo mejor, era alejarse y pedir perdón por haberla insultado de esa forma.

El era muy respetuoso de las normas sociales y los códigos de conducta así que, avergonzado por su actitud, es que decidió continuar con sus tareas de monitoreo de las actividades de reconstrucción. Partita lo observó alejarse del coliseo sin entender exactamente que le había molestado dedicando una mirada triste a la flor que él le había devuelto.

—¡Maestro! —Teneo venía por el camino acompañado por Celintia y Saro quienes corrían en dirección al Santo de Tauro sonrientes y animados por verle— No lo esperábamos por aquí hasta más tarde.

—Estaba supervisando como cada día —indicó Rasgado con naturalidad—. ¿Teneo no deberías estar con Tenma y Regulus en las cabañas de los curanderos? Y Celintia y Saro deberían estar ayudando en el pueblo, ¿es correcto?

Los tres chicos dibujaron una expresión de sorpresa en sus rostros, se podría decir que sabían que su maestro los iba a pillar faltando un día a sus actividades. Celintia se armó de valor tomando la palabra antes de que Saro fuese reprendido.

—Es mi culpa Maestro —se adelantó la jovencita tratando de mantener la mirada a su maestro—, pedí a Saro que me acompañara a buscar un poco de dinero para un vestido.

—¿Un vestido? —Rasgado la observó extrañado pues aquello no era común en ella.

—Si, para el baile que está organizando la señorita Sasha para esta noche —respondió la joven muy entusiasmada—. Quería lucir algo nuevo y Saro me acompañó. Espero no se enfade conmigo maestro.

—Descuida... —no podía enfadarse con ella por algo así pues, así como todos los demás, la chica tenía derecho a un día de diversión con los otros chicos del pueblo— No estoy molesto, solo les pido que no descuiden sus actividades.

—No lo haremos —dijeron los tres al unísono.

—Por cierto, Maestro —dijo Teneo— ¿irás al baile de esta noche? —Rasgado negó con la cabeza sin añadir nada más— Ya veo, esperábamos verte ahí.

—¡Ven con nosotros, Maestro! Será divertido —Saro lo tomó de la mano entusiasmado mientras Rasgado trataba de contener su molestia ante tal invitación.

Precisamente porque la noche anterior había mostrado mucho entusiasmo por dicho evento. No obstante luego de la vergüenza sufrida hacía un rato, escuchar sobre el baile le irritaba un poco.

—No tengo deseos de asistir —respondió con calma—. Estoy algo cansado por todas las actividades que llevamos a cabo esta semana sin embargo, ustedes vayan y diviértanse.

—Pero Maestro... —Celintia lo observó con ojos desconcertados— Nos habría gustado que vinieras y bailaras con nosotros —Rasgado sonrió con tristeza negándose nuevamente.

Por alguna razón, esa noche tenía ganas de divertirse acompañado solo por una botella de vino añejo, sin ánimo alguno de poner un pie en ese condenado baile. La sola idea de ahogar su vergüenza en alcohol se le antojaba deliciosa. Apenas cruzó la puerta de la habitación privada del segundo templo, Rasgado se sacó la camisa de entrenamiento quedándose con su pantalón arrojando lo demás en el mueble más cercano. Estaba decidido. No asistiría al baile a pesar de que la noche anterior, por unos momentos, deseo poder compartir una pieza con Partita.

Desde que la vio hablando con la curandera, no pudo sacarla de su recuerdo: sus hermoso cabello negro, sus ojos oscuros, su piel blanca como la leche y la ropa delicada y fina que solía llevar. Tal vez era demasiado atrevido pedirle que compartiera una pieza con él, pero sabía que no perdía nada con preguntarlo.

Sin embargo, todos esos deseos quedaron desechados desde la mañana en el coliseo. Lo mejor era volver a sus asuntos y olvidarse del tema, esa noche lo dedicaría a vaciar sus penas en alcohol y mañana sería otro día, se dijo resignado vaciando licor en una copa mientras tomaba asiento en su silla favorita adoptando una actitud despreocupada.

—Amigo, ¿estás ahí? —la voz de Sísifo, nuevamente, lo sacó de sus pensamientos.

Rasgado estuvo a punto de no responder esperando que su colega se retirara de ahí permitiéndole sumergirse en su botella de vino así que, raro en él, guardó silencio por un momento. 

