La Recuperaré
Narra Jack.
Esto no podía estar pasando, esto no podía estar pasándome, esto no podía estar pasándonos.
¡NO NO NO! ¿Por qué a ella? ¿Por qué a nosotros?
Todo esto es mi culpa, yo le prometí que él no la encontraría... yo se lo prometí.
—Jack, lo siento tanto —oí un sollozo detrás de mí.
—No es tu culpa —suspiré—, es mía.
—Jack —se acercó y me abrazó—. No es ni mi culpa, ni la tuya, solo es culpa del maldito desgraciado.
—Mamá —la miré fijamente a los ojos—. Ni siquiera estuve aquí...
—Exacto —me interrumpió—. No es tú culpa.
—Si, lo es —cerré mis ojos.
—¡Basta! —elevó la voz—. Deja de culparte y piensa que ella está bien, nada malo va a pasar...
—¿Cómo voy a estar seguro de eso, si está en manos de ese maldito golpeador que es capaz que mandarla a un internado en Nueva Zelanda? —dije enojado, pero me arrepentí—. Lo siento —bufé.
—Entiendo que estés enojado, estás en todo tu derecho a estarlo —noté sus ojos llorosos—. Pero piensa que vas a encontrarla, imagínate abrazándola —me abrazo—. Como yo lo hago ahora... tómate esto con calma y paciencia, esa es la manera más fácil de solucionar esto... si te enloqueces —me acarició la mejilla—. Todo será complicado —suspiré ante su caricia maternal.. estaba tratando de relajarme.. pensar en cómo podría ir por ella.
—¿Hace cuánto paso esto? —pregunté luego de unos segundos.
—No lo sé —suspiró suavemente—. Una hora o dos.
Me alejé y caminé hacia la puerta principal
—¡Jack! —escuché como me llamaba—. ¿A dónde vas?
Sin responder salí de la casa, caminando rápidamente hacia la casa de al lado, llegué allí y toqué tres veces fuertemente, deseando que me atendieran, unos segundos después una señora me abrió la puerta. Yo la reconocía. Ella cuidó de mí algunas veces cuando era pequeño.
—¿Jack? —me miró con asombro— ¡Pero que grande estás! —me sonrió. Y ojalá hubiera podido devolverle la sonrisa.
—Qué tal... —dije sin ánimos—. Si soy yo... Y tengo unas preguntas para usted —me aclaré la garganta.
—Por supuesto —rió—. ¿Qué es lo que sucede?
—¿Escuchó gritos hace un rato? —le pregunté y me impacienté ante su cara de confusión.
—¿Gritos? —llevó una mano a su boca—. ¿Por qué? ¿Qué paso?... ¡Yo acabo de llegar!
Genial... Negué con la cabeza y me di la media vuelta.
—Jack —oí como me llamaba, pero la ignoré mientras cruzaba la calle hasta estar frente a la casa de otro vecino, caminé a la puerta y toqué el timbre.
—¿Qué tal, Jack? —el señor Roberts dijo al abrir la puerta.
—Hola —respondí y me apuré a preguntar- ¿Escuchó gritos hace un rato? —vi como se detuvo a pensarlo.
—De hecho sí... era de una chica, como tu edad —suspiró—. Un hombre se la llevaba, en verdad no se lo que pasó —gruñí interiormente.
—¿No sé le ocurrió llamar a la policía o intervenir en eso? —elevé una ceja con un poco de enojo.
—Yo no me meto en esas cosas, Joven —se aclaró la garganta—. ¿Pero por qué me pregunta esto? ¿Sabes quién era esa chica?
Me di la vuelta y caminé otra vez a la calle, pero no sin antes decir fuerte y claro para que me oiga.
—Mi novia.
Volví a mi casa y entré en la sala, recuerdos anteriores me llegaron a la mente:
—¡Elsa! —grité corriendo hacia ella, la tomé en mis brazos y la abracé fuertemente.
—Oye, aplastas mis chocolates —me dijo riendo.
Dejé de abrazarle y salí corriendo para volver con un ramo de rosas gigantes que puse delante de ella.
—Feliz cumpleaños mi amor.
—Gracias Jack —me abrazó y sentí su emoción—. Son hermosas —dijo sonriendo, en verdad eran preciosas, mamá las había elegido bien.
