Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4





La ira de la mar.

Los destellos de luz solar interrumpieron mi sueño, provocando que despierte con deseos de seguir durmiendo. Me remuevo un poco percatándome de dos asuntos: tengo un jodido dolor de espalda y desperté al lado de una mujer desnuda y con una cola de pescado en vez de piernas.

Recuerdo en un instante todo mi día anterior. Pienso en mi tripulación, y comienzo a preocuparme. ¿Qué les habrán hecho a ellos? ¿Y si no tuvieron la misma suerte que la mía? ¿Habrán logrado derrotar a los invasores y ahora me estarán buscando, o solamente están lamentando mi perdida?

Resoplo.

Intento incorporarme en ambos pies, y mirar a mi alrededor. Es posible que me hayan dado por muerta, y solo yo puedo salvarme.

Pienso en la muerte, lo oscura y siniestra que debería ser. Y eso rápidamente me hace pensar en mi padre. Esa arma de fuego que atravesó su corazón aún logra perturbar mi alma, corrompida y salvaje, que no piensa en el mañana como un tiempo demasiado largo. Mi padre así pensaba también, supongo que es casi un consuelo.

Y una idea aclareció mi mente en este momento. Esa vez cuando yo era pequeña aún, y pensamos que mi padre había muerto, pero resultó que había nadado de forma inconsciente hasta su barco, fue algo completamente extraño y casi imposible, si somos creativos. Pero ahora pienso que tuvo ayuda.

Ayuda de una sirena.

—Buenos días. —Saludó Corinne, como si la hubiese despertado porque mis ideas retumbaban fuerte.

Me giré para mirarla.

—Si pudiste salvarme y transportarme hasta aquí estando yo inconsciente, ¿podrías llevarme a un barco cercano?

—Se dice buenos días.

La miré incrédula. Ella estaba molesta, y recién había despertado.

—Buenos días. —Formé una sonrisa falsa en mi rostro.

—¿Dormiste bien?

—Sí. Ahora respóndeme a lo que...

—Te duele la espalda. Si quieres, puedo curarte.

—¡Corinne! —La interrumpí—. Por favor, ayúdame con esto.

Ella suspiró pesadamente, siempre mirándome directo a los ojos, como si constantemente intentara descubrir qué es lo que escondo. Se acomodó, sentándose, con su cola aún húmeda y con polvo apegado como musgo a los árboles. Estaba incómoda, y es probable que hace tiempo no dormía en la tierra.

—Está bien. Sí, podemos crear burbujas de oxígeno y eso ayuda a mantener las funciones vitales de los humanos en agua. Y así, no mueren mientras los transportamos.

Yo escuchaba todo lo que decía, maravillada. Su forma de expresarse siempre era con naturalidad, pero para mí, era impresionante todo lo que podía hacer.

Ella era como la mar. Tan misteriosa y llena de secretos, de esos que te dan curiosidad y fascinación.

—Enséñame.

Antes de que pudiera responder, la tomo en mis brazos y camino hacia la orilla de la mar.  El frío hace que me sienta libre, alegre. La mañana es hermosa, el sol nos saluda brillante y vanidoso. La brisa recorre por nuestros cuerpos curiosa y ligera, haciendo que nuestros cabellos vuelen en muchas direcciones.

Corro, con el corazón pidiéndome más acción. Está agitado, feliz, deseoso.

Las olas me tocan y disfruto de su intensidad de movimiento. Sigo corriendo, riendo, maravillada y enérgica. La sirena se contagia con mi risa, y en ese momento nada importa. Nada tiene tanto valor y sentido. La vida es simpleza en magnificencia. Caminar descalzos, sumergirnos en las olas, sentir el abrazo del viento, y ser parte del ecosistema.

Finalmente llego a la parte donde ya no toco la arena con mis pies y me estremezco. Comienzo a sentir miedo en ese momento, tan repentino y traidor. Pienso en Corinne como un ser que puede hacerme vulnerable y presa en la mar, un lugar que es óptimo para su desplazamiento e instinto.

Me aferro a ella, como si mi contacto le dijera que no me lastimara. Y me siento hipócrita, eso es lo que soy.

La sirena comienza a nadar rápido, dando vueltas y siendo tan libre y hermosa en todo lo que hace. Su impresionante soltura hace que la abrace más fuerte, con miedo de soltarme. Ella me aprieta aún más, reconociendo mi temor.