—Vamos Rasgado, se que estás ahí. Permíteme entrar —repitió el santo de Sagitario nuevamente sin alterarse ni cambiar su tono de voz.

—Si, adelante —respondió Tauro al fin observando con calma la puerta abrirse y Sísifo entraba sonriente como de costumbre.

—No te has preparado para el evento de hoy.

—Pues no tengo planes de asistir.

—¿De verdad? No habías dicho que estabas deseoso por que llegara el día —Sísifo tomo asiento delante de él observando la botella de vino en la mesa. Rasgado bebiendo a solas era una muestra de que algo le molestaba— ¿Qué sucede, estás bien?

—Por supuesto, sólo estoy bebiendo un poco.

—Ayer estabas emocionado por el baile y hoy estás solo en tu templo bebiendo, ¿qué ocurre?

—Cambié de opinión —dijo de pronto—. Estoy muy cansado, no hemos tomado ni un solo día libre desde que las reconstrucciones comenzaron.

—En eso tienes razón aunque, precisamente, el baile es para distraernos de toda esa carga de trabajo. Anda, sé que algo te molesta, dime que ocurre.

—No es nada, de verdad —Rasgado trató de mantener esa actitud despreocupada bebiendo con calma, no obstante sabía que Sísifo lo conocía mejor que nadie.

El arquero se daba cuenta perfectamente de que algo no andaba muy bien con su mejor amigo de toda la vida, pero tampoco se sentía con autoridad para forzarle a hablar. Sin más, buscó una copa más acompañándole a beber por un momento.

—Pensé que me dirías algo más sobre la fiesta —el santo de Tauro se sorprendió por aquel gesto ya que, de verdad, creyó que Sísifo le daría un discurso—. Creí que me persuadirías.

—No amigo, ya eres un adulto. Solo creo que, si algo te molesta, un rato de diversión no te vendría mal. Estoy seguro que a la Señorita Sasha y a Celintia les encantaría bailar contigo.

—Podría ser... —bailar un par de piezas con su pupila no sonaba mal, la chica se mostró algo triste al saber que su maestro no estaría presente durante el evento.

Si pasaba el rato con la gente allegada a él, estaría bien. Pensó ligeramente convencido.

—De acuerdo... de acuerdo —dijo resignado—. Deja me alisto y subiré enseguida.

—¡Excelente, te veré en el salón de eventos del Templo de Atena!

—Si, lo que digas.

Bien pues, sintiéndose un poco menos miserable, se dio prisa preparando su baño mientras buscaba sus ropas de gala tomándose su tiempo. Todo el tiempo que pudiera

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El salón de eventos en el templo de Atena resplandecía esa noche con sus candelabros llenos de velas colocados en cada columna, la enorme araña en el alto techo proyectaba una luz potente y el suelo de mármol recién pulido brillaba mientras los sirvientes terminaban de colocar bocadillos en las mesas y algunas personas comenzaban a llegar charlando alegremente entre ellos. Rasgado iba vestido con un atuendo azul claro y llevaba sujeto su cabello por detrás observando todo a su alrededor aceptando un poco de vino cuando se lo ofrecían.

No todos los demás santos dorados estaban presentes aunque sí varias personas del pueblo, los mismos sirvientes de la diosa, los aprendices del Santuario así como algunos santos que llegaban en pequeños grupos. Rasgado esperaba que sus discípulos aparecieran en cualquier momento aunque también estaba pendiente por si se topaba "por casualidad" con otra persona cuya sola visión se debatía internamente.

No estaba seguro si deseaba encontrarse con Partita o no.

—¡Maestro! —Teneo apareció sonriente, y perfectamente ataviado, acompañado por los demás chicos mientras Rasgado sonreía alegre por verlos sin embargo, no pudo evitar observar con una ligera extrañeza a Tenma.

Mirada que fue correspondida ya que, aunque el chico le saludo como cualquier otro día, no pudo evitar sentir que Tenma no era el mismo de siempre, algo en su interior se sentía distinto en relación al santo dorado y, todo parecía indicar, que era recíproco. Rasgado se mantuvo firme como si nada ocurriera actuando como todo un caballero; no sabía que pensaba Tenma y no iba a ahondar en asuntos que no le incumbían salvo que alguien hiciera mención de algo al respecto.

