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29











Trenzas y flores marinas.

—Zair... ¿Por qué te levantas tan temprano?

Escuché la voz adormilada de Corinne detrás de mí, como un murmullo del agua. Se posiciona a mi lado, apoyándose de las frías regalas, mientras perdía su mirada en el horizonte.

—La mar me ha llamado.

Miré el constante movimiento del agua bajo nosotras, y su extraña manera de ser, sabiendo que ocultaba muchas cosas en su profundo espacio.

—¿Y qué te dijo?

—Que el imbécil sigue vivo y quiere vengarse —arrojé las palabras con enojo y frustración.

Corinne me miró—. No puede ser.

—No te preocupes, no dejaré que te aparten de mi lado —acaricié sus cabellos rubios, con una sensación de que no quería perderla nunca—. Además, la mar me otorgó un don especial.

Abrió más los ojos, demostrando exaltación.

—¡¿En serio?! ¡¿Cuál?!

—Yo también quisiera saber pero no me dijo.

Me senté en la borda con cuidado, mientras miraba a la mar, que parecía tan distante y callada cuando se trataba de responder a mis pregunta, pero que de alguna forma u otra, siempre me ha salvado y me ha ayudado en mi labor.

—Hm... así es ella. —Agregó Corinne sonriendo, conociéndola completamente.

—¿Qué crees que pueda ser?

—Yo creo que ahora puedes ser una sirena —soltó de repente, logrando que me estremeciera con esa idea.

Na... No lo creo.

Corinne miró a mi dirección con malicia oculta.

—¿Te asusta esa idea, capitán?

—Claro que no, pero... Sería extraño.

Después de seguir haciendo plática, decidimos que averiguaríamos mi don especial otorgado por la mar. Bajamos un bote alrededor del barco y bajamos por las mismas sogas que lo envolvían. El frío era inmenso, jugaba con nuestros cuerpos helados.

—Un café con ron no hubiese estado mal.

—¿Lo dices por el frío? —preguntó Corinne—. Si fueras sirena no sentirías frío. Intenta concentrarte en la intención de ser una sirena.

Cerré los ojos, obedeciéndole. Visualicé como sería mi cola, de qué color, de qué tamaño, cuál sería su textura, cómo la sentiría, si sería parte de mí o la sentiría ajena. Me concentré en mis emociones. Sentía el movimiento del bote por las aguas que lo sostenían y me hacían entrar en trance. Corinne cantaba una canción con un idioma extraño, ininteligible. Comencé a crear el resplandor en mi mente, cubriendo mis piernas. Pero entonces, abrí los ojos de inmediato, al sentir ese resplandor.

Pero entonces, descubrí que no me rodeaba a mí, si no a Corinne. Sus piernas fueron rápidamente reemplazadas por su hermosa cola aguamarina.

Luego, volvió a concentrarse, y ese resplandor apareció en unos pocos minutos, volviendo a manifestarse sus piernas desnudas.

—Bueno, al menos estoy aprendiendo a controlar mis poderes.

Sonreí—. Eso es una buena noticia.

Ella me abrazó, propinándome calor instantáneo. Me sentía increíblemente feliz estando a su lado, éramos dos pequeñas siluetas en medio de la gran mar, que parecía no tener principio ni fin, y que era misteriosa, profunda, extrema. Su poder era apreciado por quién la llamaba, y me hacía sentir en casa.

Con esta idea en mente, me levanté de donde estaba, y me lancé al agua.

—¡¿Qué haces, capitán?! —Exclamó la sirena.

—Si algo malo pasa, ven a salvarme, ¿sí?

La miré a los ojos, sonriendo, mientras sentía el agua fría por todo mi cuerpo, provocándome temblores.

—Zair... es peligroso. —Lo desaprobó con los brazos cruzados, y una mirada de preocupación.

—Por favor, mi amor. Tal vez así descubra cuál es mi don.

Ella lo pensó un momento, dubitativa. Para finalmente optar por aceptar, aún que no tan convencida. Se lo agradecí y me impulsé hacia las profundidades a una gran velocidad y fuerza, sumergiéndome cada vez más profundo, y dejándome llevar por la exquisita sensación de libertad.