No me resistí y la tome de las mejillas, juntando sus suaves labios con los míos.
—¿Dónde estabas? —le pregunté después de besarle, mientras la tomaba por la cintura.
—Fui cerca de aquí para llamar a Anna por un teléfono público, y luego me compré una caja de chocolates —largo una risita y besé su mejilla.
—¡Jack! —me gritaron.
—¿¡Que!? —pregunté exaltado.
—No respondías, quedaste como en estado de shock... ¡Oh me asustaste! —suspiró—. ¿Dónde estabas?
—Fui a hablar con los vecinos —me encogí de hombros—. ¿Puedes creer que todos lo vieron, pero nadie intentó ayudarla? —cerré mis ojos, controlándome de no enloquecer y comenzar a golpear las paredes.
Ya no me resistía, no podía esperar ni un minuto más.
Caminé hasta la mesa y recogí las llaves del auto.
—¿Me prestas tu auto, mamá? —me coloqué unos lentes de sol.
—¿Qué? —me miró—. ¿Dónde vas?
—A Londres —respondí sin más—. No voy a quedarme aquí, cuando posiblemente ella esté en un aeropuerto camino a Japón.
—¿No era Nueva Zelanda?
—¡Cómo sea!, ¿Acaso es gracioso? —la fulminé con la mirada.
—Cálmate Jack —oí como me regañaba—. Así no llegarás a ningún lugar.
—Lo que sea, debo irme.
—Iré contigo —automáticamente negué con la cabeza.
—Ni lo pienses, te necesito aquí, cualquier cosa te llamaré —me acerqué a abrazarla.
—¿Estás seguro? —me relajé en su abrazo maternal –como los que solía darme de pequeño–.
—Sí —afirmé—. Debo irme.
—Cuídate Jack —besó mi frente—. Vas a encontrarla y solucionaremos este problema.
—Eso espero —largué un suspiro cansado.
—¿Qué debo hacer, llamo a la policía?
Me detuve a pensarlo un poco.
—Está bien —tomé las llaves y salí por la puerta.
—Buena suerte, Jack
—La suerte es el pretexto de los fracasados —volteé y le guiñé un ojo—. Deséame éxitos, mamá —vi como me sonreía.
—Éxitos —le devolví la sonrisa y salí por la puerta, caminando hacia el auto. Iba a ir a Londres, iba a hacer cueste lo que cueste por recuperarla.
Pero sobretodo. Voy a encontrarla.
Narra Elsa.
Abrí mis ojos y me di cuenta que seguía en mi habitación. Esta vez estaba en mi cama, lo último que recuerdo es haber estado en el suelo hablando con mi Nana.
Me levanté y caminé despacio hacia la puerta, sorprendentemente estaba abierta, salí de allí y caminé por el pasillo, bajando por las escaleras.
Llegué a la sala y una ola de tristeza me llegó. Tantas cosas habían pasado aquí.
—Buenos días —oí detrás de mí.
—No son buenos días para mí —bajé la mirada.
—Elsa —quien quiera que me hablara se acercó despacio. reconocí esa voz.
—Mady —me sorprendí al verla.
—Oh, lo siento tanto —me abrazó. Vaya que necesitaba un abrazo. Me resistí a las ganas de llorar, la abracé fuertemente y luego me separé de ella.
—Vamos a la cocina, estamos todos allí, queremos pasar tiempo contigo.
Asentí mientras caminaba junto a ella, aunque no quisiera preguntar esto, simplemente lo hice:
—¿Dónde está mi pa... Agnarr?
—Oh, él salió... —pausó—. Lamento decirte esto, pero... —se acercó mats a mí y susurró—. Él puso guardias en todos los extremos de la casa —me miró asustada—. Dijo que si tú salías, nosotros nos responsabilizamos, nos despediría y nos demandaría —vi sus ojos llorosos—. Él es un monstruo Elsa.
«Créeme que lo sé —pensé».
—Cambiemos de tema —dije sin ganas.
Simplemente asintió y entramos a la cocina, allí estaban todos, incluida mi Nana.
—¡Feliz cumpleaños! —gritaron todos juntos.
Automáticamente sonreí. Con todo esto había olvidado que era mi cumpleaños.
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