—¡Vamos a bailar Maestro! —Celintia lucía hermosa en uno de esos vestidos importados de finos encajes, tonos violetas, llenos de capas de tela y amplio. Rasgado sintió un poco de celos paternales luego de que bailara con ella y uno que otro chico la invitara también.

—Tengan cuidado de no pisar su vestido o sus piececitos —les dijo autoritario tomando asiento por un momento dedicando una mirada al trío conformado por Tenma, Regulus y Teneo.

Los tres charlaban amenamente saliendo del salón dirigiéndose a la puerta mientras la señorita Sasha, vestida en tonos claros y cremas, llevaba su cabello finamente recogido y adornado por flores; les pedía detenerse mostrándose deseosa de poder compartir algún baile con los tres. Rasgado sonrió ante la curiosa escena dedicando su atención al vino que se ofrecía constantemente.

La música en vivo sonaba estupenda haciendo que Tauro se perdiera un poco en sus pensamientos observando que Sísifo se comportaba como todo un anfitrión de altura. Iba vestido con un atuendo azul oscuro y charlaba alegremente con quien lo saludara. Rasgado deseo tener esa buena actitud en esos momentos pues, a pesar de sentirse menos mal que hacía un par de horas, no se encontraba al cien por ciento como otros días. Observó el reloj de pared deseoso de que transcurrieran un par de horas más para excusarse y retirarse a su templo a dormir.

Fue entonces que ella apareció por la puerta. Vestida con un atuendo azul cielo decorado con un moño justo en el centro del escote de su amplio vestido. Llevaba sus cabellos negros recodigos en un medio moño decorado con flores sonriendo dulcemente. El santo de Tauro la contempló por unos instantes desviando la mirada apenas sintió que ella parecía buscarle con la mirada.

—Es mejor que me retire... —pensó rápidamente bajando los ojos hacia su copa de vino forzando a no mirar en dirección a donde Partita estaba.

La joven lo miró de reojo aproximándose pues ella no tenía ningún problema con él, su actitud le pareció un tanto extraña aquella mañana, no obstante no pensó demasiado en ello así que se acercó a Rasgado para saludarlo casual.

—Buenas noches, señor Rasgado —la joven tomó asiento en la silla que estaba a su lado observando al hombre frente a ella con normalidad—. Creí que no asistiría a esta fiesta.

—Mis discípulos y un amigo me convencieron —respondió Tauro con educación mirando hacia otro sitio—. Pensaba quedarme en mi templo a descansar.

—Ya veo. Siendo así, me alegra que le hayan persuadido a venir. La señorita Sasha está muy complacida por la buena acogida que tuvo esa celebración.

—Eso veo y me alegro.

Ella se distrajo por un momento observando los decorados, las luces, la orquesta en vivo y el vaivén de la gente. En ese instante, Rasgado le dedicó una profunda mirada fugaz observando su semblante, su bello cabello recogido y decorado con flores a juego con el color de su atuendo; algo que llamó profundamente su atención fue que, en uno de los bordes de su escote, estaba colocada la flor sintética que él le entregó en la mañana. La bella mujer la llevaba consigo haciendo que el corazón del toro dorado diera un leve respingo sin que ella no lo notara.

Vista de perfil era una diosa de cabellos negros haciendo que Rasgado sintiera una incomodidad muy grande.

—Veo que lleva la flor que le entregué en la mañana en su vestido —comentó de pronto observándola con gravedad—. Pensé que la habría colocado en su sombrero nuevamente.

—Oh no —respondió ella con suavidad—. Es una flor muy con otro valor sentimental.

—Seguramente el sombrero se lo obsequió su esposo o alguien importante —dijo sin pensar.

—No... —indicó ella extrañada— Ese sombrero lo compraron los mensajeros de la diosa en las tiendas de la ciudad y no tiene ningún tipo de importancia. El padre de mi hijo murió hace tiempo.

—Ya veo, ¿está usted en periodo de luto? —pregunto aún un poco tenso.

—No. Ya cumplí con el protocolo, ¿a qué vienen esas preguntas? —ella lo observó sin entender mientras Rasgado se sentía aún más avergonzado sin saber qué decir— Por cierto —añadió ella tratando de alivianar la tensión—, ¿le gusta bailar?

