La Dama y El Mago
Fue amor a primera vista para el joven ilusionista y Mago, Eridan Ampora.
Era un día de otoño para ser exacto, en el siglo XIX, el ilusionista caminaba hacía el teatro donde daba su espectáculo. Este sujeto llevaba una bufanda hasta la mitad de su rostro mientras sus manos estaban dentro de su abrigo negro y su cabeza cubierto por un bombín, estaba caminando por la calle principal cuando algo que estaba fuera de su rutina cambio.
En la esquina frente al teatro se inauguraba una tienda de porcelana fina, había un enorme cristal que daba al interior del negocio, se podía ver a un hombre con bastantes años trabajando y moldeando la porcelana. Al terminar su trabajo limpia sus manos y se acerca a una mujer que estaba quieta y sentada en una silla mientras la mesita que estaba frente a ella estaba adornada con un juego de té de porcelana rosa. El té seguía caliente pero ella no tomaba su taza, estaba inmóvil.
Sin pensarlo dos veces Eridan se adentra a la tienda, se quita el sombrero en señal de humildad y se acerca al viejo artesano.
-Buena tarde, señor...
-Bienvenido ¿Busca en algo en especial?
-No quiero parecer un bárbaro pero, quisiera conocer a la dama que está tomando el té...
El viejo abre sus ojos como platos y con algo de furia saca al mago de la tienda con amenazas y empujándolo hacía la salida terminando con un "No vuelva".
El chico casi cae al piso por la fuerza del hombre que lo había sacado, se arregló las prendas y buscó la manera de verla más de cerca, pero la cortina de la ventana fue cerrada junto con la tienda.
-Volveré después...
Y así fue, todos los días sin falta iba a ver a la chica que estaba en esa tienda, todos los días estaba sentada en su silla tomando té pero, Eridan jamás la había visto moverse.
Al terminar su presentación de esa noche, volvió a la tienda, había una pequeña luz que se asomaba por la puerta principal del local. Sabía que era ella.
Sacó de su saco una pequeña navaja y con delicadeza empezó a intentar quitar el seguro de la puerta. No tardó mucho cuando el seguro cedió, lentamente se adentró y cerró la puerta cuando escuchó un suave suspiro de espanto.
Al buscar a la persona que lo había hecho se encuentra con aquella dama que siempre veía sin falta.
-Es usted... ¿Qué hace aquí encerrada?
-Usted... Usted no debería estar aquí... Vayase
-Pero quiero presentarme- lentamente se inclinó y con una gentil alabanza se dirige a la dama- Mi nombre es Eridan Ampora, soy ilusionista y Mago de la ciudad, un placer conocerla.
-¿Eres... Un mago? - los ojos de la chica se llenan de brillo y poco a poco se acerca al joven, sus pasos sonaban como si se posara un cristal en el suelo. Cuando al fin se veían a centimetros, el chico se dio cuenta que la hermosa dama estaba hecha de porcelana. Era delicada, sus ojos eran de un tono rosado que eran acompañados por enormes pestañas, sus manos eran como las de una marioneta de ese mismo material, su cabello era de un suave color rubio que era iluminado por la poca luz que había en el cuarto y sus articulaciones eran pequeños clavos que le permitían mover su cuerpo. Era hermosa y tan frágil que tenía grietas en algunas zonas visibles.
-¿Cómo puedes...
-... Ser así? -termina la chica con una suave sonrisa que era coloreada por tinta negra- de noche tengo vida, en el día solo soy una marioneta. El dueño de esta tienda me da su proteccion y agradezco su gentileza pero, desearia ser humana...
Sus ojos aunque no mostraban muchas expresiones, su voz era la que se podía notar que su ilusión de ya no ser así estaba en la clemencia. La dama tomó de la mano al joven mago y lo sentó en la silla que estaba a un lado de la mesa de té, se sentó en otra silla y comenzó a servirle un poco de la aromatizante bebida que estaba en su tetera.
-Muchisimas gracias... -Decía el joven un poco sonrojado por la actitud que tomaba la chica tan servicial y por la hermosura que estaba frente a él.
Los dos platicaron de lo que hacían y lo que esperaban del futuro.
La dama hablaba de lo hermoso que seria ser libre de ese cuerpo y ser humana como el caballero que tenía a su lado. Le encantaría beber de un buen vino, oler las flores que brotan en primavera, sentir el cálido rayo de sol de verano y tocar los copos de nieve que caían en invierno. Era el sueño de la dama de porcelana.
Eridan estaba más que enamorado de la chica, solo con escucharla hablar era como si miles de ángeles cantaran para él, eso era amor.
Siguieron platicando hasta que la chica lo interrumpió, ya era casi de día.
-Debes irte...
-¿Podré verte otra vez?
-Siempre estaré aquí esperando a tu regreso... -Le besa la mejilla al joven mago, se sentía como un cristal frío posarse en su mejilla pero al instante sintió un calor que brotaba de su cara.
Rápidamente agarró sus cosas y salió de la tienda, no sin antes cerrar como antes lo estaba. Corrió hasta el teatro y se escondió sólo esperando al final del día para volverla a ver.
Esperó y esperó hasta que por fin la tienda había cerrado, nuevamente se adentró al local para hablar con ella.
-Buena noche...
-Lo estaba esperando...-cómo en la noche anterior volvieron a platicar hasta en el inicio de un nuevo día pero la chica jamás le rebelaba su nombre, tal vez por temor o era demasiado insegura para hacerlo, pero a Eridan no se metería en eso, para él ese momento era tan especial cómo la primera vez que hizo un espectáculo de magia.
Las noches pasaban y cada vez sus corazones se hacían uno solo, sin embargo, el cruel destino no les permitía seguir estar juntos como se debía. El joven Ampora ya no lo soportó más y decidió investigar en su mundo acerca de alguna maldición o conjuro para impedir que su dama siguiera siendo solo una marioneta.
Se adentró tanto en el asunto que dejó de verla por algún tiempo sin ella saberlo. Mientras el mago vagaba por la ciudad para una solución, la dama se quedaba sentada en su silla esperando a que su amor abriera la puerta del negocio para poder estar con ella.
Los días pasaban y pasaban, la chica cada vez más rota se sentía, no por las grietas que su cuerpo tenía sino por la soledad que sentía al no tener a Eridan a su lado. No podía derramar lágrimas, pero si lo hiciera todo el lugar quedaría inundado.
Cuando estuvo a punto de perder las esperanzas, la puerta del lugar estaba siendo abierta, se levantó de su lugar y fue a ver si realmente era la persona a quién estaba esperando durante mucho tiempo.
-Lamento no haber estado con usted...- definitivamente era él, tenía los ojos cansados, el cabello alborotado y mal arreglado.
-¿Dónde ha estado? -rápidamente fue por él y lo ayudó a sentarse y darle un poco de su té.
-Encontré una solución para que seas humana...
La chica se alegró al escucharlo y realmente quiso hacerlo. Eridan saca de su abrigo un libro con una portada que a la dama se le hacía familiar y así era.
El libro era de una brujería extraña, la sección era sobre como transmutar un cuerpo a un cuerpo de carne y hueso y el pago ante ese acto era demasiado alto.
-No... No quiero que lo hagas
-Es la única manera
-¡No quiero!
-Hey... -la toma de su fría mejilla y juntan sus frentes mientras el chico le sonríe calmadamente y seguro de lo que hacía - Yo lo haré por ti... Por que te amo...
Las suaves palabras que salían de la boca del mago era tan tristes y al mismo tiempo llenas de amor, ella no pudo negarse al sentimiento que le tenía y dejó que siguiera.
Después de un rato en el suelo del lugar había un tapiz de una estrella de 6 picos hecho de arsilla junto con garabatos y signos de hechicería y la luz que había era hecha por las velas que había en el piso.
Ampora tomó aire y comenzó a conjurar las palabras que venían en el libro. Una fuerte esencia de oscuridad y luz se apoderó del lugar mientras se apoderaba del cuerpo de la dama. Ella se desvaneció en la oscuridad y no volvió a aparecer.
Eridan dio un suspiro de alivio y una lágrima se deslizó por su mejilla mientras se dibujaba una sonrisa, se agarró el pecho no sin antes escuchar los pasos de alguien más. Miró hacía atrás y era el dueño del lugar.
-Nunca debiste hacer eso... -decía el viejo con una gran decepción
-A veces se hacen locuras por amor... ¿No lo cree?- Sonrió por última vez hasta que su cuerpo se hacía más pálida, sus movimientos se hacían mas marcados y su cuerpo cada vez más frágil.
-Nunca... Supe su nombre...
-... Roxy Lalonde..
-Que hermoso...
Cayó a la silla en la que una vez estuvo la chica que amaba y se quedó inmóvil cuando el sol comenzaba a salir. Se había convertido en una marioneta de porcelana.
Habían pasado mucho tiempo, años que no pueden ser contados con exactitud, un par de chicas caminan juntas cerca de una vieja calle y una de ellas comienza a hablar.
-En aquella calle hay un teatro viejo y existe una tienda de porcelana fina, dicen que en ese lugar hay una apuesta marioneta sentada tomando el té, se dice que espera al regreso de su único amor..
-¡Que tontería!
-Yo creo que es romantico~
-¡Roxy, solo lo dices por que se trata de magia o fantasia!
-Puede ser~
Las chicas se acercaron al lugar para ver a la marioneta y sin dudarlo ahí estaba, vieja y con grietas pero seguía siendo muy apuesto. Los ojos una de las chicas se inundan de lagrimas si saber lo que le sucedía.
-¡¿Qué tienes Roxy?!
-Creo... Que lo conozco...
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