Pero entonces, aumenta su velocidad, y justo lo que temía que pase, estaba ocurriendo. Ella me miraba enojada, impulsándose hacia la profundidad. Toma mi cuello y yo intento detenerla. Forcejeo, pero era inútil.

Parecía que la mar estaba de su lado.

Comenzó a ahorcarme. Yo dejé de forcejear, de moverme por completo. Solo miré el bello rostro de una traidora pensando en que sería la última vez.

Y cómo lo pensé, cuando se trata de ella dentro del océano, me convierte vulnerable.

Cierro los ojos, con ese embriagador pensamiento. Ya había tenido muchas ocasiones cercanas a la muerte y era probable que ya la tenía cansada de hacer que aparezca a buscarme y finalmente seguir viviendo. Esta vez sí era la definitiva. O eso pensaba hasta que comienzo a sentir como mis pulmones reciben oxígeno otra vez y dejo de sentir que me estoy muriendo.

Ella podía decidir si me quiere viva o muerta. En el océano tiene el maldito control.

Comenzamos a subir lentamente. En ningún momento dejo de mirarla. No la comprendo. Es un enigma demasiado misterioso y complejo. ¿Por qué había intentado matarme y ahora me está salvando?

Cuando finalmente llegamos a la superficie, ella me lleva a la orilla.

—Creí que eras diferente —comentó, fría.

—¿Es... es en serio? ¡Tú fuiste la que intentó matarme! ¡Maldita desquiciada!

Detecté que estábamos en la misma isla, pero en una parte distinta de esta. Más rocosa, menos arena. Y unas piedras grandes ocultaban algo que parecía ser madera. Me acerqué un poco y descubrí que era un bote. Un bote pequeño de madera que  me iluminó la mirada.

—La mar puede decirme secretos, Zair. Yo realmente pensé que me ayudarías.

Mis pupilas se expandieron ante esa revelación.

—¿Qué?

—Ella me contó lo que quieres hacer conmigo. Nos conoce en cuánto la tocamos, y mientras más profundo entramos en ella, más profundo entra ella en nuestra conciencia.

Suspiré. Era imposible tener secretos con ella si se trata de nadar. No había otra opción.

—Conversemos, Corinne. Yo la verdad lo siento mucho.

En cuánto me acerqué a ella, la tomé en mis brazos, dándole confianza en mis ojos. Confianza que estaba perdida pero que por lo menos, serviría para distraerla un poco. En cuánto estaba completamente en tierra, corrí en dirección al bote.

En tierra, yo tengo el control. El poder era mío.

Ella forcejeaba, así como yo lo había hecho en el agua. Pero aquí, no tenía la ayuda de la mar.

La dejé dentro del bote y la inmovilicé rápidamente con unas cuerdas que estaban dentro. El olor putrefacto me hizo arrugar la nariz. Miré a ambos lados y descubrí los restos óseos de alguien.

Un humano que fue completamente olvidado.

Tal vez el dueño de este bote, que lo llevó a la perdición.

Quise vomitar, pero me contuve. No era la primera vez que olía lo fétido de un cadáver, y estoy segura de que tampoco será la última.

Moví el bote hasta adentrarlo a la mar con dificultad y esfuerzo. Comencé a sentir calor y agotamiento físico hasta que finalmente lo logré. Pensar que era un bote de remo hizo que me diera aún más cansancio. A pesar del dolor de espalda por haber dormido en una superficie dura e incómoda, pude remar hasta que estuvimos completamente lejos de la costa.

Maldije no contar con una brújula en este momento. Miré arriba, como buscando respuestas y rápidamente sonreí. El sol, un indicador de la orientación por excelencia. Apunté con mi mano derecha la dirección de donde había salido y comprendí que el norte se situaba delante de mí, el sur detrás y el oeste a mi izquierda. Tenía que ir rumbo al norte, si es que no encontraba mi barco, asumía que el continente estaba más próximo, con la navengación ladeada al oeste.

Y así emprendió el viaje por la mar, que comencé a sentir cada vez más encrespada. Las olas elevadas por la fuerza del viento y la misma ira de la mar, hacían que fuera más difícil el paso. En cualquier el momento el pequeño bote podría ser destruído por la fuerza marítima, provocar grietas, hacer que entre agua, entre otros peligros.

La mar estaba furiosa.

La sirena estaba llorando.

Yo... era firmemente impulsada por mi codicia y afán de tenerlo todo, que podía fácilmente quedarme sin nada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro