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No más distracciones.

Sí era inmune a sus encantos hipnóticos, pero no a sus verdaderos encantos. Lo que siento es real y natural, no un hechizo ilusorio, ficticio.

Pero entonces, tuve una idea divertida. Me haría el sometido, hasta que se diera cuenta de que soy yo.

La miré con admiración. Mi cuerpo estaba inerte al igual que el de mis hombres. Ella me miraba con curiosidad y asombro, buscando algo de coherencia en mi comportamiento. Esto se sentía extrañamente divertido y agradable. Y cuando saltó de la roca a la mar, para acercarse en un nado veloz hacia mí, me sentí totalmente fascinada.

Envainé mi espada, y me arrojé a la mar. Me arrojé a ella.

Corinne me tomó en sus brazos. Estaba segura que buscaba mis labios para besarlos. Apenas tuve la oportunidad, fui yo quién se acercó a ella, con intención maliciosa, y la besé, para cerrar nuestros ojos, y que no se percatara de mi verdadera identidad para seguir con el juego. Ella, ilusa, siguió mi beso bajo del agua. Mi cuerpo flotaba. Se hubiese acercado a la superficie de no ser por ella, quién me tenía sostenida y sometida a su deseo.

Pero entonces, me empezó a faltar el maldito oxígeno que necesito para vivir.

Aguafiestas.

Podría fácilmente morir encantada con sus suaves y húmedos besos.

Me separé de ella sin brusquedad. La sirena, al percatarse de mi falta de oxígeno, me impulsó hacia la superficie. Como había perdido mi tricornio bajo del agua, mi cabello pelirrojo se encontraba expuesto cuando tenía mi cabeza fuera del agua para respirar. Corinne estaba justo en frente, mirándome confundida.

—¿Capitán?

—¿Perdida?

La situación me parecía muy divertida, pero teníamos que irnos o podrían venir los hombres del pueblo a atacarnos en cualquier momento. Necesitaba cuidar a mi tripulación y a mí misma.

—Tú eres la que no está cumpliendo con tu promesa de ayudarme...

—No hay tiempo, tenemos que huir. Suelta la conciencia de mis hombres, ahora. —Hablé firme. Me adentré al bote mientras observaba horrorizada como todos los piratas estaban hipnotizados mirando a la sirena.

Su poder era algo fuera de este mundo.

Ella lucía enojada, pero de todas formas, hizo lo que le ordené y desapareció rápidamente del campo de visión, sumergiéndose en las profundidades de la hermosa mar que la acompañaba con gusto, para no ser vista. Para ser olvidada.

Todos los piratas comenzaron a reaccionar, y parecían haber olvidado lo sucedido, o nunca fueron verdaderamente conscientes de aquello. Solo estaban preocupados de acercarse al barco para irnos de aquí y no volver por un tiempo largo. Y eso fue lo que comencé a pensar también.

Cuando ya embarcamos y nos encontrábamos en una zona alejada en la altamar, segura y en calma, decidimos descansar, y dejar que el barco tome su rumbo.

Entre mis cosas, en mi cabina, brilló una perla. Al asomarme más de cerca al escritorio, noté que era el brazalete que le iba a obsequiar a la sirena.

Suspiré pesadamente.

¿Por qué me sentía así por ella?

Tomé la decisión y me arrojé a la mar. Literalmente. Con el brazalete en la mano, preparé un bote pequeño que bajara hacia la parte del forro del barco que tocaba las aguas, para después poder subirme a la cubierta sin problema.

La mar en calma, o como la llamábamos nosotros los piratas: "mar bonanza" era algo que siempre lograba relajarme y despejar mi mente de pensamientos turbulentos. Sumado al suave anaranjado colándose por los cielos, anunciando la llegada del prematuro atardecer, me hicieron sentir poderosamente afortunada.

Mientras pensaba en esto, retiré la ropa de mi cuerpo, solo dejando las prendas íntimas, y me lancé a la mar, dejando que sus frías manos me acariciaran.

Comencé a sumergirme y nadar acercándome a las profundidades sin temor. Mi cuerpo era ligero. El sentimiento de adentrarse a algo desconocido, oscuro, insondable, podía lucir aterrador. Pero así como causaba miedo, también provocaba fascinación.

No sabía lo que podía ocultarse allí abajo.

Fascinante.

Cuando estaba muy al fondo, todo era oscuridad abrazadora. Fue entonces cuando dejé de moverme. Cerré mis ojos y me dejé llevar por un momento. El aire me faltaba, y entonces, en mi mente, le dije a la diosa mar que la sirena venga a mí.

Mi tórax temblaba, buscando aire con desesperación. Comencé a ascender de forma lenta y natural, para evitar el daño a mis pulmones y vías aéreas por la presión marítima.

Pero me estaba asfixiando.

Luego, como si fuera irreal, comencé a respirar debajo del agua. Me había llegado oxigenación adecuada para la preservación de mi vida y funciones orgánicas vitales. Abrí mis ojos y descubrí que tenía una burbuja de oxígeno rodeando mis fosas nasales y boca.

La sirena que me había propinado esa burbuja era Corinne. La mar la había llamado y ella había venido.

Sonreí.

Ella aún tenía expresión de enojada como la última vez que nos vimos. Pero esta vez, había más preocupación en su rostro que enojo. Estaba con los brazos cruzados apretando su pecho desnudo. Su cabello rubio se meneaba espléndidamente con las corrientes marinas suaves a su alrededor.

Me envolvió en sus brazos, y ascendió hacia la superficie conmigo.

—¡¿Qué pretendías hacer?! ¡No eres una sirena real!

Ella comenzó a gritarme y recriminarme lo peligroso que había hecho, visiblemente molesta y preocupada. Yo me senté en el bote, aún semi desnuda. Logré arroparme con mi casaca de lana envolviendo mi cuerpo, mientras la escuchaba.

—Estaba buscándote.

—Así me dijeron las aguas —dijo Corinne, seria.

Se sumergió a la mar repentinamente. Se dirigió hacia las profundidades y luego volvió velozmente. Su salto superó la superficie por mucho. Contemplé su maravillosa silueta sombreada entre el atardecer ahora mucho más oscuro y rojizo. Luego, ella cayó en mis brazos.

—Yo... quería entregarte esto. —Dije tímidamente. Luego me percaté de que había perdido el brazalete cuando me sumergí profundamente—. Ay no... Lo perdí.

Me lamenté.

Ella se rio—. Deberías ser más observadora.

Ladeé la cabeza, confundida por su respuesta. Pero entonces, al dejar de mirar esos ojitos traviesos y comenzar a observar hacia más abajo, divisé, por el brillo de la perla, al brazalete rodeando su muñeca.

—Qué ladrona.

Ella rio—. Pero miren quién lo dice.

—Bueno... En realidad, no lo robaste. Es tuyo. Lo robé para ti.

La sirena sonrió. Su mirada tan dulce provocó un sentimiento bonito invadiendo mi mente.

—¡Qué considerada! Es muy bonito. Me encantan las joyas.

—Tenemos tanto en común...

Por unos momentos me quedé estática, contemplándola. Ella estaba muy cómoda en mis brazos. Su piel mojada era suave, y sus extremidades eran frías, pero yo podía propinarle calor a su cuerpo. Solo quería quedarme allí, muy cerca de ella, acariciándola, sintiéndola, en ese hermoso atardecer que se despedía con prisas, para darle paso a la noche fría.

—Oh, creo que viene alguien —murmuró la sirena, con la vista hacia arriba, en el barco—. Rápido, tráelo hacia acá para que pueda besarlo.

Silencio.

Todo ese bonito sentimiento se había esfumado. Comencé a sentir hasta frío ambiental.

—¿Qué? —dije, intentando no sonar afectada.

—El plan, Zair. —Ella estaba seria ahora—. Dijiste que me ayudarías a encontrar el amor verdadero para que pueda revertir este hechizo que me convierte en sirena. ¡Tú me lo prometiste!

Asentí, sonriendo falsamente—. ¿Y cuál es ese plan, eh? ¿Besar hombre tras hombre hasta que te conviertas en humana de forma instantánea y mágica?

Ella me miraba con desaprobación por el tono irónico que había empleado.

—Sabía que no querías ayudarme, por eso me fui cuando me llamabas. Tuviste la oportunidad de entregarme a uno de tus hombres y no lo hiciste. ¡No quieres ayudarme!

—No necesitas mi ayuda, Corinne. Tienes poderes hipnóticos. Hazlo tu sola, yo me largo.

Me vestí lo más rápido que pude y mientras iba subiendo la soga, sentía un dolor en el pecho. Me mordí los labios para evitar llorar. Odiaba este sentimiento extraño que me hacía respirar con dificultad.

¿Por qué sentía esto?

En cuánto subía, un hombre de mi tripulación se había lanzado a la mar. No logré ver quién era. Solo supe una cosa: había sido obra de ella.

Seguí trepando hasta llegar a la cubierta, y me escondí detrás de la borda, observando. La oscuridad de la noche me impedía ver a lujo de detalle, pero pude observar que el hombre que se había lanzado era David. Ahora se encontraba subido en el bote con ella.

Ella entonaba una canción misteriosa y lenta, hipnótica. Su voz suave lograba ser levemente percibida por mí, y aún así lograba estremecerme.

Entonces, él la besó con desesperación. Brusco. Ella lucía incómoda, pero le siguió el beso de todas formas.

Esperé un momento.

Y nada pasó.

Una sonrisa se formó en mis labios, sintiendo de forma fría que su plan no había funcionado.

No era amor verdadero.

Tal vez este no existía, y todos sus intentos serían en vano.

—¡He, tiburón caído! ¡Todos a ayudarlo! —Grité fuerte para ser escuchada.

Corinne me miró por última vez, y se alejó rápidamente. La perdí de vista.

No tardaron en aparecer los piratas para preguntarme qué había ocurrido. Actuaron rápido, y ayudaron a David para que pueda subir mientras él pedía que lo suelten reiteradas veces. Pero entonces, al estar a salvo en la cubierta, se le arropó y se le dio café caliente mezclado con ron.

Él no había tardado en hablar. Contar su versión que me tomó por sorpresa.

—Era una rubia realmente hermosa —comenzó a decir, con los ojos desorbitados—. La besé, hicimos el amor y... Quiero volver con ella.

Qué tiburón tan mentiroso.

Algunos de mis hombres estaban impresionados, otros, pensaron que David solo había abusado del alcohol.

—Ay hombre, hace tanto tiempo que no estás con ninguna mujer que hasta tu mente creó una. —Baltazar se burló, riéndose a más no poder, con sus mejillas enrojecidas.

Y luego de las risas, decidieron celebrar que David estaba sano y salvo. Yo en cambio, me retiré, dirigiéndome a mi cabina de capitán, sintiendo una mirada intensa a mis espaldas.

Y cuando me encerré allí, comencé a llorar, odiándome por aquello.

Había sido tan estúpida en creer que podría tener algo con esa sirena. Y no podía culparla. Ella tenía ambiciones al igual que yo, pero distintas a las mías. Ella buscaba fuertemente el amor verdadero, a mí esa mierda no me importa ni me importará.

Para mí, lo más importante era el dinero. El amor verde, que es capaz de conquistarlo todo.

Y todo esto había sido una pequeña distracción en mi vida. Lo bueno es que al fin acabó y puedo seguir con mis planes de tenerlo todo.

El camino del éxito es lo único que me importa. Y ya nada, ni siquiera algo tan estúpido como el amor, se iba a interponer entre mí y mi ambición.

No permitiré que me desvíen de mi camino. Soy la capitán, yo soy quién controla mi destino.

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