Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5





Un hechizo que romper.

El océano parecía querer acabar con mi vida miserable. Cada azote era increíblemente fuerte e imparable. Había perdido el control de mi pequeño bote de remo y en cualquier momento la furia de la mar podría desatar a la sirena cautiva.

Lo estaba perdiendo todo.

Maldita avaricia, que se adueña de mi ser.

—¡Está bien! ¡Lo lamento! —Exclamé, ya sin fuerzas.

Me dirigía a la mar que siempre me acompañó, en todos mis viajes, y que ahora estaba enojada conmigo, por ser cómo soy. Me encontraba en una situación grave, donde las olas ya mojaban completamente el bote y todo lo que estaba dentro, incluído nosotras, situación en la cual, en cualquier momento podríamos ser presas de la furia incontrolable de las olas, siendo despojadas al agua.

Indefensas.

Ya me había sentido así muchas veces.

—¡Lo siento, por favor! ¡Te lo imploro!

Miré a la sirena. Ella tenía los ojos cerrados.

Comencé a desatarla rápidamente, sin importar nada. Había hecho nudos tan fuertes que maldecí no haber tenido una daga con qué ayudarme a cortar. Estaba totalmente desesperada intentando liberarla, pidiéndole perdón llorando, sintiéndome presa del pánico y la culpa, martillándome el corazón. Me hice heridas en las manos por la fricción de la soga con el contacto en movimiento con mi piel, hasta que poco a poco, pude desatarla.

Tomé a Corinne en mis brazos, y a pesar de lo dificultoso que era estar en equilibrio en este bote tambaleante, intenté mantenerme con las piernas flectadas por un momento, mientras tomaba a la sirena.

Nos miramos.

—Eres libre —le dije entre lágrimas.

Y la solté.

Vi como ella se perdió rápidamente en las profundidades de la mar increíblemente enojada. Se había alejado de mí y lo agradecí, porque yo era una persona terrible. Lo que estaba dispuesta a hacerle solo por dinero me hacía sentir vil y humillada por mi propia avaricia y ambición.

Seguí gritándole a la mar que me perdonara. Que me deje vivir. Lloraba sin encontrar consuelo. Las lágrimas, tan saladas como el agua que me azotaba, me hacían sentir débil y menuda ante tanta tempestad.

Hasta que prontamente, la inclemencia de la mar cesó de manera lenta. Cada vez, mejoraba el tiempo y el movimiento de las olas.

Finalmente, una mar en calma se hizo presente. Una mar que había decidido perdonarme la vida.

La sirena ya no estaba. Había perdido una gran oportunidad de hacerme rica solo por haber perdido el control de mis emociones. Me dejé llevar, presa del miedo, ante la idea de que puedo cambiar mi forma de ser. Pero entonces, en la mar en calma, puedo ordenar mis pensamientos, tan fluyentes como el agua, tan desordenados como los tornados. Y comprendí que en realidad, siempre seré una embustera, falsa y ratera mujer, que busca la ambición y jamás el amor.

Mi cuerpo comenzó a temblar débilmente, comencé a experimentar frío y tenía mi ropa húmeda. El tiempo estaba mejorando cada vez más, por lo que a una hora más soleada, me desvestiría y dejaría secar mi ropa al costado del bote.

Pasó un buen tiempo en el que no hice nada más que seguir el rumbo fijo.

Estaba aburrida, pero con una sensación de calma que parecía ser falsa y solo un letrero que ocultaba mi preocupación. En el equipamiento embolsado oculto en la parte inferior, cubierto por madera, yacían muchos artefactos de utilidad para la supervivencia marítima. La mayoría de la comida enlatada no estaba, solo estaban sus recipientes aplastados y guardados en el mismo lugar, sucio y manchado. Habían más cuerdas, y partes de una caña de pesca, muy deteriorada y vieja, sin presencia del mango delantero ni trasero, ni material de atracción, ni nada servible. Basura.

Me frustro. Resoplo pesadamente y miro el desorden que dejé. Entre toda la porquería, había una botella de ron. Decidí sentirme feliz por un momento, pero entonces, al mirar de forma más detallada, el color era de orina clara. Lo miré, dudosa y asqueada. Me alejé y me senté en la parte delante del bote, frustrada.

Esto era... ¿un castigo del universo por ser como soy?

Tenía mucha hambre así que tomé una lata y... No tenía nada filoso para abrirla. Me habían arrebatado mi daga.

Tiré la lata con rabia, alejada de mí, chocando contra la esquina de una madera torcida, provocando que se perfore la tapa y caiga el contenido alimenticio. Ví como se desplazaba, remojando la base del bote, y corrí, para tomar el resto. No quedaba casi nada.

Lloré.

Todo estaba saliéndome mal. Nada funcionaba como yo quería. De repente comencé a sentir tanta tristeza que no pude seguir conteniendo las lágrimas.

Me quité toda mi ropa y la estruje con fuerza, para después dejarla secando en el costado, aprovechando que el sol me estaba ayudando en esta empobrecida embarcación, propinándome su exquisito calor, que sentía como un regalo demostrando que se apiadaba de mí.

Me quedé quieta. Mi vida estaba en la mierda, pero yo... yo disfrutaba de un hermoso día soleado.

Pienso en Corinne.

Ella pudo matarme y no lo hizo.

—¿Por qué no lo hizo, señora mar? ¿Por qué no me mató? —Dije en voz alta, como una desquiciada.

Al fin y al cabo, eso es lo que era. Una desquiciada. Que creí ver a una sirena, que hablaba con la mar, que tenía vida propia y que conoce todos tus secretos a medida que avanzas en su profundidad. Qué extraño es todo lo que he vivido.

»Oh, padre... ¿Qué harías en mi situación?

Silencio.

Solo el movimiento de las olas. A mi vista, nada más que océano.

Abracé mis piernas, apoyándome en ellas. Me sentí tan menuda, pequeña, insignificante, en esa poderosa mar cubierta de misterios ocultos y secretos que probablemente jamás serán revelados.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que el ruido fuerte de algo incrustándose me sacó rápidamente, provocando que mi frecuencia cardíaca aumentara en seguida. Miro a la dirección del ruido, y veo una daga.

No. No una daga. Era mi daga.

Mis labios se abren con asombro. Me levanto rápidamente y la tomo, para comprobar que era real y que no llegué al periodo de soledad en el que me imagino cosas.

No era mi daga actual, si no, la que se me cayó a la mar cuando pensé que mi padre había muerto, al abandonarlo en el barco enemigo, mientras sentía sus últimos respiros. Mis ojos se llenan de lágrimas otra vez, y apreto mi daga por emoción. Aún conservaba el filo, miré como el tajo comenzó a desprender un poco de sangre en mi mano.

Me acerqué al agua, intentando ver hacia lo profundo.

—Eres tú, Corinne. Ya te vi.

Era mentira. No la había visto. Divisé en el otro lado, y antes de que pudiera reaccionar, la veo impulsándose y dejándose ver en el aire, mientras da un salto dando vueltas. La imagen en movimiento ante mis ojos fue tan encantadora, hipnótica y divina, que solo me quedé estática. No me enojé en cuánto regresó al agua, impactando con tanta fuerza que mojó mi ropa que se encontraba secándose.

Ella subió a la superficie, mirándome fijo, como siempre lo hacía. Pero después, comenzó a observar mi cuerpo. Lo recordé, estaba desnuda. El rojo de mis mejillas comenzó a arder y me cubrí con el costado del barco.

—¿Por qué te escondes?

—No lo sé... Supongo que los humanos no acostumbramos a mostrar nuestra desnudez.

Me sentía desnuda frente a ella, y no solo físicamente, si no en todos los sentidos. Estaba expuesta. Mis ojos llorosos y mi rostro cansado eran percibidos con facilidad.

—Esa daga se te cayó al agua cuando eras menor, y decidí conservarla, hasta volver a entregársela a su dueña.

—Me la había regalado mi padre, cuando me enseñó a defenderme. —Esbozé una sonrisa llena de nostalgia.

Luego pensé en su comentario, lo que había querido decir exactamente. Ella me estaba dando una lección. Yo hurtaba. Eso es lo que hacía, y no tengo otros valores que te convierten en una buena persona. Tal vez sí, pero no desarrollados.

—Eras muy valiente desde pequeña.

—Me seguías. —Quise preguntarlo, pero sonó como afirmación, ya que era obvio que lo hacía. La pregunta realmente era, ¿por qué?

—Sí, a veces... Es que eres interesante, Zair, o debo decir... Sirena.

—Suena tan raro si lo dices tú.

Ella rio. Ambas lo hicimos después. Era increíble como no demostraba estar enojada a pesar del acto horrible que iba a hacer en contra de su libertad, solo para ganar dinero. Pero aún que no lo dejara ver, aún estaba su desconfianza.

—Eres la única mujer pirata que he conocido, y de la que he oído hablar. Hay muchos hombres que te quieren muerta. —Su voz dulce me dio escalofríos.

—Corinne... Sé que te decepcioné. No soy la mujer que creíste que era. No soy tan valiente como piensas, y hasta yo misma estoy dudando de mi fortaleza. Ni siquiera hice que funcionara el hechizo que querías, y la verdad es que estás mejor sin mí. No sé porqué no me mataste cuando tuviste la oportunidad y toda tú eres un enigma... y yo... lo siento. De verdad lo siento.

Lágrimas salían ya acostumbradas. Me dolía el hecho de haber sido así, tan ambiciosa y cruel mujer. Una lágrima cayó a camuflarse con la mar, y observé como Corinne se acerca. Sus ojos eran de un celeste irreal, tan observativos y misteriosos, increíbles esferas brillantes.

—Ya estás perdonada por la diosa mar, Zair.

—¿Y tú, podrías perdonarme?

Ella rio suavemente—. Solo con una condición.

—Dímela, y la cumpliré.

—Ayúdame a romper el hechizo que me convierte en sirena.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro