Quédate
Narra Elsa.
— ¡Anna! –grité cuando la pelinaranja entró a mí habitación.
— Hola tonta — Me abrazó y se sentó conmigo en mi cama — Y dime ¿qué es lo que pasa?
— Tengo tanto por contarte — Suspiré.
— Pues comienza ya.
— Mi padre volvió y... — Pausé — Se casa — Largué un suspiro cansado.
— Oh — Dijo Anna con asombro — No puedo creerlo... ¿Quién es la maldita?
— Es una rubia hueca — Reí e hice una mueca — Pero no es mala después de todo.
— Cuidado — Murmuro — Quizás es una técnica.
— Tranquila — Le dije — No me dejaré engañar con ella, además debo aprender a llevarme bien, tendré que convivir — Eché mi cabeza hacia atrás.
— ¿Tienes algo más para contarme? — Pregunto curiosa.
— Oh.. si — Me senté derecha — Harán una boda y todas esas estupideces, habrá una fiesta y... ¡Jack irá! — Dije con emoción — Oh, no sabes lo que sucedió hoy — Pausé — Fuimos al centro comercial y ¡él me tomó por la cintura! — Grité eufórica.
— No — Dijo Anna sumamente asombrada y formando una "o" con sus labios.
— Si, puedes creerlo — La tomé de las manos— Y luego yo le di un pequeño beso.
— Aw Elsa — Me miró tierna.
— Lo sé — Dije totalmente enamorada.
— ¿Y qué hacían en el centro comercial?
— Bueno, fuimos a comprar mi vestido y luego un traje para él — Sonreí.
— ¿Irá a la boda?
— ¡Sí! — Dije con emoción.
— ¿Pero y tú padre?
— Yo me encargaré de eso, luego te contaré.
— ¿Yo iré verdad? — Me miró desafiante.
— Claro que sí Anna — Empujé su hombro.
— Oh no puedo creer que irá, estarán juntos.
— Dalo por echo — La abracé — ¿Quieres ver mí vestido?
— ¡Si, si, si! — Dijo — ¡Muéstramelo ya! — Dijo apurada.
Corrí hacía la bolsa gigante y despacio saqué el bello vestido verde, el cual no dejaba de encantarme.
— ¡Oh cielos! — Expresó Anna al verlo — Es perfecto.
— Y adivina quién lo eligió — Sonreí.
— ¿Tú?
— No — Negué con mí cabeza — Jack fue.
— ¡Wow! — Expresó — No sabía que tenía tan buen gusto, además sé que ese vestido te queda perfecto, si lo eligió es por algo.
— Siento que fue echo especialmente para mí — Suspiré — Y él me lo entregó — Pausé — No lo sé.
— Te entiendo... creo — Carcajeo y yo también.
— ¿Y tú qué te pondrás?
— Oh — Se rascó la parte trasera de su cabeza — No sé, quizás un vestido azul.
— Sería lindo.
— No tengo otro — Rió.
— Pídele a Kristoff que te compre uno — Moví las cejas.
— No creo que lo haga...
— Créeme Anna, sí lo hará — Pausé — Yo me encargo.
— Ok — Rió — Bueno debo irme.
— Ow ¿tan pronto?
— Si — Dijo curvando su labio inferior hacia afuera — Lo siento Elsy.
— ¿Hace cuánto no me llamabas así? — Sonreí recordando ése apodo, que me lo dio cuando éramos niñas.
— Bueno pues volveré a llamarte así.
— Me parece bien — Reí — Adiós tontita — La abracé.
— Llámame o envíame un mensaje luego.
— Claro — Le saludé con la mano.
— Adiós Elsy — Dijo y salió por la puerta.
{...}
Ha pasado una semana y justamente mañana era la fiesta, hoy había mucha gente en mí casa, moviéndose de aquí para allá, mí padre estaba completamente estresado; organizando todo.
Había visto el vestido de Melanie, y definitivamente era precioso, duré un largo rato hablando con ella, no parece tan mala o tan hueca después de todo, creo que quizás me cae un poco bien.
Mañana me debía levantar temprano, un chofer me retiraría de la escuela a mí y a Anna, debíamos prepararnos, iríamos a la peluquería, a hacer un par de compras pequeñas y supongo que con eso demoraríamos bastante.
Luego de un día agitado, me fuí derecho a mi habitación, me sentía agotada.
— Hey — Susurraron suavemente en mi oído.
— Jack — Sonreí.
No lo había visto mucho en estos días, ya que se la pasaba limpiando, ordenando y yo no quería molestarlo.
— ¿Te molesta si paso un rato?
— Claro que no, pasa Frost.
Él entró y nos sentamos en mí cama.
— Hoy ha sido un día agitado — Lo miré.
— Bastante — Rió.
Yo largué un bostezo grande mientras estiraba mis brazos, lentamente me fuí acostando en la cama abrazando mí esponjosa almohada.
— Bueno, te dejaré dormir — Besó mí frente, pero antes de que él se vaya, yo tomé su mano.
— No te vayas — Le supliqué. Quédate, sólo será un segundo — Insistí.
Pero creo que esos segundos se convirtieron en minutos, horas y una noche entera.
Él se acostó a mí lado y yo suavemente le pedí que me abrazara: y así lo hizo, sintiéndome segura en su pecho y aspirando su dulce aroma, me dormí de la manera más dulce que pudiera haber pedido.
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