Vi que Corinne me seguía a un paso más lento, distanciada intencionalmente de mí, pero sin perderme de vista. Su hermosa cola de sirena se desplazaba en movimientos rítmicos y lentos, de arriba hacia abajo, como si estuviera acariciando a la mar. Su grandeza y elegancia parecían desprender suavidad, y su cabello largo parecía ser un rastro lumínico.

Era tan hermosa, algo fuera de este mundo.

De pronto tuve el deseo de besarla, de tenerla junto a mí, ser acariciada por sus dedos, y sentir su calor. Luego pensé que lo mejor sería concentrarme. Estoy en la oscura profundidad de la mar, y era arriesgado. Con esto en mente, intenté visualizar una cola de sirena desprendiéndose de mis caderas, pero no ocurría míseramente nada.

Me frustré. Corinne permanecía a mi lado,  pensando. Ella se movilizaba tan naturalmente en el agua, se sentía cómoda aquí, como si estuviera en el vientre de su madre mar, aquella propinándole lo necesario para vivir y ofreciéndole protección.

Me enfoqué en la mar. Quería realmente saber cuánto poder tenía, y si yo era realmente merecedora de él o no.

Pero entonces, nada sucedió.

Frustrada, me acerqué a Corinne para que me propinara oxígeno mientras subía hacia la superficie lentamente y evitando cambios de presión en mi cuerpo que pudieran lastimarme. Ambas llegamos arriba del bote.

—Lo siento. Ya sabes lo que dicen... la mar actúa de forma misteriosa.

—Hm... —entoné molesta—. Pues si quiere ayudarme bien, si no, pues también bien.

Comencé a vestirme a pesar de que mi cuerpo estaba mojado. Solo quería volver a mi barco y relajarme un poco.

—Hey... No la trates así. Ella es bondadosa, solo que también pide esfuerzo de nuestra parte, lo valioso no es fácil de conseguir.

—Sí, como sea.

Tomé la soga entre mis manos y la alcé, para verificar que estuviera firme. Comienzo a subir de manera forzosa y cansada.

—¡Zair! ¡Ven y escúchame!

Al escuchar su voz, algo se apoderó de mí e hizo que la obedeciera rápidamente. Fue tan veloz la forma en la que seguí su orden, que me caigo violentamente desde una altura considerable de la cuerda y me golpeo de costado al bote. El dolor golpeó mis costillas con crueldad, y solté un gemido.

—¿Por qué lo hiciste, Corinne?

Ella estaba muy asustada, y en un movimiento rápido se subió al bote con desesperación, llegando a mi lado para ayudarme pero rápidamente la detuve.

—¡Lo siento mucho, no fue mi intención! ¡Te juro que yo no controlé eso!

—No vuelvas a usar tu magia contra mí otra vez. —Dije fríamente, mirándola a los ojos.

—Déjame curarte.

—No.

Intenté reincoporarme en la madera que crujía por lo desgastada. Me senté con cuidado para poder esperar a que mi respiración se normalice y comenzó a dolerme el movimiento rítmico de la respiración.

—¿En serio crees que quise hacerte daño? —pregunto ella.

Su voz se había quebrado, lo que me obligó a mirarla a los ojos. Aquellas perlas celestes estaban más brillantes de lo usual, y es porque se bañaban en lágrimas dispuestas a salir en un poco tiempo.

Suspiré agotada—. No sé qué está pasando, pero no me gusta.

—Lo que tu odias no son mis poderes, si no, que yo sea sirena y aún que yo tambien lo odiaba, comprendí que es una parte importante de mí a la cual ya no quiero renunciar. ¡Y ese odio irracional es el que te está impidiendo conectar con tu don porque realmente no lo quieres! Yo no quise hacerte daño, y tampoco quiero controlarte. ¡No sé qué está pasándome, ni porqué ahora mi poder de sirena funciona en ti pero no lo solucionaremos si me consideras el problema!

—Corinne, espera...

Aquella brincó a la mar muy rápido, perdiéndose en la lejanía, juntando sus lágrimas con el agua salada a su alrededor.

Tuve deseos de llorar en ese mismo instante por la manera en la que la había tratado. Pero no pude evitarlo, sentí miedo de que ella pueda controlarme y es algo que debemos trabajar juntas, no culpándola. Ella tenía razón.

Suspiré y llevé mis manos a mis costillas de la parte izquierda, las cuales habían sido afectadas por el golpe con la madera. Me quedé ahí un momento, sintiendo el dolor un poco más leve, y masajeando la zona con agua fría sintiendo la contracción muscular como un efecto relajante.

—Lo siento, mar. Por favor, dile a Corinne que regrese.














Pero ella no regresó durante toda la tarde.

Estaba enfadada, y dolida. Y lo sabía perfectamente. Sabía que era mi culpa, y que debíamos conversar. La esperaría hasta que estuviera lista para ello. Mientras, me dediqué a darle una dirección al barco para llegar a tierra cercana en un par de meses en marcha lenta, para que ella no pierda nuestro rastro.

Había dado vueltas, esperándola. Pero ella no aparecía y eso me desesperaba, me quitaba la calma.

Tomé solo una botella de ron. Me acerqué hacia la parte interna del barco y me quedé ahí, con mi botella en la mano, e intentando dormir un poco.

Al despertar, me removí incómoda por la mala posición. Un poco de líquido sobrante de la botella se había desparramado en el suelo junto con esta mientras dormía. Me levanté lentamente y me acerqué a la cubierta, en donde ví cómo mis piratas, los hombres más rudos que conocía, de aspecto varonil, sucio y desaliñado, ahora portaban flores marinas de colores en sus cabellos trenzados.

¡Un barco en las olas se puede inclinar, yo podría hacerte naufragar! —Cantó Mar picado, entonando alegremente.

—¡Soy una diosa del océano que usa su cuerpo, y seduzco así en altamar! —Gritó desafinadamente, Pez globo.

Mis piratas se reían alegremente y silbaban. Corinne estaba terminando de trenzar a César, mientras se reía con gracia y ligereza de los chistes y ocurrencias de mis piratas. Se veía tan hermosa usando mi ropa y sombrero de pirata, que una vez la miré a ella, ni las trenzitas con flores marinas en las cabezas de mis rudos rufianes parecían ser más interesantes que posar mi mirada solo en ella, y su habilidad para lucir siempre digna, natural y encantadora.

Ella también se había trenzado el cabello, y llevaba hermosas flores que lo adornaban. Se veía muy hermosa, y me hacía sentir en paz.

Al sentir mi mirada, posó la suya en mi dirección, y dejó de sonreír.

—Ya terminé, quedaron preciosas.

—Muchas gracias, señorita Corinne —dijo él, tocando su cabello trenzado.

—Sí, quedaron muy bonitas. —Dije amablemente, llamando la atención de todos los presentes.

—No, capitán, lo siento, pero usted no está invitada —César se cruzó de brazos, negando exageradamente con la cabeza.

—O sea que no puedo estar en mi propio barco, ¿eh?

Bromeé.

—Eso fue lo que dije, mi ciela —canturreó César, nuevamente haciéndonos reir a todos.

Corinne me dio la espalda, mientras se había levantado de la silla, y vio a la mar. El cielo comenzaba a oscurecer lentamente, mientras se reflejaban destellos anaranjados.

Me acerqué a ella, y los piratas habían entendido que queríamos un tiempo a solas, retirándose hacia otras zonas del barco.

—Gracias por regresar, Corinne. Tenemos que conversar sobre lo sucedido, yo... Siento mucho haber reaccionado así. No fue tu culpa, sé que no quieres hacerme daño. —Comencé a decir apresuradamente, intentando que las lágrimas no escaparan de mis ojos.

Me acerqué a ella y la abracé por la espalda, sintiendo su cuerpo cerca de mí. Ella se apartó.

—Está bien, sé que aún no confías en mí.

—Corinne, claro que confío en ti —tomé sus manos—. Es solo que me asusté, pensé que realmente quisiste controlarme y...

Ella alzó una ceja, y separó sus manos de las mías.

—La mar dijo que él hizo esto. Usó su magia para fortalecer la mía y hacer que sea tan poderosa que no pueda controlarlo. Él sabe que como buena capitán pirata amas el control y el liderazgo. Si sientes que lo pierdes y por mí, te enojarás conmigo. Él quiere eso, Zair, que te aburras de mí y me dejes por tu cuenta.

—¡Eso no pasará!

La abracé.

Ella sollozó, intentando que su voz se opacara con el silencio—. Pero está pasando...





















⚔️

Hay una referencia a Coraline y la puerta secreta. ✨️

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