Sin embargo Rasgado no respondía pues no sabía qué decir observando su copa de vino. Ella necesitaba una respuesta rápida y los segundos eran valiosos escurriéndose como agua.

—Ya veo... —dijo Partita al fin poniéndose de pie sintiéndose molesta— Que tenga buena noche.

—¡Espere! —Rasgado se puso de pie al fin tocándola levemente del brazo— Le pido me disculpe, me comporte como un bruto. No sé bailar como se debe.

—¿Le agradaría bailar aunque no sepa hacerlo muy bien?

—No quisiera hacer el ridículo.

Aún así ella lo invitó a la pista de baile en el salón contiguo mientras los nervios del santo de Tauro iban en aumento. Lo que menos imagino desde la mañana sería que terminaría la velada bailando con Partita, con la diosa de los cabellos negros, daba por hecho de que todo estaría arruinado y ahora estaba con ella en la pista de baile.

Uno de los grandes inconvenientes de su estatura era que debía bajar la mirada para observarla a los ojos o para charlar un poco. Sumado a eso, los vestidos importados del norte del continente tenían un escote tan pronunciado, que le resultaba casi imposible bajar la mirada sin toparse con dos enormes formas que le eran muy difíciles de evitar.

—No lo hace nada mal —dijo ella sonriente—, baila muy bien.

—Por supuesto que no —respondió el nombre sintiendo como el corazón le estallaría en mil pedazos al sentir que sus pies se deslizaban torpemente por la pista de baile—, usted lo hace mucho mejor que yo.

Conforme la pieza musical avanzaba, Rasgado sentía menos tensión y más confianza. Reconocía que se había comportado como un tonto todo el día pues, tuvo el atrevimiento, de molestarse e incomodarse con la mujer frente a él sin tener todos los detalles de su historia personal. Ambos charlaban sobre temas del día a día intercambiando una sonrisa de vez en vez.

—Espere, debo darle esto —Partita hizo una pausa llevándose la mano al borde de su escote para desprender la flor del vestido—, quiero que la tenga —la joven devolvió la flor al imponente santo de Tauro quien la observó sorprendido.

—Pero... ¿ya no la quiere? —dijo él sin entender.

—Deseo que la conserve, como le dije tiene otro tipo de valor sentimental —le dedicó una sonrisa mientras retomaban la pieza de baile.

Rasgado se colocó la flor en la solapa devolviendo la sonrisa en señal de complicidad.

Mientras tanto, Tenma estaba acompañado por Regulus cuando los divisó desde la entrada del salón. El joven pegaso no lograba ocultar su desencanto ante tal escena cosa que no pasó desapercibida para su amigo.

—¿Estás bien Tenma? —inquirió Regulus preocupado.

—No... creo que no...

—¿Qué sucede chicos? —Sísifo estaba a pocos pasos detrás de ambos notando que Tenma parecía estar petrificado desviando la mirada al frente observando estupefacto a su sonriente amigo— ¿Rasgado... bailando? —el arquero estaba boquiabierto ante tal escena volviendo la mirada hacia el pegaso quien se le veía, no solo consternado, sino molesto— Tenma, vamos. Creo que necesitas aire fresco.

Tocó al chico levemente en el hombro guiándolo hacía afuera mientras Regulus iba detrás de ambos. Sabía que necesitaba desahogarse respecto a lo que sucedía en el salón de bailes.

La celebración terminó casi a medianoche, Partita y Rasgado no sintieron el paso del tiempo hasta que los pies comenzaron a dolerles. El hombre escoltó a la joven a la puerta en cuanto ambos se sintieron menos acalorados luego de bailar sin descanso, de esta forma la mujer no correría riesgo de ser alcanzada por una corriente de aire que afectara su salud.

—Ha sido una noche encantadora —dijo ella dedicándole una mirada cálida.

—Estoy de acuerdo con usted y le agradezco por incentivarme a bailar.

Cuando Sísifo volvió a la sala de bailes se topó con su amigo sonriendo ampliamente como no lo había visto en un largo tiempo, estaba deseoso por charlar con él sobre algo importante sin embargo, le permitió disfrutar de ese momento al lado de la asistente de la diosa. El arquero dibujó una sonrisa triste en sus labios evitando arruinar la gran noche de su mejor amigo.

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Continuará...

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*Notas: Espero les esté gustando.

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